¡DIOS ES MI PADRE!
Este es el grito que hoy se hace siempre más frecuente en el
mundo: los hombres reconocen a Dios como Padre.
Sentimos por lo tanto el deber de publicar un mensaje de Dios
Padre, donado al mundo por medio de una criatura que tanto Lo ha amado y Lo
ama, Sor Eugenia Elisabetta Ravasio,
y reconocido válido por la Iglesia.
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¿Quién es Madre Eugenia? ¿Quién es esta criatura que el Padre
llamaba "mi hija predilecta... mi plantita?
Pensamos que Madre Eugenia es una de las más grandes Luces de
estos tiempos: es el pequeño profeta de una Iglesia nueva en la cual el Padre
está al centro y en el vértice de cada fe, y la Unidad es el máximo ideal de
toda espiritualidad. Es la luz que el Padre donó al mundo en este tiempo de
caos y de obscuridad, para que se conozca el camino que hay que seguir.

Frecuentó solo la escuela primaria, y después de algunos años de
trabajo en una fábrica entró, cuando tenía veinte años, en la Congregación de
Nuestra Señora de los Apóstoles, en donde se desarrolló su gran personalidad
carismática que la hizo elegir, a solo 25 años, Madre General de la misma
Congregación.
Prescindiendo de su dimensión de espíritu, para hacerla entrar
en la Historia bastaría su acción en el campo social: en doce años de actividad
misionera abrió más de setenta centros - con enfermería, escuela e iglesia - en
los lugares más abandonados de África, Asia y Europa.
Descubrió la primera medicina para curar la lepra, sacándola de
la semilla de una planta tropical; medicina que fue después estudiada y
elaborada por el Instituto Pasteur de París.
Lanzó en el apostolado a Raoul Follereau, que siguiéndole las
huellas, y con la base que ella puso es considerado el apóstol de los leprosos.
Ideó, proyectó y realizó en Azopté (Costa de Marfil), durante
los años 1934-41, la "Ciudad de los Leprosos": un inmenso centro para
juntar a estos enfermos que se extiende sobre una superficie de 200.000 metros
cuadrados, y que hasta ahora queda como un centro de vanguardia en África y en
el mundo. Por esta obra Francia le concedió a la Congregación de las monjas
misioneras de Nuestra Señora de los Apóstoles - de la cuál Madre Eugenia había
sido Superiora General desde 1935 hasta 1947 - la máxima condecoración nacional
por obras de carácter social.
Pero la cosa más importante que Madre Eugenia nos ha dejado ha
sido el Mensaje del Padre ("El Padre le habla a Sus hijos"),
la única revelación hecha personalmente por Dios Padre y reconocida auténtica por la
Iglesia después de diez años de rigurosísimos exámenes.
Publicamos al inicio del texto el testimonio que S.E. Mons.
Alexandre Caillot, Obispo de Grenoble, extendió al final de la encuesta.
Es digno de nota el hecho que el Padre - en 1932 - dictó el
Mensaje a Madre Eugenia en latín, un idioma para ella totalmente desconocido.
En 1981 conocimos tal mensaje y en 1982 - 50° aniversario - lo
publicamos en italiano.
Los muchos prodigios que de eso han brotado nos han inducido a
difundirlo gratuitamente, especialmente en las cárceles, en los cuarteles y en
los hospitales. Hemos cuidado la impresión en francés y en inglés; se están
preparando las ediciones en ruso, español y alemán.
A continuación Extractos de la Publicación
EL MENSAJE DEL PADRE 1° Fascículo
1 ° de julio de 1932. Fiesta de la Preciosa Sangre de Nuestro
Señor Jesucristo.
¡He aquí finalmente el día para siempre bendito de la promesa
del Padre Celestial!
Hoy terminan los largos días de preparación y me siento cerca,
muy cerca de la llegada del Padre mío y Padre de todos los hombres.
¡Algunos minutos de oración y después todas las alegrías
espirituales! ¡Tengo sed de oírlo y de verlo!
Mi corazón ardiente de amor se abre con una confianza tan grande
que he podido constatar que hasta ahora no había estado tan confiada con nadie.
Pensar en mi Padre me lanzaba en una loca alegría.
¡Finalmente cánticos comienzan a oírse. Algunos ángeles vienen y
me anuncian la feliz llegada! Sus cantos son tan bellos que me propuse de
transcribirlos apenas posible.
Esta armonía cesó por un instante y he aquí el cortejo de
elegidos, de querubines y de serafines, con Dios nuestro Creador y Padre
nuestro.
Postrada, con el rostro en el suelo, hundida en mi nada, recité
el Magníficat. Enseguida el Padre me dijo que me sentara con El para escribir
lo que había decidido decirle a los hombres.
Toda la corte que lo había acompañado desapareció. El Padre se
quedó solo conmigo y antes de sentarse me dijo:
"¡Te lo dije ya y te lo repito: no puedo donar una vez más
a mi Hijo predilecto para demostrarles a los hombres mi amor! Ahora es para
amarlos y para que conozcan este amor que yo vengo en medio de ellos, tomando
el aspecto y semejanza, y la pobreza.
Mira, ¡pongo en el suelo mi corona y toda mi gloria para tomar
la actitud de un hombre común!"
Después de haber tomado la actitud de un hombre común poniendo
su corona y su gloria a sus pies, puso el globo del mundo sobre su corazón,
sosteniéndolo con la mano izquierda, y se sentó junto a mí. ¡Puedo solo decir
algunas palabras, ya sea sobre su llegada y sobre la actitud que se dignó
asumir, ya sea sobre su amor! En mi ignorancia no encuentro palabras para
expresar lo que El me hizo entender.
"¡Paz y salvación, dijo, para esta casa y para el mundo
entero!
¡Que mi potencia, mi amor y mi Espíritu Santo toquen los
corazones de los hombres, para que toda la humanidad se encamine hacia la
salvación y venga hacia su Padre, que la busca para amarla y salvarla!
Que mi Vicario Pío XI comprenda que estos días son días de
salvación y de bendición. Que no se deje escapar la oportunidad de llamar la
atención de los hijos hacia el Padre, que viene para darles el bien en esta
vida y para prepararles la felicidad eterna.
Escogí este día para iniciar mi obra entre los hombres porque es
la fiesta de la Sangre Preciosa de mi hijo Jesús. Tengo la intención de
bañar con esta sangre la obra que estoy iniciando, para que dé grandes frutos
para la humanidad entera.
He aquí el verdadero
objeto de mi venida:
1) Vengo para
eliminar el temor excesivo que mis criaturas tienen de mí, y para hacerles
comprender que mi alegría está en el ser conocido y amado por mis hijos, es
decir, por toda la humanidad presente y futura.
2) Vengo para
traerles la esperanza a los hombres y a las naciones. ¡Cuantos la han perdido
desde hace mucho tiempo! Esta esperanza les hará vivir en paz y con seguridad,
trabajando para la salvación.
3) Vengo para
hacerme conocer así como soy. Para que la confianza de los hombres aumente contemporáneamente
con el amor hacia mí, el Padre, que tiene una sola preocupación: velar sobre
todos los hombres, y amarlos como hijos.
El pintor se deleita contemplando el cuadro que pintó; ¡así
mismo yo me complazco, me alegro, viniendo en medio de los hombres, obra
maestra de mi creación!
El tiempo apremia. Quiero que el hombre sepa lo más pronto
posible que lo amo y que siento la más grande felicidad estando con él, como un
Padre con sus hijos.
Yo soy el Eterno y cuando vivía solo ya había pensado en usar
toda mi potencia para crear seres a mi imagen y semejanza. Pero se necesitaba
primero la creación material para que estos seres pudieran encontrar su apoyo:
entonces fue la creación del mundo. Lo llenaba con todo lo que yo sabía que era
necesario para los hombres: el aire, el sol y la lluvia, y muchas otras cosas
que yo sabía que eran necesarias para sus vidas.
¡Al final, la creación del hombre! Me complací de mi obra. El
hombre comete pecados, pero es entonces cuando, justamente, se manifiesta mi
bondad infinita. Para vivir entre los hombres creé y escogí, en el Antiguo
Testamento, a los profetas, a quienes comuniqué mis deseos, mis penas y mis
alegrías, para que los transmitieran a todos.
Más crecía el mal y más mi bondad me apremiaba a comunicarme con
las almas justas para que transmitieran mis órdenes a los que causaban
desórdenes. Y así, a veces, tuve que usar la severidad para reprenderlos, no
para castigarlos - porque eso habría hecho solo mal - para alejarlos del vicio
y dirigirlos hacia el Padre y Creador, a quién, ingratamente, habían olvidado y
desconocido. Más tarde el mal sumergió tanto el corazón de los hombres que me vi
obligado a enviar plagas al mundo para que el hombre se purificara por medio
del sufrimiento, la destrucción de sus bienes y hasta la pérdida de la vida: fue
el diluvio, la destrucción de Sodoma y de Gomorra, las guerras del hombre
contra el hombre, etc.
Siempre he querido quedarme en este mundo entre los hombres. Y
así, durante el diluvio estaba cerca de Noé, el único justo de ese entonces.
También durante las otras plagas encontré siempre un justo con el cuál morar y,
a través de él, viví en medio de los hombres de aquel tiempo, y así fue
siempre.
El mundo a menudo ha sido purificado de su corrupción por mi
infinita bondad hacia la humanidad. Y entonces continuaba a escoger algunas
almas en las cuales me complacía para que, por medio de ellas, pudiera
deleitarme con mis criaturas, los hombres.
Le prometí al mundo el Mesías. ¡Que no he hecho para preparar su
venida, mostrándome en las figuras que lo representaban hasta mil y mil años
antes de su venida!
Porque, ¿Quién es este Mesías? ¿De dónde viene? ¿Qué hará en la
tierra? ¿Quién viene a representar?
El Mesías es Dios.
¿Quién es Dios?
Dios es el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
¿De dónde viene, o mejor dicho, quién le ordenó de venir en
medio de los hombres?
Yo, su Padre, Dios.
¿A quién representará en la tierra?
A su Padre, Dios.
¿Qué hará en la tierra?
Hará conocer y amar al Padre, Dios.
¿No dijo?:
"¿No sabéis que es necesario que me ocupe de las cosas del
Padre mío?" ("¿nesciebatis quia in his quae Patris mei sunt oportet me
esse?" S. Lucas, c. 2 v. 49).
"He venido solo para hacer la voluntad del Padre mío"
"Todo lo que pediréis al Padre mío en mi nombre os lo
concederá"
"Le rezaréis así: Padre nuestro que estás en los
Cielos..."
Y más adelante, dado que vino para glorificar el Padre y hacerlo
conocer a los hombres, dijo:
"Quién me ve, ve a mi Padre"
"Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí"
"Nadie viene al Padre si no es por medio de mí"
"Nemo venit ad Patrem nisi per me" - (S. Juan c. 14 v.
6). "Quienquiera esté conmigo está también con el Padre mío", etc.,
etc.
Oh hombres, concluid que por toda la eternidad he tenido solo un
deseo, hacerme conocer y amar por los hombres, deseando incesantemente de estar
con ellos.
¿Queréis una prueba auténtica de este deseo que tengo y que he
apenas explicado?
¿Por qué le ordené a Moisés que construyera el tabernáculo y el
Arca de la Alianza si no es porque tenía el deseo ardiente de venir a vivir,
como un Padre, un hermano, un amigo de confianza, con mis criaturas, los
hombres? Y a pesar de esto me olvidaron, me ofendieron con culpas innumerables.
Sin embargo, para que se recordaran de Dios, su Padre, y del único deseo que
tiene de salvarlos, le di mis mandamientos a Moisés para que teniéndolos y
cumpliéndolos se recordaran del Padre infinitamente bueno, todo absorto en la
salvación de ellos, salvación presente y eterna.
Todo esto cayó otra vez en el olvido y los hombres se hundieron
en el error y en el temor, considerando que cansaba mucho el cumplir con los
mandamientos, así como los había transmitido a Moisés. Hicieron otras leyes,
que iban de acuerdo son sus vicios, para poder cumplirlas más fácilmente. Poco
a poco, con el temor exagerado que tenían de mí, me olvidaron siempre más y me
llenaron de ultrajes.
Y sin embargo, mi amor por estos hombres, mis hijos, ni siquiera
se ha detenido. Cuando constaté bien que ni los patriarcas, ni los profetas
habían podido hacer que los hombres me conocieran y me amaran, decidí venir yo
mismo.
Pero, ¿cómo hacer para encontrarme en medio de los hombres? No
había otro medio que el de ir yo mismo en la segunda persona de mi divinidad.
