San Buenaventura
El Doctor Seráfico
Un nombre profético
Se llamaba Juan, pero
dicen que cuando era muy pequeño enfermó gravemente y su madre lo presentó
a San Francisco,
el cual acercó al niñito de cuatro meses a su corazón y le dijo:
"¡BUENA VENTURA!" que significa:
"¡BUENA VENTURA!" que significa:
"¡BUENA SUERTE!
¡BUEN EXITO!".
Y el niño quedó
curado. Y por eso cambio su nombre de Juan por el de Buenaventura. Y en verdad
que tuvo buena suerte y buen éxito en toda su vida.
Un doctor muy
especial
En agradecimiento
a San Francisco su
benefactor, se hizo religioso franciscano. Estudió en la universidad de París,
bajo la dirección de famoso maestro Alejandro de Ales, y llegó a ser uno de los
más grandes sabios de su tiempo.
Se le llama
"Doctor seráfico", porque "Serafín" significa "el que
arde en amor por Dios" y este santo en sus sermones, escritos y actitudes
demostró vivir lleno de un amor inmenso hacia Nuestro Señor. Los que lo
conocieron y trataron dicen que todos sus estudios y trabajos los ofrecía para
gloria de Dios y salvación de las almas. A sus clases concurrían en grandes
cantidades gente de todas las clases sociales y sus oyentes afirmaban que
mientras hablaba parecía estar viendo al invisible.
Su inocencia y santidad de vida eran tales que su maestro, Alejandro de Alex, exclamaba "Buenaventura parece que hubiera nacido sin pecado original".
Escrúpulos peligrosos. Él no veía en sí mismo sino faltas y miserias y por eso empezó a padecer la enfermedad de los escrúpulos, que consiste en considerar pecado lo que no es pecado. Y creyéndose totalmente indigno empezó a dejar de comulgar. Afortunadamente la bondad de Dios le concedió un valor especial, y observó en visión que Jesucristo en la Santa Hostia se venía desde el copón en el cual el sacerdote estaba repartiendo la Sagrada Comunión, y llegaba hasta sus labios. Con esto reconoció que el dejar de comulgar por escrúpulos era una equivocación.
Su inocencia y santidad de vida eran tales que su maestro, Alejandro de Alex, exclamaba "Buenaventura parece que hubiera nacido sin pecado original".
Escrúpulos peligrosos. Él no veía en sí mismo sino faltas y miserias y por eso empezó a padecer la enfermedad de los escrúpulos, que consiste en considerar pecado lo que no es pecado. Y creyéndose totalmente indigno empezó a dejar de comulgar. Afortunadamente la bondad de Dios le concedió un valor especial, y observó en visión que Jesucristo en la Santa Hostia se venía desde el copón en el cual el sacerdote estaba repartiendo la Sagrada Comunión, y llegaba hasta sus labios. Con esto reconoció que el dejar de comulgar por escrúpulos era una equivocación.
Escritor famoso. Buenaventura, además de dedicarse muchos años a dar clases en la Universidad de París donde se formaban estudiantes de filosofía y teología de muchos países, escribió numerosos sermones y varias obras de piedad que por siglos han hecho inmenso bien a infinidad de lectores. Una de ellas se llama "Itinerario del alma hacia Dios". Allí enseña que la perfección cristiana consiste en hacer bien las acciones ordinarias y todo por amor de Dios.
El Papa Sixto IV
decía que al leer las obras de San Buenaventura se siente uno invadido de un
fervor especial, porque fueron escritas por alguien que rezaba mucho y amaba
intensamente a Dios.
Una noticia muy halagadora. San Buenaventura fue nombrado Superior General de los Padres Franciscanos, y el Papa le concedió el título de Cardenal. Y aunque era famoso mundialmente por su sabiduría, sin embargo seguía siendo muy humilde y se iba a la cocina a lavar platos con los hermanos legos (dicen que la noticia de su nombramiento como Cardenal le llegó mientras estaba un día lavando platos en la cocina) y Fray Gil, uno de los hermanos legos más humildes, le preguntó un día: "Padre Buenaventura, ¿un pobre ignorante como yo, podrá algún día estar tan cerca de Dios, como su Reverencia que es tan inmensamente sabio?"
El gran sabio le respondió: "Oh mi querido Fray Gil: si una pobre viejecita ignorante tiene más amor de Dios que Fray Buenaventura, estará más cerca de Dios en la eternidad que Fray Buenaventura". Al oír semejante noticia, el humilde frailecito empezó a aplaudir y a gritar: "Ay Fray Gil borriquillo de Dios, aunque seas más ignorante que la más pobre viejecita, si amas a Dios más que Fray Buenaventura, estarás en el cielo más cerca de Dios que el gran Fray Buenaventura". Y de pura emoción se fue elevando por los aires, y quedó allí suspendido entre cielo y tierra en éxtasis. Es que había escuchado la más halagadora de las noticias: que el puesto en el cielo dependerá del grado de amor que hayamos tenido hacia el buen Dios.
