Actos de Reparación

Reparación por Nuestro Pecados

Reparación es un concepto teológico estrechamente relacionado con los de expiación y satisfacción, perteneciendo así a uno de los más profundos misterios de la fe cristiana. Es enseñanza de esa fe, que el hombre es una criatura que ha caído de su estado original de justicia en el que fue creado, y que a través de la Encarnación, Pasión y Muerte del Hijo de Dios, ha sido redimido y restaurado de nuevo, en cierto grado, a la condición original. Aunque Dios podía haber condonado gratuitamente las ofensas de los hombres si hubiera escogido hacerlo así, aún en su Divina Providencia Él no lo hizo; juzgó mejor demandar satisfacción por las injurias del hombre hacia Él. Es mejor para la educación humana que sus malas acciones conlleven la necesidad de hacer satisfacción. Esta satisfacción fue adecuadamente lograda para Dios, por el sufrimiento, Pasión y Muerte de Jesucristo, quien se hizo hombre por nosotros. Con su sumisión voluntaria a su Pasión y Muerte en la Cruz, Jesucristo expió nuestra desobediencia y pecado; así hizo reparación a la ofendida majestad de Dios por las ofensas que el Creador sufre constantemente de manos de sus criaturas. Hemos sido restaurados a la gracia por los méritos de la Muerte de Cristo, y esa gracia permite que sumemos nuestras oraciones, trabajos y pruebas a los de Nuestro Señor: «y completo en mi carne lo que falta a las tribulaciones de Cristo, en favor de su Cuerpo, que es la Iglesia» (Col. 1,24). De esta forma podemos hacer una especie de reparación a la justicia de Dios por nuestras propias ofensas contra Él; y en virtud de la Comunión de los Santos, la unidad y solidaridad del cuerpo místico de Cristo, también podemos hacer satisfacción y reparación por los pecados de los otros.

Esta doctrina teológica, firmemente enraizada en la fe cristiana, es el fundamento de numerosas confraternidades y asociaciones pías que se han fundado, especialmente en los tiempos modernos para hacer reparación a Dios por los pecados de los hombres.


De rodillas ante nuestro Señor

La Misa, de igual importancia que el sacrificio del Monte Calvario, es especialmente apropiada para hacer reparación por los pecados. Uno de los fines por los que se ofrece es para aplacar la justa ira de Dios.

(A continuación De la conferencia: “¿Dios cambia de parecer?”  http://www.fatima.org/span/crusader/cr84/cr84pg28.asp)

Los mensajes de la Santísima Virgen en Fátima son una continuación y reafirmación de la constante llamada celestial a la reparación a lo largo de los últimos cien años.

Acá algunos de ellos, comenzado con los mensajes a Sor María de San Pedro en relación a la devoción a la Santa Faz. Estos mensajes y escritos gozan de la aprobación total de la Iglesia Católica y de muchos modos parecen ser precursores del Mensaje de Fátima.

"La Tierra está repleta de crímenes”

Sor María de San Pedro fue una monja carmelita en Tours, Francia que vivió de 1816 a 1848. El 24 de noviembre de 1843, Nuestro Señor le comunicó las siguientes palabras:

“La Tierra está repleta de crímenes. La violación de los primeros tres mandamientos de Dios ha molestado a mi Padre. El Santo Nombre de Dios ha sido blasfemado, y el Santo Día del Señor profanado, saturado de cantidad de iniquidades. Estos pecados se han acumulado hasta el Trono de Dios y han provocado su ira, la cual estallará pronto si su justicia no es apaciguada. Jamás han llegado estos crímenes a tal punto”.

Anteriormente, Sor María de San Pedro había recibido una comunicación especial de Nuestro Señor el 24 de agosto de 1843:

“Él me abrió su corazón, y juntando allí las fuerzas de mi alma, se dirigió a mí con estas palabras: ‘Mi nombre es blasfemado en todas partes. Hasta los niños me blasfeman’. Él me hizo entender que este espantoso pecado lastima penosamente su Divino Corazón más que cualquier otro. Por medio de la blasfemia el pecador maldice el Rostro [de Dios], lo ataca abiertamente, anula la redención y pronuncia su propia condenación y juicio. La blasfemia es una flecha envenenada que siempre lastima su Divino Corazón. Él me dijo que desea darme una Flecha de Oro con la cual herir con delicias su Corazón y sanar esas heridas infligidas por la malicia de los pecadores".