¿Me reconocerán los hombres? ¿Me escucharán?
Para mí nada del futuro estaba escondido; a estas dos preguntas
respondí yo mismo:
"Ignorarán mi presencia, aun estando cerca de mí. En mi
Hijo me maltratarán, a pesar de todo el bien que les hará. En mi hijo me
calumniarán, me crucificarán para hacerme morir".
¿Me detendré por esto? No, mi amor por mis hijos, los hombres,
es demasiado grande.
No me detuve allí: reconoceréis bien que os he amado más que a
mi Hijo predilecto, por así decir, o para decirlo todavía mejor, más que a mí
mismo.
Lo que os digo es talmente verdadero que si hubiese bastado una
de mis criaturas para expiar los pecados de los otros hombres, por medio de una
vida y una muerte semejante a la de mi Hijo, hubiera titubeado. ¿Por qué?
Porque habría traicionado mi amor haciendo sufrir a una criatura que amo, en
vez de sufrir yo mismo en mi Hijo. No he querido nunca hacer sufrir a mis
hijos.
Este es, en breve, la historia de mi amor hasta mi venida, por
medio de mi Hijo, en medio de los hombres.
La mayor parte de los hombres conoce todos estos hechos, pero
ignora lo esencial: es decir, ¡que fue el amor el que condujo todo!
Sí, es el amor, es esto lo que quiero hacerles notar. Ahora este
amor está olvidado. Quiero recordárselos para que aprendan a conocerme así como
soy. Para que no estéis atemorizados como esclavos, con un Padre que os ama
hasta este punto.
Mirad, en esta historia estamos solo al primer día del primer
siglo, y quisiera conducirla hasta nuestros días: hasta el siglo XX.
¡Oh, como los hombres han olvidado mi amor de Padre! ¡Y sin
embargo os amo muy tiernamente! En mi Hijo, es decir en la persona de mi Hijo
hecho hombre, ¡que no he hecho todavía! La divinidad en esta humanidad se veló,
quedó pequeña, pobre y humillada. Conduje con mi Hijo una vida de sacrificios y
de trabajo. ¡Recibí sus oraciones para que el hombre tuviera un camino trazado
y caminara siempre en la justicia, para que llegase hasta mí, al seguro!
¡Cierto, puedo muy bien comprender la debilidad de mis hijos!
Por esto le pedí a mi Hijo que les donara los medios para levantarse después de
las caídas. Estos medios los ayudarán a purificarse de los pecados, para que
sean todavía los hijos de mi amor. Principalmente son los siete sacramentos y
sobretodo el gran medio para salvarse que es el Crucifijo, que es la Sangre de
mi Hijo, que en cada instante se derrama sobre vosotros, siempre y cuando lo queráis,
ya sea con el sacramento de la penitencia, ya sea con el santo sacrificio de la
Misa.
Mis queridos hijos, desde hace veinte siglos os colmo de estos
bienes con gracias especiales y ¡el resultado es mísero!
¡Cuántas criaturas mías, que se han vuelto hijas de mi amor por
medio de mi Hijo, se han lanzado muy rápidamente en el abismo eterno! En verdad
no han conocido mi infinita bondad, ¡yo os amo mucho! (expresión preferida por
Sor Eugenia y que se repite a menudo).
Por lo menos vosotros, que sabéis que he venido personalmente
para hablaros, para haceros conocer mi amor, por piedad de vosotros mismos no
os lancéis en el precipicio. ¡Yo soy vuestro Padre!
¿Es posible que después de haberme llamado Padre y de haberme
demostrado vuestro amor, encontréis en mí un corazón tan duro y tan insensible
que os deje perecer? ¡No, no, no lo creáis! ¡Yo soy el mejor de los padres!
¡Conozco las debilidades de mis criaturas! ¡Venid, venid a mí con confianza y
amor! Y yo perdonaré después de vuestro arrepentimiento. ¡Aunque vuestros
pecados fueran repugnantes como el fango, vuestra confianza y vuestro amor me
los harían olvidar, y así no seréis juzgados! Yo soy justo, es verdad, pero ¡el
amor paga todo!
Escuchad, hijos míos, hagamos una suposición para que tengáis la
seguridad de mi amor. Para mí vuestros pecados son como el hierro y vuestros
actos de amor como el oro. ¡Aunque me entregarais mil kilos de hierro no sería
tanto cuanto si me donarais diez kilos de oro! Esto significa que con un poco
de amor se rescatan enormes iniquidades.
Este es un pequeñísimo aspecto de mi juicio sobre mis hijos, los
hombres, todos sin excepción. Por lo tanto hay que llegar hasta mí. ¡Yo estoy
tan cerca de vosotros! Entonces, es necesario amarme y glorificarme para que no
seáis juzgados, o por lo menos para que seáis juzgados con amor infinitamente
misericordioso.
¡No lo dudéis! Si mi corazón no fuera así ¡habría ya exterminado
el mundo cada vez que se hubiese cometido el pecado! Mientras que, y vosotros sois
testigos, en cada instante se manifiesta mi protección, mediante gracias y
beneficios. Podéis concluir que existe un Padre sobre todos los padres, que os
ama y que no cesará nunca de amaros, siempre y cuando lo queráis.
Vengo en medio de vosotros por dos caminos: ¡la Cruz y la Eucaristía!
La Cruz es el camino que baja en medio de mis hijos, porque es
por medio de ella que os hice redimir por mi Hijo. Y para vosotros la Cruz es
el camino que sube hacia mi Hijo, y desde mi Hijo hacia mí. Sin ella nunca
podríais llegar, porque el hombre, con el pecado, ha atraído sobre sí mismo el
castigo de la separación de Dios.
En la Eucaristía yo vivo en medio de vosotros como un Padre en
su familia. Quise que mi Hijo instituyese la Eucaristía para hacer de cada
tabernáculo un depósito de mis gracias, de mis riquezas y de mi amor, para
darlos a los hombres, mis hijos.
Es siempre por estos dos caminos que hago descender mi potencia
y mi infinita misericordia.
... Ahora que he demostrado que mi Hijo Jesús me representa
entre los hombres, y que por medio de él vivo constantemente en medio ellos,
quiero demostraros también que vengo entre vosotros por medio de mi Espíritu
Santo.
La obra de esta tercera persona de mi divinidad se cumple sin
ruido, y a menudo el hombre no se da cuenta. Pero para mí es un medio muy idóneo
para vivir, no solo en el tabernáculo sino también en el alma de todos los que
están en estado de gracia, para establecer mi trono y vivir siempre como un
verdadero Padre que ama, protege y sostiene a su hijo. Nadie puede comprender
la alegría que siento cuando estoy a solas con un alma. Nadie ha comprendido
todavía los deseos infinitos de mi corazón de Dios Padre de ser conocido, amado
y glorificado por todos los hombres, justos y pecadores. Por lo tanto, son
estos tres homenajes que deseo recibir de parte del hombre, para que yo sea
siempre misericordioso y bueno, aún con los grandes pecadores.
¡Qué no he hecho por mi pueblo, desde Adán hasta José, padre
adoptivo de Jesús, y desde José hasta hoy día, para que el hombre me diese un
culto especial, que me es debido, como Padre, Creador y Salvador! Sin embargo,
¡este culto especial, que he deseado tanto, no me ha sido todavía dado!
En el Éxodo podéis leer que hay que ensalzar a Dios con un culto
especial. Sobre todo los salmos de David contienen esta enseñanza. En los
mandamientos que yo mismo di a Moisés puse en primer lugar "Adorarás y amarás perfectamente a un solo
Dios".
Bien, amar y ensalzar a una persona son dos cosas que van
juntas. Dado que os he colmado de muchos bienes, ¡tengo, por lo tanto, que ser
alabado por vosotros en modo particular!
Dándoos la vida ¡he querido crearos a mi imagen y semejanza! Por
lo tanto, ¡vuestro corazón es sensible como el mío, y el mío como el vuestro!
¿Qué no haríais si uno de vuestros vecinos os hiciera un pequeño
favor para complaceros? El hombre más insensible conservaría para esa persona
un agradecimiento inolvidable. Cualquier hombre buscaría también lo que mayor
placer le haría a esa persona, para recompensarla por el servicio recibido.
Bien, yo, yo seré muchos más agradecido con vosotros, asegurando la vida
eterna, si vosotros me hacéis el pequeño favor de glorificarme como os lo pido.
Reconozco que me alabáis en mi Hijo, y que existen algunos que
saben elevar todo hacia mí por medio de mi Hijo, ¡pero son pocos! ¡Sin embargo
no penséis que glorificando a mi Hijo no me glorificáis! ¡Claro que sí, me
glorificáis porque yo vivo en mi Hijo! Por lo tanto, ¡todo lo que es gloria
para él lo es también para mí!
Pero yo quisiera ver al hombre glorificar a su Padre y
Creador con un culto especial. Más me glorificáis más glorificáis a mi Hijo,
dado que, por mi voluntad, él se hizo Verbo encarnado y vino en medio de
vosotros para haceros conocer a aquel que lo mandó.
Cuando me conoceréis amaréis, a mí y a mi Hijo predilecto, más
de lo que amáis ahora. Mirad cuantas criaturas mías, que se han vuelto mis
hijos por medio del misterio de la redención, no están en el prado que he
establecido para todos los hombres, mediante mi Hijo. Mirad cuantos otros, y
vosotros lo sabéis, ignoran la existencia de estos prados, y cuantas criaturas,
que han salido de mis manos, y de las cuales yo conozco la existencia mientras
que vosotros la ignoráis. ¡No conocen ni siquiera la mano que las ha creado!
¡Oh, como quisiera hacerles saber que Padre Omnipotente soy para
vosotros y como lo sería también para ellos con mis gracias! Quisiera hacerles
transcurrir una vida más dulce con mi ley. Quisiera que fuerais a donde ellos
en mi nombre y que les hablarais de mí. Sí, decidles que tienen un Padre que,
después de haberlos creado, quiere darles los tesoros que posee. Sobretodo
decid que pienso en ellos, que los amo y quiero darles la felicidad eterna.
¡Ah! Os lo prometo: los hombres se convertirán más rápidamente.
Creedme, si hubierais comenzado desde la Iglesia primitiva a
glorificarme con un culto especial, después de veinte siglos habrían quedado
pocos hombres viviendo en la idolatría, en el paganismo y en tantas falsas y
malas sectas, ¡en las cuales el hombre corre con los ojos cerrados para
lanzarse en el abismo del fuego eterno! ¡Mirad cuanto trabajo queda por hacer!
¡Mi hora ha llegado! Es necesario que sea conocido, amado y
glorificado por los hombres, para que, después de haberlos creado, yo pueda ser
su Padre, después su Salvador y finalmente el objeto de sus delicias eternas.
Hasta aquí os he hablado de cosas que ya sabéis, y he querido recordarlas para que estéis más convencidos todavía de que soy un Padre buenísimo y no un Padre terrible como vosotros creéis, es más, que soy el Padre de todos los hombres actualmente vivientes, y que todavía los crearé hasta el fin del mundo.
Sabed que quiero ser
conocido, amado y sobretodo glorificado. Que todos reconozcan mi bondad infinita para
todos y sobre todo para los pecadores, los enfermos, los moribundos y todos los
que sufren. Que sepan que no tengo otro deseo que el de amarlos, donarles mis
gracias, perdonarlos cuando se arrepienten, y sobretodo no juzgarlos con mi
justicia sino con mi misericordia, para que todos se salven y sean incluidos en
el número de los elegidos.
Para concluir esta exposición os hago una promesa cuyo efecto
será eterno, es esta: Llamadme con el nombre de Padre, con
confianza y amor, y recibiréis todo de parte de este Padre con amor y
misericordia.
Que mi hijo, tu padre
espiritual, se ocupe de mi gloria y transcriba, frase tras frase, lo que te
he hecho escribir, y también lo que te haré escribir todavía, sin añadir nada,
para que los hombres encuentren fácil y placentera la lectura de lo que quiero
que sepan.
Cada día, poco a poco, te hablaré de mis deseos en relación con
los hombres, de mis alegrías, de mis penas y, sobretodo, le mostraré a los
hombres mis infinitas bondades y la ternura de mi amor piadoso.
También quisiera que tus superioras te permitieran de usar tus
momentos de libertad para estar conmigo, y que tú puedas, por media hora al
día, consolarme y amarme, y así obtener que los corazones de los hombres, mis
hijos, se dispongan a trabajar bien para extender este culto, del cual os he
revelado ahora la forma, para que lleguéis a tener una gran confianza en este
Padre que quiere ser amado por sus hijos.
