I_Domestica

La Iglesia Doméstica

Es ya un tema de sana supervivencia en Dios en estos Tiempos

Así que cumplieron todas las cosas según la Ley del Señor, volvieron a Galilea, a su ciudad de Nazaret. El niño crecía y se fortalecía, llenándose de sabiduría; y la gracia de Dios estaba sobre él" (Lc 2,39-40).


"Las familias son la Iglesia doméstica dónde Jesús crece, crece en el amor conyugal, crece en la vida de los hijos. Y por esto el enemigo ataca tanto a la familia: ¡el demonio no la quiere! E intenta destruirla, intenta que el amor no se dé. Las familias son esta Iglesia doméstica" (Papa Francisco)

Cristo quiso nacer y crecer en el seno de la Sagrada Familia de José y de María. La Iglesia no es otra cosa que la "familia de Dios". Desde sus orígenes, el núcleo de la Iglesia estaba a menudo constituido por los que, "con toda su casa", habían llegado a ser creyentes (cf Hch 18,8). Cuando se convertían deseaban también que se salvase "toda su casa" (cf Hch16,31; 11,14). Estas familias convertidas eran islotes de vida cristiana en un mundo no creyente. (Catecismo 1655)

En nuestros días, en un mundo frecuentemente extraño e incluso hostil a la fe, las familias creyentes tienen una importancia primordial en cuanto faros de una fe viva e irradiadora. Por eso el Concilio Vaticano II llama a la familia, con una antigua expresión, Ecclesia domestica (LG 11; cf. FC 21). En el seno de la familia, "los padres han de ser para sus hijos los primeros anunciadores de la fe con su palabra y con su ejemplo, y han de fomentar la vocación personal de cada uno y, con especial cuidado, la vocación a la vida consagrada" (LG 11). (Catecismo 1656)

Aquí es donde se ejercita de manera privilegiada el sacerdocio bautismal del padre de familia, de la madre, de los hijos, de todos los miembros de la familia, "en la recepción de los sacramentos, en la oración y en la acción de gracias, con el testimonio de una vida santa, con la renuncia y el amor que se traduce en obras" (LG 10). El hogar es así la primera escuela de vida cristiana y "escuela del más rico humanismo" (GS 52,1). Aquí se aprende la paciencia y el gozo del trabajo, el amor fraterno, el perdón generoso, incluso reiterado, y sobre todo el culto divino por medio de la oración y la ofrenda de la propia vida. (Catecismo 1657)

La expresión “Iglesia Doméstica” no es una invención teológica. Ya se encuentra en San Pablo: al final de la primera epístola a los Corintios, al enviar saludos, incluye éste: “Aquila y Priscila, con la iglesia que está en su casa, os saludan mucho en el Señor” (16,19)
La Iglesia es el pueblo de Dios, la comunidad que se establece con la comunión en Cristo –o, si se prefiere. En Dios a través de Cristo-. En ella encuentra el hombre los medios de salvación, principalmente la Revelación divina y la gracia, cuya entrada es el Bautismo y sus principales cauces los sacramentos y la oración.

La familia cristiana es una comunidad dentro de esa comunidad, que también forma una comunión particular con Dios desde el momento en que el matrimonio cristiano es un sacramento. Es el cauce ordinario establecido por Dios para que, en su seno, los hombres y mujeres que llegan a este mundo –los hijos- encuentren la gracia y la doctrina cristiana.

Quien bautiza es el sacerdote (o diácono), pero son los padres quienes llevan al niño a bautizar y se comprometen a darle una educación en la fe. Son ellos los responsables primarios de la catequesis de sus hijos, los que enseñan a rezar e introducen a sus hijos en las verdades de la fe. No lo hacen por delegación de la parroquia o el colegio; es al revés: pueden –y con frecuencia conviene hacerlo- hacerse ayudar en esa tarea, cuya responsabilidad es suya en primer lugar. La tarea de los padres es una verdadera misión eclesial: una labor que les encomienda la Iglesia, igual, por ejemplo, que la encomienda de una parroquia a un sacerdote por parte del obispo.

A esto podemos añadir varios rasgos de la Iglesia que se pueden trasladar a la vida de una familia cristiana que viva como tal: la particular comunión en Cristo de sus miembros, que se manifiesta en la acogida incondicional, en la oración en común, y en la proyección apostólica que debe tener de cara al exterior, pues una familia verdaderamente cristiana no se repliega en sí misma. Podemos concluir así que la familia está llamada a ser un lugar privilegiado de encuentro con Cristo.

