Historia
y explicación de la Letanía Lauretana
Fuente: www.mercaba.org
Oración en honor de
nuestra Madre Santísima, es la más popular de todas las Letanías, llamada así
porque se usó por primera vez en el Santuario de Loreto
Letanía es una
palabra griega que significa oración, especialmente oración hecha en común,
significa también procesión, porque esta manera de orar se usa en las
procesiones. El uso de las Letanías es antiquísimo, se remonta a los primeros
siglos de la Iglesia. La más antigua es la Letanía de los santos, pero hay
otras también aprobadas por la Santa Iglesia.
En honor de nuestra
Madre Santísima, conocemos la más popular de todas las Letanías, la Lauretana,
que es llamada así en las Constituciones de los Sumos Pontífices: Sixto V,
Clemente VIII, Alejandro VII, etc., porque se usó por primera vez en el
Santuario de Loreto.
La Letanía Lauretana
se compone de una serie de invocaciones a María, de títulos de honor que los
santos Padres le dieron, títulos que se fundan principalmente en la única e incomunicable
dignidad de María Madre de Dios. Con ellos honramos su persona e invocamos su
poderosa intercesión.
Las primeras
invocaciones son a Dios adorable Trinidad... y a Cristo Redentor, para dar a
entender que de Dios nos llega todo bien y que Cristo es la fuente de toda
gracia.
Las invocaciones a María, pueden dividirse en seis grupos:
1.- Las primeras
abarcan, en resumen, todas sus grandezas (Santa María, etc.).
2.- Siguen sus
atributos como Madre (Madre de Jesucristo, etc...).
3.- Se saluda luego a
María Virgen (Virgen prudentísima, etc.).
4.- Las
prerrogativas de nuestra Señora son representadas por imágenes o símbolos
(espejo de justicia, etc.).
5.- Se le exalta en
sus relaciones con la Iglesia Militante (salud de los enfermos, etc.).
6.- Finalmente, se
celebra su gloria en la Iglesia triunfante (Reina de los Ángeles, Reina de los
Patriarcas, Profetas, etc.)
Esta bellísima
oración a María se cierra con una triple invocación a su Divino Hijo, CORDERO
DE DIOS que quita los pecados del mundo, para que nos perdone, nos escuche y
tenga misericordia de nosotros que tantas veces hemos pecado.
En el transcurso de
los años, los Papas añadieron algunas invocaciones, ej. Cuando Europa fue
invadida por los turcos, se añadió: Auxilio de los cristianos: después de la
definición del Dogma de la Inmaculada Concepción: Reina concebida sin pecado
original; después de haber sido consagrado el mes de Octubre al Santo Rosario.
Reina del santísimo Rosario: cuando ardía la primera Guerra mundial: Reina de
la Paz: con motivo de la definición del Dogma de la Asunción: Reina llevada al
cielo en cuerpo y alma.
Recitar la Letanía
es ante todo dar gloria a Dios que tanto ensalzó a su Madre Santísima; es darle
gracias a Ella y por Ella. Es alabarla, admirarla y pedirle su protección, es
reconocer y meditar sus virtudes, movernos a imitarla, en cuanto es posible a
nuestra humana debilidad, es pedir a Dios y a Ella gracia y protección para
llevar a cabo lo que es imposible a nuestras propias fuerzas.
Es una oración corta
y muy fácil para quien la medita, es una oración rica de santos pensamientos y
de afectos sobrenaturales.
Señor. Ten piedad de
nosotros (al Padre). Cristo, ten piedad de nosotros (a Cristo). Señor, ten
piedad de nosotros (al Espíritu Santo). Así empiezan las Letanías.
Antes de abrir los
labios para alabar a María hemos de preocuparnos ante todo, de conseguir de la
misericordia de Dios que se apiade de nosotros... que nos conceda su gracia y
su perdón.
"Cualquier cosa
que pidiereis al Padre, os la concederá", pero recordemos que Jesucristo
añade "en mi nombre"
Interpongamos
conscientemente esta mediación de Cristo, el Único que puede darle eficacia.
Repitamos con ardorosa fe y con humildad el grito de PIEDAD ¡Señor, ten piedad'
¡Cristo, ten piedad!, Señor, ten piedad!
CRISTO, ÓYENOS -
CRISTO, ESCÚCHANOS
Para que Jesús nos
oiga es necesario tener un corazón contrito. Si no estamos actualmente en
gracia de Dios, propongámonos reconquistarla y apartemos el corazón de la
culpa. Si tenemos odio, si alimentamos venganza, etc., no podemos pretender que
Él nos oiga. Hagamos el propósito de recibir el sacramento de la Confesión lo
más pronto posible.
Ser escuchados no es
lo mismo que ser oídos. Ser escuchados es como el colmo de la bondad de Cristo
para nosotros. El desea que lo que le pedimos sea con atención, no estar
distraídos, que lo que pronuncian nuestros labios esté en la mente y en el
corazón.
PADRE CELESTIAL QUE
ERES DIOS, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
Le decimos Padre
Celestial.... Esta palabra nos hace admirar la Infinita grandeza y la Infinita
benignidad de Dios que aun habitando en una Luz inaccesible, atiende a la voz
suplicante de sus criaturas... de sus hijos.... con su amor Paterno.
HIJO REDENTOR DEL
MUNDO QUE ERES DIOS, TEN PIEDAD DE NOSOTROS
Invocamos al Hijo no
solamente como Dios, sino también como Hombre - Dios... como REDENTOR.
El Hijo de Dios vino
a librarnos de la esclavitud del pecado. Él es el Cordero de Dios que quita los
pecados del mundo. Con su Pasión y Muerte nos mereció el perdón y ahora por
medio de la gracia obtenemos mucho más de lo que habíamos perdido. ¡Divino
Redentor! ... ¡Amado Redentor! Líbranos de la esclavitud de nuestras culpas
actuales.
ESPÍRITU SANTO QUE
ERES DIOS, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
Dios es amor, dice
San Juan (1 J. 4.16). En la admirable obra de la reconciliación del hombre con
Dios, entre todos los atributos de la divinidad, está el Amor Infinito de Dios
que busca la oveja descarriada y como el perdón de los pecados es obra del AMOR
y de la BONDAD Infinita de Dios se atribuye al Espíritu Santo, Amor substancial
del Padre y del Hijo.
La misericordia de
Jesús para los pecadores y las parábolas en las cuales quiso expresarla en
páginas eternas para consuelo de todas las ovejas descarriadas, son la
expresión más bella del AMOR que perdona. Dios nos perdona siempre y nos llama,
nos sale al encuentro, nos acoge, nos retorna su amistad y nos devuelve la
dignidad de hijos suyos... Dios AMOR... Dios Espíritu Santo.
SANTÍSIMA TRINIDAD
QUE ERES UN SOLO DIOS, TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
Después de haber invocado
a las tres Divinas Personas pasamos a invocarlas en unidad, bajo el nombre de
Augusta Trinidad. La Iglesia pone en nuestros labios esta invocación para
recordarnos el Misterio inefable de la Unidad y Trinidad de Dios. Este Misterio
es el fundamento y el origen de toda la fe revelada. El Misterio de la
Encarnación del Verbo lo supone y emana de él y, del Misterio de la Encarnación
derivan todos los misterios y todas las verdades de nuestra fe: el misterio de
las dos naturalezas y de la Persona Divina de Jesucristo, los Misterios de la
Redención, de la Santa Iglesia, de la Gracia, de los Sacramentos, etc.
SANTA MARIA
Debemos aceptar y
entender que solo Dios es Santo y que comunica sus grandes Atributos, en
diferente medida, a sus criaturas racionales, ante todo, el de LA SANTIDAD, por
ser el más necesario.
Por esta razón
llamamos a nuestra Señora: SANTA MARIA.
Cuando Dios quiso
preparar una madre humana para su Hijo, la hizo Inmaculada en su Concepción...
la hizo SANTA aún antes de que hubiera nacido, antes de que pudiera pensar,
hablar, obrar... la preservó del pecado original y de toda mancha. Por esto,
difiere de todos los santos. ¡Toda Pura, toda Santa es María!
María es nombre de
ayuda y consuelo. Cuando la invocamos con fe, con devoción y con amor recibimos
inmediatamente ayuda, aliento y consuelo. Dice San Bernardo, del santísimo
nombre de Jesús, pero muy bien puede aplicarse al dulce nombre de María, que
este nombre es alimento suave que conforta, es medicina que alivia los dolores
y las penas, "es miel en la boca, melodía en los oídos, alegría en el
corazón".
Procuremos honrar
este santo nombre y reparar las ofensas que se hacen a esta Buena Madre.
Invoquémosla en todas nuestras necesidades.
El nombre de Jesús y
el nombre de María, concluye San Bernardo, producen la curación de nuestras
miserias y dominan las pasiones violentas. Tengamos estos nombres en el corazón
y en los labios durante la vida y los tendremos en el corazón y en los labios
en nuestra última hora, y así seremos auxiliados en aquel momento, pues esos
nombres santamente invocados serán para nosotros prenda de Luz, de gracia, de
perdón y de seguridad en aquella eternidad feliz que todos esperamos.
RUEGA POR NOSOTROS
En las Letanías le
decimos a María: "Ruega por nosotros" y no "ten Piedad de
nosotros" como lo hacemos al dirigirnos a las Tres Divinas Personas,
porque solo Dios es fuente Infinita de toda gracia. Ella y los santos son
canales a través de los cuales Dios se complace en hacernos llegar sus gracias.
Las súplicas de los
santos son eficaces para nosotros y poderosas ante Dios, pero son mucho más
poderosas y eficaces las súplicas de nuestra Madre María Santísima
Rogándole a Ella su
intercesión, estamos seguros de que como es la más excelsa, la más santa de las
criaturas y la más grata a Dios es la que en consecuencia puede más delante de
Dios y por otra parte es la que más nos ama y la que más desea favorecernos.
SANTA MADRE DE DIOS
Después de haber
invocado a María con su nombre, pasamos ahora a invocarla con una serie de títulos
muy apropiados. Y ante todo con la más excelsa de sus dignidades, principio y
fundamente de todas las demás, la sublime y singular dignidad de MADRE DE DIOS.
La Divina Maternidad
de María es Dogma y Artículo fundamental de nuestra fe.
En la base de nuestra
religión tenemos dos inefables misterios: el Misterio de la Santísima Trinidad
y el de la Encarnación del Verbo.
La Encarnación
supone la Trinidad. EL Hijo que se ha encarnado supone EL PADRE del cual ha
sido engendrado, y si se ha encarnado por obra del Espíritu Santo, confirma la
existencia de esta tercera Persona de la Santísima Trinidad y no se puede
imaginar la Encarnación sin una Madre que proporcione la naturaleza humana al
Verbo. He aquí cómo la divina Maternidad de María entra en el fundamento y en
el nexo esencial de las supremas verdades de nuestra religión. Y así como los
principales artículos de la fe revelada (la Redención, la Gracia, la Iglesia,
los Sacramentos, la vida eterna, etc.) son consecuencias del Misterio de la
Encarnación, así estas importantes verdades tienen una íntima e indiscutible
relación con el Dogma de la Divina Maternidad de María.
Santa Madre de Dios
porque Ella es madre de la naturaleza humana de Cristo; pero esta naturaleza
humana está en Cristo indisolublemente, personalmente, hipostáticamente unida a
la naturaleza divina en unidad de Persona, y ésta es divina. María es por lo
tanto, Madre de esta Persona divina, Jesucristo, Dios y hombre verdadero.
SANTA VIRGEN DE LAS VÍRGENES
Con esta invocación
afirmamos que la virginidad de María no es común... es única... perfecta...
sublime y que añadió a su Pureza Virginal un sello de consagración y de
perpetuidad.
Los católicos
creemos con la Santa Iglesia que María ha sido antes del parto, en el parto y
después del parto,... SIEMPRE VIRGEN PURÍSIMA.
Los dos estados:
virginidad y maternidad son en sí santos, el primero es muy generoso y noble.
La maternidad es un claro reflejo de la adorable fecundidad del Padre Eterno,
del cual, como nos asegura el Apóstol San Pablo (Ef. 4. 14-15) deriva toda
paternidad en el cielo y en la tierra, imita a la omnipotencia creadora y tiene
el mérito de poblar el cielo.
María unió en sí
estos dos títulos sublimes, ser MADRE y VIRGEN FECUNDA. Por estas razones la
Iglesia llama a María VIRGEN DE LAS VÍRGENES.
MADRE DE CRISTO
Siendo Jesucristo
Dios, Creador y Salvador, podría parecer que es lo mismo llamar a María, Santa
Madre de Dios, Madre de Cristo, Madre del Creador, Madre del Salvador. Pero
estos diversos títulos no expresan lo mismo... indican diversos aspectos bajo
los cuales es considerada la misma Persona adorable del Redentor, diversos
oficios de esta divina Persona, o distintos beneficios que se derivan de Cristo
y de María.
Madre de Cristo
significa que María participa, en cuanto es posible a la criatura, de la
dignidad y excelencia de Cristo y de los beneficios por El otorgados.
La palabra griega
Cristo significa ungido o consagrado.
Antiguamente eran
consagrados con la unción (óleo) los sacerdotes, los reyes y los profetas; y
Jesús es por excelencia el Sacerdote, el Rey y el Profeta; también se
consagraban los vasos sagrados destinados al culto divino.
Cuando saludamos e
invocamos a María como Madre de Cristo, significamos que Ella es vaso
consagrado a Dios; que por las íntimas y singulares relaciones que la acercan a
su Divino Hijo, participa en cierto modo de la dignidad de sacerdote, de rey y
de profeta.
María fue vaso de
unción o consagrado... y tiene participación en el sumo Sacerdocio de Cristo.
Desde el primer
momento de su existencia Ella estuvo llena de la Divina Gracia, óleo precioso y
fue destinada a contener durante nueve meses a la Santidad por esencia.
María participa del
Eterno Sacerdocio de Jesucristo... de Cristo Sacerdote que se ofreció a Dios
una vez sobre el altar de la Cruz, derramando entre grandes dolores su Sangre
de precio infinito por nuestros pecados y se ofrece cada día de modo incruento
sobre los altares por manos de los Sacerdotes.
Ella participa del
sacrificio de la Cruz y del de la Eucaristía.
En primer lugar
suministró la materia: aquel Cuerpo Divino que fue inmolado en la Cruz... en el
Calvario y que continuamente se inmola en las Iglesias, es Cuerpo formado de la
sola substancia de María Santísima, puesto que Ella es Madre Virgen; la Sangre
que un día fue derramada en la Pasión y en la Muerte del Hombre - Dios y que
todos los días se derrama místicamente en el Perenne Sacrificio, es Sangre de
María, suministrada por Ella al Hijo de Dios.
En segundo lugar,
participa del Sacrificio de la Cruz y del de la Eucaristía, porque ofreció con
Jesucristo Primero y Sumo Sacerdote, el Sacrificio del Calvario y sigue
ofreciendo sobre los altares la Víctima Divina porque el Sacrificio de la Misa
es prolongación del de la Cruz.
Por esto María
Santísima es llamada Corredentora e invocada como MADRE DE CRISTO.
MADRE DE LA IGLESIA
La Santa Iglesia
todavía no incluía esta Invocación cuando fueron elaborados los textos en los
que hemos basado estas reflexiones, por lo que a continuación transcribimos los
puntos 25 al 27 del discurso pronunciado por S. S. Pablo VI, el 21 de Noviembre
de 1964, en la sesión de clausura de la tercera etapa conciliar, cuando fue
proclamada María Santísima "Madre de la Iglesia".
(25) "Así,
pues, para gloria de la Virgen y consuelo nuestro, proclamamos a María
Santísima Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto
de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa, y queremos que
de ahora en adelante sea honrada e invocada por todo el pueblo cristiano con
este título.
(26) Se trata de un
título, que no es nuevo para la piedad de los cristianos, antes bien, con este
nombre de Madre, y con preferencia a cualquier otro, los fieles y la Iglesia
entera acostumbran dirigirse a María. En verdad pertenece a la esencia genuina
de la devoción a María, encontrando su justificación en la dignidad misma de la
Madre del Verbo Encarnado.
(27) La divina
maternidad es el fundamento de su especial relación con Cristo y de su
presencia en la economía de la salvación operada por Cristo, y también
constituye el fundamento principal de las relaciones de María con la Iglesia,
por ser Madre de Aquel que desde el primer instante de la encarnación en su
seno virginal se constituyó en cabeza de su Cuerpo místico, que es la Iglesia.
María, pues, como
Madre de Cristo, es Madre también de los fieles y de todos los pastores, es
decir, de la Iglesia".
MADRE DE LA DIVINA GRACIA
El Arcángel San
Gabriel saludó a María diciéndole: "llena de gracia", por lo tanto,
es de fe que al realizarse en Ella el Misterio de la Encarnación del Verbo,
estaba PLENA DE GRACIA. Pero... desde aquel instante creció MÁS en Ella la
GRACIA... Plena quiere decir completa, llena, pero se usa este término para
resaltar aquello de lo que se está hablando, en este sentido se dice que María
estaba PLENA DE GRACIA, llena, pero en su vida el momento central o culmen es
el de la Encarnación del Verbo y desde entonces en Ella continuó aumentando la
GRACIA ... en PLENITUD.
La Santidad de
Jesús, cuánto aprovechó a Su Madre que con tanta atención recibía y conservaba
en su corazón las palabras y los actos de su Divino Hijo. El formó la Santidad
de su Madre, tan próxima a la suya cuanto es posible en una pura criatura y la
elevó a un grado altísimo, más alto, sin comparación, que el de todos los
elegidos, de todos los santos.
Llena de Gracia,
ninguna hay que Ella no pueda obtener. Cristo es el MANANTIAL de la GRACIA y su
MADRE SANTÍSIMA es como un depósito, un recipiente (que recibe), de dónde por
su intercesión alcanzamos gracias... y al Autor de la GRACIA.
CRISTO, MANANTIAL DE
LA DIVINA GRACIA.
MARIA, MADRE DE
CRISTO MADRE DE LA DIVINA GRACIA.
MADRE PURÍSIMA
Lo que manifestamos
creer y atribuimos a María con este título, es la total y perfecta exención de
toda sombra de culpa y defecto. Pureza excepcional, integridad de vida que no
la tiene igual ni semejante, nadie más.
El Pontífice San
León escribe que en las diversas vicisitudes de la vida, no hay, ni aún la
persona más perfecta, que de vez en cuando no se manche con el polvo de la
tierra. En Proverbios (24.16) dice que 7 veces cae el justo... caídas ligeras y
veniales pero... son caídas.
Únicamente en María
nada que sea mancha se encuentra en Ella.
MADRE CASTÍSIMA
Madre Castísima se
refiere al brilló de la virginidad en cuanto al alma, esto es a la perfecta
pureza de pensamientos y afectos. Ella conservó durante toda su vida esta pura
castidad del alma.
MADRE SIN MANCHA
Madre sin mancha
expresa la limpieza de los sentidos externos. La causa de la admirable Pureza
Virginal de María no fue la exención en Ella del pecado original ... La primera
y más eficaz razón fue la Gracia de Dios, pero Ella cooperó a esta gracia con
todos los medios, guardando rigurosamente sus sentidos externos, sus ojos para
la contemplación de todas las cosas en las que encontraba los vestigios de
Dios, de la sabiduría y del poder divinos: los oídos y la boca para escuchar y
para pronunciar las alabanzas de Dios ... Ella hacía en este mundo lo que los Ángeles
hacen en el cielo y mejor aún que ellos: amar y alabar a Dios.
La Iglesia llama a
María: Virgen de las vírgenes, la Virgen por excelencia, porque fue
incomparablemente la más pura de todas.
MADRE SIN CORRUPCIÓN
Madre sin corrupción
= pureza de vida y santidad de costumbres.
En María Santísima
todos sus pensamientos, palabras y obras siempre fueron para gloria de Dios.
Debemos entender que
no sólo su alma sino también su cuerpo fueron llevados al cielo después de su
muerte, de tal manera que no pasó por el largo período del sepulcro, como todos
los seres humanos. Su cuerpo santísimo no experimentó la corrupción. Su Divino
Hijo, por el Infinito amor con que la amaba no podía soportar que su cuerpo
quedara en el sepulcro y también por la santidad trascendente de María y porque
Ella estaba llena de gracia hasta rebosar.