Para que esta obra que quisiera hacer con los hombres pueda
extenderse en todas las naciones lo más pronto posible, sin que los que serán
encargados de difundirla cometan la mínima imprudencia, te pido que transcurras
tus días en gran recogimiento. Te sentirás feliz de hablar poco con las
criaturas y, en tu corazón, en secreto hablarás conmigo y me escucharás, aun
cuando estarás en medio de los demás.
Por otra parte, esto es lo que quiero que hagas: cuando a veces
te hablaré de ti personalmente tu escribirás mis confidencias en un pequeño
diario especial. Pero aquí pretendo hablar de los hombres: yo vivo con los
hombres en una intimidad mayor que la de una madre con sus hijos.
Desde la creación del hombre no he cesado nunca, ni un instante,
de vivir junto a él; como Creador y Padre del hombre siento la necesidad de
amarlo. No es que yo necesite de él, pero mi amor de Padre y Creador me hace
sentir esta necesidad de amar al hombre. Por lo tanto yo vivo cerca del hombre,
lo sigo por todas partes, lo ayudo en todo, proveo a todo.
Yo veo sus necesidades, sus trabajos, todos sus deseos, y mi
felicidad más grande es la de socorrerlo y salvarlo.
Los hombres creen que yo soy un Dios terrible, y que precipito a
toda la humanidad en el infierno. ¡Qué sorpresa cuando, al final de los
tiempos, verán muchas almas, que creían perdidas, gozar de la eterna felicidad
en medio de los elegidos!
Quisiera que todas mis criaturas se convenzan de que hay un
Padre que vela por ellas y que quiere hacerles pregustar, aún aquí abajo, la felicidad
eterna.
Una madre no olvida nunca la pequeña criatura que dio a luz. ¿No
es aún más hermoso que, de parte mía, me recuerde de todas la criaturas que he
puesto en el mundo?
Ahora, si la madre ama este pequeño ser que yo le he donado, yo
lo amo más que ella porque yo lo he creado. Aunque una madre amase menos a su
niño por algún defecto que tiene, yo, al contrario, lo amaré todavía más. Ella
podría llegar hasta a olvidarlo, o a pensar en él raramente, sobre todo cuando
lo han quitado a su vigilancia, pero yo no lo olvidaré nunca. Yo lo amaré
siempre, y aún si no se recuerda más de mí su Padre y Creador, yo me recordaré
de él y lo amaré todavía.
Antes os dije que quisiera daros, aún aquí abajo, la felicidad
eterna, pero vosotros no habéis comprendido todavía esta palabra, y he aquí el
significado: Si me amáis y si me llamáis con confianza con el dulce nombre de
Padre, comenzáis ya desde acá abajo con el amor y la confianza que harán
vuestra felicidad en la eternidad, que cantaréis en el Cielo en compañía de los
elegidos. ¿No es esta una anticipación de la felicidad de los Cielos que durará
eternamente?
Por lo tanto deseo que el hombre se recuerde a menudo que yo
estoy allí en donde está él. Que no podría vivir si yo no estuviese con él,
viviente como él. A pesar de su incredulidad yo no dejo nunca de estar junto a
él.
¡Ah! como deseo ver realizado el plan que quiero comunicaros y
que es este: hasta hoy el hombre no ha pensado para nada en hacerle a Dios, su
Padre, este favor que estoy por decir:
Quisiera ver que se establece una gran confianza entre el
hombre y su padre de los Cielos, ver un verdadero espíritu de familiaridad y de
delicadeza al mismo tiempo, para que no se abuse de mi gran bondad.
Conozco vuestras necesidades, vuestros deseos y todo lo que está
en vosotros. Pero como estaría agradecido y sería feliz si os viera venir a mí
para hacerme las confidencias de vuestras necesidades, como un hijo totalmente
confiado en su padre. Si me lo pidieseis, ¿cómo podría rechazar cualquier cosa,
de mínima o máxima importancia que sea? ¿Aunque si no me veis ni me sentís muy
cerca de vosotros en los acontecimientos que suceden en vosotros y en vuestro
alrededor? ¡Un día, como será meritorio para vosotros el haber creído en mí sin
haberme visto!
Aún ahora que estoy aquí, en persona, en medio de todos
vosotros, que os hablo repitiendo incesantemente, en todas las formas, que os
amo y que quiero ser conocido, amado y glorificado con un culto especial,
vosotros no me veis, excepto una sola persona, ¡aquella a la cual he dado este
mensaje! ¡Una sola en toda la humanidad! Y sin embargo heme aquí que os hablo,
y en la que veo y a la cual hablo os veo a todos y os hablo a todos y a cada
uno de vosotros, ¡y os amo como si me vierais!
Por lo tanto, deseo que los hombres me conozcan y que sientan
que estoy cerca de ellos. Oh hombres, recordad que quisiera ser la esperanza de
la humanidad. ¿No lo soy ya? Si no fuera la esperanza del hombre, el hombre
estaría perdido. ¡Pero es necesario que yo sea conocido como tal para que la
paz, la confianza y el amor entren en el corazón de los hombres y lo pongan en
relación con su Padre del Cielo y de la tierra!
¡No penséis que yo sea ese terrible viejo que los hombres
representan en sus imágenes y en sus libros! No, no, yo no soy ni más joven ni
más viejo que mi Hijo y que mi Santo Espíritu.
Por lo tanto quisiera que todos, desde el niño hasta el anciano,
me llamen con el nombre familiar de Padre y de amigo, pues yo estoy siempre con
vosotros, y me hago semejante a vosotros para haceros semejantes a mí. ¡Cuán
grande sería mi alegría al ver que los hombres enseñan a sus niños a llamarme a
menudo con el nombre de Padre, como soy realmente! ¡Como desearía ver infundir
en esas jóvenes almas una confianza y un amor todo filial por mí! Yo he hecho
todo por vosotros; ¿no haríais esto por mí?
Quisiera establecerme en cada familia con mi dominio para que
todos puedan decir con seguridad: "tenemos un Padre que es infinitamente
bueno, inmensamente rico y muy misericordioso. El piensa en nosotros y está
cerca de nosotros, nos mira, nos sostiene y nos dará todo lo que nos falta, si
se lo pedimos. Todas las riquezas son nuestras, nosotros tendremos todo lo que
necesitamos". Precisamente estoy allí para que me pidáis lo que os es
necesario: "Pedid y recibiréis". Con mi paternal bondad os daré todo,
como verdaderamente hago, siempre que todos sepan considerarme como un
verdadero Padre viviente en medio de mis hijos.
Deseo también que cada
familia exponga a la vista de todos la imagen que más tarde haré conocer a mi
"hijita". Deseo que cada familia se ponga bajo mi protección, muy
especial, para que puedan glorificarme más fácilmente. Allí, cada día, la
familia me hará conocer sus necesidades, sus trabajos, sus penas, sus sufrimientos,
sus deseos y también sus alegrías, porque un Padre tiene que saber todo lo que
se refiere a sus hijos. Seguramente yo lo sé dado que estoy allí, pero me gusta
mucho la simplicidad. Yo sé doblegarme a vuestras condiciones. Me vuelvo pequeño
con los pequeños, me vuelvo adulto con los hombres adultos, con los ancianos me
vuelvo semejante a ellos, para que todos comprendan lo que quiero decirles de
su santificación y de mi gloria.
La prueba de lo que os digo ¿no la tenéis ya en mi Hijo que se
hizo pequeño y débil como vosotros? ¿No la tenéis también ahora, viéndome aquí
que os hablo? Y, para que podáis entender lo que quiero deciros ¿no he
escogido, para hablaros, a una pobre criatura como vosotros? Y ahora, ¿no me
hago semejante a vosotros?
Mirad, he puesto mi corona a mis pies y el mundo sobre mi
corazón. He dejado mi gloria en el cielo y vine aquí dándome todo para todos,
pobre con los pobres y rico con los ricos. Quiero proteger a la juventud como
un tierno Padre. ¡Hay tanto mal en el mundo! Estas pobres almas inexpertas se
dejan seducir por las lisonjas del vicio que, poco a poco, las conducen a la
ruina total. Oh, vosotros que necesitáis especialmente a alguien que os cuide
en la vida para que podáis evitar el mal, ¡venid a mí! ¡Yo soy el Padre que os
ama más de lo que ninguna otra criatura podrá nunca amaros! Refugiaos cerca,
cerca de mí, confiadme vuestros pensamientos y deseos. Yo os amaré tiernamente.
Os daré gracias para el presente y bendeciré vuestro porvenir. Podéis estar
seguros de que no os olvido, ni después de quince, veinticinco o treinta años,
ni desde que os he creado. ¡Venid! Veo que necesitáis mucho un Padre dulce e
infinitamente bueno como yo.
Sin extenderme en muchas cosas que sería oportuno decir aquí,
pero que podré decir más tarde, quiero ahora hablar en modo particular a las
almas de los que me han escogido, sacerdotes y religiosos: para vosotros, hijos
queridos de mi amor, ¡tengo grandes proyectos!"
AL PAPA
"Antes de dirigirme a todos me dirijo a ti, hijo mío
dilecto, a ti mi Vicario, para poner en tus manos esta obra que debería ser la
primera entre todas y que, por el temor que el demonio ha inspirado en los
hombres, se cumplirá solo en este tiempo.
¡Ah! quisiera que tú comprendieras la extensión de esta obra, su
grandeza, su amplitud, su profundidad, su altura. ¡Quisiera que tú
comprendieras los deseos inmensos que tengo en relación con la humanidad
presente y futura! ¡Si tú supieras cuanto deseo ser conocido, amado y
glorificado por los hombres, con un culto especial! Este deseo lo conservo en
mí desde toda la eternidad y desde la creación del primer hombre. Este deseo lo
manifesté varias veces a los hombres, sobretodo en el Antiguo Testamento. Pero
el hombre no lo ha entendido nunca. Ahora este deseo me hace olvidar todo el
pasado, siempre y cuando se realice en el presente, en mis criaturas del mundo
entero.
Me rebajo al nivel de la más pobre de mis criaturas para poder,
considerando su ignorancia, hablarle y por medio de ella poder hablar a los
hombres, ¡sin que ella se dé cuenta de la grandeza de la obra que quisiera
hacer con ellos!
No puedo hablar de teología con ella, estoy seguro de que
fallaría, de que no entendería. Yo permito que sea así para poder realizar mi
obra mediante la simplicidad y la inocencia. Pero ahora te toca a ti poner esta
obra en estudio y llevarla muy rápidamente a la ejecución.
Para ser conocido, amado y glorificado con un culto especial no
pido nada de extraordinario. Deseo solo esto:
1) Que un día, o por lo menos un domingo,
sea consagrado para glorificarme, en modo muy particular, con el nombre de
Padre de toda la humanidad. Para esta fiesta quisiera una Misa y una función
apropiada. No es difícil encontrar los textos en la Sagrada Escritura. Si
preferís rendirme este culto especial un domingo, yo escojo el primer domingo
de Agosto, si escogéis un día de la semana, prefiero que sea el día 7 de este
mismo mes.
2) Que todo el clero se empeñe en el
desarrollo de este culto y, sobretodo, que me haga conocer por los hombres así
como soy y como seré siempre con ellos, es decir, el Padre más tierno y más
amable entre todos los padres.
3) Deseo que me hagan entrar en todas las
familias, en los hospitales, también en los laboratorios y en los talleres, en
los cuarteles, en las salas de deliberación de los ministros de todas las
naciones, y en fin, en cualquier parte en donde se encuentren mis criaturas,
¡aunque hubiera una sola criatura! Que el signo tangible de mi invisible
presencia sea una imagen que demuestre que estoy realmente presente allí.
Así todos los hombres actuarán bajo la mirada de su Padre, y yo mismo tendré
bajo mi mirada a la criatura que he adoptado después de haberla creado, y todos
mis hijos estarán bajo la mirada de su tierno Padre. Indudablemente también
ahora estoy en todas partes, ¡pero quisiera estar representado en manera
sensible!
4) Que durante el año el clero y los fieles
hagan algunos ejercicios en mi honor, sin perjudicar sus habituales ocupaciones.
Que sin temor mis sacerdotes vayan por todas partes, en todas las naciones,
para llevarles a los hombres la llama de mi paternal amor. Entonces las almas
se iluminarán ya conquistadas, no solo entre los fieles sino también entre las
sectas que no son de la verdadera Iglesia. Sí, que también estos hombres, que
son mis hijos, vean brillar esta llama, que conozcan la verdad, que abracen y
practiquen todas las virtudes cristianas.
5) Quisiera ser glorificado en modo particular
en los seminarios, en los conventos de novicios, en las escuelas y en los
internados. Que todos, desde el más pequeño hasta el más grande, puedan
conocerme y amarme como su Padre, su creador y su salvador.