Si se reflexiona sobre todo esto, enseguida se advierte que cada rasgo enumerado guarda un paralelismo con las señas de identidad de la Iglesia misma. En su conjunto, lo que ponen de manifiesto es que la familia está llamada a ser un reflejo de la Iglesia universal, e incluso de la Santísima Trinidad misma, que es la familia de Dios. En ella se ha de reconocer la vida y la naturaleza de la Iglesia.

Por tanto, como puede verse, el calificativo de iglesia doméstica no obedece a una feliz ocurrencia o a una bella metáfora. Hay razones de peso para utilizar ese término que, por lo demás, permite entender mejor por qué Dios ha querido incluir el matrimonio entre cristianos entre los sacramentos.
La familia cristiana, como Jesús, que cuando vino al mundo se dedicó a llevar la palabra de su Padre a todos los hombres, así, la familia tiene la misión de seguir sus pasos, de evangelizar; primero que nada, a sus propios hijos y a todos cuantos le rodean. La familia cristiana también es misionera, pues querrá que otras personas también conozcan a Dios, y serán testimonio del amor de Dios por todos.

EVANGELIZACIÓN EN LA FAMILIA
En virtud del ministerio de la educación los padres, mediante el testimonio de su vida, son los primeros mensajeros del Evangelio ante los hijos. Es más, rezando con los hijos, dedicándose con ellos a la lectura de la Palabra de Dios e introduciéndolos en la intimidad del Cuerpo de Cristo mediante la iniciación cristiana, llegan a ser más plenamente padres. Por tanto uno de los campos en los que la familia es insustituible es ciertamente el de la educación religiosa, gracias a la cual la familia crece como "iglesia doméstica". La educación religiosa y la catequesis de los hijos sitúan a la familia en el ámbito de la Iglesia como un verdadero sujeto de evangelización y de apostolado. Se trata de un derecho relacionado íntimamente con el principio de la libertad religiosa.


Acciones de la Iglesia en mi Hogar:
Fomentar la Sana Comunicación entre todos los miembros del hogar:
·        Dejar espacios reservados a la conversación, a conocernos, a expresarnos, respetando las ideas, llevando a la práctica las buenas costumbres y los buenos modales, los valores y principios. Un buen momento es, por ejemplo, el momento de la cena, una sobremesa, compartiendo lo vivido durante el día, los problemas, alegrías. Buscando la unión del grupo familiar
·        El Rezo del Santo Rosario en familia, diariamente. Dedicar esa media hora, de manera Santa, Solemne, rogando por las necesidades del grupo familiar, del país, etc. En momentos especiales realizar en conjunto Novenas a la Santísima Virgen, o a algún Santo Intercesor, por alguna necesidad particular o de todo el grupo.
·        Asistir juntos a la Santa Misa.
·        Incorporar a las nuevas personas que se acerquen a nosotros a estas bellas rutinas espirituales, les aseguro que aquellos que no “cuadren” con las cosas de Dios se alejarán.
·        Ejercer la caridad, los actos de misericordia, con unicidad de criterios. La Ayuda Material, el consejo, la visita a enfermos.
·        Compartir lecturas y devociones espirituales.
·        Ejercer la crítica constructiva ante el bombardeo constante de los medios de comunicación mal usados: La Música, La TV, Internet, etc.

Los Tiempos son por demás apremiantes y confusos, no dejemos para último esta belleza de una Familia en Dios, como puente de salvación y unión a Cristo y a su Santa Iglesia.

Oración a la Sagrada Familia
Señor Jesús:
Que viviste en familia con María y José.
Hoy quiero pedirte por mi familia, para que te hagas presente en ella y seas su Señor y Salvador.
Bendice a mis seres queridos con tu poder infinito.
Protégelos de todo mal y de todo peligro.
No permitas que nada ni nadie les haga daño y dales salud en el cuerpo y en el alma.
(se pide la gracia que se desea alcanzar para la propia familia)
Te necesitamos, Jesús, entre nosotros.
Llena nuestro hogar de tu paz, de tu alegría, de tu cariño.
Derrama tu amor para que sepamos dialogar, entendernos, ayudarnos, para que aprendamos a acompañarnos y a sostenernos en el duro camino de la vida.
Danos pan y trabajo.
Enséñanos a cuidar lo que tenemos y a compartirlo con los demás.
Tómame a mí como instrumento, Jesús, para que llegue a los míos tu luz y tu poder, para que te conozcan y te amen cada día más.

Dame la palabra justa en el momento oportuno, y enséñame lo que tengo que hacer por ellos en cada momento.
También quiero darte gracias, Jesús, por mis seres queridos, por los momentos lindos que pasamos, y por las cosas buenas que tenemos.




María, madre buena, tu presencia también nos hace falta.
No nos dejes faltar tu ternura y tu protección.
Jesús, José y María, preciosa comunidad de Nazaret, ayúdennos a vivir en familia.
Amén.