 
Este es el origen de la oración que casi todos conocemos, La Flecha de Oro:

“Que el más santo, más sagrado, más adorable, más incomprensible e inefable Nombre de Dios sea por siempre alabado, bendecido, amado, adorado y glorificado, en el Cielo, en la tierra y bajo la tierra, por todas las criaturas de Dios y por el Sagrado Corazón de Nuestro Señor Jesucristo en el Santísimo Sacramento del Altar. Amén”.

Nuestro Señor dijo que esta oración desencadena un “torrente de gracia para los pecadores”. Vemos que el Cielo facilita nuestra colaboración en la salvación de las almas. Podemos aprender de memoria estas oraciones que el Cielo nos ha dado y repetirlas para consolar a Nuestro Señor y hacerle reparación. De eso de trata: el Cielo nos pide constantemente hacer reparación.

En estos comunicados del Cielo, se le pidió a Sor María de San Pedro hacer una comunión de reparación por la profanación dominical (pecado contra el tercer mandamiento). De nuevo vemos una cierta clase de precedente de los cinco primeros sábados y de la Comunión de Reparación de Fátima.

Sor María de San Pedro escribe:
“... Nuestro Señor me ordenó comulgar los domingos por estas tres intenciones particulares:

“1) En espíritu de expiación por todas las tareas prohibidas que se hacen los domingos, que como día de observancia debe ser santificado;

“2) Para apaciguar la Justicia Divina que estaba a punto de descargarse a causa de la profanación de los días de guardar;

“3) Para implorar la conversión de aquellos pecadores que profanan los domingos, y para lograr la terminación del trabajo dominical prohibido”.

La Salette

Ahora bien, quiero hacer aquí una conexión con otro evento histórico en Francia. Esto demuestra la consistencia y la manera en que estos mensajes del cielo son relacionados entre sí.

El 19 de septiembre de 1846, Nuestra Señora se apareció a los pastorcitos Maxim y Melanie en La Salette.  El mensaje de Nuestra Señora de La Salette era una confirmación de los mensajes que Nuestro Señor había dado a Sor María de San Pedro.

¿Cuál fue la advertencia de la Virgen de La Salette? Advirtió respecto del “desprecio absoluto (del hombre) de los mandamientos de Dios, especialmente, dijo ella, de la profanación del Día del Señor y el crimen de la blasfemia” (es decir, por los pecados en contra del segundo y tercer mandamiento).

Ella dijo: “Si mi pueblo no retorna a Dios por medio de la penitencia, me veré forzada a dejar caer la mano de mi Hijo que presiona ahora con tanto vigor que casi no puedo retenerla más”. Los mensajes del cielo en La Salette y los de Sor María de San Pedro son en muchos aspectos el mismo mensaje.


La Santa Faz

El 11 de octubre de 1845, Nuestro Señor dio una revelación en relación a la importancia de hacer reparación a su Santa Faz. En ese día Nuestro Señor le dijo a Sor María de San Pedro:

“Busco Verónicas para enjugar y venerar mi Divina Faz, la cual tiene pocos adoradores”.

Le dictó entonces una oración de reparación a la Santa Faz:

“Padre Eterno, te ofrezco la adorable Faz de tu amado Hijo por el honor y la gloria de tu Nombre, para la conversión de los pecadores, para la salvación de los moribundos”.

Una vez más, vemos que el mensaje de la Santa Faz, y el de La Salette, son una llamada a la reparación y una advertencia de castigo. Es por esta “tradición”, por así decirlo, que el mensaje de Fátima llega a nosotros. Este es el único modo adecuado de entenderlo.