6) Que los sacerdotes se empeñen en buscar en
las Sagradas Escrituras lo que dije en otros tiempos, y que hasta ahora ha sido
ignorado, en relación con el culto que deseo recibir de parte de los hombres.
Que trabajen para que mis deseos y mi voluntad lleguen a todos los fieles y a
todos los hombres, especificando lo que diré para todos los hombres en general
y, en particular, para los sacerdotes, los religiosos y religiosas. Estas son
las almas que escojo para que me rindan grandes homenajes, más que los otros
hombres del mundo.
¡Cierto es que se necesitará tiempo para llegar a una completa
realización de lo que deseo de parte de la humanidad y que te he hecho conocer!
Pero un día, con las oraciones y los sacrificios de las almas generosas, que se
inmolarán por esta obra de mi amor, sí, un día estaré satisfecho. Te bendeciré,
hijo mío predilecto, y te daré el céntuplo de todo lo que harás por mi
gloria."
AL OBISPO
"Quiero decir unas palabras a tú también, hijo mío
Alejandro, para que mis deseos se realicen en el mundo.
Es necesario que, con el padre espiritual del
"arbusto" (Madre Eugenia) de mi hijo Jesús, seáis promotores de esta
obra, es decir, de este culto especial que espero de parte de los hombres. A
vosotros, hijos míos, confío esta obra y su futuro tan importante.
Hablad, insistid, haced saber lo que diré para que yo sea
conocido, amado y glorificado por todas mis criaturas, y así habréis hecho lo
que me espero de vosotros, es decir, mi voluntad, y habréis realizado mis
deseos, que desde hace tiempo conservo en el silencio.
Todo lo que haréis por mi gloria yo lo redoblaré para vuestra
salvación y vuestra santificación. En fin, será en el cielo, y solo en el
cielo, que veréis la gran recompensa que os daré en modo particular, y también
a todos los que trabajarán para esto.
He creado al hombre para mí y es muy justo que yo sea TODO para
el hombre. El hombre no saboreará las verdaderas alegrías estando afuera de su
Padre y creador, porque su corazón está hecho solo para mí.
Por mi parte, mi amor por mis criaturas es tan grande que no
siento otra alegría que la de estar entre los hombres.
Mi gloria en el cielo
es infinitamente grande, pero es todavía más grande cuando me encuentro entre
mis hijos: los hombres de todo el mundo. Criaturas mías, vuestro cielo está en
el Paraíso con mis elegidos, porque es allá arriba, en el cielo, que me
contemplaréis en una visión perenne, y gozaréis de una gloria eterna. ¡Mi cielo
está en la tierra con todos vosotros, oh hombres! Sí, es en la tierra y en
vuestras almas que busco mi felicidad y mi alegría. Podéis darme esta alegría,
y es para vosotros también un deber hacia vuestro creador y Padre, que de
vosotros lo espera y lo desea.
La alegría de estar
entre vosotros no es menor de la que probaba cuando estaba con mi hijo Jesús
durante su vida mortal. Era yo quién enviaba a mi Hijo. Fue concebido por mi
Espíritu Santo, que también soy yo, en pocas palabras, era siempre YO.
Amando a vosotros, mis criaturas, como a mi Hijo que soy yo,
digo como a él: sois mis hijos predilectos, en los cuales me complazco; es por
esto que gozo con vuestra compañía y que deseo quedarme con vosotros. Mi
presencia entre vosotros es como el sol sobre el mundo terrestre. Si estáis
bien dispuestos a recibirme vendré muy cerca de vosotros, entraré en vosotros y
os iluminaré con mi amor infinito.
En cuanto a vosotros, almas en pecado o que ignoran la verdad
religiosa, no podré entrar en vosotros, pero de todos modos estaré cerca,
porque no dejo nunca de llamaros, de invitaros a desear los bienes que os
traigo para que veáis la luz y os curéis del pecado.
A veces os miro con compasión porque os encontráis en una
infeliz condición. A veces os miro con amor para que os sintáis dispuestos a
ceder a los encantos de la gracia. A veces paso días, también años, cerca de
algunas almas para asegurarles la felicidad eterna. No saben que yo estoy allí
que las espero, que las llamo a cada instante durante el día. Sin embargo,
tampoco me canso y siento igualmente alegría estando junto a vosotros, siempre
con la esperanza de que un día regresaréis a vuestro Padre y que me haréis un
acto de amor, por lo menos antes de morir.
He aquí, por ejemplo, un alma que está muriendo de repente: esta
alma ha sido siempre para mí como el hijo pródigo. * Yo la colmaba de bienes,
ella andaba despilfarrando todos estos bienes, todos los dones gratuitos de su
Padre tan amable, y además me ofendía gravemente. Yo la esperaba, la seguía por
todas partes, le hacía nuevos favores como la salud y los bienes que hacía
frutar de sus trabajos, tanto así que tenía hasta lo que era superfluo. A veces
mi providencia le daba todavía otros bienes nuevos. Por lo tanto se encontraba
en la abundancia pero no veía otra cosa que el triste resplandor de sus vicios,
y toda su vida fue un conjunto de errores, por el pecado mortal habitual. Pero
mi amor no se cansó nunca. Continuaba a seguirla, la amaba y, sobretodo, a
pesar de los rechazos que me oponía, estaba contento de vivir pacientemente
cerca de ella, con la esperanza de que, quizás, un día habría escuchado mi amor
y habría regresado a mí, su Padre y salvador.
En fin, se acerca su último día: le mando una enfermedad para
que pueda estar recogido y pueda regresar a mí su Padre: pero el tiempo pasa y
allí está mi pobre hijo de 74 años en su última hora. Y yo, como siempre, estoy
allí todavía: y como nunca antes le hablo con mayor bondad. Insisto, llamo a
mis elegidos para que recen por él para que pida el perdón que yo le ofrezco...
A este punto, antes de expirar, abre los ojos, reconoce sus errores y lo mucho
que se ha alejado del verdadero camino que conduce a mí. Vuelve en sí y
después, con voz débil que nadie a su alrededor logra escuchar, me dice:
"Dios mío, ahora veo como vuestro amor por mí ha sido grande, y yo os he
ofendido continuamente con una vida muy mala. Nunca he pensado en ti, mi Padre
y salvador. Tu que ves todo, por todo el mal que ves en mí, y que reconozco en
mi confusión, te pido perdón y te amo, ¡Padre mío y salvador mío!". Murió
en ese mismo instante y aquí está delante de mí. Yo lo juzgo con el amor de un
Padre, como él me llamó, y se salvó. Quedará por un tiempo en el lugar de
expiación y después será feliz por toda la eternidad. Y yo, después de haberme
complacido durante su vida con la esperanza de salvarlo con su arrepentimiento,
gozo todavía más con mi corte celestial porque se ha realizado mi deseo y por
ser su Padre por toda la eternidad.
En cuanto a las almas que viven en la justicia y en la gracia
santificante, siento la felicidad de establecerme en ellas. Me dono a ellas.
¡Les transmito el uso de mi POTENCIA, y con MI AMOR encuentran, en MI su Padre
y salvador, una anticipación del Paraíso!"
EL MENSAJE DEL PADRE II° Fascículo
El segundo fascículo comienza el 12 de Agosto de 1932. Un día el
demonio se adueñó del mismo y le rasgó la cubierta con las tijeras.
"Acabo de abrir una fuente de agua viva que no se secará
nunca, desde hoy hasta el final de los tiempos. Vengo a vosotros, criaturas
mías, para abriros mi pecho paternal, apasionado de amor por vosotros, hijos
míos. Quiero que seáis testigos de mi amor infinito y misericordioso. No me
basta el haberos mostrado mi amor, quiero abriros, además, mi corazón, del cual
brotará una fuente refrigerante en donde los hombres podrán apagar la sed.
Entonces saborearán alegrías que no habían conocido hasta ahora por el peso inmenso
del temor exagerado que tenían de mí, su tierno Padre.
Desde que prometí a los hombres un salvador hice manar esta
fuente *. La hice pasar a través del corazón de mi Hijo para que llegara a
vosotros. Pero mi inmenso amor por vosotros me incita a hacer más todavía,
abriendo mi pecho, del cual manará esta agua de salvación para mis hijos, a los
cuales permito de sacar libremente toda la que les sea necesaria para el tiempo
y para la eternidad.
Si queréis probar la potencia de esta fuente de que os hablo
aprended primero a conocerme mejor y a amarme hasta el punto que yo deseo, es
decir, no solo como Padre sino también como vuestro amigo y vuestro confidente.
¿Por qué sorprenderse de lo que digo? ¿No os he creado a mi
imagen? Os he hecho a mi imagen para que no encontréis nada de extraño cuando
habláis y familiarizáis con vuestro Padre, vuestro creador y vuestro Dios, dado
que os habéis vueltos los hijos de mi amor paterno y divino, por medio de mi
misericordiosa bondad.
Mi Hijo Jesús está en mí y yo estoy en El, en nuestro mutuo amor
que es el Espíritu Santo que nos tiene unidos con este vínculo de caridad que
hace que nosotros seamos UNO. El, mi Hijo, es la alberca de esta fuente que
está siempre llena de agua de salvación, ¡hasta el punto de desbordarse! para
que los hombres puedan sacarla de su corazón. ¡Pero es necesario estar seguros
de esta fuente que mi Hijo os abre para que vosotros podáis convenceros de que
es refrigerante y placentera! Entonces, venid a mí por medio de mi Hijo y,
cuando estaréis cerca de mí, confiadme vuestros deseos. Os mostraré esta fuente
haciéndome conocer tal como soy. Cuando me conoceréis se apagará vuestra sed,
os recobraréis, vuestros males se curarán y vuestros temores desaparecerán;
vuestra alegría será grande y vuestro amor encontrará una seguridad que no
había encontrado nunca hasta ahora.
¿Pero cómo - me diréis - podemos venir a ti? ¡Ah! venid por la vía
de la confianza, llamadme Padre vuestro, amadme en espíritu y verdad y esto
será suficiente para que esta agua, refrigerante y potentísima, apague vuestra
sed.
Pero si verdaderamente queréis que esa agua os dé todo lo que os
falta para conocerme y amarme, y si os sentís fríos e indiferentes, llamadme
solo con el dulce nombre de Padre y yo vendré a vosotros. Mi fuente os donará
el amor, la confianza y todo lo que os falta para ser siempre amados por
vuestro Padre y creador.
Dado que deseo sobretodo hacerme conocer por todos vosotros para
que podáis gozar de mi bondad y de mi ternura, también aquí abajo, volveos
apóstoles entre los que no me conocen, que no me conocen todavía, y ¡yo
bendeciré vuestros fatigas y vuestros esfuerzos preparando para vosotros una
gran gloria cerca de mí, en la eternidad! Yo soy el océano de la caridad, hijos
míos, y aquí está otra prueba del amor paterno que tengo por todos vosotros,
sin excepción alguna, cualquiera que sea vuestra edad, vuestro estado social,
vuestro país. No excluyo ni siquiera las sociedades diversas, las sectas, los
fieles, los infieles, los creyentes, los indiferentes, encierro en este amor a
todas las criaturas razonables cuyo conjunto forma la humanidad. Aquí está la
prueba: yo soy el océano de la caridad. Os he hecho conocer la fuente que mana
de mi pecho para apagar vuestra sed y ahora, para que probéis cuanto soy bueno
con todos, estoy aquí para mostraros el océano de mi caridad universal, para
que vosotros os lancéis con los ojos cerrados; ¿por qué? Porque zambulléndose
en este océano las almas, que se habían vuelto gotas amargas con el vicio y los
pecados, pierdan el exceso de amargura en este baño de caridad. Saldrán
mejores, felices por haber aprendido a ser buenas, y llenas de caridad. Si
vosotros mismos, por ignorancia o por debilidad, volvéis a caer en el estado de
gota amarga, yo todavía soy un océano de caridad listo para recibir esta gota
amarga y cambiarla en caridad, en bondad, y para hacer de vosotros unos santos
como lo soy yo, yo vuestro Padre.
Hijos míos, ¿aquí abajo queréis pasar la vida en paz y alegría?
Venid a lanzaros en este océano inmenso y quedaos allí para siempre, aun
utilizando vuestra vida con el trabajo, esa misma vida que será santificada por
la caridad.
En cuanto a mis hijos que no están en la verdad quiero, con
mayor razón, cubrirlos con mis predilecciones paternas, para que abran los ojos
a la luz que en este tiempo resplandece más sensiblemente que nunca.