Pasó por la muerte
como nuestro Señor y también como El y por Su poder omnipotente fue llevada al
cielo.
MADRE INMACULADA
Esta invocación se
refiere a la Inmaculada Concepción de nuestra Madre la Virgen María.
Esta verdad revelada
es que Ella fue concebida en el seno de su madre, Santa Ana, sin mancha de
pecado original.
El pecado original
es el pecado de infidelidad y desobediencia a Dios, cuyas consecuencias hemos
heredado, todos nacemos en ese estado y el sacramento del Bautismo es el medio
por el cual somos liberados de él.
María nunca vivió en
ese estado, fue exceptuada de él por un designio... por un decreto eterno de
Dios y según este eterno decreto el que había nacido desde toda la eternidad,
nació en el tiempo para salvarnos y la redención de María fue entonces resuelta
de esta manera especial que llamamos Inmaculada Concepción (Ella fue redimida
en previsión de los méritos de su Divino Hijo).
MADRE AMABLE
Madre digna de ser
amada.
Tres cosas
contribuyen principalmente para hacer a una persona amable, merecedora de
nuestro amor:
La hermosura de
cuerpo y de alma.
La bondad, esto es,
la natural inclinación a hacer el bien y El amor que la persona nos tiene.
En ninguna persona
se encuentran tan unidas y en grado tan eminente como en María Santísima que es
digna de todo nuestro amor, por eso la Iglesia le da el título de Madre Amable.
MADRE ADMIRABLE
Se dice que una
persona o cosa es admirable o digna de admiración cuando es perfecta,
extraordinaria; por esto impresiona los sentidos, la imaginación, el pensamiento.
María es
verdaderamente admirable, porque es extraordinaria y no hay nadie que reúna
como Ella semejante grandeza de privilegios y de virtud.
Por estas dos
razones: sus privilegios y sus virtudes, María Santísima es invocada con el
título de Madre Admirable.
MADRE DEL BUEN CONSEJO
Son muchos y todos
ellos magníficos y gloriosos, los títulos que la Iglesia da a la Madre de Dios
en estas Letanías, pero es particularmente bello el de Madre del Buen Consejo
porque:
• Es la Obra del
Eterno Consejo
• Fue llena, de
manera singular, del Don de Consejo
• Y, debemos
recurrir a Ella para obtener este Don.
OBRA DEL ETERNO
CONSEJO quiere decir que Dios, desde toda la eternidad, pensó en María y la
miró con complacencia; la amó con especial afecto y quiso hacer de Ella la Obra
Maestra de su Infinito Poder, Sabiduría y Bondad, puesto que desde toda la
eternidad la eligió y predestinó para ser la Madre de su Divino Hijo.
LLENA DE MANERA
SINGULAR DEL DON DE CONSEJO. El Don de Consejo, don del Espíritu Santo por el
cual somos iluminados para conocer y para escoger siempre entre todas las
cosas, aquella que mejor sirve para la Gloria de Dios y para nuestra salvación.
De este Don estuvo
singularmente llena María Santísima (y de TODOS los Dones y de TODAS LAS
GRACIAS) por lo que Ella supera incomparablemente a toda la humanidad.
DEBEMOS RECURRIR A
ELLA PARA OBTENER ESTE DON y así poder conocer, escoger y hacer siempre lo
mejor para Gloria de Dios y bien del alma. Tenemos necesidad del Don de Consejo
para defender nuestra Fe, para guardar el gran tesoro de la gracia de Dios,
para huir del ambiente anticristiano, de todo el mal que nos rodea.
¡Oh querida Madre!
Ruega a tu Divino Hijo que su Divino Espíritu... el Espíritu Santo, desarrolle
en nuestras almas el Don de Consejo... y los otros seis Dones de los que
tenemos tanta necesidad. ¡Madre del Buen Consejo, ruega por nosotros!
MADRE DEL CREADOR
María en el plan de
la CREACIÓN y de la RESTAURACIÓN:
Ella es la Madre de
Cristo, del Verbo del Padre hecho carne. El Verbo es el centro de la creación
"por medio de Él fueron hechas todas las cosas y sin Él no se hizo nada de
cuanto existe" (Jn. 1.3). En Cristo, lo que se atribuye a Dios se puede
atribuir también al Dios - Hombre, así, habiendo sido hecho de María Santísima
Aquel por el que han sido hechas todas las cosas, puede decirse que toda cosa
fue hecha por Ella, porque engendró al HACEDOR ... al CREADOR. Por esto María
tomó parte, EN CIERTO MODO, en la obra de la Creación.
Pero la
restauración, la renovación de todas las cosas, según enseñan los Santos
Padres, es una segunda creación y ésta fue realizada por medio de Jesucristo.
En esta segunda creación, en esta Redención del género humano, el centro es
también Jesucristo, de manera que el Verbo Divino es doblemente CREADOR. También
María Santísima tomó parte activa en esta restauración que se realizó con su
consentimiento.
El
"HAGAMOS" (igual a "HÁGASE") primero (el de Dios) produjo
de la nada todas las cosas, El "HÁGASE en mí según tu palabra"
pronunciado por María cooperó a restaurar todas las cosas en Cristo y a
devolverles su primitiva perfección.
Sin el
"HAGAMOS" Divino, todo habría permanecido en la nada; sin el
"HÁGASE" de María, todo habría permanecido en una condición, bajo
muchos aspectos, peor que la nada.
El primer
"HAGAMOS" levantó a la criatura humana hasta la semejanza con Dios;
el segundo (HÁGASE) levantándola aún más alto, la unió (en Cristo)
personalmente a Dios.
El
"HAGAMOS" Divino es, por consiguiente, omnipotente y creador por
naturaleza; el "HÁGASE" de Ella es omnipotente, restaurador y creador
por gracia. De esta manera María Santísima tomó parte en la creación... ¡MADRE
DEL CREADOR!
MADRE DEL SALVADOR
También aquí, como
en las consideraciones anteriores, necesitamos entender por qué el nombre de
Salvador va asociado al título dado a María en las Letanías.
Antes de su venida,
Jesús era conocido como Mesías, pero cuando apareció en la tierra fue conocido
bajo tres títulos nuevos:
• Hijo de Dios
• Hijo del hombre
• SALVADOR
El primero expresa
su naturaleza Divina; el segundo su naturaleza humana; el tercero su ministerio
personal.
El Ángel que se
apareció a María le llamó Hijo de Dios; el que se apareció en sueños a José le
llamó Jesús que quiere decir Salvador; también le dieron este nombre los
ángeles que se aparecieron a los pastores en la noche de su Nacimiento. Pero El
en el Evangelio se llama a sí mismo de un modo particular: Hijo del hombre.
Verdaderamente es
nuestro Salvador, porque con su Pasión y Muerte nos ha redimido y nos ha
liberado del pecado. Unió en la unidad de su Persona Divina la naturaleza
divina y la naturaleza humana.
Dios verdadero,
debía ser verdadero hombre para poder realmente sufrir y morir y al mismo
tiempo para que el precio de nuestro rescate, su Pasión y Muerte, tuviera el
valor infinito que exigía la Majestad de Dios y la culpa cometida por el ser humano...
Y, María Santísima es Madre de Jesucristo, Madre del Dios - Hombre; así, Ella
es MADRE DEL SALVADOR.
Pero hay una segunda
razón de este título y es que Ella cooperó y coopera de modo singular en la
obra redentora de Jesucristo, como corredentora al pie de la Cruz y como
corredentora en el corazón de sus hijos.
Sobre la Cruz debía
consumarse el sacrificio de la redención y la victoria sobre el pecado y María
Santísima está íntimamente asociada a la Cruz. Ella ofreció generosamente al
Padre en el Calvario, la Carne y la Sangre del Hijo, que era también carne y
sangre suya.
Después del amor a
Dios no hay afecto que tanto nos aparte del pecado y sea tan fuerte y eficaz
para librarnos de él como el amor a María, Madre del Salvador y Madre nuestra.
En la persona de
Juan, el discípulo amado, Jesús nos entregó a su Madre cuando le dijo a Ella:
"Ahí tienes a tu hijo" y nos la dio a nosotros por Madre cuando le
dijo a él: "Ahí tienes a tu madre".
VIRGEN PRUDENTÍSIMA
Con este título, la
Iglesia tributa a María un gran elogio, pues la prudencia es la primera de las
virtudes cardinales y es la virtud moral que consiste en discernir y distinguir
lo que es bueno para seguirlo o malo para apartarse de él. Prudencia es
cautela, es moderación, sensatez, buen juicio... además, es la que dirige y
regula todas nuestras acciones.
La vida cristiana
sin la prudencia pierde toda belleza, toda fecundidad de bien. La prudencia,
virtud moral se adquiere de ordinario con los años... María es tanto más digna
de alabanza porque fue prudentísima desde su tierna edad; excepcional prudencia
más celestial que terrena, más infundida por Dios que adquirida con el estudio,
con la práctica o con la edad.
San Bernardo no
acaba de admirar la prudencia de María en el coloquio que tuvo con el Arcángel
Gabriel, y con la prudencia, todas las virtudes cardinales. Ante el anuncio de
que concebirá al mismo Hijo de Dios, permanece constante en la resolución de su
virginidad. Ella no es incrédula como Zacarías, sabe por el Profeta Isaías que
el Divino Mesías prometido ha de nacer de una virgen, pero pregunta el cómo,
requiere una explicación, ésta es prudencia sobrenatural y divina.
Concluye San
Bernardo que Ella fue prudente en su interrogatorio. Por este solo rasgo de la
vida de María conocemos que era poseedora perfecta de la prudencia y de todas
las demás virtudes cardinales y como consecuencia también de las virtudes
morales.
¡Oh Virgen
PRUDENTÍSIMA!, derrama un rayo de tu prudencia sobre nosotros, que ilumine
nuestro obrar y nos guíe al hablar. ¡Oh Madre Santísima!, enséñanos a callar,
cuando debemos ser prudentes.
VIRGEN VENERABLE
La veneración es
aquel honor y reverencia que se le da a una persona en testimonio de su
excelencia, de su virtud sobrenatural, de su santidad y consiste en una gran
consideración de nuestra mente hacia la persona dotada de estas cualidades en
un correspondiente afecto del corazón, estima y aprecio.
Por consiguiente la
santidad es objeto de veneración. Si queremos conocer por que merece María el
título de Venerable hemos de considerar la grandeza de su santidad.
Muchos cristianos
confunden la perfección cristiana o la santidad con los medios para obtenerla;
otros hacen consistir la santidad en las penitencias exteriores; otros en
largas oraciones; otros en despojarse de toda cosa por amor al prójimo y así
por el estilo. Estas y semejantes prácticas son medios muy útiles para llegar a
la santidad; serán, con la gracia Divina, principio y señal, fruto y efecto de
la santidad, pero no son la santidad esencial. De hecho ha habido santos que no
lo dieron todo a los pobres, que no practicaron penitencias extraordinarias,
que no hicieron largas oraciones. La santidad es la perfección en el amor.
La esencia de la
perfección evangélica consiste en la unión con Dios. Dios es santo por
naturaleza; nosotros cuando estamos unidos a Él, somos santos por gracia. La
unión con Dios es efecto de la caridad, cuando el cristiano observa y vive
perfectamente el precepto básico de la ley evangélica: "Ama al Señor tu
Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas" y el
segundo: "Ama al prójimo como a ti mismo" (cfr. Marcos 12.28-34)
(cfr. Mateo 22.37-40), está viviendo la santidad.
La medida de la
santidad de María es su ardiente Caridad de Madre de Dios.
Para conocer lo
digna que es de VENERACIÓN, sería necesario profundizar en los abismos
inaccesibles de su corazón y medir su amor y esto solo Dios puede hacerlo.
La gracia de Dios es
la que nos hace santos, es por eso que la plenitud de la gracia confiere la
plenitud de la santidad. La gracia, semilla y fruto de la santidad, hace que
Dios esté en nosotros y nosotros en Dios.
María fue declarada
y proclamada solemnemente de parte de Dios, por medio del Arcángel Gabriel:
LLENA DE GRACIA Y POSEEDORA DEL SEÑOR.
¡Cuán SANTA y
VENERABLE ERES, OH MADRE!
VIRGEN DIGNA DE ALABANZA
Debemos imitar las
virtudes de la Virgen María y procurar que los demás también lo hagan y que se
conozca y admire su singular santidad. Es una exigencia del amor, que es
difusivo por naturaleza, propagar, glorificar, hacer conocer a la persona
amada. Este es el sentido de esta invocación VIRGEN DIGNA DE ALABANZA.
María vivió en la
piadosa sombra de una oscuridad que conmueve, en profunda y perfecta humildad.
Aparece en la primera parte del Evangelio y después solamente reaparece en el
Calvario cuando participó en las penas de la Cruz.
Después de
Jesucristo, el alma más santa y más excelsa fue sin duda la de María Santísima,
por eso debe ser, la más exaltada y colmada de alabanzas.
Estas alabanzas y
esta gloria tuvieron principio antes que Ella estuviera sobre la tierra
participando del privilegio del Hijo. Fue exaltada mucho antes de nacer.
La Iglesia en su
Liturgia, ha coronado a María con las fiestas en su honor introducidas en el
año eclesiástico, los oficios, los himnos, las Letanías, las procesiones, la
solemne coronación de sus imágenes, etc..., que manifiestan el amor de la
Iglesia hacia su Madre Celestial.
Para Ella, el genio
de los grandes Doctores de la Iglesia, la pluma de los Teólogos, la palabra
enamorada de los oradores sagrados y la oración confiada de todos los que la
aman.
Bienaventurada la
boca que habla de María Santísima frecuentemente y con reverencia.
Bienaventurada la
persona que a través de la pluma celebra y escribe con santo entusiasmo las
grandezas y la gloria de tan excelsa Madre. VIRGEN DIGNA DE ALABANZA.
VIRGEN PODEROSA
Se distinguen dos
clases de poder: propio y participado.
Sólo Dios es
PODEROSO por virtud propia, Aquellos (as) a quienes Dios les comunique poder es
por voluntad de El (poder participado)
Cuando decimos que
María Santísima es omnipotente, no la igualamos a Dios, ni decimos que Ella lo
sea por sí misma, este poder, del cual Ella está revestida le viene de Dios, le
fue comunicado por gracia especial de Dios.
María es poderosa
porque su poder se asocia al de su Hijo Jesucristo. Su divina Maternidad es el
fundamento principal de su poder.
Es imposible
determinar los límites de esta omnipotencia participada.
Existen dos mundos:
el mundo de la materia y el mundo sobrenatural de las almas.
Dos órdenes de
omnipotencia: La omnipotencia de Dios Creador y la omnipotencia de Dios
Redentor y Santificador.
La omnipotencia
participada de María brilla principalmente en el universo sobrenatural en el
cual Ella ha sido constituida Madre espiritual de los redimidos, cooperadora de
Cristo en la redención y en la salvación de las almas. Decimos principalmente,
porque también en el orden físico Ella ejerce un gran poder, como lo prueban
las numerosas curaciones que concede a sus devotos. Basta recordar los milagros
de Lourdes.
El poder de María
Santísima tiene por fin cooperar a la obra de la Redención, a la cual están
llamados todos los seres humanos sin distinción y, a alcanzar los bienes de los
que tienen necesidad, ej. La perseverancia final, don que corona, según San
Agustín, todos los dones, y una santa y muchas veces, alegre muerte.
VIRGEN CLEMENTE
La clemencia según
Santo Tomás de Aquino es aquella virtud que templa el rigor de la justicia con
la misericordia; que concede y obtiene el perdón o la disminución del castigo
merecido. Comparte con la mansedumbre el cometido de poner un justo y racional
freno a los ímpetus de la ira y si la mansedumbre frena el afecto interno, que
es la raíz o el principio, la clemencia modera el afecto exterior.
Esta hermosa y
amable virtud, prosigue Santo Tomás, nace del amor. Quien ama a una persona no
quiere que ésta sea castigada...
De esto se sigue que
cuando el perdón total o la disminución de la pena son compatibles con el
verdadero bien, entonces la amorosa clemencia perdona o impetra el perdón.
La clemencia,
resplandece en María Santísima más que en cualquier otra persona. Ella se ocupa
y se preocupa de impetrar el perdón para los pecadores. Por eso la Iglesia la
honra con el título de Virgen Clemente.
De esta virtud de
María vamos a tratar en la invocación "Refugio de los pecadores",
aquí hablaremos solamente de su fundamento, esto es, de su tierno amor a la
humanidad.
Nuestra Madre
Santísima nos ama porque ama a Dios. El amor de Dios y el amor del prójimo son
dos amores inseparables y nadie nos ama como Ella.
No se puede medir el
amor Infinito del Corazón de Jesús, aquel Corazón inflamado con las llamas del
Amor Divino y que fue atravesado por la lanza. Ningún otro corazón está tan
cerca del amor de Jesús, como el de su Madre. Ninguno alcanza tan encendida
caridad. Ella nos ama en Cristo, ama en nosotros la Sangre del Hijo derramada
en el Calvario y aplicada en los Sacramentos. Ella más que nadie conoce en Dios
el altísimo valor de un alma.
No hay otro amor más
hermoso y más fuerte que el de María porque brota de la purísima fuente del
amor de Dios.
Por dos títulos
María es nuestra Madre:
• Ante todo porque
ES LA MADRE DE JESUCRISTO.
• Porque Ella nos
engendró al pie de la Cruz sobre el Calvario, allí fuimos confiados a Ella como
hijos en la persona de Juan.
Los dolores que no
tuvo en el divino parto natural, debió sufrirlos en el parto espiritual cuando
fue constituida Madre de todos nosotros.
De la misma forma
que Dios adornó a María con la santidad más eminente, así la dotó de un
corazón, en profundidad y en extensión, el más amante de todos los corazones;
con el que nos ama a todos, justos y pecadores, aquellos que aunque estén en
pecado buscan salir de él y se proponen dejarlo. Ella escucha sus súplicas y
los reconcilia con Dios y lo hace como una madre que tiene más cuidado de un
hijo enfermo que de un hijo sano... como deja el buen pastor las noventa y
nueve ovejas para ocuparse de aquella que huyó del redil.
VIRGEN FIEL
En dos sentidos
puede entenderse este título.
La palabra fidelis o
deriva de Fides (FE) y entonces alabamos a la Bienaventurada Virgen porque se
distinguió en la fe y ejerció perfectamente esta primera Virtud Teologal o la
palabra fidelis que es adjetivo de fidelitas (FIDELIDAD) y en este caso se da
gloria a la Virgen María porque fue muy fiel a las Promesas que le hizo a Dios
y a los deberes que Jesús le asignó. ¡Con qué fidelidad respondió a los planes
de Dios y con cuánto amor aceptó de su Divino Hijo ser nuestra Madre!
Procuraremos conocer
una y otra virtud de esta Virgen Fiel.
La fe, con relación
al entendimiento, debe tener dos cualidades principales: ser sencilla y firme.
La sencillez exige
nuestro pronto asentimiento, a todas las verdades propuestas por la fe, aún a
los más inaccesibles misterios, asentimiento que se apoya únicamente en la
autoridad de Dios revelante.
Para introducirnos
en el mundo de la materia, Dios nos dio los ojos del cuerpo; para introducirnos
en el mundo de los principios, de la ciencia, de las leyes que gobiernan todo
lo creado, nos dio la luz de la inteligencia; para introducirnos en el mundo
sobrenatural, nos dio la luz de la fe y puso como Maestra a su Iglesia que, con
autoridad materna e infalible, nos introduce en este tercer mundo que supera
infinitamente en magnitud y magnificencia a los otros dos.
Debemos ir a través
de la vida con la sencillez de un niño conducido de la mano de su madre. Jesús
dijo: "quien no acoge el reino de Dios como un niño no entrará en él"
(Lc. 18; 17).
No olvidemos que la
fe es un don de Dios que se manifiesta a los humildes y a los sencillos:
"Te doy gracias Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has ocultado
estas cosas a sabios e inteligentes, y se las has revelado a los
pequeños". (Mt. 11:25).
