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Enseña a tus Niños a Rezar


Iniciación en la oración: El camino de la oración en los niños





¿Cómo iniciar a los niños en la oración? Al poco tiempo de estar en contacto con los más pequeños, me di cuenta de que la cuestión no era tan difícil como aparentaba. 
Poco a poco, fui cayendo en la cuenta de que los niños tienen un gran potencial para vivir auténticas experiencias de oración, muchas de ellas más espontáneas y sentidas que las de los adultos. Los niños llevan en sí mismos una gran capacidad de contemplación y de admiración por lo absoluto; de oración y de comunicación con Dios. 

Lo que más me ayudó fue rezar y aprender a rezar junto a los chicos. Ellos se convirtieron en auténticos “maestros de oración”; quizás, por aquello de que:...si no os hacéis como niños, no entrareis en el Reino de los Cielos... (Mt 19,13-15) La oración es, quizás, la máxima expresión del amor entre la creatura y su Creador. El Bautismo establece una relación de amor entre Dios y el niño, creando en él el poder y la necesidad de responder a ese amor. Favorecer el crecimiento espiritual del niño significa, pues ayudarlo a entrar libremente en la reciprocidad de esta relación de amor. 

El niño debe hacer de la oración con su Padre Dios un estilo de vida. Cualquier momento, cualquier acto, cualquier ocasión; todo, puede ser motivo de alabanza, de acción de gracias, de petición, de oración. Desde pequeño, el niño debe internalizar la presencia de Dios como algo definitivo en su vida. La oración es uno de los mejores momentos que el ser humano posee para vivir espontáneamente su relación con Dios. No se trata de llenar la cabeza de los chicos de ideas sobre Dios sino, sobre todo, de enseñarles a vivir constantemente en la presencia de Dios, a vivir con Dios. Considero que podremos sentirnos ampliamente satisfechos en nuestra tarea, si logramos provocar en los niños el gusto por la oración, el deseo de dialogar permanentemente con Dios.

La iniciación en la oración no consiste tanto en hablar DE Dios, sino en hablar CON Dios.

Para la iniciación a la oración no hay fórmulas escritas o preestablecidas. 

A rezar se aprende rezando. Es bien evidente que, nuestra irradiación personal será para los niños la mejor iniciación en la oración. El gusto por la oración se contagia, se transmite orando y mostrando a los demás lo feliz que hace vivir en la presencia de Dios. Por eso, la oración es como un “recuerdo de Dios”, un frecuente despertar la “memoria del corazón”.
 
El niño debe vivenciar a un Dios cercano, que lo cuida, lo ama y lo protege siempre. La certeza de saber que Dios está siempre con nosotros, aun en los momentos difíciles, es una de las certezas que más necesitaremos en nuestro caminar por este mundo y que deberá acompañarnos de por vida. Claro está que la oración también es un don, es un regalo de Dios. Y como todo don, no se merece; no se logra por el mero esfuerzo o sacrificio personal. 

Dios regala a cada uno el don de la oración según le place. Es a Él a quien debemos pedirle que nos enseñe a orar, que abra los corazones de nuestros hijos a la oración. Jesús mismo nos prometió la asistencia del Espíritu Santo, quien iluminará nuestros corazones para poder llamar a Dios “Abbá”, es decir, “papito” (Mc 14,36).

Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de agradecimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como desde dentro de la alegría...

Santa Teresita del Niño Jesús

Cómo enseñar a rezar a los hijos



Hoy, en muchas de nuestras familias, ya no se reza. Y empiezan las justificaciones: nos da pena proponer a la familia; la oración parece algo forzado, artificial, no nos sale dentro; los hijos son demasiado pequeños o demasiado crecidos... Sin embargo, la oración en familia es hoy posible. El primer paso lo tiene quedar la pareja aprendiendo a orar ellos juntos. Una oración en pareja, sencilla, normal, sin demasiadas complicaciones, hace bien a la pareja creyente y es la base para asegurar la oración en los hijos. Hoy, en muchas de nuestras familias, ya no se reza. Y empiezan las justificaciones: nos da pena proponer a la familia; la oración parece algo forzado, artificial, no nos sale dentro; los hijos son demasiado pequeños o demasiado crecidos... Sin embargo, la oración en familia es hoy posible. El primer paso lo tiene quedar la pareja aprendiendo a orar ellos juntos. Una oración en pareja, sencilla, normal, sin demasiadas complicaciones, hace bien a la pareja creyente y es la base para asegurar la oración en los hijos.

Provocar el ambiente apropiado
La oración en familia pide un cierto clima. Algunas familias llegan a reservar en la casa un lugar o "rincón de oración" especialmente destinado para orar, como expresión de que se le deja a Dios un sitio en la casa. Es un rincón preparado con alguna Biblia, un Cirio, alguna planta, que se puede adornar de manera apropiado en algunos tiempos litúrgicos.
También se puede cuidar más lo que entra en el hogar (cierto tipo de revistas, videos, libros, cassettes, programas de TV). No es difícil hoy suscribirse alguna revista cristiana, comprar libros sanos y educativos para los hijos, Evangelios y Biblia para los niños, cassettes con grabaciones para orar, grabación del Rosario.
Se puede también introducir algún símbolo, imagen o signo religioso de buen gusto. Los lugares más apropiados son, sin duda, la sala de estar donde la familia se reúne para descansar, hablar o ver la tele, y las habitaciones de los hijos donde, entre otros pósters y objetos variados, pueden haber algunos te tipo religioso, algún recuerdo de la primera comunión o de la confirmación, los Evangelios, alguna imagen de Jesús.

Saber enseñarles
Antes que nada, es necesario que el niño vea rezar sus padres. Si ve a sus padres rezar sin prisas, quedarse en silencio, cerrar los ojos, ponerse de rodillas, desgranar las cuentas del Rosario, poner el Evangelio en el centro de la mesa después de haberlo leído despacio, el niño que capta y críticamente la importancia de estos momentos, percibe la presencia de Dios en el hogar como algo bueno, aprende un lenguaje religioso, palabras y signo que quieran grabados en su experiencia, aprende unas actitudes y se va despertando en el la sensibilidad religiosa.
Nada puede sustituir a esta experiencia. Pero, además, es necesario orar con los hijos. Los niños aprenden a orar rezando con su padres. Hay que hacerlo participar en la oración, que aprendan hacer los gestos, a repetir algunas fórmulas sencillas, algún canto, a estar en silencio hablando Dios. El niño ora como ve orar. Llegará un momento en el que el mismo podrá bendecir la mesa, iniciar una oración o leer el Evangelio con la mayor naturalidad. La oración queda grabada en su experiencia como algo bueno, que pertenece a la vida de la familia, como el reunirse, el hablar, el reír, el discutir o el divertirse.