¡Es el tiempo de las gracias, previsto y esperado por toda la
eternidad! Yo estoy allá para hablaros, vengo como el más tierno y amable de
los padres. Me rebajo, me olvido de mí mismo para elevaros hasta mí y asegurar
a vosotros la salvación. Todos vosotros que vivéis hoy y también vosotros que
estáis en la nada, pero que viviréis de siglo en siglo hasta el fin del mundo,
pensad que no vivéis solos sino que un Padre, por encima de todos los padres,
vive entre vosotros, y hasta vive en vosotros, que piensa en vosotros y que os
ofrece la posibilidad de participar a las incomprensibles prerrogativas de su
amor. Acercaos a la fuente que siempre manará de mi pecho paterno. Saboread la
dulzura de esta saludable agua y, cuando habréis probado toda su deliciosa
potencia, vuestras almas podrán satisfacer todas vuestras necesidades, venid a
zambulliros en el océano de mi caridad, para no vivir que en mí y morir en
vosotros mismos, para vivir eternamente en mí."
Nota de Sor Eugenia: Nuestro
Padre me ha dicho en un coloquio inti: "La fuente es el símbolo de mi
conocimiento y el océano es el de mi caridad y de vuestra confianza. Cuando
queráis beber en esta fuente estudiadme para conocerme y cuando me conoceréis
zambullíos en el océano de mi caridad confiando en mí con una confianza que os
transforme, y a la cual yo no pueda resistir, entonces perdonaré vuestros
errores y os colmaré con las mayores gracias."
Continuación del
Mensaje:
"Yo estoy entre vosotros. Felices los que creen en esta
verdad y aprovechan de este tiempo, del cual las Escrituras han hablado así:
"Habrá un tiempo en el cuál Dios tiene que ser glorificado y amado por los
hombres, así como él desea".
Las Escrituras ponen después la pregunta: ¿Por qué? y ellas
mismas responden: "¡Porque solo él es digno de honor, de amor y de
alabanza para siempre!" Yo mismo le di a Moisés, como el primero de los
diez mandamientos, esta orden para que la comunicara a los hombres: "¡Amad
y adorad a Dios!" Los hombres que son ya cristianos podrían decirme:
"Nosotros te amamos desde cuando vinimos al mundo o desde nuestra
conversión, porque decimos a menudo en la oración dominical "¡Padre
nuestro que estás en los cielos!' Sí, hijos míos, es verdad, vosotros me amáis
y me alabáis cuando recitáis la primera invocación del Pater, pero continuad
las otras solicitudes y veréis:
"¡Santificado sea tu nombre!" ¿Mi nombre es
santificado?
Continuad: "¡Venga tu reino!' ¡Es verdad que vosotros
alabáis con todo el fervor la majestad de mi hijo Jesús, y en él me alabáis a
mí! Pero, ¿negaríais a vuestro Padre la grande gloria de proclamarlo
"Rey", o por lo menos hacerme reinar para que todos los hombres
puedan conocerme y amarme?
Deseo que celebréis esta fiesta de la majestad de mi Hijo en
reparación de los insultos que él recibió cuando estaba ante Pilatos, y de
parte de los soldados que flagelaban su santa e inocente humanidad. No quiero
que suspendáis esta fiesta, por el contrario, quiero que la celebréis con
entusiasmo y fervor; pero para que todos puedan conocer verdaderamente a este
rey es necesario que conozcan también su reino. Ahora, para llegar a este doble
conocimiento en modo perfecto es necesario conocer además al Padre de este Rey,
al creador de este Reino.
Es verdad, hijos míos, la Iglesia - esta sociedad que he hecho
fundar por mi Hijo - completará su obra haciendo alabar a su autor: vuestro
Padre y creador.
Hijos míos, algunos de vosotros podrían decirme: "La
Iglesia ha crecido incesantemente, los cristianos son siempre más numerosos;
¡esta es una prueba suficiente de que nuestra Iglesia es completa!" Tenéis
que saber, hijos míos, que vuestro Padre ha velado siempre sobre la Iglesia
desde su nacimiento, y que, de acuerdo con mi Hijo y con el Espíritu Santo, he
querido que fuese infalible por medio de mi vicario el Santo Padre. Sin
embargo, ¿no es verdad que si los cristianos me conocieran como soy, es decir
como el Padre tierno y misericordiosos, bueno y liberal, practicarían con mayor
fuerza y sinceridad esta religión santa?
Hijos míos, ¿quizás que no es verdad que, si supierais que
tenéis un Padre que piensa en vosotros y que os ama con un amor infinito, os
esforzaríais, por reciprocidad, en ser más fieles a vuestros deberes cristianos
y también de ciudadanos, para ser justos y para rendir justicia a Dios y a los
hombres?
¿No es verdad que si conocierais a este Padre que ama a todos
sin distinciones y que, sin distinciones, os llama a todos con el hermoso
nombre de hijos, me amaríais como hijos afectuosos, y el amor que me daríais no
se volvería, con mi impulso, un amor activo que se extendería al resto de la
humanidad que no conoce todavía esta sociedad de cristianos, y menos todavía a
quién los ha creado y que es su Padre?
Si alguien fuera para hablarles a todas estas almas abandonadas
en sus supersticiones, o a tantas otras que llaman a Dios porque saben que
existo sin saber que estoy cerca de ellos, si dijera a ellos que su creador es
también su Padre que piensa en ellos y que se ocupa de ellos, que los rodea con
un afecto íntimo en medio de tantos sufrimientos y descorazonamientos,
obtendría la conversión, aún de los más obstinados, y estas conversiones serían
más numerosas y también más sólidas, es decir más perseverantes.
Algunos, examinando la obra de amor que estoy haciendo en medio
de los hombres encontrarán algo que criticar, y dirán así: - Pero los
misioneros, desde que llegaron a esos países lejanos, no le hablan a los infieles
de otra cosa que de Dios, de su bondad, de su misericordia; ¿que podrían decir
más de Dios si hablan siempre de él?
Los misioneros han hablado y hablan todavía de Dios según como
me conocen ellos mismos, pero os aseguro que no me conocéis como soy, por esto
vengo para proclamarme Padre de todos y el más tierno de los padres, y para
corregir el amor que me dais y que está falseado por el temor.
Vengo para volverme semejante a mis criaturas, para corregir la
idea de que tenéis un Dios terriblemente justo, pues veo a todos los hombres
transcurrir su vida sin confiarse en su único Padre, que quisiera hacerles
conocer su único deseo, que es el de facilitarles el pasaje de la vida terrena
para darles después el cielo, la completa vida divina.
Esta es una prueba de que las almas no me conocen más de lo que
me conocéis, sin sobrepasar la medida de la idea que tenéis de mí. Pero ahora
que os doy esta luz, quedaos en la luz y llevad la luz a todos, y será un medio
potente para obtener conversiones y también para cerrar, en lo posible, la
puerta del infierno, pues yo renuevo aquí mi promesa, que no podrá nunca faltar,
y que es esta:
"TODOS LOS QUE ME LLAMARAN CON EL NOMBRE DE PADRE,
AUNQUE FUERA UNA SOLA VEZ, NO PERIRAN SINO QUE ESTARAN SEGUROS DE SU VIDA
ETERNA EN COMPAÑIA DE LOS ELEGIDOS".
Y a los que trabajarán por mi gloria, a vosotros que aquí os
empeñaréis a hacerme conocer, amar y glorificar, a vosotros os aseguro que
vuestra recompensa será grande, pues contaré todo, aún el mínimo esfuerzo que
haréis, y os devolveré todo centuplicado en la eternidad.
Ya lo he dicho, es necesario completar el culto en la Santa
Iglesia, glorificando en modo particular al autor de esta sociedad, a aquel que
vino a fundarla, a aquel que es el alma, Dios en tres personas: Padre, Hijo y
Espíritu Santo.
Mientras que las tres Personas no serán glorificadas con un
culto particularmente especial en la Iglesia y en la humanidad entera, algo le
faltará a esta sociedad. Ya he hecho sentir esta falta a algunas almas, pero la
mayor parte de ellas, demasiado tímidas, no han respondido a mi llamada. Otras
han tenido el valor de hablar a quién corresponde, pero ante sus fracasos no
han insistido.
Ahora llegó mi hora. Yo mismo vengo para hacer conocer a los
hombres, mis hijos, lo que hasta hoy no habían entendido completamente. Yo
mismo vengo para traer el fuego ardiente de la ley del amor para que, con este
medio, se pueda fundir y destruir la enorme capa de hielo que rodea la
humanidad.
Oh, querida humanidad, oh hombres que sois mis hijos, liberaos,
dejad las ataduras con las cuales el demonio os ha encadenado hasta hoy, ¡con
el miedo de un Padre que no es otra cosa que amor! Venid, acercaos, tenéis todo
el derecho de acercaros a vuestro Padre, dilatad vuestros corazones, rogad a mi
Hijo para que os haga conocer siempre más mis bondades con vosotros.
Oh, vosotros que sois prisioneros de las supersticiones y de las
leyes diabólicas, liberaos de esta tiránica esclavitud y venid a la verdad de
las verdades. Reconoced a aquel que os ha creado y que es vuestro Padre. No
pretendáis usar vuestros derechos adorando y rindiendo homenajes a los que os
han obligado a conducir hasta aquí una vida inútil, venid a mí, os espero a
todos porque todos vosotros sois mis hijos.
Y vosotros que estáis en la verdadera luz, decidles ¡como es
dulce vivir en la verdad! Decid a esos cristianos, a esas queridas criaturas
mías, mis hijos, como es dulce pensar que hay un Padre que ve todo, que sabe
todo, que provee para todo, que es infinitamente bueno, que sabe perdonar
fácilmente, que castiga de mala gana y lentamente. En fin, decidles que no
quiero abandonarlos en las desgracias de la vida, solos y sin méritos, que
vengan a mí: yo los ayudaré, aligeraré sus fardeles, endulzaré sus vidas tan
duras y los embriagaré con mi amor paterno, para que sean felices en el tiempo
y en la eternidad.
Y vosotros, hijos míos, que habiendo perdido la fe vivéis en las
tinieblas, levantad los ojos y veréis los rayos luminosos que vienen para
iluminaros. Yo soy el sol que ilumina, que enciende y que calienta, mirad y
reconoceréis que soy vuestro Creador, vuestro Padre y vuestro solo y único
Dios. Porque os amo vengo para hacerme amar y para que seáis todos salvados. Me
dirijo a todos los hombres del mundo entero haciendo resonar esta llamada de mi
paterno amor; este amor infinito, que quiero que conozcáis, es una realidad
permanente. Amad, amad, amad siempre, pero dejad amar también a este Padre para
que desde hoy yo pueda mostrar a todos el Padre más apasionado de amor por
vosotros.
Y vosotros, mis hijos predilectos, sacerdotes y religiosos, os
exhorto a hacer conocer este amor paterno que nutro por los hombres y por
vosotros en particular. Estáis obligados a trabajar para que mi voluntad se
realice en los hombres y en vosotros.
Bien, esta voluntad es que yo sea conocido, glorificado y amado.
¡No dejéis inactivo por tanto tiempo mi amor, porque estoy sediento por el
deseo de ser amado!
Entre todos los siglos este es el siglo privilegiado, ¡no dejéis
pasar este privilegio por el temor de que os venga quitado! Las almas necesitan
ciertos toques divinos y el tiempo apremia; no tengáis temor de nada, yo soy
vuestro Padre; os ayudaré en vuestros esfuerzos y trabajos. Os sostendré
siempre y os haré saborear, ya acá abajo, la paz y la alegría del alma,
haciendo que produzcan frutos vuestro ministerio y a vuestras obras realizadas
con celo; don inestimable porque el alma que está en paz y en alegría pregusta
ya el cielo, esperando la recompensa eterna.
A mi Vicario, el Sumo Pontífice, mi representante en la tierra,
ya le he transmitido una atractiva particular para el apostolado de las
misiones en los países lejanos, y sobretodo un celo grandísimo para hacer
mundial la devoción al Sagrado Corazón de
mi hijo Jesús. Ahora le confío la obra que el mismo Jesús vino a cumplir en
la tierra; glorificarme haciéndome conocer como soy, así como estoy diciéndoles
a todos los hombres, mis hijos y mis criaturas.
Si los hombres supieran penetrar en el corazón de Jesús y ver
todos sus deseos y su gloria verían que su deseo más ardiente es el de glorificar
al Padre, a aquel que lo envío, y sobretodo no dejarle una gloria disminuida,
como se ha hecho hasta hoy, sino una gloria total, que el hombre puede y tiene
que darme como Padre y Creador, y aún más, ¡como autor de su redención!