Una noticia muy halagadora. San Buenaventura fue nombrado Superior General de los Padres Franciscanos, y el Papa le concedió el título de Cardenal. Y aunque era famoso mundialmente por su sabiduría, sin embargo seguía siendo muy humilde y se iba a la cocina a lavar platos con los hermanos legos (dicen que la noticia de su nombramiento como Cardenal le llegó mientras estaba un día lavando platos en la cocina) y Fray Gil, uno de los hermanos legos más humildes, le preguntó un día: "Padre Buenaventura, ¿un pobre ignorante como yo, podrá algún día estar tan cerca de Dios, como su Reverencia que es tan inmensamente sabio?"
El gran sabio le respondió: "Oh mi querido Fray Gil: si una pobre viejecita ignorante tiene más amor de Dios que Fray Buenaventura, estará más cerca de Dios en la eternidad que Fray Buenaventura". Al oír semejante noticia, el humilde frailecito empezó a aplaudir y a gritar: "Ay Fray Gil borriquillo de Dios, aunque seas más ignorante que la más pobre viejecita, si amas a Dios más que Fray Buenaventura, estarás en el cielo más cerca de Dios que el gran Fray Buenaventura". Y de pura emoción se fue elevando por los aires, y quedó allí suspendido entre cielo y tierra en éxtasis. Es que había escuchado la más halagadora de las noticias: que el puesto en el cielo dependerá del grado de amor que hayamos tenido hacia el buen Dios.
La simpatía de San
Buenaventura
Este gran doctor, que
por 17 años fue Superior General de los Padres Franciscanos y recorrió el mundo
visitando las casas de su comunidad y animando a todos a dedicarse a la
santidad, y que fue el hombre de confianza del Sumo Pontífice para resolver
muchos casos difíciles, y que dirigió en nombre del Papa el Concilio de Lyon y
tuvo el honor de que la oración fúnebre el día de su entierro la hiciera el
mismo Sumo Pontífice, tenía una cualidad especialísima: una exquisita bondad en
su trato, una amabilidad que le ganaba los corazones, un modo conciliador que
lo alejaba de los extremos, de la extrema rigidez que amarga la vida de los
otros y de la relajación que deja a todos seguir por el camino del mal sin
corregirlos. Sus virtudes preferidas eran la humildad y la paciencia, y la
meditación frecuente en la pasión y muerte de Cristo lo llevaba a esforzarse
por cumplir aquel consejo de Jesús: "Aprended de mi que soy manso y
humilde de corazón". Su crucifijo lo tenía totalmente desgastado de tanto
besarle las manos, los pies, la cabeza y la herida del costado. Su amor a la
Virgen María era intenso y por todas partes recomendaba el rezo del Angelus (o
de las tres Aves Marías).
Un santo elogia a otro santo. A San Buenaventura le recomendaron que
escribiera la biografía de su gran protector San Francisco de Asís (la
cual resulto muy hermosa) y dicen que cuando estaba redactándola, llegó a
visitarlo el sabio más famoso de su tiempo, Santo Tomás de Aquino, el cual al
asomarse a su celda y verlo sumido en la contemplación y como en éxtasis,
exclamó: "dejemos que un santo escriba la vida de otro santo", y se
fue. Así que estos dos sabios tan famosos no se trataron en vida, pero se
admiraron mutuamente.
Muerte solemne. En el año 1274 se celebró el concilio de Lyon (o reunión
de todos los obispos católicos del mundo). Terminando el Concilio con gran
éxito, todo dirigido por San Buenaventura, por orden del Sumo Pontífice, el
santo sintió que le faltaban las fuerzas, y el 15 de julio de 1274 murió
santamente asistido por el Papa en persona. Todos los obispos del Concilio
asistieron a sus funerales y caso único en la historia, el Santo Padre ordenó
que todos los sacerdotes del mundo celebran una misa por el alma del difunto.Un elogio muy especial. El Papa Inocencio V predicó la homilía en el entierro de San Buenaventura y dijo de él: "Su amabilidad era tan grande que empezar a tratarlo era quedar ya amigos de él para siempre. Y su unción al predicar y escribir era tan admirable, que escucharlo o leer sus escritos, era ya empezar a sentir deseos de amar a Dios y conseguir la santidad". Bello elogio en verdad.