Y ya que estoy hablando sobre las revelaciones de Nuestro Señor a Sor María de San Pedro relacionadas a la Santa Faz, conviene mencionar las Nueve Promesas de Nuestro Señor a aquellos que practican la devoción a la Santa Faz. Nuestro Señor no sólo quiere advertir, sino que nos promete grandes gracias cuando correspondemos. Nos muestra su bondad y generosidad hacia nosotros.

De estas Nueve Promesas – por razones de tiempo - mencionaré solamente cuatro:
“En la medida que tú procures hacer reparación a mi Faz desfigurada por las blasfemias, del mismo modo cuidaré de la tuya cuando haya sido desfigurada por el pecado. Imprimiré de nuevo mi imagen en ella y la haré tan hermosa como era al salir de la pila bautismal” (3 de noviembre de 1845).

“Por mi Santa Faz realizarás milagros” (27 de octubre de 1845).
“Por mi Santa Faz obtendrás la conversión de muchos pecadores. Nada que pidas al hacer esta ofrenda te será denegado. ¡Si supieras cuánto agrada a mi Padre la visión de mi Rostro!” (22 de noviembre de 1846).

“Del mismo modo que en los reinos terrenales tú puedes conseguir todo lo que quieres con una moneda acuñada con la efigie del príncipe, así también en el reino del Cielo puedes obtener todo lo que tú deseas con la preciosa moneda de mi santa Humanidad, que es mi Faz adorable” (29 de octubre de 1845).

Los escritos de Sor María de San Pedro fueron sometidos a Dom Gueranger, el famoso abad de Solesmes, y un grupo de teólogos, para determinar si la Iglesia los podría aprobar. Dom Gueranger no sólo aprobó esas revelaciones, sino que les apoyó con entusiasmo.

Podríamos decir mucho más sobre esto, pero quiero resaltar solamente la constante llamada del Cielo a la reparación y también la constante advertencia de castigo.

El Sagrado Corazón

Ya en el siglo XVII, vemos en las revelaciones del Sagrado Corazón de Jesús una llamada similar. El 16 de junio de 1675, Nuestro Señor dijo lo siguiente a Sor Margarita María de Alacoque cuando le reveló su Sagrado Corazón:

“Mira este Corazón que tanto ha amado a los hombres y que nada ha perdonado hasta consumirse y agotarse para demostrarles su amor; y, en cambio, no recibe de la mayoría más que ingratitudes, por sus irreverencias, sacrilegios y desacatos en este sacramento de amor [el Santísimo Sacramento]. Pero lo que me es todavía más doloroso es que obren así hasta los corazones que de manera especial se han consagrado a Mí”.2

Nuestro Señor está llamando a la reparación, y prometió gracias abundantes a aquellos que quieran practicar la devoción de su Sagrado Corazón.

De ahí pasamos a Lourdes, 1858, donde Nuestra Señora advirtió a la humanidad que tenemos que hacer penitencia.

También a finales del siglo XIX y en el siglo XX, hay revelaciones de Nuestro Señor a Sor Marie Chambon en relación a la devoción a las Santas Llagas. Le dictó esta oración:

“Padre eterno, te ofrezco las Santas Llagas de Nuestro Señor Jesucristo en reparación por mis pecados y por los pecados de todo el mundo”.

De nuevo vemos aquí la llamada reiterada del Cielo a la reparación.

Sor Elena Aiello

Dando un salto hacia adelante a los años 50, encontramos allí las dramáticas revelaciones celestiales a Sor Elena Aiello. Esta notable monja vivió en Italia de 1895 a 1961; sus revelaciones gozan de la total aprobación de la Iglesia.

Ella era una víctima espiritual, una estigmatizada que sufrió los sangrientos sufrimientos de la Pasión de Nuestro Señor los viernes de Cuaresma desde 1923 hasta su muerte en 1961. De hecho a su muerte, L'Osservatore Romano (el periódico oficial del Vaticano) publicó un hermoso tributo en su honor.