Yo pido lo que él puede darme: su confianza, su amor y su
agradecimiento. No es porque yo necesite de mi criatura o que por sus
adoraciones yo quiera ser conocido, glorificado y amado; es solo para salvarla
y hacerla partícipe de mi gloria que yo me rebajo hasta ella. Y también porque
mi bondad y mi amor se dan cuentan que los seres que saqué de la nada y adopté
como verdaderos hijos están cayendo numerosos en la infelicidad eterna con los
demonios, faltando de este modo a la finalidad de su creación, ¡y perdiendo el
tiempo y la eternidad!
Si algo deseo, sobretodo en el momento actual, es simplemente un
mayor fervor de parte de los justos, una gran facilidad en la conversión de los
pecadores, una conversión sincera y perseverante, el regreso de los hijos
pródigos a la casa paterna, en particular el regreso de los judíos y de todos
los otros, que son también mis criaturas y mis hijos, como los cismáticos, los
heréticos, los masones, los pobres infieles, los sacrílegos y las diversas
sectas secretas; que todo el mundo sepa que hay un Dios y un Creador, que lo
quieran o no. Este Dios, que hablará repetidamente a su ignorancia, es
desconocido; no saben que yo soy el Padre de ellos.
Creedme, vosotros que escucháis leyendo estas palabras: si todos
los hombres que están lejos de nuestra Iglesia Católica oyeran hablar de este
Padre que los ama, que es su Creador y su Dios, de este Padre que desea darles
la vida eterna, gran parte de los hombres, aún los más obstinados, vendrían a
este Padre del que habréis hablado.
Si no podéis ir directamente a hablar con ellos, buscad los
medios: hay miles maneras directas o indirectas, ponedlas en acto con un
verdadero espíritu de discípulos y con gran fervor; os prometo que vuestros
esfuerzos serán, por una gracia, pronto coronados con grandes éxitos. Volveos
apóstoles de mi bondad paterna, y por el celo que yo daré a todos vosotros
seréis fuertes y potentes con las almas.
Estaré siempre junto a vosotros y en vosotros: si son dos los
que hablan yo estaré entre los dos; si sois más numerosos yo estaré en medio de
vosotros; así diréis lo que yo os inspiraré y daré a vuestros oyentes las
disposiciones deseadas; de este modo los hombres serán conquistados por el amor
y salvados para toda la eternidad.
En cuanto a los medios para glorificarme como yo deseo no os
pido otra cosa que una gran confianza. No creáis que me espero de vosotros
austeridad y mortificaciones, que desee haceros caminar descalzos o que tengáis
que postrar el rostro en el polvo, o que desee que os cubráis de cenizas,
etc... ¡No, no! ¡Quiero y me agrada que tengáis conmigo una actitud de hijos,
con la simplicidad y la confianza en mí!
Con vosotros me volveré todo para todos como el Padre más tierno
y amoroso. Familiarizaré con todos vosotros, donándome a todos, volviéndome
pequeño para hacer que seáis grandes en la eternidad.
La mayor parte de los incrédulos, de los impíos y de las
diversas comunidades, se quedan en su maldad y en su incredulidad porque creen
que yo les pido lo imposible; creen que tienen que someterse a mis órdenes como
los esclavos bajo un patrón tirano, que se queda envuelto en su potencia y se
queda, en su orgullo, distante de sus súbditos, para obligarlos al respeto y a
la devoción. ¡No, no, hijos míos! Yo sé volverme pequeño mil veces más de lo
que vosotros suponéis.
Sin embargo, lo que yo exijo es el cumplimiento fiel de los
mandamientos que he dado a mi Iglesia, para que seáis criaturas razonables y no
seáis semejantes a los animales con vuestra indisciplina y vuestras malas
tendencias, y para que al final podáis conservar este tesoro que es vuestra
alma ¡que os he donado con la plena belleza divina con la que os he revestido!
Después haced - como yo deseo - lo que os he ya indicado para
glorificarme con un culto especial. Que esto os haga comprender mi voluntad de
daros mucho y de haceros participar ampliamente a mi potencia y a mi gloria,
únicamente para que seáis felices y para salvaros, para manifestar a vosotros mí
único deseo de amaros y de ser, en cambio, amado por vosotros.
Si me amaréis con un amor filial y confiado tendréis también un
respeto lleno de amor y de sumisión para mi Iglesia y para mis representantes.
No un respeto como el que tenéis ahora y que os mantiene lejos de mí porque
tenéis miedo de mí; este falso respeto que tenéis ahora es una injusticia que
le hacéis a la Justicia, es una herida a la parte más sensible de mi corazón,
es un olvido, un desprecio a mi amor paterno por vosotros.
Lo que, de mi pueblo de Israel, más me ha afligido, y que
todavía me aflige de toda la actual humanidad, es este respeto por mí mal
concebido. El enemigo de los hombres se ha servido efectivamente de esto para
hacerlos caer en la idolatría y en los cismas. Para alejaros de la verdad, de
mi Iglesia y de mí se servirá todavía de esto y lo usará siempre contra
vosotros. Ah, no os dejéis arrastrar más por el enemigo, creed en la verdad que
se está revelando a vosotros, y caminad en la luz de la verdad.
También vosotros que no conocéis otra religión que esa con la cual
habéis nacido, una religión no verdadera, abrid los ojos: aquí está vuestro
Padre, aquél que os ha creado y que quiere salvaros. Vengo hasta vosotros para
traeros la verdad, y con ella la salvación. Veo que me ignoráis y que no sabéis
que de vosotros deseo solo que me conozcáis como Padre y creador, y también
como salvador. Es por
ignorancia que no podéis amarme; sabed, por tanto, que no estoy tan lejos como
creéis.
¿Cómo podría dejaros solos después de haberos creado y adoptado
con mi amor? Os sigo por todas partes, os protejo en todo para que todo sea una
constatación de mi gran liberalidad hacia vosotros, a pesar de que habéis
olvidado a menudo mi infinita bondad, olvidos que os hacen decir: "Es la
naturaleza la que nos da todo, la que nos hace vivir y nos hace morir".
¡Este es el tiempo de gracia y de luz! ¡Por tanto, reconoced que yo soy el único
verdadero Dios!
Para poder daros la verdadera felicidad en esta vida y en la
otra quiero que hagáis lo que os propongo en esta luz. El tiempo es propicio,
no dejéis huir al amor que se ofrece a vuestro corazón en modo tan tangible. A
todos os pido de escuchar la Santa Misa según la liturgia: ¡esto me agrada
mucho! Después, con el tiempo, os enseñaré otras pequeñas oraciones, ¡pero no
quiero sobrecargaros! Lo esencial será glorificarme como he dicho,
estableciendo una fiesta en mi honor y sirviéndome con la simplicidad de los
verdaderos hijos de vuestro Dios, Padre, creador y salvador del género humano.
He aquí otro testimonio de mi amor paterno por los hombres:
hijos míos, no os hablaré de toda la grandeza de mi amor infinito porque basta
abrir los libros santos, mirar el Crucifijo, el Tabernáculo y el Santísimo
Sacramento para que podáis comprender ¡hasta qué punto os he amado!
Sin embargo, para haceros conocer hasta qué punto necesitáis
satisfacer mi voluntad en vosotros, y para que yo sea más conocido y más amado
ya, quiero, antes de terminar estas pocas palabras, que no son otra cosa que la
base de mi obra de amor entre los hombres, indicaros algunas de las
¡innumerables pruebas de mi amor por vosotros!
Mientras que el hombre no se encuentre en la verdad, no podrá
probar ni siquiera la verdadera libertad: creéis que estáis en la alegría, en
la paz, vosotros, mis hijos, que estáis afuera de la verdadera ley para cuya
obediencia os he creado, pero en el fondo de vuestro corazón sentís que ¡en
vosotros no hay ni la verdadera paz, ni la verdadera alegría, y que no estáis
en la verdadera libertad de quién os ha creado y que es vuestro Dios, vuestro
Padre!
Pero a vosotros que estáis en la ley, o mejor dicho, que habéis
prometido de seguir esta ley que os he dado para asegurar vuestra salvación,
habéis sido conducidos hacia el mal por el vicio. Os habéis alejado con vuestra
conducta malvada. ¿Creéis que sois felices? No. Sentís que vuestro corazón no
está tranquilo. ¿Quizás pensáis que buscando el placer y las otras alegrías
humanas vuestro corazón se sentirá al final satisfecho? No. Dejad que os diga
¡que no os encontraréis nunca en la verdadera libertad, ni en la verdadera
felicidad mientras que no me reconozcáis como Padre, y mientras que no os
sometáis a mi yugo, para ser verdaderos hijos de Dios, vuestro Padre! ¿Por qué?
Porque os he creado con un solo fin que es el de conocerme, amarme y servirme,
¡así como el niño simple y confiado sirve a su Padre!
Un tiempo, en el Antiguo Testamento, los hombres se comportaban
como animales, no conservaban ninguna señal que indicara en ellos su dignidad
de hijos de Dios, su Padre. Y así, para hacerles saber que quería elevarlos a
la gran dignidad de hijos de Dios tuve que demostrar una severidad a veces
espantosa. Más tarde, cuando vi que algunos eran bastante razonables y que
podían entender finalmente que había que establecer algunas diferencias entre
ellos y los animales, comencé entonces a colmarlos de beneficios y a
concederles la victoria sobre los que todavía no reconocían y conservaban la
dignidad de ellos. Y como el número de ellos aumentaba les mandé a mi Hijo,
adornado con todas las perfecciones divinas, dado que era el Hijo de un Dios
perfecto. Fue él el que les trazó el camino de la perfección, por él os he
adoptado, con mi amor infinito, como verdaderos hijos, y después no os he
llamado más con el simple nombre de criaturas sino con el nombre de
"hijos".
Os he revestido con el verdadero espíritu de la nueva ley, que
os distingue, no solo de los animales como a los hombres de la antigua ley,
sino que os eleva por encima de aquellos hombres del Antiguo Testamento. A
todos os he elevado a la dignidad de hijos de Dios, sí, vosotros sois mis hijos
y tenéis que decirme que soy vuestro Padre; pero tened confianza en mí como
hijos porque sin esta confianza no obtendréis nunca la verdadera libertad.
Os digo todo esto para que reconozcáis que he venido para esta
obra de amor, para ayudaros potentemente a sacudir la tiránica servidumbre que
aprisiona vuestra alma y para haceros saborear la verdadera libertad, de la cual
proviene la verdadera felicidad, que en comparación con ella todas las alegrías
de la tierra no son nada. Elevaos todos hacia esta dignidad de hijos de Dios y
respetad vuestra grandeza, y yo seré más que nunca vuestro Padre, el más amable
y el más misericordioso. He venido para traer la paz con esta obra de amor, si alguien
me glorifica y se confía en mí haré descender sobre él un rayo de paz en todas
sus adversidades, en todas sus turbaciones, en sus sufrimientos y en sus
aflicciones, de cualquier tipo, sobre todo si me invoca y me ama como su Padre.
Si las familias me glorifican y me aman como su Padre, yo les daré mi paz y con
ella mi providencia. Si los trabajadores, los industriales y los diversos otros
artesanos me invocan y me glorifican, yo daré mi paz, me mostraré como Padre
amorosísimo y con mi potencia aseguraré la salvación eterna de las almas.
Si toda la humanidad me invoca y me glorifica haré descender
sobre ella el espíritu de paz, como un rocío bienhechor.
Si todas las naciones, como tales, me invocan y me glorifican,
no tendrán más nunca discordias ni guerras, porque yo soy el Dios de la paz y
allá en donde yo estoy no habrá guerra.
¿Queréis obtener la victoria sobre vuestro enemigo? Invocadme y
triunfaréis victoriosamente sobre el mismo.
En fin, vosotros sabéis que con mi potencia todo lo puedo. Bien,
esta potencia se la ofrezco a todos para que os sirva en el tiempo y en la
eternidad. Me mostraré siempre como Padre vuestro, siempre que vosotros os
mostréis como hijos míos.
¿Qué deseo con esta obra de amor? Encontrar corazones que puedan
entenderme.
Yo soy la santidad, de la cuál poseo la perfección y la
plenitud, y os dono esta santidad - de la cuál soy el autor - a través de mi
Espíritu Santo, y la instauro en vuestras almas con los méritos de mi Hijo.
Es por mi Hijo y por el Espíritu Santo que yo vengo hacia
vosotros y en vosotros, y en vosotros busco mi reposo.