• La fe debe ser
firme, no dudosa ni vacilante. Esta certeza inmutable, que debe extenderse a
todas las verdades reveladas, tiene un fundamento más sólido e infalible que
cualquier testimonio de la razón, de los sentidos o de la experiencia, porque
estos elementos de certeza humana pueden ser débiles y falibles, mientras que
el fundamento de la veracidad de Dios es luz eterna, indefectible e inmutable.
¿Dónde estaría el
mérito de la fe, sí se apoyase, no sobre la autoridad de Dios, sino sobre la
razón y sobre el testimonio de los sentidos?
Nuestra fe está
fundada, además, sobre la infalibilidad de la Iglesia, columna y fundamento de
verdad, a la cual Jesucristo ha prometido asistir hasta la consumación de los
siglos.
FE
--- María Santísima
poseyó en grado heroico todas las virtudes y debió poseer en grado singular la
Fe, que es la primera de todas ellas; Ella llevó a la máxima altura su propia
santidad, y debió poner el más sólido fundamento. Ella agradó a Dios más que
ninguna criatura porque tuvo muy viva la fe.... fe formada por la más ardiente
caridad.
• El Arcángel le
anuncia el altísimo misterio y Ella da el humilde y dócil asentimiento de su Fe
y exclama "he aquí la esclava del Señor, HÁGASE en mí..."
• El mismo Mensajero
le anuncia la maternidad milagrosa de Isabel, Ella lo cree y va solícita para
asistir a su anciana prima.
• En la pobreza de
la gruta de Belén nace el Hijo de Dios como el más pobre de los niños. Ella es
la primera en adorarlo.
• El Rey de Reyes
debe huir al destierro, escondido bajo el velo de la Madre y sustraerse a la
ira de un rey terrenal y Ella, adora el misterio de la aparente debilidad del
Omnipotente.
• Los habitantes de
Nazaret verán durante treinta años, en Jesús, a un joven humilde y lo creerán
hijo del carpintero. La fe de María ve y adora en El al Divino Artífice del
cielo, de la tierra y de los siglos.
• Ella ve a su Hijo
perseguido, calumniado, condenado, llevado a la cruz, traicionado por un
discípulo, negado por otro, abandonado de todos (menos San Juan), comparado con
vulgares ladrones, crucificado, muerto. Ella se mantuvo en la sombra y no quiso
mostrarse como Madre del triunfador (durante la vida pública de Jesús... cuando
hizo milagros) pero su Fe la llevó al Calvario como Madre del Condenado, y
adora en el Altar de la Cruz, al Pontífice Eterno, al triunfador de la muerte y
del mal.
¡Qué fe la de María
Santísima!, sencilla, firme, constante, vivísima, hecha más espléndida por el
dolor.
El Espíritu Santo
hizo a María depositaria de esta fe y Ella instruyó en esta virtud a los
Apóstoles durante el tiempo que transcurrió entre la Ascensión de Jesús y la de
su propia, amorosa y gloriosa muerte.
FIDELIDAD
La fidelidad es
aquella virtud que nos inclina a mantener, a cumplir las promesas hechas. Es
una virtud afín a la justicia.
María poseyó
eminentemente también esta virtud; Ella fue constante y perfectamente fiel a
Dios y a nosotros. Fue siempre toda de Dios, atenta a cumplir su voluntad.
Fiel en el gozo y en
el dolor, en el oprobio y en la gloria, en Nazaret y en Belén, en Judea y en
Egipto, durante el triunfo del Hijo y en su muerte sobre la Cruz en el
Calvario.
Imitemos esta
admirable fidelidad en nuestros deberes, en la fidelidad a la voluntad Divina
en nuestra sublime misión, a nuestra vocación a la santidad, a los designios
que sobre nosotros tiene la paternal Bondad del Señor.
María Santísima,
Virgen fiel a nosotros. Atendiendo a las palabras de su Hijo moribundo, Ella es
Madre para todos, nos ama, nos favorece, nos obtiene el perdón de los pecados,
la perseverancia en el bien y la vida eterna. Ella es la Madre de la santa
esperanza.
Pongamos primero en
Dios nuestra esperanza y luego en Ella y jamás seremos confundidos.
ESPEJO DE JUSTICIA
Hemos de considerar,
en primer lugar, lo que debemos entender por JUSTICIA, porque esta palabra, tal
como se emplea en el lenguaje de la Iglesia, no tiene el sentido que el
lenguaje ordinario le atribuye.
Por justicia no
debemos entender aquí la virtud de la lealtad, de la equidad (dar a cada uno lo
que merece), de la rectitud en la conducta sino más bien la justicia o
perfección moral, en cuanto abarca, a la vez, todas las virtudes y significa un
estado del alma virtuoso y perfecto, de tal manera que el sentido de la palabra
JUSTICIA es casi equivalente al sentido de la palabra santidad.
Por esto, al ser
llamada María, espejo de justicia, lo hemos de entender en el sentido de que es
espejo de santidad, de perfección y de bondad sobrenatural.
¿Qué se entiende al
compararla con un espejo? Un espejo es una superficie que refleja algo, como el
agua inmóvil, el acero pulido, la luna, etc...
Ella reflejaba a
nuestro Señor, que es la Santidad Infinita... Divina Santidad, por lo cual es
llamada Espejo de la Santidad, o como se dice en las Letanías ESPEJO DE
JUSTICIA.
María llegó a
reflejar la santidad de Jesús viviendo con El. ¡Cuán semejantes llegan a ser
los que se aman y viven juntos! Cuando reina el amor entre esposos, entre
padres e hijos, entre hermanos, (as), amigos, con el tiempo se produce un maravilloso
parecido que llega a manifestarse en la expresión de los rasgos de la voz, en
el lenguaje y algunas veces hasta en carácter, opiniones, gustos. Esto también
sucede, sin duda, en el estado invisible de las almas, en las cuales, para bien
o para mal, se realiza esta transformación y semejanza.
Hemos de considerar
ahora que María amaba a su Divino Hijo con un amor indecible ya que lo tuvo
consigo durante treinta años. Si estuvo llena de gracia antes de haberlo
concebido en su Seno, debió alcanzar una santidad incomprensiblemente mayor
después de haber vivido tan íntimamente con El durante aquellos treinta años.
Santidad que reflejaba los Atributos de Dios, con una plenitud de perfección,
de la cual ningún santo puede damos una idea. Ella es el ESPEJO DE LA DIVINA
PERFECCIÓN.
TRONO DE LA SABIDURÍA
La palabra Sabiduría
tiene en la Sagrada Escritura varios significados: en primer lugar la Sabiduría
personal o subsistente, esto es, el Verbo Divino, y Jesucristo como Hombre, ya
que en El a Humanidad creada estaba unida a la Divinidad en unidad de persona;
en segundo lugar, la Sabiduría impersonal, hábito o cualidad de los seres
inteligentes, y por último, la Sabiduría, Don del Espíritu Santo.
Bajo estos tres
significados la Virgen María es llamada y es verdaderamente Trono o Sede de la
Sabiduría.
María Santísima,
Trono de la Sabiduría, de la Sabiduría personal. El Verbo es el perfecto y
subsistente conocimiento de todo el ser Perfectísimo e Infinito que es el
Padre.
El Verbo Divino se
encamó en el seno purísimo de María, así vino al ser Madre de Dios, Madre del
Verbo, Madre de Cristo Hombre, Madre de la Sabiduría.
Por eso,
principalmente se le invoca como Trono de la Sabiduría porque puso el Verbo su
sede en las Purísimas entrañas de Ella.
Él se hizo para Sí,
en el seno Virginal, una morada muy digna y escogida, habitó en Ella, y después
de nacer fue llevado en sus brazos durante sus primeros años y estuvo sentado
sobre sus rodillas. Siendo realmente también, por decirlo así, el Trono humano
de Aquel que reina en el Cielo.
• María Santísima,
Sede de la virtud de la Sabiduría.- El hábito de la Sabiduría reside en el
entendimiento del ser humano y tiene por objeto propio el conocimiento de las
cosas naturales y sobrenaturales y sus causas, se eleva al conocimiento y
contemplación de la Causa primera e increada, necesaria, absoluta, es decir,
Dios; ve y contempla a Dios en todas las cosas de la naturaleza, todo lo
refiere a Dios, se remonta hasta Dios y en El descansa; de todo lo creado toma
base para admirar, bendecir y amar a Dios, último término al cual están
dirigidas todas las cosas. Y es así como esta Sabiduría, de especulativa se
hace práctica, de estéril se convierte en operativa, del entendimiento pasa al
corazón y lo ensancha y lo consuela y le infunde un gozo, un sabor y una
unción, por lo cual precisamente se llama Sabiduría.
Por encima de todos
los santos, María poseyó en grado perfecto la virtud de la Sabiduría, más aún,
Ella es la Sede de la Sabiduría. Fue dotada por Dios de un entendimiento
naturalmente perfecto, ejercitado y enriquecido por la continua y altísima
contemplación y por el conocimiento de la Escritura.
María, después de
Jesucristo, tuvo el corazón mejor dispuesto para la gratitud, para la
admiración, para el amor: disposición acrecentada hasta el máximo por la fiel
correspondencia a la obra de la gracia que la llevó al más perfecto
conocimiento de Dios posible a una mente creada.
• María, Sede del
Don de Sabiduría. Hay una Sabiduría que no se adquiere con los recursos
humanos, sino que es un Don sobrenatural infundido por el Espíritu Santo.
Este Don, como
enseña Santo Tomás de Aquino, es distinto en su naturaleza del hábito de la
Sabiduría.
Este Don consiste en
un profundo conocimiento de Dios y de sus altísimos misterios, conocimiento
encaminado no tanto a satisfacer la inteligencia que contempla, cuanto a
alimentar y atraer la voluntad con la fuerza del amor. El alma en la que se ha
desarrollado este Don se sumerge y se abisma enteramente en Dios, en sus
perfecciones Infinitas y en sus Misterios, y allí se goza de tal manera que
todo lo que no es de Dios o no conduce a Dios se le hace pesado y enojoso, le
resulta insípido.
En los treinta años
que vivió en íntima unión con la Sabiduría Encarnada, cuántas veces recibiría
María en el secreto de la Casa de Nazaret los vívidos rayos de la Sabiduría
Eterna en los que Ella recogía hechos y misterios; palabras y recuerdos en el
santuario de su corazón y los conservaba. Era el tesoro de las diversas
riquezas que, pasando por su alma de Madre, se convertían en leche de vida, de
sabiduría y de gracia para sus hijos. Ella más que ninguna criatura angélica o
humana, penetró en los profundos Misterios de la Divinidad, rozando, por
decirlo así, los confines de lo Infinito.
María llevó en su
seno a la Sabiduría Increada pero su mente y su corazón fueron más anchos y
capaces que su mismo seno, dice San Buenaventura. Con toda razón, la Iglesia la
invoca Trono de la Sabiduría.
CAUSA DE NUESTRA ALEGRÍA
Jesucristo fue y es
causa fundamental y primera de nuestra alegría. María es causa secundaria e
instrumental.
Nosotros amamos la
alegría porque es un bien y amamos la felicidad de la cual la alegría es un
fruto. También Dios quiere que estemos alegres pues El "Ama al que da con
alegría" (cfr. 2ª. Cor. 9.7).
Existen dos clases
de alegría:
Una, la de aquellos
que encuentran alegría donde tendrían motivo para entristecerse, esto es, en el
pecado.
También la de
quienes aunque no ponen su alegría en el pecado, pero sí se deleitan en los
honores, en las riquezas, en las comodidades de la vida y en todo aquel cúmulo
de frivolidades que un refinamiento insaciable va acumulando sobre los grandes
caminos del progreso.
Esta alegría, aún la
menos culpable, es frívola, falsa, momentánea.
Es frívola porque
satisface más a los sentidos que al alma.
Es falsa, parece
alegría, pero no lo es, llena el corazón por breves momentos, pero pronto lo
deja vacío y descontento.
Es momentánea, fugaz...
La vida del ser humano es muy breve y con frecuencia regada de lágrimas.
Los bienes
materiales no pueden damos la felicidad.
• La otra clase de
alegría ES LA CRISTIANA y es muy distinta porque más allá de las sombras del
misterio y tras el velo de las lágrimas, alcanza y saborea una alegría
verdaderamente tranquila, veraz y duradera, como los bienes en los que se
funda: la tranquilidad de conciencia, la AMISTAD CON DIOS la justa apreciación
de los bienes de esta vida, la paciencia en las adversidades, la esperanza de
los bienes eternos, son fuentes inagotables de indecible y sólida alegría. No
haz fuerza humana o de acontecimientos que pueda arrebatar esta perfecta
alegría que anida en las íntimas profundidades del alma y que se identifica con
el amor de Jesucristo.
María es CAUSA DE
NUESTRA ALEGRÍA porque nos dio a Jesús el Verbo Encarnado.
VASO ESPIRITUAL
El primer sentido,
inmediato y literal, de la palabra VASO indica un recipiente de cualquier
materia y forma, apto para recibir y retenes cualquier cosa, especialmente
líquida.
En sentido más
extenso y metafórico, la Sagrada Escritura llama vaso a toda cosa, aún a la
persona humana, porque toda criatura en las manos de Dios es como un vaso en la
mano del alfarero En las Letanías, María es honrada tres veces con este nombre
de VASO. Vaso espiritual significa pues, Persona o Mujer espiritual.
Enseña Santo Tomás
de Aquino que en la Sagrada Escritura los hombres son comparados a los vasos, o
se llaman vasos bajo cuatro aspectos: por la constitución, por el contenido,
por el uso para el cual sirven y por el fruto que traen.
• Por la
constitución, esto es por la materia y por la forma que el artífice le imprime;
tanto más noble y precioso cuanto más preciosa es su materia.
María VASO de ORO
purísimo, bella y hermosa de alma, la más preciada perla, la gema inapreciable
del universo.
Dios trabajó esta
materia con exquisito cuidado, arte y habilidad y le dio la más hermosa y
preciada forma. Dios manifestó en esta singular criatura toda su Sabiduría y
Poder Infinito.
• Por su contenido.
El vaso es tanto más estimable en cuanto que está más lleno.
Ninguna criatura, ni
angelical ni humana es más apreciable que María. Dotada por la generosidad
divina de gracias, dones y privilegios, desde el primer instante de su vida;
llena la mente y el corazón de Dios, no menos que su purísimo Seno Virginal.
Ella fue, después de
la humanidad creada de Jesucristo, el VASO más grande y más capaz. Y tanto más
estuvo llena de Dios, cuanto más perfectamente estuvo vacía de sí misma.
Nosotros, no
estaremos llenos de Dios mientras estemos llenas de nosotros mismos.
• Por el uso. La
nobleza del vaso se revela además por el uso al cual se destina.
El uso más digno y
más glorioso es al que fue predestinada la Virgen María. La Divina Maternidad
es la cumbre de la nobleza y de la gloria. A este fin Dios ordenó todos los
dones singularísimos del cuerpo y del alma, aquellos especiales privilegios y
dones de los cuales la dotó, para que fuera digna de concebir en su seno al
Verbo de Dios.
• Por el fruto. Esto
es por las ventajas y los bienes que nos aportó este Vaso de Elección. Fruto
suyo fue Jesucristo, la Redención del género humano y la santificación de las
almas.
Para realizar todos
estos bienes fue requerido el consentimiento de Ella.
Fruto de este Vaso
son las gracias que Dios nos concede: la conversión, el arrepentimiento de los
pecadores, la perfección y la perseverancia de los justos: fruto suyo son
también los triunfos de la Iglesia, en resumen, todo cuanto tenemos de bueno en
este mundo y tendremos en el otro. Así como es en primer lugar, gracia de Dios.
Merecida para nosotros por Jesucristo, es en segundo lugar, fruto del virginal
instrumento y preciosísimo Vaso, es decir es fruto de María.
VASO HONORABLE
Vaso digno de honor.
El honor es la expresión o testimonio exterior que se da a una persona por sus
virtudes o por su dignidad. Expresión o testimonio que se rinde con palabras o
con hechos. Llamar a María, Vaso Honorable equivale a testimoniar su dignidad y
sus virtudes.
Acerca de las
virtudes, dignidad y excelencia de Ella, se ha dicho suficientemente en las
Invocaciones anteriores. Aquí para honrar y glorificar a la excelsa Madre de
Dios, consideraremos cuánto quiso honrarla el mismo Dios.
Retrocediendo en el
camino de los siglos y aún más allá de los días solemnes de la creación,
detengámonos mentalmente en la eternidad. Dios infinitamente feliz en sí mismo,
ve presentes en el fulgor de su omnisciencia (=conocimiento de todas las cosas
reales y posibles. Atributo exclusivo de Dios), a todos los seres que tendrán
vida por su poder Creador. En su Presencia está todo lo que experimentará n las
criaturas que El vivificará con su soplo inmortal... los seres humanos que
vivirán en un contraste de luces y sombras: las sombras de la culpa con las que
se irán manchando y las luces de la gracia con las cuales SU Misericordia
Divina los irá revistiendo.
Y en esta luz de
liberación que el mismo Dios va a extender sobre la humanidad caída,
resplandece ante sus divinos ojos el esplendor de todos los esplendores, la
epopeya de LA REDENCIÓN, y recibiendo luz y a su vez reflejándola como estrella
de primera magnitud UNA MUJER María. Que será la MADRE DE DIOS. Para darlo a la
humanidad y redimirla del pecado. En estos esplendores de gracia y de belleza,
Ella es adoptada desde toda la eternidad, por el Padre como Hija escogida por
el Espíritu Santo como Esposa, elegida por el eterno y Divino Hijo como MADRE;
Hija, Esposa y Madre respectivamente de las Augustas Personas de la Santísima
Trinidad, que la harán digna por la inagotable generosidad de Ellas; y así
María de una realeza sin nombre, de una pureza sin medida, de una santidad sin
igual, después de la de Dios, avanza triunfadora del mal, hacia el Trono del
Altísimo y es saludada por el Padre: ¡llena de gracia!, por el Hijo: ¡el Señor
es contigo!, por el Espíritu Santo: ¡Bendita eres entre todas las mujeres!
Así es saludada y
bendecida por Dios Padre, por Dios Hijo, por Dios Espíritu Santo, por los
ángeles, por los pecadores y también por todas las criaturas.
Esta admirable
elección y exaltación de María le abrió los tesoros inagotables de las gracias,
de los dones y de los privilegios, con los que Dios quiso ensalzarla y
honrarla: la Inmaculada Concepción, la Purísima Virginidad unida a la Divina
Maternidad, la Asunción en cuerpo y alma al cielo, la gloria triunfal que la
coronó Reina del Cielo y de la tierra.
Hay más todavía:
quiso Dios mismo el consentimiento de la Virgen María para cumplir el decreto o
Misterio establecido desde toda la eternidad y esperar que Ella consintiera
libremente y así depender de alguna manera de María ... y habiéndose hecho
Hombre, quiso durante treinta años obedecerla y estarle sometido.
No faltan quienes,
mostrando un falso celo de la Gloria de Dios y de Jesucristo, censuran el honor
que nosotros los católicos rendimos a la Madre Amorosa. Pero por más que la
honremos, no podemos honrarla tanto como la Santísima Trinidad y Jesucristo,
así que no erramos puesto que seguimos el ejemplo del mismo Dios y las
enseñanzas y decretos de la Santa Iglesia.
El honor que se
tributa a la Madre redunda ciertamente en el Hijo, en el honor de Quien la hizo
tan hermosa.
VASO INSIGNE DE DEVOCIÓN
O sea, Persona de insigne devoción.
La devoción, según
Santo Tomás es la pronta voluntad de entregarse más, para hacer todo aquello
que corresponde al servicio de Dios: es un dedicarse y consagrarse al servicio
de Dios con ánimo alegre y con perfecta voluntad...- de todo corazón.
La historia de todos
los Santos está llena de ejemplos y aún puede afirmarse que esta prontitud en
seguir al Señor o esta devoción es la condición necesaria para la santidad.
También en esto María Santísima es maestra soberana; no sólo fue devota, sino
modelo perfecto de insigne devoción.
• Dios para la
realización de sus fines, quiso que se uniera en matrimonio al glorioso y
castísimo San José, y Ella se amolda a este querer de Dios, aunque había
elegido otro estado María no se opone; consiente, dejando a Dios el cuidado de
guardar su pureza virginal.