Un eminente estudioso de las escrituras en Roma llamado Mons. Francesco Spadafora escribió un libro sobre ella que contenía nada menos que el más alto tributo a ella y a sus revelaciones.  Esas revelaciones son de las más estremecedoras de los tiempos modernos. Confirman el Mensaje de Fátima, y son una reafirmación de la constante llamada celestial a la reparación y la advertencia del castigo.

Les presento solamente un mensaje, el del 8 de diciembre de 1956:

“Entonces se me apareció la Madona, triste y derramando lágrimas. Ella dijo: “La gente ofende demasiado a Dios…”

Nuestra Señora dijo entonces:
“Este gran manto que ves es la expresión de mi misericordia para cubrir a los pecadores y para salvarlos. Los hombres, en cambio, se cubren de más suciedad aún, y no quieren confesar sus faltas reales. Por tanto, ¡la justicia de Dios pasará sobre el mundo pecador para purificar la humanidad de los muchos pecados cometidos abiertamente, y en oculto, especialmente aquellos que corrompen la juventud!

“Con el fin de salvar las almas, deseo que sea propagada en el mundo la consagración al Inmaculado Corazón de María, intercesora de los hombres devotos de la Misericordia de Dios, y de la Reina del Universo.

“El mundo será atribulado una vez más con una gran calamidad; con revoluciones sangrientas; con grandes terremotos, con hambre, con epidemias, con horribles huracanes y con inundaciones de ríos y mares. Pero si el hombre no retorna a Dios, fuego purificador caerá de los cielos, como tormentas de nieve, sobre todas las personas y una gran parte de la humanidad será destruida.

“Los hombres no hablan más según el verdadero espíritu del Evangelio. La inmoralidad de esta época ha llegado a su culmen. Pero los hombres no escuchan mis advertencias maternales, de modo que pronto debe ser purificado el mundo.

“Rusia invadirá todas las naciones de Europa, particularmente Italia, e izará su bandera sobre la cúpula de San Pedro. Italia será puesta a prueba por una gran revolución, y Roma será purificada con sangre por sus muchos pecados, especialmente los de impureza. El rebaño está por ser dispersado y el Papa debe sufrir mucho.

“El único medio válido para aplacar la Justicia Divina es la oración y penitencia, volviendo a Dios con dolor sincero por las faltas cometidas, y entonces el castigo de la Justicia Divina será mitigado por la misericordia. La humanidad nunca encontrará paz si no retorna a mi Corazón Inmaculado como Madre de Misericordia, e intercesora de los hombres; y al Corazón de mi Hijo Jesús”.

Vemos que Dios no cambia de parecer en relación a la gravedad del pecado, de la necesidad de reparación, y del castigo por el pecado si no se hace reparación.

Fátima debe ser obedecida

Ahora todo es mucho peor que en 1956 (cuando la revelación citada anteriormente le fue dada a Sor Elena), especialmente si consideramos el aborto, el experimento fetal con niños abortados, el uso generalizado de anticonceptivos, las compuertas de la inmoralidad abiertas a través de la televisión, películas, Internet; corrupción sin precedentes de los jóvenes por medio de la música, de la industria cinematográfica, el Internet y MTV; un tsunami de pecados contra el primer mandamiento que ni siquiera se reconocen como tal.

La necesidad de reparación es más grande que nunca. Y por ello me desconcierta que durante años nunca hemos oído que nuestros clérigos católicos nos hablen de ella.

Nunca nos hablan de la urgente necesidad de reparación; nunca oímos una reiteración de las advertencias de castigo; y lo que es peor, ¡virtualmente no se hace mención del pecado mortal y de la gracia santificante por parte de nuestros clérigos!

Pero sí se habla mucho del “diálogo”, una “nueva primavera”, un “nuevo Pentecostés”, una “civilización del amor”, y otros eslóganes modernos. Parece todo de sueños y bien optimista, pero no es el lenguaje del Cielo dirigido a nosotros en los últimos siglos.

No, como vemos en el ejemplo resumido del mensaje del Cielo, el lenguaje del Cielo es una llamada a la reparación, una advertencia de castigos severos y una recompensa de gracia y paz para nosotros si correspondemos a los pedidos del Cielo.