Para algunas almas estas palabras: "Vengo en
vosotros", les parecerán un misterio, pero ¡no hay ningún misterio! porque
después de que le ordené a mi Hijo de instituir la santa Eucaristía ¡me propuse
de venir entre vosotros cada vez que recibís la santa Hostia! Claro que nada me
impedía de venir también hacia vosotros antes de la Eucaristía ¡porque nada me
es imposible! pero recibir este sacramento es una acción fácil de entender y
que os explica ¡cómo es que yo vengo en vosotros!
Cuando estoy en vosotros os doy con mayor comodidad lo que
poseo, siempre y cuando me lo pidáis. Con este sacramento os unís conmigo
íntimamente, y es en esta intimidad que la efusión de mi amor riega en vuestras
almas la santidad que poseo.
Os inundo con mi amor, y entonces no tenéis que hacer otra cosa
que pedirme las virtudes y la perfección que necesitáis, y podéis estar seguros
de que, en esos momentos de reposo de Dios en el corazón de su criatura, nada
os será negado.
Desde el momento en que habéis comprendido cuál es el lugar de
mi reposo, ¿no quisierais dármelo? Soy vuestro Padre y vuestro Dios, ¿osaréis
negarme esto? Ah, no me hagáis sufrir con vuestra crueldad con un Padre que os
pide solo esta gracia para él. Antes de terminar este mensaje quiero expresar
un deseo a un cierto número de almas consagradas a mi servicio. Estas almas sois
vosotros, sacerdotes, religiosos y religiosas. Estáis a mi servicio, ya sea en
la contemplación, ya sea en las obras de caridad y de apostolado.
De parte mía es un privilegio de mi bondad, de parte vuestra es
la fidelidad a la vocación con vuestra buena voluntad. He aquí mi deseo:
vosotros que comprendéis más fácilmente lo que me espero de la humanidad,
rezadme para que yo pueda hacer la obra de mi amor en todas las almas.
¡Vosotros conocéis todas las dificultades que hay que vencer para conquistar
las almas! Bien, he aquí el medio eficaz con el cuál ganar para mí con
facilidad una gran multitud de almas: precisamente este medio es el hacerme
conocer, amar y glorificar por los hombres.
Antes que nada deseo que seáis vosotros a comenzar primero. ¡Qué
alegría para mí entrar antes que todo en las casas de los sacerdotes, los
religiosos y las religiosas!
¡Qué alegría encontrarme, como Padre, entre los hijos de mi
amor! ¡Con vosotros, mis íntimos, conversaré como amigos! ¡Seré para vosotros
el más discreto de los confidentes! ¡Seré vuestro todo, que os bastará para
todo! Seré sobretodo el Padre que acoge vuestros deseos, colmándoos con su
amor, con sus beneficios, con su ternura universal.
¡No me neguéis esta dicha que quiero gozar entre vosotros! Os la
devolveré cien veces más y, porque vosotros me glorificáis, ¡también os honraré
preparándoos una gran gloria en mi reino!
Yo soy la luz de las luces: allá en donde esa penetrará habrá
vida, pan y felicidad. Esta luz iluminará al peregrino, al escéptico, al
ignorante y os iluminará a todos, oh hombres que vivéis en este mundo lleno de
tinieblas y de vicios; ¡si no tuvierais mi luz caeríais en el abismo de la
muerte eterna!
En fin, esta luz les iluminará las calles que conducen a la
verdadera Iglesia católica a sus pobres hijos que todavía son víctimas de las
supersticiones. Me mostraré como Padre de los que más sufren en la tierra, los
pobres leprosos.
Me mostraré como el Padre de todos aquellos hombres que están
abandonados, excluidos de cualquier sociedad humana. Me mostraré como Padre de
los afligidos, Padre de los enfermos, sobretodo de los agonizantes. Me mostraré
como el Padre de todas las familias, de los huérfanos, de las viudas, de los
prisioneros, de los obreros y de la juventud. Me mostraré como Padre en todas
las necesidades. En fin, me mostraré como el Padre de los reyes y de sus
naciones. ¡Y todos sentiréis mis bondades, todos vosotros sentiréis mi protección
y todos vosotros veréis mi potencia!
¡Mi paterna y divina bendición para todos, Amén!
¡Particularmente para mi hijo y representante, Amén!
¡Particularmente para mi hijo el Obispo, Amén!
¡Particularmente para mi hijo tu padre espiritual, Amén!
¡Particularmente para mis hijas, tus madres, Amén!
¡Para toda la congregación de mi amor, Amén!
¡Para toda la Iglesia y para todo el clero, Amén!
¡Bendición muy especial para la Iglesia del Purgatorio, Amén!
AMEN
Oración de Madre Eugenia Dios es mi Padre
Padre mío que estás en los cielos, ¡como es dulce y suave saber
que Tú eres mi Padre y que yo soy tu hijo!
Sobre todo cuando está obscuro el cielo de mi alma y más pesada
es mi cruz, es cuando siento la necesidad de repetirte: ¡Padre, creo en tu amor
por mí!
Sí, ¡creo que tú para mí eres Padre en cada momento de la vida,
y que yo soy Tu hijo! ¡Creo que me amas con amor infinito!
¡Creo que velas día y noche sobre mí y que ni siquiera un
cabello se cae de mi cabeza sin Tu permiso!
Creo que, infinitamente Sabio haces que todo sirva para el
beneficio de los que Te aman: ¡y aún bajo las manos que golpean yo beso Tu mano
que sana!
Creo,... ¡pero aumenta en mí la fe, la esperanza y la caridad!
Enséñame a ver siempre tu amor como guía en cada evento de mi
vida.
Enséñame a abandonarme a Tú como un niño en los brazos de la
mamá.
Padre, Tú sabes todo, Tú ves todo, Tú me conoces mejor de lo que
me conozca yo mismo: ¡Tú puedes todo y Tú me amas!
Padre mío, dado que Tú quieres que siempre recurramos a Tú, heme
aquí con confianza para pedirte, con Jesús y María,... (pedir la gracia que se
desea).
Por esta intención, uniéndome a Sus Sagradísimos Corazones, Te
ofrezco todas mis oraciones, mis sacrificios y mortificaciones, todas mis
acciones y una mayor fidelidad a mis deberes (Si se reza esta oración como
Novena añadir: "Te prometo ser más generoso, especialmente en estos nueve
días, en tal circunstancia... con tal persona... ’).
¡Dame la luz, la gracia y la fuerza del Espíritu Santo!
Confírmame en este Espíritu de modo que yo no Lo pierda nunca,
ni Lo entristezca, ni Lo debilite en mí.
Padre mío, ¡es en nombre de Jesús, Tu Hijo, que te lo pido! Y tú,
oh Jesús, abre Tu Corazón y métele adentro el mío, y con el de María ¡ofrécelo
a nuestro Padre Divino! ... ¡Obtenme la gracia que necesito!
Padre Divino, llama hacia Tú a todos los hombres. ¡Que el mundo
entero proclame Tu Paternal Bondad y Tu Divina Misericordia! Sé para mí tierno
Padre, y protégeme por todas partes como a la pupila de Tus ojos. Haz que yo
siempre sea digno hijo Tuyo: ¡tan piedad de mí!
Padre Divino, dulce esperanza de nuestras almas.
¡Que Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres!
Padre Divino, bondad infinita que se difunde sobre todos los
pueblos.
¡Que Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres!
Padre Divino, rocío beneficioso de la humanidad.
¡Que Tú seas conocido, alabado y amado por todos los hombres!
Amén
Amén
Novena en honor a Dios Padre misericordioso.
MARÍA EUGENIA RAVASIO
Invocación:
Oh Dios todopoderoso y
eterno.
Potencia infinita.
Amor insondable
Sabiduría perfecta
Tú que riges el universo
desde el trono que está por encima de todo.
Permite que mi corazón te
alabe porque enorme es la gracia que me invade si tan solo puedo pronunciar tu
nombre.
Santo, santo, santo, es el
Señor
Si tan solo puedo acudir a
ti
Santo, santo, santo es el
Señor
Si esta pobre criatura
imperfecta es digna de tu amor perfecto
Santo, santo, santo es el
Señor
Enorme es la alegría que
hay en mi corazón porque puedo llamarte Padre.
Alabado sea nuestro señor
Jesucristo ya que por su Divina intercesión se concede al mundo los torrentes
infinitos de la misericordia de Dios.
Acto de contrición.
Oración para todos los
días.
Dios todopoderoso y eterno
Padre, Hijo y Espíritu Santo, Uno Y Trino:
Vengo ante tu presencia
rogándote humildemente me recibas como un padre a su hijo, con ese inmenso amor
que quiso reconciliarse con el mundo. Es por la intercesión de tu amado Hijo,
nuestro Señor Jesucristo que puedo clamar a tu Divina majestad.
Padre Celestial, yo sé que
conoces a la perfección mis flaquezas, eres tan justo oh Padre Santo que si
compadezco ante tu Divina Justicia pareceré un hijo rebelde que se obstina en
su error, pero, ¿quién de los hijos de Eva dará la medida justa en tu
presencia?
Oh Divina Justicia, te
suplico que no me llames a juicio, porque ninguno de mis pecados es pequeño, ni
ninguno de mis méritos digno de justificación, sólo mediante Cristo alcanzaré
la salvación.
Padre Celestial, Rey del
universo, perdona mi atrevimiento pero mi corazón inspirado en tu espíritu me
mueve a invocarte de un modo especial. Tu amado Hijo, nuestro señor Jesucristo
ha dicho: “Pidan y se les dará”, del mismo modo el Espíritu Santo, que nos
inspira a obrar conforme a tu voluntad para alcanzar la gracia ante tus ojos,
nos invita a confiarnos en tu infinita bondad.
Señor, dígnate concedernos
paz y salvación para esta casa y para el mundo entero, que tu potencia, tu amor
y tu Espíritu Santo toquen los corazones de los hombres para que toda la
humanidad por medio de tu Hijo se encamine hacia ti Padre que la buscas para
amarla y salvarla.
Estos son días de salvación
y de bendición. Padre no permitas que se los escape la oportunidad de ir hacia
ti para recibir de ti el bien en esta vida y para que nos prepares para la
felicidad eterna. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Primer Día.
Dios se revela como autor y
Padre de todo lo creado.
Padre Santo:
Has manifestado dulcemente
que tu alegría se encuentra en ser conocido y amado por tus criaturas, permite
que esta alma te alabe y te adore como el Padre todopoderoso y amoroso que
eres. Ya que siempre estás pendiente de nosotros llámanos ir a ti, a fin de que
conozcamos el verdadero consuelo que solo se halla en tu amor paternal
Me dirijo confiadamente a
ti como un hijo a su padre. Permite oh Padre Eterno que tus hijos te conozcan
por medio del caudal de tus bendiciones. Vengo ante ti con toda la humildad que
me es posible rogándote le des la esperanza a este mundo, que nos cobijes con
el amor de un Padre que se entrega sin reservas. Tú que siempre estás al
pendiente de todas y cada una de tus criaturas, haz que seamos capaces de
reconocernos como obra tuya, imagen y semejanza tuya, para que de este modo no
consintamos más el pecado que nos aleja de tus divinas promesas y tu amor
infinito. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
Segundo Día.
La omnipotencia de Dios, el
Ser antes de todo ser.
Padre Eterno:
Tú que eres el Alfa y el
Omega, el principio y el fin de todo, potencia infinita, misericordia
insondable, nada sucede sin que tú lo sepas. Tú creaste todas las cosas con tu
Palabra y por tu querer subsisten.
Este día nos regocijamos y
saltamos de gozo al contemplar las maravillas que tu amor ha creado, siendo la
humanidad de manera especial la obra maestra hecha por y para el amor.
Puesto que tú eres la causa
de todo, el principio y el fin de todas las cosas, todo se somete ante tu
voluntad y nada subsistirá fuera de ti. Nosotros tus hijos sabemos esa gran
verdad y la proclamamos. Y como nos has creado para el amor, nuestra alma desde
el principio de los tiempos ha buscado a su creador, en nosotros hay un vacío
que solo se llena con tu amor.
Dichosa la humanidad porque
han venido los días de salvación con la Palabra encarnada que ha nacido entre
los hombres. Ahora que la esperanza ha venido, ahora que hemos contemplado en
el niño Jesús la gloria de tu presencia, saltaremos de contento y alegría
teniendo bien presente en la memoria la felicidad que sólo se encuentra en tu
amor.
Alabado sea el niño Jesús.
Bendita y dichosa sea la Virgen María porque en este día santo hemos visto
surgir la maravilla más grande de tu amor Padre Santo.
Dios todopoderoso y eterno
ya que ante tu voluntad todo reposa acudimos a ti confiadamente sabiendo que tu
sabiduría y bondad infinita nos socorrerá en todo momento. Por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
Tercer Día.