• La ley mosaica
manda a las madres hebreas que han concebido según el modo ordinario, que se
purifiquen. Ella concibió por obra y gracia del Espíritu Santo, sin embargo, la
cumple con la mayor exactitud, aún a costa de aparecer una mujer como todas las
demás.
• Dios ordena que la
Madre del Hombre de los dolores sea Reina de los dolores, que después del Hijo
participe más que nadie de los afanes, de los sufrimientos y de la Cruz. Ella
como Jesús, obedece, "como un cordero sin voz delante de quien lo
esquila". (Is. 53,7).
• Después de la
Ascensión del Hijo, la Madre permanece en este mundo, desea el Cielo y unirse a
su Amado: pero Dios quiere que permanezca todavía en la tierra por algunos años
como Directora de los Apóstoles y corno Fundadora secundaria de la Iglesia.
María se somete a los designios de Dios.
Estos son algunos
rasgos de la sin par devoción de María. Ella es verdaderamente VASO INSIGNE DE
DEVOCIÓN.
ROSA MÍSTICA
La rosa es símbolo y
figura de la Virgen María.
La rosa es, más que
todo, por su delicado perfume, la reina de las flores, el ornato de nuestros
jardines, el principal decoro de la primavera.
María es la Reina de
los Santos y, después de Jesucristo, el ornato principal del jardín místico de
Dios que es la Iglesia, más aún, después de Dios, Ella es el esplendor y el
ornato del cielo.
María es también la
ROSA Mística porque es la rosa de Jericó; las rosas de Jericó tenían la
primacía sobre las demás por su magnificencia, por su rara forma y por su olor
exquisito; y los rosales crecían a manera de árboles.
La rosa que se abre
en la primavera es precursora del verano. María Santísima floreció en la
primavera del mundo; Ella nos anunció, nos prometió y aún más, nos dio a
Jesucristo, luz eterna e indefectible que ilumina a todo hombre que viene a
este mundo; llama vivísima de caridad y de verdadero amor sobrenatural hacia
los hombres, luz que disipó la ignorancia y los errores de nuestro
entendimiento, que nos hizo conocer la voluntad de Dios, etc.
De todos estos
bienes es presagio María, Mística ROSA y no sólo presagio sino también
prometedora e iniciadora, pues de sus purísimas entrañas nació Jesucristo,
restaurador del mundo.
La rosa nace, crece,
abre sus hermosas hojas, esparce su suave fragancia entre las espinas; éstas la
rodean y la envuelven por todas partes.
María nació, creció,
llegó a su singular perfección entre muy punzantes espinas. Las adversidades,
los más grandes dolores, la pobreza, los peligros, las persecuciones, la
elevaron a una sublime santidad.
Escogida por Dios
para ser copia fiel del Hijo venido a la tierra para sufrir y morir por
nosotros y predestinada a ser con el Hijo, Corredentora.
En Nazaret y en Belén,
en Judea, en Egipto, en Jerusalén y en la cima del Calvario, María Santísima
sufrió los más atroces tormentos.
Rosa MÍSTICA. Mística,
Misticismo, los dos términos derivan del griego Mysticós, que se refiere al
misterio o secreto. En la práctica se usan ambos como sinónimos designando
tanto el estado contemplativo en que se sumerge el alma en su tender a Dios,
como la doctrina que trata de esas manifestaciones espirituales.
Aquí haremos
referencia al estado contemplativo, estado espiritual del alma que, colmada de
la gracia santificarte y purificada del pecado, se eleva a Dios por un acto de
amor, en el que le es dado tener la experiencia de lo Divino.
En sus distintos
grados, que van del recogimiento interior hasta la unión perfecta del alma con
Dios, la vida MÍSTICA se resume en UN INTENSO Y FERVOROSO ACTO DE AMOR.
Grandes místicos y
místicas figuran en la tradición católica de todos los siglos, ej. San
Bernardo, San Buenaventura, Sta... Catalina de Siena, S. Francisco de Sales, Sta...
Margarita María Alacoque, S. Juan de la Cruz, Sta. Teresa de Jesús, Sta.
Teresita del Niño Jesús, etc.
María Santísima
vivió y experimentó en su propio ser el GRANDIOSO... EL INSONDABLE MISTERIO de
la ENCARNACIÓN DEL DIVINO VERBO en su Purísimo Seno; ¡en qué estado de MÍSTICA
contemplación viviría Ella esos nueve meses! Y después, el resto de su vida.
¡A qué estado
espiritual llegaría su alma Inmaculada, que estaba colmada, plena de gracia!
PRESERVADA del pecado; no purificada del pecado corno todos los demás santos.
Ella vivió un continuo e inagotable acto de Amor de Dios.
¡Qué unión con Dios
tan perfecta, indisoluble, singular. ÚNICA INCOMPARABLE y MISTERIOSA es la de
la Excelsa ROSA MÍSTICA!
TORRE DE DAVID
La Torre de David
era una construcción fuerte y muy hermosa que se elevaba sobre la cumbre de un
monte entre dos profundas vertientes. Esta Torre estaba formada por gruesos
bloques cuadrados, unidos entre sí con hierro y plomo, construida por el Rey
David para defensa de la ciudad de Jerusalén... Hermosa imagen de María Santísima
que se eleva sublime sobre la cumbre de toda belleza y perfección, para defensa
de la santa Iglesia de Dios, la mística Jerusalén.
En el antiguo
concepto de las obras de defensa, la torre debía tener tres cualidades
principales: Belleza, porque servía de ornamento y era expresión de genio
artístico. Fortaleza, que la hiciera resistente a todo asalto enemigo y
Elevación para que se ensanchara y se extendiera el campo de observación.
Dejando la belleza
para la explicación del título siguiente, hablaremos de las otras dos
cualidades: fortaleza y elevación.
Es la elevación y
sublimidad de la Virgen María tan excelsa que no hay ninguna igual.
Cuanto más alta es
la torre, tanto más se extiende el radio de observación y más difícil es para
los enemigos escalada y más fácil de descubrir al adversario.
De la misma manera
si nos acercamos a María, si nos esforzamos en penetrar en lo más íntimo de su
Corazón, ¡cuánto se extienden los horizontes del alma! Las verdades de la Fe
reciben mayor luz; se aprecia el valor de las cosas del Reino de los Cielos; se
tiene más clara conciencia de los propios deberes y de la hermosura de la vida
que es el germen de la eternidad; se descubren con más claridad los propios
defectos, las malas tendencias.
¡Qué tranquilidad y
seguridad en esta Mística Torre, refugio y defensa de la Iglesia militante; en
el Corazón de esta Madre que conoce los peligros y las debilidades de sus
hijos!
La segunda cualidad
de una torre es la fortaleza porque debe servir de defensa y de seguridad. Tal
es la Mística Torre, María Santísima. El libro de los Cantares (IV.4) compara
el cuello de esta Mujer sublime a la Torre de David, torre fortísima. De esta
alegoría, sacó la Santa Iglesia esta Invocación a María, Torre de David, escudo
y defensa de toda alma que recurre a Ella.
Es oportuno para
imitarla, comentar brevemente, la virtud de la Fortaleza.
Es la virtud
cardinal que nos hace vencer, por amor a Dios las más arduas dificultades que
se oponen a la práctica del bien.
Superar las
dificultades ordinarias y menores que están unidas más o menos a todo acto
bueno, es un grado de perfección común a todas las virtudes, pero no constituye
la virtud de la Fortaleza, que vemos brillar en los Mártires y en los héroes
del apostolado.
La fortaleza
cristiana en primer lugar nos da vigor para afrontar las dificultades, para
rechazar el mal con un valor regulado por la recta razón. Si el valor obra sin
la razón, ya no es fortaleza sino temeridad y desesperación.
En segundo lugar la
fortaleza da valor para soportar los grandes males y para tolerarlos con
paciencia.
No debemos olvidar
las palabras de San Pablo: "todo lo puedo en Aquel que me conforta”... es
decir en Cristo Jesús, que es mi fuerza... fuerza de Dios Omnipotente.
El Divino Maestro
declara que el Reino de los Cielos lo alcanzan los esforzados.
Prescindiendo de la
oración - medio ordinario para obtener todas las virtudes - reducimos a cinco
los medios eficaces para alcanzar la fortaleza cristiana.
1. Por la humildad.-
esto es por la consideración de la propia debilidad.
2.- Por ejercitarse
en soportar y aceptar los pequeños males, combatiendo y superando las
dificultades menores para poder vencer las mayores, porque la fortaleza es un
hábito, es decir un modo especial de proceder que se adquiere con el ejercicio
de actos repetidos.
3. Prever las
dificultades y prepararse para combatirlas. - El temor que de improviso nos
asalta, exagerado y agrandada por el futuro mal, disminuye con la previsión y
con la reflexión porque se impone la razón y se obtiene la verdadera y justa
apreciación del mal, que resulta muchas veces menor de lo que al principio se
temía.
4.- Meditando
frecuentemente la fortaleza de Jesucristo y de los Santos. - La fortaleza con
la cual se enfrentó Jesús a sus enemigos, a los más crueles tormentos y a la
muerte más dolorosa. Se podrá objetar que Cristo era Dios, pero no olvidemos
que se había revestido de nuestra humanidad, con su sentimiento y afectos, con
el temor y la repugnancia al dolor y a la muerte... y, ¿qué decir de los Santos
y Santas y los Mártires que Sufrieron con indecible fortaleza todas sus penas y
dolores?
5.- Meditar la
grandeza de los bienes eternos que Dios tiene preparados para los que superan
con perseverancia cristiana los males de esta vida. No hay proporción, escribe
el apóstol San Pablo, entre el sufrir en esta vida y la gloria futura que se
nos concederá en la otra. Aquí el sufrir es leve y está aligerado por la gracia
Divina y por los ejemplos de Cristo. Dios jamás permite que seamos tentados o
atribulados por encima de nuestras fuerzas.
El primer instante
en el que lleguemos a la presencia del Padre, a la Patria eterna, nos
compensará sin medida y nos hará olvidar completamente todo sufrimiento pasado...
Dios secará toda lágrima.
Estas son las
reflexiones que debemos hacer para obtener la fortaleza cristiana.
Madre Santísima que
con el auxilio de tu fuerza, podamos vencer siempre el mal, soportemos las
penas y dolores propios de esta vida y alcancemos los bienes futuros.
¡Oh Virgen
INVENCIBLE! Torre de David.
TORRE DE MARFIL
El marfil se obtiene
de los elefantes, del hipopótamo y del narval (cetáceo de cabeza grande y boca
pequeña, con dos incisivos, uno grande, del que se saca el marfil); trabajado
por artífices, se elaboran objetos muy apreciados.
La blancura del marfil
no lastima la vista como la blancura de la nieve, pero es agradable y tranquila
como la blancura de la lana, del armiño o de una flor; es símbolo del alma
limpia de culpa, discreta, amable, indulgente, que sabe compadecer y tolerar
porque es humilde y ama a los pecadores. La verdadera alma limpia es la que en
el instante en que ve las miserias ajenas, sin mancharse con ellas, se
compadece para sanarlas.
Hay una aparente
alma limpia ... la de ciertos cristianos que no saben compadecerse de las
miserias ajenas o de los defectos de los tiempos, son censores muy rígidos, que
todo y a todos desprecian y critican; tienen para nuestra época únicamente
recriminaciones y condenas; no le tienen comprensión a nadie. Esos cristianos
implícitamente se exaltan a sí mismos, olvidan a menudo su propia maldad y se
parecen al fariseo de la parábola "no soy como los demás... "
Dice muy bien en el
libro La Imitación de Cristo:... "nos gusta la perfección en los demás y,
sin embargo, no enmendamos nuestros propios defectos...”.
Los Santos como San
Francisco de Sales, San Felipe Neri, etc., rígidos para con ellos mismos, eran
indulgentes y piadosos, no al pecado pero si para los pecadores. Jesús,
indulgente, comprensivo y misericordioso, perdonaba y convivía con los pecadores...
y comía con ellos, por eso fue calumniado.
María Santísima con
su amor maternal para nosotros pecadores, con su indulgente bondad... con la
HERMOSURA de su limpia e Inmaculada alma... con la blancura MAS que del Marfil
es invocada como TORRE DE MARFIL.
CASA DE ORO
Entre los gloriosos
títulos de las Letanías de nuestra Madre Santísima algunos son símbolos o
figuras bajo los cuales Ella está representada. El que ahora vamos a comentar
es uno de los más brillantes, que pone en claro Su grandeza.
El oro es el más
hermoso de todos los metales, el que tiene más valor. La plata, el cobre y el
acero, pueden ser bellos y brillantes pero el oro les aventaja en riqueza y
esplendor. Por esta causa en la Sagrada Escritura, la Ciudad Santa, es llamada
de oro, en lenguaje figurado. "La Ciudad Santa, dice San Juan, era de oro
puro...", quiere, sin duda, darnos una idea de la admirable hermosura del
cielo comparándola con el oro.
Por esto, también
María es llamada Casa de Oro, porque sus virtudes y su pureza que tienen un
brillo trascendental y una perfección deslumbradora, son como una admirable
obra hecha de oro purísimo.
Imaginemos que
contemplamos una gran Iglesia, hecha únicamente de Oro, desde los cimientos
hasta el techo. Eso es María Santísima.
Ante todo se llama
CASA. El Verbo de Dios, se lee en los Proverbios (9.1), erigió para sí mismo
como morada, una noble CASA, un Palacio, un Templo magnífico; lo levantó sobre
7 columnas de precioso mármol; obra admirable de la eterna Sabiduría en el que
habitó con su misma Divina Persona, fue su Huésped y más que su huésped. Un
huésped llega a una casa y después se marcha de ella. Nuestro Señor en esta
santa casa tomó su Carne y su Sangre... de la carne y de las venas de Ella. Era
necesario que esta CASA fuese hecha de ORO, porque había de dar parte de este
oro para formar el Cuerpo del Hijo de Dios.
Esta CASA tiene por
sólido fundamento, la humildad más profunda, por paredes las más singulares
virtudes; por adorno la riqueza de todos los dones de la naturaleza y de la
gracia; por techo la CARIDAD más perfecta hacia Dios y hacia los hombres.
Está cimentada sobre
siete columnas que indican las Virtudes Teologales y Cardinales y los dones del
Espíritu Santo. Por eso esta CASA es digna de Dios.
María Santísima fue
de ORO en su Concepción Inmaculada y de ORO en su nacimiento; pasó por el
sufrimiento como el oro por el crisol y cuando subió al cielo fue
"colocada junto al Rey y ataviada con vestiduras de ORO".
• El oro ha sido
siempre la base y la medida de la riqueza material. Llamar a María CASA DE ORO
equivale a proclamarla la más rica de todas las criaturas y soberana señora de
todas las riquezas... Madre del Verbo, verdadero Dios y verdadero Hombre.
• El oro es uno de
los metales más pesados. Sobre la justa balanza de Dios tienen mucho mayor peso
las oraciones y méritos de María Santísima que los de todos los Santos.
• El oro no se
oxida, como otros metales, conserva siempre su brillo natural, su esplendor.
También en este sentido, las virtudes de Ella fueron ORO PURÍSIMO, no tuvieron
jamás ni la más pequeña mancha o defecto.
• El oro es
resistente, soporta el martillo sin romperse. Aquello que no es oro fino, no
resiste, y bajo el martillo se deshace. María bajo los golpes del dolor, se
ilumina de la más augusta belleza moral.
En esta vida, quien
acoge el dolor con paciencia, con amor a Dios y con la mirada puesta en el
Calvario, es un buen cristiano: por el contrario, quien se queja y no acepta la
voluntad de Dios da muestra de no conocer el programa evangélico de Jesús.
"renúnciese a sí mismo, tome su cruz cada día y sígame".
Pidamos la
Intercesión de nuestra Madre Santísima. Templo... CASA DE ORO, para que nos
obtenga el perdón de los pecados y la perseverancia final para nuestra
salvación y la de los nuestros. Dios nada le negará.
ARCA DE LA ALIANZA
Todos los personajes
más ilustres, los más notables sucesos y las cosas más nobles del Antiguo
Testamento eran figuras de los acontecimientos y de los personajes del Nuevo,
enseña el Apóstol San Pablo (1 Cor. X, 11), por esto representaban a Cristo
principalmente, a su Iglesia y a María su Madre, Así eran figuras de Ella: el
Arca de la Noé, el Arca de la Alianza, etc.
Él Arca de la
Alianza, construida por Moisés bajo el diseño dado por Dios mismo, era una caja
que medía 1.25 m. de largo: 0.75 m. de alto y otro tanto de ancho, hecha de
madera incorruptible. Forrada por dentro y por fuera con láminas de oro, con
una cubierta llamada Propiciatorio, hecha de oro macizo y con dos querubines
que cubrían el Arca con sus alas extendidas: en ella se conservaban las Tablas
de la Ley. Mediante dos barras cubiertas de oro que pasaban a través de cuatro
anillos, también de oro, puestos en los ángulos, era llevada por los levitas.
(cfr. Éxodo 25:10.22).
Consideremos para
nuestra edificación y gozo las principales semejanzas entre el Arca de la
Alianza y María Santísima.
• El Arca
simbolizaba la firmeza y la constancia de María en la práctica de las más
singulares y excelsas virtudes que poseía desde el primero hasta el último
instante de su vida. Firmeza y constancia que brillaron de modo particular en
los días del martirio. ¡Qué lecciones para nosotros!
• El Arca estaba
forrada por dentro y por fuera de ORO purísimo y simbolizaba a María, llena de
todas las virtudes, especialmente del amor a Dios y a la humanidad, que es la
más preciosa de todas las virtudes, como el oro es el más precioso de los
metales.
• El Arca era la
mayor gloria de Israel, Dios residía en ella, desde ella daba sus respuestas y
daba a conocer al pueblo su voluntad. La Virgen Santísima, es después de Dios,
la gloria y la alegría de la celestial Jerusalén y de la Jerusalén terrestre:
la Santa Iglesia.
• El Arca tenía dos
querubines. María en el Cielo está cortejada por los Coros Angélicos, como
Reina de los Ángeles.
• El Arca DE LA
ALIANZA tenía el PROPICIATORIO que cubría el Arca y era de ORO purísimo, y
sobre el Propiciatorio, entre las alas de los Querubines, habitaba Dios.
EN EL SENO VIRGINAL
DE MARIA PUSO DIOS SU SEDE POR LA DIVINA OBRA DE LA ENCARNACIÓN y por este
motivo ella es nuestro Propiciatorio, nuestra Medianera de gracia ante su
Divino Hijo.
• El Arca guardaba
las Tablas de la Ley, un vaso con el prodigioso Maná y la vara de Aarón que
floreció milagrosamente en señal de que Dios lo elegía para sumo Sacerdote.
Las Tablas de la
Ley, monumento de la Sabiduría de Dios, figuran la Sabiduría de María
Santísima, profunda conocedora y perfecta ejecutora de la Ley Divina. La vara
de Aarón, símbolo de autoridad, indica el soberano poder que Dios confirió a
María de conceder gracias y de regir, sujeta a su Divino Hijo, la Santa
Iglesia. El Maná milagroso, alimento celestial dotado de todo sabor, nos
recuerda la dulzura y la incomparable bondad de la Madre de Dios tanto para los
justos como para los pecadores.
En resumen, en el Arca
nos place ver especialmente el símbolo de María Inmaculada, que concibió al
Verbo de Dios y lo dio a luz de modo inefable
Esta Arca mística
fue también construida bajo el diseño Divino. San Bernardo la llama
"escogida y conocida desde toda la eternidad por el Altísimo para que
fuese un día su Madre".
• Esta MÍSTICA ARCA
fue preparada para ser la Sede de la Sabiduría Increada, el Tabernáculo de
Aquel que por su ENCARNACIÓN es LA ALIANZA SUBLIME entre Dios y el ser humano
de la ALIANZA ESPECIALÍSIMA entre el Amor Infinito y Eterno de Dios y, LA
HUMANIDAD PECADORA REDIMIDA POR EL VERBO DIVINO . ENCARNACIÓN REDENTORA
El Seno Purísimo de
María como ARCA DE LA ALIANZA. Por su trascendental palabra: "HÁGASE EN
MI" nos dio a Jesucristo que es el CAMINO, LA VERDAD Y LA VIDA.
PUERTA DEL CIELO
María Santísima es
invocada como PUERTA DEL CIELO porque fue por Ella que Nuestro Señor Jesucristo
pasó del Cielo a la tierra.
Fue voluntad de
Dios, que aceptara voluntariamente y con pleno conocimiento el ser Madre de Jesús
y no que fuera un simple instrumento pasivo, cuya maternidad no hubiera tenido
mérito ni recompensa. Dios espero la respuesta de Ella que con pleno
consentimiento de un corazón lleno de amor de Dios y con gran humildad
pronunció las sublimes palabras. "hágase en mí, según tú palabra".
Fue por este
consentimiento que se convirtió en la PUERTA DEL CIELO... porque el Verbo
Divino entró en el mundo al Encarnarse en el Seno Purísimo de María... y habitó
entre nosotros.
Jesús dijo de sí
mismo "Yo soy la Puerta" (Jn. 10.9) la Puerta de la Iglesia y por
tanto la Puerta del Cielo.
Dice San Gregorio
Magno: "entra por LA PUERTA que es Cristo, aquel que por la gracia Divina
profesa las verdades de la fe, las guarda con la CARIDAD y las manifiesta
prácticamente con las obras". Por consiguiente la fe verdadera y el amor
operativo, frutos de la gracia Divina, son las condiciones indispensables para
entrar en el cielo.
El amor y la
devoción a María (después de Cristo) son el medio más eficaz y seguro para
conseguir la gracia Divina y los dones de la fe.
La fe en la
Humanidad de Jesucristo es tan necesaria para nuestra salvación como la fe en
su Divinidad.
La fe en la
Santísima Humanidad de Jesucristo se aclara y se afirma; nos da luz, al
reflexionar y meditar en la prodigiosa Maternidad Virginal de María. Por medio
de Ella, conocemos también a Dios.
Ilustremos este
pensamiento con la guía de los Teólogos. Dios creó todas las cosas para gloria
suya.
Si El --causa
primera, absoluta y eficiente de la creación-- debía ser el fin último y
supremo de todas las criaturas, debía serlo especialmente de las más nobles,
dotadas de inteligencia y de libertad, esto es, de los ángeles y de los
hombres.
Estos debían
inmediata y directamente servir a Dios, conocerle y amarle, esto es, darle gloria,
para abismarse después en El y en su perfecto conocimiento y amor, y en la
gloria que habían de tributarle, hallar su suprema felicidad; pero el homenaje
y la gloria que podían dar a Dios estas criaturas, tan sublimes como se quiera,
es siempre escaso y defectuoso, infinitamente distante del mérito que tiene
Dios para ser obsequiado y glorificado, puesto que siempre será finito, y Dios
merece gloria infinita.
¿Quién puede
tributar a Dios esta gloria infinita? Nadie más que un Ser infinito, nadie más
que Dios. Pero este Dios debía ser también a la vez criatura, porque debía ser
el representante de las criaturas y tributar a Dios gloria en nombre y
representación de las criaturas. Y he aquí que ya se perfila, en el admirable
plan de la Sabiduría de Dios, el misterio de la Encarnación del Verbo, por el
cual el Hijo de Dios se hizo criatura, asumió nuestra naturaleza y la unió
hipostáticamente a la eterna naturaleza Divina en unidad de Persona.
Así fue resuelto el
arduo problema: Jesucristo es verdadero Hombre y verdadero Dios, como hombre
dio y continúa dando gloria a Dios, como Dios da a esta gloria un precio, un
valor, un mérito infinitos; esta gloria es dada por la criatura y es digna de
Dios: el Hombre paga su deuda a Dios, y así, se hace digno de entrar en el
cielo y gozar de Dios.
María Santísima ES
MADRE DEL VERDADERO DIOS Y VERDADERO HOMBRE.
Por estas
consideraciones podemos entender la decisiva importancia que tiene la verdadera
devoción a la Excelsa Madre de Dios, devoción sólida y perseverante de amor
efectivo, de obras buenas y de constante alejamiento del pecado.
ESTRELLA DE LA MAÑANA
La Iglesia que va
recogiendo en las Letanías las más preciadas flores del pensamiento, de la
naturaleza y del simbolismo para coronar a la Santísima Virgen, su Madre y
Reina, le muestra su amor, combinando figuras y símbolos que expresan dignidad,
elevación, fuerza, esplendor y hermosura singular, todo apropiado a la dulce
Reina del Cielo.
Toda aspiración del
alma, todo sentimiento, todo afecto del corazón, encuentra su eco en las
Letanías.
En esta Invocación,
la Iglesia toma por símbolo LA ESTRELLA, María no es una estrella común, es la
ESTRELLA DE LA MAÑANA, el astro más brillante del cielo, después del sol. Es
llamada así por varios Astrónomos; también en esto es figura expresiva y noble
de María que por su excelsa dignidad de Madre de Dios, es el astro más
brillante del cielo, después del Divino Sol de Justicia: Jesucristo.
La estrella de la
mañana anuncia el fin de la noche y la luz de la aurora, el principio del día:
de la misma manera, la Virgen María anunció, al nacer el fin de la noche y de
las tinieblas en la que los hombres de tantos siglos yacían sepultados.
Ella es la bellísima
aurora que anuncia un día todavía más hermoso en que el Sol divino: JESUCRISTO,
ha de iluminar al mundo, disipando la ignorancia y el error y con aquel calor
sobrenatural del fuego que trajo sobre la tierra ha de encender el corazón de
los hombres y hacer germinar y crecer virtudes fecundas en frutos y en la más
eminente santidad.
María precedió al
Sol Divino y le preparó en sí misma la morada y Ella fue, como astro menor,
fiel seguidora de su Divino Hijo que es el sol y centro de gravitación del
mundo de las almas.
Lo siguió
personalmente en Egipto, en Jerusalén, en Judea, en el Calvario; lo siguió en
la Pasión y en los dolores de la Cruz, lo siguió y lo sigue en el triunfo y en
la gloria, en el amor a Dios y en la Oblación que de Él hizo por nosotros al
Padre Eterno.
Nosotros debemos
seguir al Señor, imitándole en cuanto nos es posible. María Santísima nos
ofrece en sí misma el más perfecto modelo.
La imitación de
Jesucristo no es un sencillo consejo sugerido a las almas más generosas. Imitar
al Divino Salvador ES UN DEBER, un precepto para todos. Si nos gloriamos del
nombre de cristianos, debemos, por consiguiente, ser seguidores e imitadores de
Jesucristo.
El Espíritu Santo
con su Luz ilumina nuestra inteligencia para comprender la necesidad del máximo
esfuerzo que debemos hacer para conseguir la perfección cristiana, que
principalmente consiste en el Amor de Caridad con el que debemos amar a Dios y
amar al prójimo como Él nos ama.
El largo y paciente
trabajo de modelar nuestra vida sobre el ejemplo luminoso de María Santísima
requiere el ejercicio de la mente y de la voluntad que deben ser confortados
continuamente por la Divina gracia de los sacramentos (confesión y comunión).
La estrella de los
hijos, que debe brillar, por así decirlo, en el cielo de la familia, es el
"ejemplo" de los padres, sin el cual para nada ayudarían ni la más
cuidada educación ni las más prudentes correcciones.
No olvidemos que
"la educación es una IMITACIÓN”... o sea que debemos EDUCARLOS CON EL
EJEMPLO.
Escribe un autor
que, antiguamente, en el mar, los navegantes se orientaban por la estrella de
la mañana para llegar al puerto al que se dirigían... a su destino.
Para nosotros, los
mortales, que navegamos en el mar de la vida, María debe ser siempre la guía
que nos conduzca al Puerto Seguro ¡el Corazón de su Divino Hijo!, para alcanzar
la felicidad eterna. Y a nosotros nos corresponde ser para los hijos: LA
ESTRELLA que con EL EJEMPLO, les ayude a buscar siempre la protección maternal
y la guía en su propia vida de LA ESTRELLA DE LA MAÑANA La Inmaculada y Amorosa
Madre María Santísima.
SALUD DE LOS ENFERMOS
El pecado original
introdujo en el mundo la enfermedad y la muerte.
En medio de esta
condición, cuánto necesitamos del médico, pero aún los más sabios y mejores, en
muchos casos, no pueden curar algunas enfermedades.
La Santa Iglesia nos
propone una Doctora poderosa, sabia y amorosa: La Santísima Virgen María, salud
de los enfermos, que nos ayuda y conforta.
En primer lugar
consideremos que Ella intercede por nosotros para adquirir la salud del alma y
nos ayuda a apartarnos del mal que la destruye.
San Bernardo dejó en
sus escritos, hermosos pensamientos acerca de nuestra amada Madre, que podemos
aplicar para alcanzar la salud del alma:
• Si se levantan los
vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones,
invoca a María, llama a María.
• Si se agita la
soberbia, la ambición o la incomprensión, mira a María, llama a María.
• Si la ira, el
egoísmo o el deleite en el mal violentan la navecilla de tu alma, mira a María,
invoca a María.
En el peligro, en la
angustia, en la ansiedad, piensa en María, invoca a María.
• Si te turba la
memoria de la enormidad de tus faltas, de la fealdad de tu conciencia y
comienzas a sumergirte en la tristeza, en la desesperación, piensa en María,
invoca a María.
• No la apartes a
Ella de tu corazón. No te saldrás del CAMINO si la sigues, no desesperarás si
le ruegas, no te perderás si en Ella piensas... Si tú no te sueltas de SU MANO,
no caerás; nada tendrás que temer y llegarás felizmente al PUERTO, que es EL
CORAZÓN DE JESÚS.
Dice también San
Bernardo que Jesús es miel en la boca, melodía en el oído y gozo en el corazón,
pero... añade San Bernardo: también es MEDICINA...
Esta Medicina
concede LA SALUD AL ALMA, si nos esforzamos por conseguirla (el enfermo debe
tomar la medicina que le receta el médico para alcanzar la salud). María SALUD
DE LOS ENFERMOS nos dio a Jesús... nos dio al MÉDICO DIVINO... NOS DIO LA
MEDICINA...
En segundo lugar
consideremos que el cuerpo humano está sujeto a contraer enfermedades que ponen
a dura prueba la ciencia médica, enfermedades manifiestas o latentes, lentas o
fulminantes, algunas contagiosas, que hacen sufrir a la humanidad.
Si en todo momento
de la vida necesitamos la ayuda de Dios y del socorro y protección de María,
esta necesidad se hace más sensible y urgente en la enfermedad.
Pidamos a nuestra
Amada Madre su auxilio para nosotros y para nuestros familiares y Ella
benignamente nos escuchará y nos ayudará.
Una madre vela a su
hijo enfermo de día y de noche sin mostrar cansancio; estudia todas las formas
de procurarle alivio, ruega y se sacrifica para curar a su hijo. ¿Qué la mueve?
la mueve su amor, el amor que Dios puso en el corazón de las madres, y que es
un pálido reflejo del amor maternal de María, amor vigilante y solícito cuando
sus hijos están afligidos por la enfermedad.
El Evangelio nos
dice que muchos enfermos fueron curados prodigiosamente por Jesucristo Él le ha
cedido en el cielo a su Santísima Madre esta virtud, este dominio sobre la
naturaleza doliente.
Son innumerables los
testimonios de curaciones milagrosas que se encuentran en algunos Santuarios
Marianos por ejemplo: en Fátima y en Lourdes. Son testimonios de gratitud a
Ella por favores recibidos, especialmente por la curación de algún ser querido
enfermo.
Aún en el caso de
que la curación llegue con lento proceso natural, sin formas prodigiosas ¿quién
puede medir los cuidados de esta Madre incomparable? Ella ilumina a los
médicos. Infunde fortaleza y confianza al enfermo, aumenta la paciencia y el
afecto en aquel que lo asiste, alcanza eficacias a las medicinas, Ella hace
sentir al enfermo la función providencial y benéfica del dolor que lo hace más
semejante a su Divino Hijo crucificado.
Si el enfermo está
en pecado, Ella intercede. Recordando a su Amado Hijo aquellas palabras.
"No quiero la muerte del pecador sino que se convierta y viva".
¡Cuántos cristianos le deben a Ella su curación y el consiguiente
arrepentimiento! , es decir, el tiempo de vida que Dios le concedió para su
salvación.
Y si en los
designios de Él está señalada la muerte del enfermo, entonces el amor de
nuestra tierna Madre disipa amorosamente las ilusiones que ocultan a menudo la
gravedad del mal y les inspira al enfermo y a sus familiares el deseo de la
presencia del sacerdote.
Es Ella la que
alcanza en el corazón de quien está próximo a morir el perfecto dolor de los
pecados, el valor de confesarlos sinceramente, el fervor y el anhelo de recibir
el Santísimo
Sacramento y también la resignación a la voluntad Divina para poder identificarse con el Hombre - Dios en el sufrimiento de Getsemaní, para con El decir al Padre. "si es posible pase de Mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la Tuya" y tranquilo hará el ofrecimiento de su dolor.
Sacramento y también la resignación a la voluntad Divina para poder identificarse con el Hombre - Dios en el sufrimiento de Getsemaní, para con El decir al Padre. "si es posible pase de Mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la Tuya" y tranquilo hará el ofrecimiento de su dolor.
No olvidemos que la
Iglesia nos ha dado también como poderoso Intercesor para la hora de la muerte
al Santo Patriarca San José, casto esposo de la Inmaculada Virgen María.
Los ejemplos de las
conversiones obtenidas en el lecho de muerte, inclinan el corazón a la
esperanza en la clemencia Divina y manifiestan la bondad inagotable y la
poderosa Intercesión de María, pero esto no debe ser motivo para atreverse a
vivir en pecado con la perspectiva de la penitencia final. Esto sería una grave
imprudencia y una total impiedad.
Pidamos a María
Santísima SALUD DE LOS ENFERMOS nos asista en todas las enfermedades que
padecemos y padeceremos, pero especialmente en la postrera, para tener
paciencia y para que nuestro corazón, en aquella hora, sea todo de Dios. Que el
nombre de Su Divino Hijo, el de Ella y el de su castísimo esposo San José estén
en nuestra mente y puedan pronunciarlo nuestros labios en el momento supremo.
REFUGIO DE LOS PECADORES
Este piadoso oficio
de María Santísima no se debe entender como contrario a la justicia Divina sino
que más bien, Ella cumple de esta manera la amorosa voluntad de Dios, que
constituye a nuestra Señora como un refugio para que por su medio brille Su
Infinita Misericordia que quiere la conversión de los pecadores.
Jesucristo es
nuestro MEDIADOR ante el Padre. Nos dice San Juan: "Os escribo esto para
que no pequéis y si alguien peca tenemos a UNO que ABOGE ante el Padre: a
Jesucristo (1a. Jn. 2:1), pero además de Él, tenemos a María, Madre de Dios y
Madre nuestra, constituida por Dios medianera entre Él y nosotros pecadores.
Dos gracias
principales son necesarias a un pecador para alcanzar la futura felicidad: La
conversión o el perdón de los pecados y la perseverancia en el bien. Ambas
gracias nos alcanza María REFUGIO DE LOS PECADORES, si se lo pedimos
continuamente y si.... "hacemos lo que Él nos dice", como Ella nos lo
pide.
CONSUELO DE LOS AFLIGIDOS
El ser humano se ve
sacudido no sólo por la enfermedad del alma: el pecado... y la enfermedad del
cuerpo: el dolor físico, sino que la vida está llena de espinas y abrojos que
nos afligen, nos oprimen y no nos dejan vivir en paz porque lastiman el corazón
y llenan de lágrimas los ojos.
Resumimos todo esto
bajo el nombre genérico de TRIBULACIONES y AFLICCIONES que serán motivos para
apreciar más la bondad de María Santísima que nos consuela, si recurrimos a
Ella con mayor frecuencia y confianza.
Nadie negó y nadie
puede negar jamás la existencia del dolor en el mundo. Se nace con llanto; se
crece luchando contra tantos obstáculos que hacen sufrir: se vive bajo el peso
diario de responsabilidades y preocupaciones.
La filosofía de
todos los tiempos ha intentado en vano eliminar el dolor de la vida; no ha
logrado más que arrancar aquello que explica el misterio del dolor y lo hace
llevadero, arrancando a Dios del corazón de muchos hombres ... y EL DOLOR MAS
TERRIBLE ES SUFRIR SIN DIOS.
Cuando el dolor se
nos presenta en alguna de sus formas, se pregunta uno angustiosamente ¿por qué
el dolor? Y si la FE no ilumina, si la FE no responde a este doloroso ¿por
qué?, se pierde la interrogación en el vacío sin una respuesta que satisfaga.
Solamente la FE nos
da una respuesta tranquilizadora, digna de la Sabiduría de Dios y de la
dignidad del hombre. Cuando con el primer pecado se precipitaron los hombres en
el abismo de la condenación eterna, Dios misericordioso, - en el mismo instante
en que prometía enviar al Redentor - confió la humanidad al Ángel del dolor
para que la purificara y la hiciera semejante al Restaurador prometido, que nos
redimiría precisamente a través de las humillaciones y de los más grandes
dolores.
El pecado introdujo
en el mundo el dolor y la muerte: del pecado provienen las adversidades.
El dolor recibió de
Dios una misión providencial; es el artífice de toda grandeza moral. Para que
el dolor cumpla en nosotros su misión debe ser acogido con FE CONSCIENTE y con
cristiana resignación.
Sin embargo, el
dolor es siempre dolor y exprime del corazón las lágrimas que son la sangre del
alma. ¿Quién podrá ofrecernos el alivio necesario? ¿Quién podrá CONSOLARNOS?
María Santísima, nuestra amorosa Madre la Consoladora de los afligidos, Ella
puede y quiere endulzar nuestras amarguras y aliviar nuestros dolores, si se lo
permitimos.
María hace suyas
nuestras aflicciones y se apropia nuestro dolor, si se lo entregamos, y una
sola mirada de piedad y de amor de esta dulce Madre basta para tranquilizar el
corazón más adolorado y suavizar las más fuertes adversidades.
¡Oh Madre piadosa,
CONSUELO DE LOS AFLIGIDOS, calma nuestras angustias!
AUXILIO DE LOS CRISTIANOS
El corazón de la
Virgen María es tan grande que abarca y contiene a toda la humanidad. Dios la
creó para que fuera su Madre y madre de todos, la dotó de esta universalidad de
afectos para que los afligidos, los enfermos, los pecadores, que recurren a
Ella, experimenten esta singular bondad suya.
En la Iglesia se
centra la Obra santificadora de Cristo y aunque ella es la amada esposa de
Jesús "sin arruga o defecto" (San Pablo) no la sustrajo a las
vicisitudes humanas y quiso que tuviera la apariencia de debilidad. En
realidad, posee la misma fuerza de Dios, que le prometió la asistencia perenne
del Espíritu Santo y así se apoya segura y confiada en las palabras infalibles
de su Fundador: "He aquí que estaré con vosotros hasta el fin de los
siglos".
San Juan en el
Apocalipsis la describe como la ciudad santa, la nueva Jerusalén y así, la
nueva Jerusalén (la Iglesia), tiene en María Santísima a su poderosa defensora
contra los enemigos de todos los tiempos. Estos enemigos son de dos clases:
internos y externos.
Los internos son
aquellos que atentan a la verdad que la Iglesia nos enseña, los que pretenden
introducir en ella, el error, o sea, los mismos cristianos que se oponen con
obstinación, con terquedad a lo que propone la Iglesia Católica.
Los enemigos
externos son los que no perteneciendo a la Iglesia Católica, la atacan y pretenden
destruir la FE de sus miembros que son el Cuerpo Místico de Cristo.
De estas
consideraciones sobre el glorioso título de Auxilio de los Cristianos debemos
sacar dos importantes enseñanzas para normar nuestra vida cristiana:
• Ante todo un
filial amor a la santa Iglesia y a su Cabeza visible: el Romano Pontífice. En
el amor de todos los católicos, que se centra en el Papa, en la asistencia
perenne de Jesucristo y en la poderosa protección de María tenemos una fuerza
superior que nos consuela y alienta.