Dios busca al hombre.
Padre Eterno:
Tu infinito amor nos ha
concedido la gloria especial de conocerte y amarte, en especial en estos
tiempos en los que el Divino Verbo se hizo hombre en el vientre purísimo de la
Virgen María. Nadie jamás te ha visto Padre Celestial, sólo tu unigénito Hijo,
nuestro Señor Jesucristo te ha visto, te conoce y guarda tu palabra. Es Él
quien te ha revelado al mundo.
Desde los tiempos de la
antigua alianza con tu pueblo Israel, hasta la nueva alianza que se hace
presente en el sacrificio perfecto de Jesús, haz querido reconciliarte con la
humanidad alejada de tu presencia por el pecado. Alabado seas señor puesto que
tu bondad infinita nunca se ha olvidado del hombre.
Y ya que por el bautismo
nos convertimos en hijos tuyos y podemos llamarte Padre, permite Señor que
seamos capaces de hacer tu voluntad. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
Cuarto día.
La misericordia de Dios.
Padre Santo:
Tu misericordia es un
misterio insondable, incomprensible para nosotros los humanos, por tu infinita
paciencia para perdonar los pecados es que el mundo existe. Dichosos aquellos
que han encontrado la gracia ante tus ojos porque ya nunca más andarán como errantes,
ya nunca más andarán como extraviados porque la luz que lo ilumina todo y el
espíritu que reposa en ellos les darán claridad para transitar por este mundo
en paz.
Te pedimos perdón por la
manera en que los hombres han olvidado tu amor de Padre. Pero ello no ha sido
obstáculo para tu amor porque nos amas muy tiernamente. Por medio de tu Hijo,
en el Verbo hecho hombre has concedido al mundo las más grandes maravillas y
gracias. Recibiste las oraciones de tu amado Hijo, Nuestro Señor Jesucristo para
que el hombre tuviera un camino trazado y caminara siempre seguro en la
justicia, para que llegase hasta ti.
Puesto que comprendes a la
perfección nuestra debilidad nos has concedido por medio de tu Hijo, nuestro
señor Jesucristo los medios para levantarnos después de las caídas. Estos
medios permiten purificarnos de los pecados, para seguir siendo los hijos de tu
amor. Principalmente son los siete sacramentos y sobre todo el gran medio para
salvarse que es el Crucifijo, que es la Sangre de tu Hijo, que en cada instante
se derrama sobre nosotros, ya sea con el sacramento de la penitencia, ya sea
con el santo sacrificio de la Misa.
Padre Eterno, concédenos
fuerza de voluntad para obrar rectamente, para que determinados en el bien
actuemos como tú lo deseas. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
Quinto Día.
El camino hacia Dios.
Padre Eterno:
Eres nuestro Padre, tú eres
el mejor de los padres. Recurriremos a ti con confianza y amor. Permítenos
llegar a ti Padre santo, que siempre estás tan cerca de nosotros. Es necesario
amarte y glorificarte para ser juzgados con tu amor infinitamente
misericordioso. Concluimos con alegría que hay un Padre sobre todos los padres,
que nos ama y que no cesará nunca de amarnos
La Cruz es el camino por el
que te haces presente en medio de nosotros tus hijos, porque es por medio de
ella que tu Amado Hijo nos ha redimido, la Cruz es el camino que sube hacia tu
Hijo, y desde tu Hijo hacia ti. Sin ella nunca podríamos llegar, porque los
hombres, con el pecado, hemos atraído sobre nosotros el castigo de la
separación de Dios. En la Eucaristía tú vives en medio de nosotros como un
Padre en su familia. Quisiste que tu Hijo instituyese la Eucaristía para hacer
de cada tabernáculo un depósito de tus gracias, de tus riquezas y de tu amor,
para darlas a los hombres, tus hijos.
También vienes a nosotros
por medio de tu Espíritu Santo de manera silenciosa habitas en las almas en
estado de gracia, siendo para ellas como un Padre que ama, protege y sostiene a
su hijo. Digamos a grandes voces ¡Qué no ha hecho por su pueblo el Señor, desde
Adán hasta José, padre adoptivo de Jesús, y desde José hasta hoy día!. El
hombre te debe un culto especial, como Padre, Creador y Salvador. En el Éxodo
dice que hay que ensalzar a Dios con un culto especial. Sobre todo los salmos
de David contienen esta enseñanza. En los mandamientos que tú mismo diste a
Moisés pusiste en primer lugar “Adorarás y amarás perfectamente a un solo
Dios”. Te suplicamos Señor envíes tu espíritu para que inspirados en él te
alabemos como tu deseas siempre. Por Jesucristo nuestro señor. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
Sexto Día.
La Confianza y Fe en Dios.
Que mi alma repose
tranquila en tu espíritu, que le primero y el último de mis pensamientos en el
día sea para ti.
Señor tú nos concedes los
milagros en la medida que confiamos en ti, en la que nos abandonamos en ti.
Señor concédenos aumentar nuestra fe para que tengamos nuestra esperanza sólo
en ti, haz que busquemos los bienes celestiales antes que los terrenales.
Deseo abandonarme a ti Dios
Todopoderoso y eterno, porque todo lo puedes y todo lo sabes. Si estás conmigo
ya mi fuerza no será superada ni mi espíritu abatido. No permitas Padre Eterno
que nadie ni nada me aleje de tu amor paternal.
Ciertamente soy débil pero
apoyado en el Espíritu quiero decirte con toda la sinceridad de mi corazón:
Padre te amo y consagrarte todo lo que soy a ti, tú que eres el supremo bien,
porque sólo por ti seré.
Quiero aprender a confiar
en ti porque sé que todo en este mundo tiene conforme a tu voluntad un
propósito. Tengo confianza en tu infinito amor que se ha manifestado al mundo
por medio de tu amado hijo, nuestro Señor Jesucristo. Oh Divino Jesús, las
tuyas son palabras de vida eterna, Justo y misericordioso eres Señor, es por tu
intercesión que podemos decirle padre a Dios.
Cantemos en alta voz porque
el Rey de la Gloria vendrá por segunda vez a darle a cada cual su merecimiento.
Padre Santo, te suplico me
des la fortaleza y el entendimiento necesarios para continuar por el camino que
has elegido para mí. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
Séptimo Día.
El camino de Dios.
Padre Eterno:
No permitas que nos
aferremos a nuestra forma de ver y sentir la vida, enséñanos a escuchar tu
palabra.
Que todo lo que haga y sea
conforme a tu voluntad me resulte. Oh Padre misericordioso bendice mis
propósitos y mis trabajos. La vida es difícil pero yo tengo un aliado más
fuerte que todos mis enemigos juntos. Tú me has protegido en las dificultades,
sé que el camino es estrecho pero al final veremos tu rostro alegre Señor.
Que en un instante
desaparezcan mis pesares porque tú Señor deseas mi bien, mi alma te alabara
siempre, en tu presencia me regocijare, porque me reivindicarás.
En verdad es justo y
necesario alabarte Señor, porque tú eres el Supremo Bien, toda bendición proviene
de ti, el amor divino siempre ha sido tu virtud más grande. En ti está toda
nuestra esperanza porque tú eres misericordioso y justo. En tú Palabra
encarnada, en Jesucristo nuestro Señor todas tus promesas han pasado a ser en
él un sí.
Padre Eterno muéstrame la
senda, guíame por el camino correcto entero hasta ti, consérvame en ti integro
de cuerpo y alma. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
Octavo Día.
La voluntad de Dios se
cumple infaliblemente.
Padre Eterno:
Concédenos que brille
nuestro entendimiento, que se ilumine todo para que no estemos confundidos
nunca más.
Tu proceder es perfecto y
tu palabra a toda prueba, tú me revistes de fuerza.
Tengo puesta toda mi
esperanza en tu amor paternal. Que mi alma se llene de gozo en consonancia con
las alabanzas de tus ejércitos celestiales y de tus santos para alabarte y
glorificarte siempre y en todo lugar Dios todopoderoso.
En los cielos se canta la
gloria del Señor, en el lugar santo estarán los bienaventurados regocijándose
en tu presencia que todo lo colma. Todas las cosas serán renovadas en ti Señor,
el transcurrir del tiempo se detendrá en el instante de tu eternidad. Tu pueblo
escogido vivirá para siempre en ti.
El nuevo pueblo sacerdotal
estará instituido en el sacerdocio perfecto de tu amado Hijo porque es tu
voluntad que ante él se someta todo lo creado, él será su pastor.
Padre Eterno tu que todo lo
provees y a todo le das sentido, haz que aprendamos a ser certeros en el
cumplimiento de nuestro deber para contigo. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
Noveno Día.
Padre Eterno:
Mi alma al eco de tu voz
salta de gozo, desde el amanecer hasta el ocaso no hay para mi alegría
semejante que guardar para mi corazón tus palabras de vida eterna.
Que todo desaparezca detrás
de ti porque no hay más certezas que las tuyas. Deseo buscarte Señor en todas
partes, mi alma te busca con el apremio de quien se sabe cercano a la felicidad
verdadera.
Mi alma solo tendrá reposo
en el Señor sólo su palabra me dará vida y su espíritu me inspirará.
Concédeme Padre Eterno
encontrar las huellas de tu amor hasta en las cosas más simples. Hazme sensible
a tu amor, haz mi corazón semejante al tuyo. Arrodillado frente al altar me
ofrezco enteramente a ti, en mis pensamientos y obras, tú eres el dueño de mis
días, en ti confío Padre misericordioso, serás mi guía, mi camino y mi fin.
Te suplicamos señor que
envíes tú Espíritu al mundo para que la generosidad, la humildad, la unión, la
fe, la confianza y el amor brillen en los corazones de los hombres por siempre.
Permítenos ir a ti Padre
por medio de tu amado Hijo, nuestro Señor Jesucristo quien nos ha dado por su
divina intercesión el camino certero hasta ti.
Te ofrezco de corazón estas
nueve comuniones a fin de que te sean gratas. Todo te lo pido por Jesucristo
nuestro Señor. Amén.
Dios Padre misericordioso
Dios Hijo Jesús de la
divina misericordia
Dios espíritu Santo Señor y
dador de vida.
Santísima Trinidad que eres
un mismo Dios.
En vos confío.
Padrenuestro, Avemaría y
Gloria.
Oración final para todos
los días.
Padre Eterno:
Te pedimos humildemente nos
concedas todo aquello que nosotros no somos capaces de pedirte porque no
sabemos lo que nos conviene, desconocemos nuestra situación, sólo tú sabes lo
que necesitamos. Señor que no seamos sordos a tu voz, que no seamos ingratos
persistiendo en el error del pecado. Sabiendo que nada se oculta ante tus ojos,
ni el presente, ni el pasado, ni el futuro, ni la penumbra, ni la luz, no hay
secreto alguno para ti; sentí vergüenza de mis pecados. Tu sabes a la
perfección mi medida y me apremia el corazón ser tan ingrato, haberlo sido y
seguir siéndolo.
Padre eterno sólo por tu
infinita misericordia y amor podemos dirigirnos a ti mediante la intercesión de
tu amado Hijo. Hoy quiero recordar con júbilo tu misericordia. Clamaremos a ti
y tendremos al mejor de los padres. Digamos a grandes voces, tenemos al mejor
de los padres. Recordemos tu amor paternal ahora que la promesa se ha cumplido
con la venida del Mesías. Tu amor oh Dios mío es el amor verdadero porque lo da
todo. Fiel y verdadero eres Señor porque en el celo de tu amor entregaste a tu
Hijo bien amado para la salvación de la humanidad y con razón te alaban tus
criaturas porque eres amor infinito. El camino que nos ofreciste para la
salvación es tu amado Hijo, nuestro señor Jesucristo y tu Espíritu Santo quien
inspira en los corazones la gracia, la oración, la obra y la felicidad.
Dichosos los hombres que han vivido en tu amistad ya que tu Espíritu los
conforta y los mueve a continuar tu obra Salvadora.
Padre Eterno inspirado en
ese mismo Espíritu con confianza y amor he venido humildemente a pedirte que si
fuere conforme a tu voluntad que (Hacer la petición). Espero confiadamente que
mi petición será escuchada, me abandono a ti con la certeza de tu misericordia
infinita. Estamos plenamente seguros de que tenemos un Padre que nos ama mucho.
Dios mío, ya que para ti
nada es imposible, solo en ti puedo (podemos) confiar sin reserva, sé (sabemos)
que tu respuesta será certera y pronta. Todo te lo pido (pedimos) por
Jesucristo nuestro señor, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu
Santo por los siglos de los siglos. Amén.
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