• Otra enseñanza,
más necesaria hoy que nunca, surge de la maternidad universal y auxiliadora de
María y es el deber que tenemos de extender la CARIDAD CRISTIANA con la que nos
debemos amar unos a otros, como Dios nos ama, sin distinción alguna. Sin olvidar
que es contrario a la caridad, levantar barreras de división, de odio, de
incomprensión, etc.
¡Oh Madre Santísima
que en tus entrañas maternales acoges a toda la humanidad y que a todos
socorres en sus necesidades, alcánzanos de tu Divino Hijo esta universal
caridad así como la fidelidad a la iglesia católica, fundada con la Sangre de
Jesucristo, que es también tu sangre!
¡Auxilio de los
cristianos, ruega por nosotros!
REINA DE LOS ANGELES
Esta última parte de
las Letanías, reúne y exalta las excelsas grandezas de María celebrando su
soberana realeza en el cielo y en la tierra, Por doce veces le damos el
glorioso título de Reina A la Hija, a la Madre, a la Esposa del Rey, debemos
invocarla como a Reina porque el título de Rey no sólo corresponde a cada una
de las Personas Divinas, sino también a Dios - Hombre, el Hijo de María
Santísima. El mismo aprobó para su Persona este nombre: "Sí, como dices,
soy Rey" (Juan 18,37).
A la diestra del
Rey, el Salmista vio a una Reina, vestida con manto de oro, gozosa del poder
que Dios le ha otorgado, de poder conceder a quien la invoca toda clase de
gracias y bendiciones. Esta Reina es María que fue investida de esta dignidad
cuando Dios Padre, desde toda la eternidad la eligió por su Hija, por Esposa
del Divino Espíritu y por Madre de su Unigénito y fue constituida Reina, no
solo de los hombres, sino también de los Ángeles, que son espíritus puros, muy
poderosos, ágiles como el pensamiento y puros como la luz. Son inteligencias
tan grandes que si queremos honrar, entre nosotros, un entendimiento, lo
llamamos: angélico.
Los ángeles son
ministros del Omnipotente. ¡Qué honor tener dominio sobre estos espíritus tan
nobles; ser Reina de súbditos tan numerosos y potentes! Y esta autoridad y
poder corresponder a María Reina de los Ángeles, porque les aventaja en
dignidad, es más excelsa que ellos.
La raíz de su
excelsa dignidad, de su autoridad y de sus privilegios se debe a que es Madre
del Verbo Divino. Ella pudo decir con el Padre Eterno: "Tu eres mi Hijo,
yo te he engendrado hoy" (Salmo 2:7)
La causa de tanta
exaltación de María fue SU SINGULAR HUMILDAD.
Humildad es el
conocimiento de nuestras limitaciones y debilidades y obrar de acuerdo con este
conocimiento. Es un movimiento de "descenso" cuyo punto de partida es
el falso lugar que nos señala el amor propio y cuyo término es la verdad. Por
eso "la humildad es la verdad". (Sta. Teresa).
Así, cuanto más
llenas de amor propio, tanto más vacías estamos de verdaderos méritos.
Veamos en la
Anunciación el ejemplo tan grande de humildad de María. Ante la sublime
revelación del Ángel que la proclama Madre de Dios, Ella protesta ser solamente
la humilde esclava (servidora) del Señor. La verdadera humildad se manifiesta
en la obediencia.
¡Oh Madre amada.
Reina de los Ángeles, alcánzanos la gracia de saber combatir nuestro amor
propio para ser verdaderamente humildes!.
REINA DE LOS PATRIARCAS
Patriarca es una
palabra griega que significa padre o jefe.
Con el nombre de
patriarcas se honra a algunos santos del Antiguo Testamento, elegidos por Dios
como guardianes y depositarios de la fe en el futuro Mesías. Esta fe, avivada
por las frecuentes revelaciones de Dios, fue transmitida por los Patriarcas a
sus descendientes como un faro de luz en medio de las tinieblas de la
ignorancia y del pecado.
También en los
siglos cristianos se da por analogía el nombre de Patriarca a los santos
Fundadores de las más famosas Órdenes Religiosas, puesto que también ellos
engendraron espiritualmente a la vida de la perfección evangélica a muchas
almas.
Los Patriarcas
fueron, bajo diversos aspectos, figuras de Jesucristo; lo representaron en
varios misterios de su vida, de su muerte y de su obra redentora. Y en la
debida proporción representaron también a María, pues quien representa al
original, representa por lo mismo a la copia fiel.
Simbolizada en Noé,
único padre salvado del diluvio y destinado a repoblar el mundo; Ella, única
preservada del naufragio universal de la culpa, toda santa, renovó moralmente
al género humano y contribuyó a reparar los daños causados por el primer
pecado.
Abraham, admirable
ejemplo de fe y de obediencia, padre de los creyentes, dispuesto a sacrificar a
su unigénito sobre el Monte Moría, fue una pálida figura de María Santísima
dotada de la más viva Fe y de la más perfecta obediencia. Madre amorosa de
todos los redimidos, sacrificó a su unigénito Hijo para la redención del género
humano sobre el Monte Calvario en el Altar de la Cruz.
Moisés, el amigo y
confidente de Dios, que hablaba con El como un amigo con su amigo, es comparado
a María Santísima, no solo amiga, sino también Madre de Dios, que vivió con El
treinta y tres años con aquella confidente autoridad que nacía de su ser de
Madre.
La mujer fuerte de
la Sagrada Escritura (Proverbios) es 'una imagen de María Santísima, tabernáculo
viviente de Dios.
También la Iglesia
Católica tiene, en un sentido espiritual, sus Patriarcas. Ellos no prefiguran a
Cristo que ha de venir sino que siguen SUS huellas y lo copian con aquella
perfección que es posible a la humana naturaleza vigorizada por la gracia.
Estos Patriarcas son
los Fundadores de los Institutos Monásticos y de las Órdenes religiosas,
verdaderos padres, que dieron a la Iglesia una inmensa cantidad de almas
santas.
Si María es llamada
Reina de los antiguos Patriarcas, por las mismas razones debe ser llamada Reina
de los nuevos, puesto que ellos procuraron imitar sus virtudes, fueron los
maestros de la devoción a Ella y promovieron su culto.
En este punto de la
explicación de las Letanías es oportuno tratar brevemente del glorioso Patriarca
San José, esposo purísimo de la Virgen Inmaculada, puesto que la devoción a la
esposa, redunda naturalmente en la persona de su digno esposo.
Aunque San José no
cooperó a la generación del Verbo encarnado sí contribuyó principalmente a
cuidar y alimentar al Dios - Hombre y fue testigo continuo de las acciones de
Jesús y de María; atento escucha de sus palabras, compartió con Ellos durante
muchos años los gozos y las penas, las esperanzas y el amor a Dios y a los
hombres.
San José es la
sombra y el reflejo del Eterno Padre, él ocupa en la tierra su lugar y Cristo
reconoce los derechos paternos de José.
Nunca podremos
expresar con palabras la santidad, la virtud y la gran dignidad de este sumo
Patriarca entre los Patriarcas.
El Papa Pío IX, para
poner su persona y la de todos los fieles bajo la protección de San José, por
Decreto del 8 de Diciembre de 1870, lo nombró solemnemente Patrono de la
Iglesia Universal.
¡Madre Santísima,
Reina de los Patriarcas, ruega por nosotros!
REINA DE LOS PROFETAS
El principal sentido
que la Sagrada Escritura da al nombre de Profeta, es el de persona enviada por
Dios, la cual, por ilustración divina, conoce con la máxima certeza y por
divina inspiración predice cosas o sucesos futuros, que no se pueden conocer
por ningún medio humano. Solo Dios es el autor de las profecías.
María es llamada
Reina de los Profetas por dos razones:
• Porque Ella fue
mostrada por Dios a los Profetas de la antigua Ley, y ellos la preanunciaron
con palabras, figuras y símbolos.
• Porque Ella misma,
dotada del espíritu de profecía, conoció y predijo muchas cosas futuras.
El objeto central y
primario de las antiguas profecías es el Redentor prometido: Jesucristo.
Todo está predicho
por los Profetas: el linaje, la familia de la cual surgirá la estrella de
Jacob; la raíz de Jesé, de la cual brotará la flor; el tiempo, el lugar y las
circunstancias del nacimiento prodigioso; la muerte con las humillaciones,
dolores y crueldades; la resurrección, la ascensión, el reino de la Iglesia.
Pero no se podía anunciar
al Sol, el Hijo del Altísimo, sin señalar a la gran Señora que le había de
engendrar en su Seno Purísimo.
Todas las profecías
que hablan expresamente de Jesucristo hablan, implícitamente de la Virgen y
Madre: pero son muchas las que tratan expresamente de Ella. Recordemos algunas
de las principales:
• El primer profeta
de María fue Dios mismo. Cuando se cometió el primer pecado, el pecado
original, Dios promete un divino Reparador que ha de nacer de una mujer.
• Los Padres,
unánimemente, y a ellos hacen eco todos los expositores, ven expresada en la
Mujer a María y en su Fruto, a su Único Hijo: Jesús.
• En el Salmo 44, el
Rey Profeta canta a la Virgen María que es Ella el objeto de las complacencias
del Rey, la Virgen admirable. En este Salmo mesiánico está delineada la excelsa
Madre del Redentor.
Isaías, el Profeta
evangelista, vio, el singular privilegio de María de juntar a un tiempo la
divina maternidad con la más pura virginidad: "la Virgen concebirá y dará
a luz un Hijo, y su nombre será Emmanuel, esto es, Dios con nosotros".
La Encarnación del
Verbo es el fundamento de la fe cristiana. De la misma manera que quiso Dios,
después de la Encarnación de su Hijo, multiplicar las pruebas de este misterio,
así, antes del nacimiento prometido y esperado con creciente deseo, quiso
multiplicar las predicciones para disponer a la humanidad al asentimiento de la
fe.
La Iglesia invoca a
María como Reina de los Profetas no sólo porque Ella fue objeto de sus
profecías, sino porque poseyó este don, en la forma más excelsa.
A Ella le fueron
mostradas todas las profecías y su cumplimiento; le fue revelada la economía de
la Encarnación, de la Redención, de la obra divina de Cristo; aquello que los
Profetas conocieron en fragmentos, María lo conoció enteramente.
Si una sola hora de
la presencia de Cristo encerrado en el seno materno bastó para ungir al
Bautista, ¿no habrá bastado el curso de nueve meses y una vida de treinta y
tres años, para hacer de María una singular Profetisa y la Reina de los
Profetas?
Después del glorioso
mensaje del Arcángel Gabriel, después del saludo de Isabel, que la llama
bendita entre todas las mujeres, porque el fruto bendito de su vientre la había
ensalzado tan extraordinariamente, María Santísima responde entonando el
cántico del MAGNIFICAT, en el cual, teniendo presente su indignidad (respecto
de Dios), proclama su altísima dignidad y su futura gloria y todo lo atribuye a
la bondad y al poder de Dios. En este himno inmortal la Santísima Virgen se
eleva a la cumbre de lo creado y con inspiración profética canta la gloria de
Dios y su propia grandeza.
¡Oh Virgen Madre de
Dios! ¡REINA DE LOS PROFETAS, alcánzanos la gracia de vivir la verdadera
HUMILDAD, que es la base de todas las virtudes!
REINA DE LOS APOSTOLES
Apóstol significa
enviado, mensajero. Se da este nombre:
1. Por excelencia, a
aquellos hombres escogidos por Nuestro Señor Jesucristo, que vivieron con El,
que fueron educados en su escuela y por El enviados, después de haber recibido
el Espíritu Santo, a predicar el Evangelio por todo el mundo.
2. Por
participación, a todos aquellos que, a semejanza de los Apóstoles, predican el
Evangelio, especialmente a aquellos que van a otros países para anunciar la
Buena Nueva, esto es a los Misioneros.
3. Por analogía, a
aquellos fieles cristianos que desarrollan algún trabajo apostólico en general
o acción misionera en particular, con lo cual cooperan con la Jerarquía a
extender el Reino de Jesucristo.
De todos ellos,
María es Madre y Reina.
La superioridad de
la Virgen sobre los Apóstoles se funda en tres razones:
a) Ella tuvo
relaciones más íntimas con el Divino Redentor. Los Apóstoles fueron los amigos
de Jesús. ¡Es el mismo Hijo de Dios quien se profesa amigo de unos pobres y
rústicos pescadores! María en cambio fue la Madre de Jesús. No hay comparación
entre las relaciones de la amistad y las relaciones de la maternidad.
Los Apóstoles fueron
llamados a seguir a Jesús y vivieron con El tres años, pero María, desde el
instante de la Encarnación del Verbo hasta la Ascensión de Cristo, vivió en
íntima unión con su Divino Hijo.
Los Apóstoles fueron
elegidos para predicar al mundo la divina palabra; María fue escogida para
traer a la tierra la Palabra substancial, personal, el Verbo de Dios.
b) Ella tuvo mayor
poder que los Apóstoles. A éstos les dijo el Divino Maestro: "vosotros que
me habéis seguido... estaréis sentados sobre doce tronos para juzgar a las doce
tribus de Israel" (Mt. 19:28). De María canta la Iglesia: "María
penetró en las alturas de los cielos, alegraos, porque Ella reina con Cristo
eternamente. Jesús comparte con los Apóstoles su poder judicial, con su Madre
comparte el Reino.
Ella fue enriquecida
con mayor abundancia de los carismas del apostolado en el día de Pentecostés.
c) María mientras
vivió, fue la Maestra y Consejera de los Apóstoles.
No hay otra razón
que explique la permanencia de María en la tierra, aún después de la Ascensión
de Jesús a los cielos, sino la gran necesidad que de María tenía la Iglesia
naciente. Esta Iglesia no era más que la continuación, la prolongación, de la
personalidad de Cristo y de su cuerpo místico. La Providencia, obraba de manera
conveniente a sus designios confiando a los cuidados de María la Iglesia
recientemente constituida, de la misma manera que le había confiado
anteriormente el cuidado del pequeño Jesús.
El Divino Maestro,
en el momento de volver al Padre, de donde había salido, le dejó a Ella su
escuela y su cátedra, no para que rigiese las ovejas de la grey, como Pedro,
sino para que alimentase a los Apóstoles con aquella celestial Sabiduría de la
cual estaba enriquecida.
Hija predilecta del
Padre. Esposa muy amada del Espíritu Santo. Madre de Jesucristo, autor de toda
gracia. Reina de los Apóstoles. ¡Ruega por nosotros!
REINA DE LOS MÁRTIRES
Cuando la adversidad
se abate sobre una familia, hay un corazón que tiene el privilegio de sufrir
más que los demás y de recibir en sí el dolor de todos: es el corazón de la
madre.
Así en la inmensa
familia humana, María tuvo este privilegio de sentir en su corazón los dolores
de todos sus hijos, los padecimientos de todos los mártires y los tormentos del
Rey de los Mártires. Por este privilegio, Ella ha obtenido el amor de los
hombres. Por eso la Iglesia la invoca con el título de Reina de los Mártires.
El Profeta Jeremías
había predicho que los dolores de esta Virgen serían los más atroces después de
los de Jesucristo, los más crueles soportados por una sencilla criatura con el
auxilio de la gracia Divina. Sus dolores han sido comparados con el mar:
"inmenso como el mar es tu dolor", no que el mar sea la justa medida
de este dolor, sino porque, así como las aguas del mar superan sin comparación
todas las que están esparcidas sobre la tierra, así los dolores de María son
incomparablemente mayores que los de las demás criaturas.
Fijaremos la atención,
al considerar los dolores de María, en su extensión y duración y en su
gravedad, intensidad y amargura.
No se crea que los
dolores de María duraron solamente aquellas tres horas que al pie de la Cruz
estuvo presente en la agonía y muerte de su Hijo, o el día que duró su santa
Pasión; sus dolores fueron continuos durante treinta años. Desde el momento en
que fue Madre, destinada a padecer con su Hijo su Pasión y su Muerte vino a ser
al mismo tiempo madre de dolor. Dotada, como estaba, de espíritu profético y
con el conocimiento que tenía de las Sagradas Escrituras, conoció la amargura
de la cruel pasión y muerte de Jesús, por eso empezó a experimentar aquella
serie de angustias y dolores indecibles que tendrían fin hasta la Resurrección
de Cristo.
Con la profecía de
Simeón: "una espada traspasará tu alma", María sintió desde ese día
la herida que se clavó profundamente en su corazón, hasta rasgar la última de
sus fibras.
El Niño crecía bajo
la mirada de la Madre y Ella pensaba en las humillaciones y en las heridas de
aquel rostro Divino que soportaría el beso de Judas, la bofetada del criado y
los salivazos de los judíos; cuando su mano delicada acariciaba la cabeza, las
manos o los pies del Niño, la visión de la corona de espinas y de los clavos le
producía una gran angustia.
Aquella carne
inmaculada que María vestía con tanto cariño y respeto, sería desgarrada por
los azotes y cubierta con la púrpura de la sangre.
La Sabiduría Divina
de Jesús que en la intimidad de Nazaret descubría a la Madre los secretos celestiales,
habría de ser un día objeto de pública burla. ¡Oh dolores, oh martirio de la
Madre!
Ella sintió
especialmente los siete dolores que la Iglesia recuerda el 15 de Septiembre:
1. La predicción del
anciano Simeón, cuando María y José presentaron en el Templo a Jesús.
2. La huida y el
destierro a Egipto, después de la persecución de Herodes.
3. La pérdida de
Jesús, enseñando en el Templo de Jerusalén.
4. El encuentro de
Jesús y María en el camino del Calvario.
5. La crucifixión,
agonía y muerte de Jesús.
6. El descendimiento
de la Cruz del Cuerpo del Hijo.
7. La sepultura de
Jesús.
Nos detendremos
solamente a contemplar a María Dolorosa en su martirio al pie de la Cruz,
viviendo la agonía y muerte de su Divino Hijo.
Estos dolores fueron
de 4 clases:
a) dolores del
pecado
b) dolores de la
naturaleza
c) dolores de la
gracia y
d) dolores divinos.
a) Los dolores del
pecado.
Ninguna criatura
puede tener tal conocimiento y dolor del pecado que alcance a igualar su
gravedad; para concebir un dolor adecuado, sería preciso conocer perfectamente
el Bien infinito del cual nos priva, comprender la esencia de Dios, los
atributos divinos, el daño infinito que es perderlo eternamente. Sólo Dios, que
se iguala y comprende a sí mismo, conoce todo esto.
Sólo Jesucristo,
porque es Dios, conoce a su Padre celestial, su esencia, sus perfecciones, su
amor Infinito y Eterno y el mal que ocasiona separarse de Él; sólo Jesús tuvo
un adecuado e infinito dolor de la culpa mortal, como sólo Él pudo expiada
adecuadamente.
Después de
Jesucristo, fue María la que experimentó el más perfecto y más intenso dolor
por el pecado, porque Ella mucho más que cualquier mente humana y angélica,
estuvo dotada del más elevado y sublime conocimiento de Dios, de su Infinito
amor y de la gravedad del pecado que separa de Dios.
Ella, en el
Calvario, asistió como espectadora, testigo y participante a la muerte del
Redentor. La Virgen, espejo perfecto que captaba los rayos enfocados de amor y
de dolor que partían del Corazón de Jesús agonizante sentía el vivo reflejo,
que la sumergía en el mar de un dolor casi infinito.
Esta es la primera
fuente de los Dolores de María Santísima: LOS DOLORES POR EL PECADO.
b) Dolores de la
naturaleza.
Para conocerlos de
algún modo, consideremos que María es mujer y es madre, madre de un Amantísimo
Hijo, a quien no puede socorrer.
Ella no fue una
mujer sino la MUJER por excelencia, perfecta, preservada de las heridas y de
las sombras del pecado, en Ella todo era sublime, aun el amor maternal que el
Espíritu Santo infundió en su corazón, en el instante de la Encarnación del
Verbo. El amor de María superó al amor maternal de naturaleza.
No teniendo Jesús un
padre terrenal que compartiese el dolor maternal, en el corazón de María se
unieron y fundieron los dolores de la madre y del padre. Todo el tributo del
dolor que dimana de la naturaleza era ofrecido por Ella al Mártir Divino,
porque María lo amaba con el tierno amor de madre y a la vez con el fuerte amor
de padre.
No se piense que el
martirio de María no era tan intenso por su fortaleza sobrehumana: no olvidemos
que la fortaleza del alma, hace que se soporten los dolores, pero no quita que
se sientan.
Ella contempla el
cuerpo lacerado y las manos y los pies atravesados por los clavos y la cabeza
en la que se hunden las espinas y no le está permitido aliviar ni su cuerpo ni
su cabeza: oye las blasfemias del ladrón y los insultos de los que le
crucifican, los gritos de los enemigos y no puede repararlos con una palabra de
respeto, de consuelo, de amor: resuena en el corazón de la Madre el grito de
Jesús "tengo sed" y no puede aliviarle con un sorbo de agua y ve como
le dan a beber hiel y vinagre. Exhala el Hijo el último suspiro y no le está
permitido a la Madre endulzar la amarga agonía y recoger el último aliento. Se
lamenta Jesús de ser abandonado por su Padre y la Madre debe también dejarlo
como abandonado y sin auxilio.
Desolada y privada
de todo consuelo debía ser la muerte de Jesús y desolada y privada de todo
consuelo debía ser también la pasión de María Santísima.
c) Dolores de la
gracia.
Los dolores de la
gracia y los dolores divinos, que nuestro pobre entendimiento no puede
penetrar, fueron para Ella los más duros y crueles.
El dolor deriva del
amor, un amor humano, un amor de naturaleza, produce un dolor humano; un dolor
natural, un amor de gracia, un amor divino causa un dolor del mismo linaje, un
dolor de gracia y divino; cuanto más fuerte es el amor, tanto más fuerte será
el dolor.
La naturaleza nos
hace hombres, la gracia y el amor divino nos hacen santos. Si la Virgen María,
modelo perfecto de mujer y de madre experimentó los más fuertes y agudos
dolores de la naturaleza, Ella, a su vez, modelo de perfección sobrenatural y
de santidad, debió experimentar los más agudos y fuertes dolores de la gracia y
los sufrimientos divinos.
Para penetrar esta
verdad pensemos: ¿cuál es el efecto de la gracia sobre nosotros? Una elevación
del alma sobre la naturaleza; una unión, una amistad con Dios, una cierta
comunicación que Dios nos otorga, por la cual somos hechos partícipes de la
naturaleza divina. Esta es precisamente la esencia de la santidad.
Esta relación
sobrenatural fue perfectísima entre Jesucristo y su Santísima Madre, no solo
por vía natural, sino más aún por razón de gracia. Ella fue más feliz por haber
llevado a Dios en su corazón que en su seno, como respondió Jesús a la mujer
que ensalzaba la maternidad natural de la Virgen: "más bien son
bienaventurados aquellos que oyen la palabra de Dios y la guardan".
Cristo fue Rey de
los Mártires y María fue Reina de los Mártires porque experimentó todas las
penas del amado Jesús.
d) Dolores divinos.
• Es artículo de
nuestra fe que el Padre Eterno es el Padre de Jesús; que Jesús Dios y Hombre es
el Hijo de Dios Padre: que el Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo y que
es el Amor Increado... el amor del Padre al Hijo y del Hijo al Padre.
• También es
artículo de fe que la Virgen María es verdadera Madre de Dios, porque es Madre
de Aquel en el que la naturaleza Divina y la naturaleza humana se hallan unidas
hipostáticamente, esto es en unidad de PERSONA.
• Qué en la Cruz
murió este Dios Hombre, este Hijo del Padre Eterno y de María Virgen, para
redimirnos. Esto constituye un tercer artículo de fe.
En la muerte de un
hijo debe sentir, y siente extremo dolor, no solo la madre, sino también el
padre, es esto ley inexorable de nuestra naturaleza humana.
Pero Dios Padre no
puede sufrir, porque la naturaleza Divina es inmutable y Dios no puede ni por
un momento perder su felicidad... es decir no puede sufrir.
La Madre de Cristo debía
experimentar, en la muerte del Hijo, todo el dolor, aun aquel que en los casos
ordinarios habría experimentado el Padre; la totalidad de esta divina
aflicción, íntegra e indivisa. Recayó sobre el corazón afligido de María. Tan
inmenso dolor soportó la Madre que la omnipotencia de Dios la tuvo que sostener
para que no muriera con Jesús en el Calvario.
¡Oh Reina de los
mártires!, que con constancia tan heroica y divina soportaste aquellos
prolongados y atroces dolores que en la muerte de tu Hijo, la naturaleza y la
gracia, los pecadores y Dios acumularon sobre tu amoroso corazón de Madre,
alcánzanos fortaleza para aceptar la voluntad divina y bendecir al Señor que
con misericordia nos visita en el dolor, y que con él nos purifica y quiere
hacernos dignos del gozo eterno.
REINA DE LOS CONFESORES
En el lenguaje
litúrgico de la Iglesia, se llaman Confesores a todos los Santos que no fueron
mártires.
Confesores =
cristianos que profesan públicamente la Fe en Jesucristo y por ella están
prontos a dar la vida. Confiesan la Fe por su testimonio de vida cristiana
Mártires = personas
que padecen muerte por amor de Jesucristo y en defensa de la fe y de la
religión. Mueren en defensa de la Fe y de la religión
Es necesaria una
gracia especial de Dios para soportar el martirio, sin embargo, no se requiere
menos gracia de Dios para sobrellevar una heroica santidad sin el martirio.
El mérito que se
alcanza con el martirio es de ordinario en muy breve tiempo y para obtener el
mérito sin el martirio requiere un tiempo bastante largo. El martirio, perfecto
acto de amor y de fortaleza, suple las demás virtudes que podrían faltar o
podrían ser imperfectas. En cambio, fuera del martirio se necesita mayor
perfección de las Virtudes Teologales y Morales; esto se consigue a través de
una vida entera de lucha contra el pecado, contra el mal y de sacrificio
continuo. De tal manera que la vida de un santo puede llamarse un continuo
martirio.
Los santos
CONFESORES, tuvieron que superar toda clase de dificultades y practicar las
virtudes en grado heroico.
María es la primera,
la más perfecta y la más santa de todos esos héroes de virtud y santidad, por
eso la Iglesia la proclama REINA DE LOS CONFESORES.
REINA DE LAS VÍRGENES
La Iglesia, no
satisfecha con haber invocado a María con el título de Santa Virgen de las
Vírgenes, la invoca como Reina de todos aquellos y aquellas que profesan la
virginidad, para hacernos conocer y apreciar las grandes ventajas que aporta a
la Iglesia ese estado, que inició Aquella que es llamada por antonomasia la Santísima
Virgen.
• Ella fue la
primera en profesar solemnemente la virginidad, que antes era considerada como
ignominiosa entre las mujeres hebreas.
• Elevo esta virtud
a la más alta cumbre de perfección posible a la criatura.
• Fue la suya una
virginidad singular y única, asociada por prodigio Divino a la maternidad.
• Pero hay otra
razón y es ésta: María es honrada con el título de Reina de las Vírgenes,
porque el ejemplo y protección de Ella inspiran y proporcionan amor a la
virginidad, guardan y conservan esta noble virtud. El ejemplo y la protección
de esta Reina sor admirablemente fecundos en la Iglesia.
El mundo, que no
entiende la divina sublimidad del amor, acusa al celibato y a la virginidad de
egoísmo y de esterilidad. Ante esta calumnia, que los millones de niños y niñas
que pueblan las escuelas, los orfanatos y los colegios informen al mundo lo que
han recibido de los Religiosos y las Religiosas, y que en algunos casos no
reciben de sus mismos padres: lo mismo los jóvenes y las jóvenes que en centros
de formación juvenil han recibido una instrucción religiosa que les ayuda a
regir su vida en una forma sobrenatural y noble. Los ancianos impotentes, los
enfermos de toda edad, los que llenan los asilos, entre lágrimas de gratitud,
muestren al mundo a las mujeres consagradas a Dios que bajo el velo de la cofia
sienten arder la llama del amor de Dios y tienen para ellos la inagotable
caridad de la palabra evangélica y de las obras de misericordia.
Con esto, la
sabiduría inspirada de la Iglesia muestra al mundo cuán fecunda es la santa
virginidad.
¡Oh Virgen
Santísima, Reina de los Vírgenes! Te pedimos para todos los fieles nos alcances
la gracia de la castidad, conveniente a cada estado de vida y la PUREZA del
alma. Ayúdanos a cuidar nuestros sentidos, nuestro corazón y nuestra mente de
todo cuanto pueda mancharnos.
REINA DE TODOS LOS SANTOS
No se piense que es
superfluo este título, otorgado ya a María al recordar las varias clases de
santos, ni se crea que la Iglesia haga aquí una recapitulación de los títulos
precedentes. Esta Invocación nos parece fundada sobre dos justas razones:
1. Que María es
canal de toda santidad. Que entre todas las criaturas, Ella fue el modelo más
perfecto de santidad.
La primera de estas
razones ha sido extensamente explicada en el decurso de estas meditaciones:
María es el canal
por el cual Dios, autor y fuente de toda gracia, hace llegar hasta nosotros la
virtud y la santidad. En el cuerpo místico de Jesucristo, Ella hace, por
decirlo así, el oficio de cuello: transmite a la Cabeza las súplicas de los
miembros y desde la Cabeza hace llegar a todo el cuerpo (místico) aquellas
gracias por las cuales crece toda virtud, toda perfección y santidad.
Ilustraremos aquí la
segunda razón: María, modelo de santidad para todos, especialmente para la
mujer.
Dios es la santidad
primera, la santidad por esencia, a esta divina santidad y perfección debemos
conformar necesariamente la nuestra. La santidad divina aparece infinitamente
lejana, en una luz inaccesible... pero Dios nos la hizo accesible en su
Unigénito Hijo, Jesucristo, dice San Pablo: "Dios nos eligió en Cristo,
antes de la constitución del mundo, para que fuésemos santos e inmaculados ante
El y nos predestinó en caridad a la adopción de hijos suyos por Jesucristo,
conforme al beneplácito de su voluntad para alabanza y gloria de su
gracia". (Ef. 1: 4-6).
El hombre, elevado
por la misericordia Divina al estado sobrenatural y constituido hijo de Dios,
tiene en Jesucristo el espejo de la perfección divina, pero los rayos que
emanan de Jesucristo son todavía demasiado brillantes para la dignidad humana;
la suya es una santidad increada, infinita.
Es cierto que El
practicó las virtudes sencillas permitidas al hombre, como la humildad, la
paciencia, la obediencia, etc., pero el modo y la perfección como las vivió son
infinitamente superiores a las fuerzas humanas, aunque estén apoyadas por la
gracia.
Para allanarnos el
camino de la santidad, Dios nos propuso en nuestra Señora un modelo de santidad
creada, una luz más suave a nuestros débiles ojos, un modelo, el más cercano a
la santidad infinita, que nos animara a imitarla.
Ella poseyó sin duda
una perfección y una santidad sobrehumanas, pero una santidad creada, unida a
aquella perfección a la que no llegará jamás ninguna criatura; se acerca y toca
los confines del infinito. La santidad de María es solo inferior a la santidad
de Dios. María espejo, ejemplo y modelo perfecto de santidad, es lo que nos
propone la Iglesia cuando la invoca como Reina de los santos.
María Santísima
modelo de la mujer cristiana.
Quien conozca la
importancia moral de la mujer en el mundo no podrá menos de admirar la
Providencia de Dios por haber preparado en la Virgen Madre, el modelo singular
de la perfección femenina.
La mujer constituye
la mitad del género humano, y es ella la que forma y educa a la otra mitad. La
mujer que usa rectamente de los preciosos atractivos de naturaleza y de gracia
con los cuales Dios la ha enriquecido, tiene un ascendente bienhechor sobre su
esposo y un influjo poderoso y decisivo sobre el carácter y la conciencia de
los hijos.
Más profunda y más
grande es la influencia social de la mujer - madre. Los principios de la
educación maternal permanecen imborrables; aun cuando en medio del torbellino
de las pasiones y de la vida el sello de la mano materna permanezca obscurecido
y sepultado bajo las ruinas de los vicios, tarde o temprano sale de nuevo y
conduce a los extraviados al buen sendero, como bajo las ruinas sembradas por
los vándalos o bajo la capa del olvido, reaparece la belleza artística de los
antiguos monumentos. Se puede decir que la sociedad es como quiere la mujer.
En la antigüedad, la
mujer no contaba para nada en la sociedad, era esclava de las pasiones del
hombre y la mitad del linaje humano era para la otra mitad fomento y causa de
corrupción.
El hombre y la mujer
tenían extrema necesidad de un remedio poderoso que los sanara, que los hiciera
en verdad virtuosos y santos. Este poderoso remedio fue ofrecido por
Jesucristo, por su religión, por su moral y por su gracia.
El decreto de Cristo
devolvió al matrimonio su unidad natural y su indisolubilidad y lo elevó a la
dignidad de Sacramento. El ejemplo de Cristo y de la Inmaculada Virgen María:
he allí la medicina que restauró al hombre y ennobleció a la mujer.
María Santísima es
el modelo perfecto de la mujer, esposa y madre.
• ESPOSA.- María
Santísima fue perfecta, santa y amorosa esposa de San José, en Ella las
virtudes humanas eran sobrenaturales (esposa del Espíritu Santo), pero tomando
en cuenta el ser de esposas y esposos terrenales aplicaremos de la. Carta a los
Corintios (cfr. Cap. 7).
La esposa debe tener
un verdadero amor de caridad al esposo que supone, entre otras cosas:
• Paciencia...
perseverando con constancia en aquel o aquellos buenos ideales que resulta difícil
alcanzar por diferencia en: educación, criterio, opiniones y hasta de valores...
y por medio de oración, de amor manifestado y evitando discusiones, tratar de
convencer al esposo del bien que se persigue.
• Ser servicial -
atenderlo con alegría, prontitud y lo mejor posible, no dejándose llevar por
los errores actuales, que, promoviendo la liberación de la mujer pretenden,
entre otras cosas, que la mujer no debe atender al esposo.
• No ser jactanciosa
- no alabarse a sí misma, ni cansar al esposo con comentarios inútiles.
• No ser engreída -
no le presuma de su valer (imaginario o real) haciéndolo sentir inferior.
• Ser decorosa -
respetuosa de los gustos y aficiones del esposo, así como de sus familiares y
amigos.
• No olvide la
esposa que LA CARIDAD ES COMPRENSIVA Y MISERICORDIOSA, QUE ESPERA SIN LÍMITES Y
PERDONA SIEMPRE. MADRE - Oficio y dignidad principal de la mujer es la
maternidad, que le impone sagrados deberes (no olvidarlo nunca ya que
actualmente se combate mucho esta gran dignidad de la maternidad).
El primero de estos
deberes es el de aceptar de Dios y con gratitud aquellos hijos que quiera
confiarle. Hoy la mujer mundana desea ser esposa pero rehúye el honor de la
maternidad. El ritmo regulado de la vida de familia no le agrada; fatigarse para
construir, piedra sobre piedra el edificio de la educación de sus hijos, es una
empresa que no quiere asumir. Hoy la maternidad se limita lo más posible y aun
cuando se acepte, no se le considera con alegría, sino más bien como un
paréntesis doloroso en el movimiento acelerado de la vida moderna que ofrece a
la mujer otros atractivos.
La maternidad que se
sacrifica y que en el plan de la Providencia debería colocar a la mujer en
lugar muy alto, es hoy abiertamente rechazada como algo que no corresponde a
esta época, corno la supervivencia de una mentalidad superada. Y es que fuera
del clima verdaderamente espiritual del cristianismo, hoy la maternidad es una
función mecánica, determinada por el egoísmo.
Toda esposa
cristiana, ante el dulce sacrificio de la maternidad, aun en medio de las
angustias y de las dificultades de nuestros tiempos, debe repetir la palabra de
nuestra Señora: "FIAT”... HÁGASE.
El Papa Pío XI, al
recibir en una ocasión a unas madres italianas les dijo: "La primera
gloria de la Virgen Santísima es que es Madre de Dios y Madre nuestra. Ustedes
tienen en su activo el ser madres tantas veces cuantos son los hijos que la
Providencia les ha dado y confiado... hasta entregarles tantas vidas y tantas almas...
ustedes deben confiar en El como Él ha confiado en ustedes"
Otro deber de la
madre es la educación cristiana de sus hijos. No debe olvidar que tienen
necesidad de una educación paciente y constante, hecha de instrucción,
corrección, vigilancia y de buen ejemplo.
¡Virgen Santa!,
excelsa Reina de todos los santos, tú que en el estado de Esposa y de Madre
diste tan altos ejemplos de perfección, santifica a la mujer y con ella a la
familia y a la sociedad.
REINA CONCEBIDA SIN MANCHA DE PECADO ORIGINAL
El título que vamos
a comentar es muy glorioso para la Virgen María.
Fue el gesto sabio y
providente del gran Pontífice Pío IX quien el 8 de Diciembre de 1854, la
insertó en el sagrado tesoro de la fe católica por el Dogma de la Inmaculada
Concepción.
Este singular
privilegio de haber sido preservada de la culpa original, coloca a la Virgen
junto al eterno Hijo de Dios, con un linaje de gloria que es el mayor que puede
concebirse,
Para comprender este
artículo de nuestra fe, hemos de remontarnos a la cuna del género humano cuando
el pecado despojó a los primeros seres humanos de la gracia de Dios, de los
dones sobrenaturales que Dios les había otorgado y de la justicia original.
La justicia original
consistía en un conocimiento más perfecto de Dios y de sí mismos, en la
sujeción de la razón y de la voluntad a la ley Divina, en la inmortalidad del
cuerpo y en la exención del dolor y de la fatiga. Todo esto se perdió por el
pecado original.
Por este pecado
tenemos necesidad de la redención de Jesucristo y de la gracia de Dios, gracia
que nos sitúa en un estado, bajo muchos aspectos mejor que aquel del cual
caímos, "donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia". (Rom. 5.20).
Argumentos que
prueban la Inmaculada Concepción de María.
Para fortalecer
nuestra fe es suficiente la voz infalible de la Iglesia, pero para mayor gloria
de Dios y de María Santísima, examinaremos los principales argumentos en los
que se funda el Dogma de la Inmaculada Concepción.
La Sagrada
Escritura:
De un privilegio tan
excelso de María, nos dio el mismo Dios claro testimonio cuando prometió al
futuro Redentor y afirmaba, dirigiéndose al demonio: "pondré enemistades
entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo, ella aplastará tu cabeza,"
María Santísima y su
Divino Hijo tendrán los dos las mismas enemistades con el demonio, con el
pecado, por consiguiente María será concebida como concebirá Ella a Jesús, en
la enemistad del mal, o sea sin pecado.
• La tradición:
En las obras de los
santos Padres y de los escritores eclesiásticos, se encuentran varias frases
que expresan la pureza Inmaculada de María Santísima.
• La razón:
Dios es santidad
Infinita, esencial, absoluta. Dios no puede habitar donde no brilla la santidad
más perfecta y más pura. Esta es la razón por la cual María fue preservada del
pecado original, porque Dios pudo consentir que Ella fuera pobre, ignorada, y
aun despreciada a los ojos del mundo, pero no pudo permitir que fuera ni un
solo instante esclava del pecado. El Altísimo santificó su tabernáculo.
Porque María estaba
destinada a ser Madre de Dios, fue preservada del pecado original, así lo
exigía la santidad de Cristo, el honor de Dios, el atributo necesario de su
santidad.
Otra prueba de la
Inmaculada Concepción de María puede deducirse de su oficio de Corredentora de
la humanidad. No queremos significar con esto que la Obra Redentora de
Jesucristo y la de su Madre deban situarse en un mismo plano de igualdad; Ella
cooperó al gran rescate como y cuanto pudo hacerlo una criatura, según la
ordenación divina. El Hijo de Dios, queriendo redimir a la humanidad, se hizo
hombre en el seno purísimo de María, que fue el instrumento, el medio por el
cual El asumió nuestra naturaleza. María Santísima concurrió de hecho,
especialmente en el Calvario a la Oblación de Jesús. En este sentido la
llamamos Corredentora.
He aquí como la
Sagrada Escritura, los Santos Padres, la revelación y también la razón
iluminada por la fe demuestran la verdad de la Inmaculada Concepción de María y
cuan justamente la Iglesia Católica honra y saluda a la Virgen como Reina
concebida sin mancha del pecado original.
¡Virgen Inmaculada!.
Madre de Dios y Madre nuestra. ¡Purifica nuestros corazones y prepáralos para
recibir a Jesucristo, el Cordero Inmaculado, en el Sacramento del Amor!
NOTA.- Con la verdad
católica sobre el pecado original, queda abatido el primer fundamento de todas
las herejías antiguas y modernas, las cuales niegan ESTA VERDAD,
Es evidente que si
no existió el pecado original, es inútil la Redención de Cristo. Inútil la
Iglesia fundada por El, inútil la Jerarquía, etc... La solemne definición del
Dogma de la Inmaculada Concepción de María aplasta todos los errores contra la
fe y contribuye poderosamente a la exaltación de la FE CATÓLICA.
REINA LLEVADA AL CIELO
El Papa Pío XII,
Pastor universal y Maestro infalible de la Santa Iglesia, el día 1°. de
Noviembre de 1950, dijo: "Después de elevar a Dios muchas y reiteradas
preces e invocar la luz del Espíritu de la verdad, para Gloria de Dios
Omnipotente, que otorgó a la Virgen María su peculiar benevolencia, para honor
de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte,
para acrecentar la Gloria de esta misma augusta Madre y para gozo y alegría de
toda la Iglesia, por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los
bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra, PRONUNCIAMOS,
DECLARAMOS Y DEFINIMOS SER DOGMA DE REVELACIÓN DIVINA QUE LA INMACULADA MADRE
DE DIOS, SIEMPRE VIRGEN MARÍA, CUMPLIDO EL CURSÓ DE SU VIDA TERRENA. FUE ASUNTA
EN CUERPO Y ALMA A LA GLORIA CELESTE".
Esta solemne
definición, esperada por los fieles de todo el orbe, añade una perla más a la
corona de nuestra Madre y Reina María, y constituye desde aquel día una nueva
Invocación de las Letanías y por consiguiente un motivo más para estos devotos
comentarios.
Un Dogma es una
verdad revelada por Dios y definida como tal por la Santa Iglesia, debe ser
creída con fe divina y católica, según el lenguaje de los teólogos. Por tanto,
la definición dogmática de la Asunción, acto solemne del Magisterio supremo e
infalible del Romano Pontífice, nos obliga a creer con acto de fe divina y
católica que la Asunción forma parte del tesoro de la Revelación confiado por
Dios a su Iglesia.
Pero el Papa, cuando
define, no hace más que declarar lo que se contiene en la Revelación, terminada
con el último de los Apóstoles. Por eso la Bula de la Asunción, antes de las
palabras de la definición, expone los fundamentos teológicos del nuevo Dogma:
• Consentimiento de
la Iglesia.
El primer argumento
es el sentir unánime de la Iglesia, cuyo valor teológico perfila claramente el
Papa con estas palabras: "Este singular consentimiento del Episcopado
católico y de los fieles, al creer definible como Dogma de Fe la Asunción
corporal de la Madre de Dios al cielo, manifestó por sí mismo de modo cierto e
infalible que tal privilegio es verdad revelada por Dios y contenida en aquel
Divino depósito que Cristo confió a la Iglesia para que lo custodiase fielmente
e infaliblemente lo declarase. Así pues, del consentimiento universal del
Magisterio ordinario de la Iglesia se deduce un argumento cierto y seguro para
afirmar que la Asunción corporal de la Bienaventurada Virgen María al cielo es
verdad revelada por Dios y por eso todos los fieles de la Iglesia deben creerla
con firmeza.
Clausura el Santo
Padre Pio XII la serie de argumentos en pro de la creencia de la Asunción, con
el fundamento en la Sagrada Escritura, la cual pone a la Augusta Madre de Dios
unida estrechamente a su Divino Hijo y siempre partícipe de su suerte. De donde
parece casi imposible imaginaria separada de Cristo, a Aquella que lo concibió,
le dio a luz, lo nutrió con su leche, lo llevó en sus brazos. Nuestro Redentor
es Hijo de María y corno observador perfecto de la ley, no podía menos que
honrar, además de al Padre Eterno, también a su santa Madre, pudiendo
concederle el gran honor de preservarla inmune de la corrupción del sepulcro
Continua el Papa Pío
XII "Por lo cual, como la gloriosa Resurrección de Cristo fue parte
esencial y signo final de esta victoria, así también para María Santísima la
común lucha debía concluir con la glorificación de su cuerpo virginal, porque
como dice el apóstol San Pablo: "cuando este cuerpo mortal sea revestido
de inmortalidad, entonces sucederá lo que fue escrito: la muerte fue absorbida
en la victoria" (la. Cor. 15.54).
¡Oh Virgen Inmaculada
Madre de Dios y Madre nuestra, creemos con todo el fervor de nuestra fe en tu
Asunción triunfal en alma y cuerpo al cielo, donde eres aclamada Reina por
todos los coros de los Ángeles y por toda la legión de los Santos, nos unimos a
ellos para alabar al Señor, que te ha exaltado sobre todas las demás criaturas,
y para ofrecerte nuestro devoción y nuestro amor!
REINA DEL SANTÍSIMO ROSARIO
Al terminar el Siglo
XII y a principios del XIII, se manifestaron algunos herejes, llamados
albigenses, que invadieron el sur de Francia, parte de España y de Italia; sus
errores atacaban los Dogmas fundamentales de la fe, de la moral cristiana y
minaban las bases de la sociedad civil y constituían una amenaza y un peligro
para la Iglesia.
Santo Domingo, el
ilustre santo fundador de la Orden de los Predicadores, recibió el encargo de
predicar la Divina palabra a aquellos herejes, y convertirlos.
Muy devoto de María,
conoció que para abatir, destruir esos errores y devolver a la Iglesia esos
herejes, debía buscar la Intercesión de la Virgen Santísima.
Los infundados
errores de los albigenses atacaban de modo especial los privilegios y la
dignidad de esta excelsa Reina. "Predica mi rosario", le dijo la
Señora, él destruirá las herejías, promoverá la virtud y atraerá sobre todos
las Divinas misericordias.
Y esta celestial
inspiración, por la Intercesión de María y por Ella secundada, y fecundada por
la Divina gracia, triunfó de la obstinación. Santo Domingo predicó e introdujo
entre los pueblos la práctica del Rosario y los que estaban en el error lo
abandonaron y se convirtieron y desde aquel tiempo esta devoción se practica
hasta nuestros días. Tal es la historia del Rosario de María.
• La oración es la
fuerza del débil: el Evangelio nos revela esta casi divina debilidad que no
resiste a la oración del hombre. Dice el escrito de un autor "La oración
es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios".
• La oración es el
consuelo del alma
• La oración es la
grandeza del hombre, porque eleva la mente y el corazón a metas infinitas,
hasta los profundos abismos de la vida Divina.
Cuán grande es el
valor y la excelencia de la oración tanto vocal como mental Pero este valor y
excelencia se acrecientan en el Santo Rosario, porque éste asocia y une la
oración vocal y la mental Como oración vocal, el Rosario pone en los labios lo más
grande, noble y eficaz que nos enseñaron Jesús y la Iglesia: como oración
mental ofrece a la mente y al corazón lo que nuestra religión contiene de más
sublime y conmovedor.
La oración dominical
(el Padre Nuestro) y la salutación angélica (el Ave María) forman la oración
vocal del Santo Rosario: los Misterios de la vida - pasión - muerte y de la
Gloria de Cristo, constituyen la oración mental.
--- El Padre
Nuestro, enseñado por el mismo Jesucristo, es la oración más perfecta, sublime
y sencilla a la vez: todo lo que el cristiano puede y debe pedir a Dios está
expresado en él.
En la primera parte
pedimos la gloria de Dios, último fin de todas las cosas en su conocimiento, en
la exaltación de su santo nombre y en el advenimiento de su Reino pedimos el
reino de la gracia en las almas, el reino de la Iglesia en el mundo y el reino
de la gloria en el cielo.
En la segunda parte
imploramos gracias para nosotros que Dios nos conceda los bienes necesarios y
en su misericordia, nos libre de los males especialmente del más grande de
todos los males EL PECADO.
--- En el Ave María,
le recordamos a Ella la plenitud de la gracia que Dios le otorgó; la
sobrehumana dignidad a la cual fue exaltada; las virtudes que le merecieron tan
excelsos honores; el inefable elogio que Dios hizo de Ella por medio del
Arcángel Gabriel y las felicitaciones de su prima.
Pasamos luego a
rogarle a Ella que interponga ante Dios sus omnipotentes (omnipotencia
suplicante. San Bernardo) oraciones para nuestro bien en todos los momentos de
nuestra vida y sobre todo en el decisivo instante de la muerte.
Veamos ahora la
excelencia del Santo Rosario considerado como oración mental.
• El Rosario es un
catecismo que nos recuerda los Misterios principales de nuestra Religión;
ofrece a nuestra consideración la vida de Jesús y la de su santa Madre.
• Cuando recemos el
Santo Rosario, pongámonos en la presencia de Dios y mientras la boca va
repitiendo las oraciones vocales trasladémonos con el pensamiento, por ejemplo
a Nazaret y consideremos la humildad de la Virgen que al anunciarle el Ángel la
divina maternidad responde: "he aquí la esclava del Señor”... y así
considerar cada uno de los Misterios.
Los Misterios
Gozosos enseñan el valor de las humillaciones ofrecidas a Dios, de las
renuncias, de la sujeción a la voluntad de Dios.
Los Dolorosos nos
recuerdan que la vida cristiana está llena de sufrimiento y de dolor, de
tentaciones y de pruebas.
Los Gloriosos
alimentan nuestro valor en la lucha y en la esperanza de seguir a Jesús en el
triunfo y en la Gloria.
El Santo Rosario es
fuente de gracias espirituales para las personas y para los hogares.
Bienaventuradas aquellas familias que tienen la piadosa costumbre de rezarlo en
común.
--- El Gloria (al
Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, etc.) que se reza entre cada una de las
decenas del Rosario es una oración de alabanza y glorificación a la Santísima
Trinidad que también se debe meditar.
Los que no saben
meditar basta que recen con exactitud y devoción los Padre Nuestro, las Ave
María y los Gloria. Los que son capaces de meditar, procuren acompañar con la
mente y el corazón los Misterios, esto es, los hechos, las acciones y las
palabras de Jesucristo y de María para alcanzar luces de Fe y buenos propósitos
de virtud.
¡Virgen bendita!
Poderoso auxilio de los cristianos, te suplicamos enciendas en nuestra mente y
en nuestro corazón el amor hacia la prodigiosa oración del Santo Rosario, que
podamos rezarlo en la forma más grata a Dios, la más honrosa para Ti y la de
más fruto para nuestras almas.
REINA DE LA PAZ
Ardía la guerra
mundial, el odio y los estragos se extendían a todas las Naciones; los campos
de concentración llenos de fugitivos, de prisioneros, de confinados; las
familias deshechas; los hogares abandonados; la loca carrera de la muerte
sembraba innumerables víctimas en los campos de batalla y en los hospitales y
despedazaba los corazones de millones de esposas, de madres, de hijos, de
novias y de amigos; el espectro del hambre; el espectáculo de las inmensas ruinas
sembradas por la guerra; las terribles incógnitas del mañana, mantenían en
angustia a todos los corazones, que cada día exploraban el futuro
obstinadamente obscuro y amenazador.
En esas
circunstancias, el Papa Benedicto XV, el 30 de Noviembre de 1915, concedió
facultad a los obispos para añadir a las Letanías Lauretanas, la Invocación
"Reina de la Paz, ruega por nosotros".
Veamos el sentido de
esta Invocación:
La paz, la más noble
aspiración del corazón humano, es, según San Agustín, la tranquilidad del
orden. La paz es la constante serenidad del ambiente moral que hace que la vida
sea tranquila y fecunda. En este ambiente todo prospera y crece.
El Divino Redentor
quiso que toda su vida discurriera entre dos mensajes de PAZ: la cantaron los Ángeles
en Belén y la anunció El mismo a los Apóstoles el día de su Resurrección:
"La Paz sea con vosotros".
De dos clases de paz
puede gozar el hombre: la externa y la interna.
a) La paz externa
consiste en la tranquilidad del orden externo, en las amistosas relaciones de
los hombres entre sí, cuando son excluidas las disensiones, las contiendas, las
disputas y las guerras.
Esta paz funde en
armonía de intentos y de vida la pequeña y la gran sociedad.
Todos los hombres
creados a imagen y semejanza de Dios estamos en la tierra para amarnos, no para
oprimirnos y matarnos. Todos nos dirigimos a la Patria común: el Cielo.
Jesucristo nos unió con el vínculo de la paz y fraternidad que no tiene
fronteras cuando dijo: "sois todos hermanos". Pero se ha roto este vínculo
sagrado, su historia es una serie de guerras fratricidas. Y la guerra
constituye siempre una amenaza que pesa tanto más terriblemente cuanto más
poderosos son los medios de destrucción. Esta paz pedimos a Dios por medio de
la Virgen María.
h) La paz interior,
que es el germen y la condición de la paz exterior, consiste en la posesión de
la Gracia santificarte, de la vida sobrenatural. Este tesoro inestimable que
Jesucristo nos mereció al precio de SU SANGRE nos hace hijos de Dios (en el
Hijo). Herederos del cielo... de la felicidad eterna.
El espíritu de
Jesucristo y del Evangelio debe vivificar, no solo a cada una de las almas,
sino a toda la sociedad de los hijos de Dios y también todas las funciones del
cuerpo social.
El Evangelio tiene
una respuesta Divina para todos los problemas, no solo para aquellos que
reflejan las relaciones del hombre con Dios y la consecución del último fin,
sino aún para los que se refieren a la vida temporal de la sociedad humana.
Esta paz externa e
interna, es la que imploramos a María con la invocación Reina de la Paz. Y,
nótese que no la llamamos amiga o madre de la paz, sino que la llamamos Reina,
porque Ella ha Poseído la paz en grado sumo, en una medida verdaderamente
regia.
La paz interna,
porqué desde el primer instante de su existencia Ella estuvo llena de gracia y
fue elegida para engendrar en su serio al Príncipe dé Paz. María es él gozo y
el modelo de toda familia humana.
La paz externa. Porqué
Ella al pie de la Cruz abrazó con caridad maternal a todos los hombres, mostrando
especial predilección y misericordia para los pecadores.
La llamamos Reina de
la Paz para significar su poder ante Dios. Ella poseía en grado sumo la
tranquilidad en el orden.
Sólo cuando sé ha
quitado la causa de todo mal. Que es el pecado, podernos vivir la paz estable,
perfecta y duradera: paz en la familia que es la primera célula dé la sociedad:
paz en la Patria, entre las Naciones, en el mundo entero: paz en la sociedad
civil y paz en la Iglesia para qué los dos poderes, el civil y el religioso, conduzcan
a los hombres a la prosperidad temporal y a la felicidad eterna
Como todas las cosas
hermosas y buenas, la paz es fruto del sacrificio. Por consiguiente la paz nace
de la mortificación que frena el orgullo y el egoísmo y la Paz tiene su origen
en la CARIDAD proclamada por Jesús Crucificado y que se debe tener con todos
los demás, aun con los enemigos... caridad que hace orar aun por los verdugos
María Santísima es
siempre la benigna ESTRELLA que dirige las almas descarriadas en la inmensidad
del mar hacía el puerto de salvación: la estrella qué aun en la noche más
profunda del odio, señala el camino a los navegantes la estrella mensajera del
día qué nos trae la luz, preludio del eterno día en qué las almas descansaran
en paz
Hoy en él mundo no
hay paz, y es porque la busca donde no la hay, porqué ha olvidado las palabras
de Jesucristo: "Os dejo la paz" "Os doy mi paz, no como la da él
mundo". (Juan 14.27).
¡Virgen Santísima
Reina de la paz!, acoge benignamente nuestra oración. Inspira pensamientos de paz
a los que gobiernan, y haz que la justicia y la caridad florezcan en las almas,
en las familias y en la sociedad.
CORDERO DE DIOS QUE QUITAS EL PECADO DEL MUNDO -
PERDÓNANOS, SEÑOR -- ESCÚCHANOS, SEÑOR --- TEN PIEDAD Y MISERICORDIA DE NOSOTROS.
PERDÓNANOS, SEÑOR -- ESCÚCHANOS, SEÑOR --- TEN PIEDAD Y MISERICORDIA DE NOSOTROS.
La Iglesia cierra
las Letanías de la Virgen, como las ha comenzado, esto es, invocando a Dios que
es la fuente de toda gracia, principio y último fin de todas las cosas.
La Iglesia nos
enseña a invocar a Dios hecho Hombre, Jesucristo, bajo la figura y el nombre de
CORDERO, símbolo con el cual el Redentor se presentó al mundo. Ya el Profeta
Isaías veía en Cristo al Cordero manso que se dejaría inmolar por los pecados
de los hombres, sin un gemido, sin un lamento.
"Como cordero
será conducido al matadero”...
El cordero es
despreciado por su corto entendimiento, ¿cómo puede en este punto representar a
nuestro Señor Jesucristo, Sabiduría del Padre? El escogió este símbolo para
enseñarnos la humildad y manifestarnos el amor que siente por nosotros. El amor
que Jesús nos tuvo fue tal que ocultó su Sabiduría y ciencia Divinas; por esto
quiso ser representado por el cordero.
San Juan Bautista
queriendo dar a conocer el oficio principal y la característica del Mesías, lo
señala con las palabras: "He aquí el Cordero de Dios, que quita el pecado
del mundo" (Juan 1:29)
San Pedro nos dice
de qué modo y a qué precio, borró Jesús el pecado del mundo: "Habéis sido
rescatados con la Sangre preciosa de Jesucristo" (1ª Pedro 1: 18.20)
Esta Sangre de valor
Infinito añade San Pablo, Cristo la derramó y nosotros fuimos redimidos y (1.
S.J. 2:2) “... se hizo propiciación por nuestros pecados... y por todos los del
mundo..." El aplica sus méritos por medio de la Iglesia ... de los
Sacramentos ... el Sacrificio de la Misa ... y las indulgencias.
PERDÓNANOS, SEÑOR.-
Perdónanos nuestros
pecados. ¿Cómo podríamos esperar el perdón si el Cordero Divino no nos lo
hubiese alcanzado, merecido y conquistado?
El pecado mortal es
un desprecio a la autoridad y a la Majestad de Dios, es un exceso de ingratitud
a los beneficios divinos y es ingratitud también a los beneficios de la gracia,
al perdón de las culpas pasadas, al amor Infinito y Misericordioso de Dios y al
amor maternal de María Santísima.
Para llenar el
abismo del pecado se requería el mérito y las satisfacciones del Cordero de
Dios. No puede ser sino obra de Dios. Sólo Él puede perdonar los pecados.
Esta invocación
encierra una lección práctica muy importante para nosotros, pues parece
decirnos: ¿Quieres tú la gracia del perdón? Nada mejor puedes hacer que
volverte suplicante al Cordero de Dios, pero recuerda al mismo tiempo que tú
debes ser cordero también, manso y clemente, que por el ejemplo de Cristo y por
su amor debes perdonar y olvidar las ofensas recibidas, sólo así podrás obtener
el perdón.
El Cordero de Dios
perdona nada más a los corderos.
ESCÚCHANOS, SEÑOR.
Con la súplica a
Jesucristo para que nos escuche, pedimos a Dios que nos otorgue todas aquellas
gracias que necesitamos, todos los bienes que Él nos enseñó a pedir en el Padre
Nuestro... la perseverancia final, gracia decisiva sin la cual todas las demás
son inútiles.
Se añade SEÑOR, para
hacernos comprender la grandeza de Aquel que nos concede el perdón y se
complace en oír nuestras oraciones y peticiones y para agradecerle tantos
beneficios recibidos.
TEN PIEDAD DE NOSOTROS.
La última palabra
que en esta Letanía nos pone la Iglesia es la misma con la que quiso que
comenzáramos.