Dios no cambia de parecer sobre la gravedad del pecado y la amenaza de castigo si no se hace reparación. La necesidad de obedecer a Nuestra Señora de Fátima es más grande que nunca.

El ejemplo de los santos

Los santos saben que hay una imperiosa necesidad de interceder y reparar las ofensas y sacrilegios que tanto ofenden al Señor. 

San Francisco
El Señor lo llamó a reparar la Iglesia que está en ruinas
>>>.
Él nos enseña, en su oración por la paz, a reparar poniendo el bien donde hay mal.



La Virgen en Fátima les pidió a los niños videntes una intensa vida de reparación por los pecadores. Ellos respondieron heroicamente (Beatos Francisco y Jacinta)
¿Cómo se repara por los pecados? ofreciendo al Señor toda nuestra vida, oraciones, sacrificios, actos de amor. La Virgen pidió también la Eucaristía reparadora de los primeros sábados de mes. En la Eucaristía nos unimos con el acto de amor reparador de Jesús por todos los pecados de los hombres.



Santa Margarita María Alacoque recibe del Señor revelaciones de su Sagrado Corazón, y el 16 de Junio de 1675 le da el siguiente mensaje:
"Mira este Corazón que tanto ama a los hombres y que nada ha dejado para sí, hasta llegar aún a consumirse y agotarse él mismo, para dar testimonio de su amor. Y, como pago, he recibido mayormente sólo ingratitud, por sus irreverencias y sacrilegios, y por la frialdad y desprecio que manifiestan hacia Mí en el Sacramento de Amor (el Santísimo Sacramento). Y lo que es más penoso para Mí es que ellos son corazones consagrados a Mí".
Nuestro Señor pide reparación y promete grandes gracias para aquellos que practiquen la devoción a su Sagrado Corazón.


El 24 de noviembre de 1843, recibe la Hermana Marie de Saint-Pierre el siguiente mensaje del Señor:
"La tierra está cubierta de crímenes. La violación de los tres primeros Mandamientos de Dios ha irritado a mi Padre. El Santo Nombre de Dios es blasfemado y el Día Santo del Señor profanado, lo que colma la medida de iniquidades. Estos pecados se han elevado hasta el Trono de Dios y provocado Su ira, la que pronto se desatará si Su justicia no es apaciguada. En ninguna época estos crímenes llegaron a tal magnitud." Esto era advertido hace 165 años atrás.
Con anterioridad se le había presentado el Señor a la monja diciéndole que las continuas blasfemias, que hasta los niños proferían, herían profundamente su Divino Corazón. La blasfemia es una flecha envenenada que hiere Su Divino Corazón

(Para ello, le daba el Señor a la mística su Flecha Dorada, para sanar las heridas producidas por la malicia del pecador.

Oración de la Flecha Dorada:
"Que el Santísimo, Sacratísimo, Adorabilísimo, Misteriosísimo e Inefable Nombre de Dios sea alabado, bendecido, amado, adorado y glorificado, en el Cielo, en la tierra y bajo la tierra, por todas las criaturas de Dios, y por el Sagrado Corazón de nuestro Señor y Salvador Jesucristo en el Santísimo Sacramento del altar. Amén".)

También a la Hermana Marie de Saint-Pierre le fue pedido comuniones de reparación por la profanación del Domingo (pecado contra el tercer Mandamiento).


Tres años más tarde, el 19 de Septiembre de 1846, aparecía la Santísima Virgen a los niños pastores Maxim y Melanie en La Salette, Francia.

También en La Salette la Virgen nos advierte sobre la profanación del Día del Señor y el crimen de blasfemia. Es decir los pecados contra el segundo y el tercer Mandamiento.
Dijo la Virgen: 
"Si mi pueblo no vuelve a Dios por la penitencia, me veré forzada a dejar caer la Mano de mi Hijo, que ahora está tan pesada que escasamente logro mantenerla por mucho tiempo."


En Lourdes, en 1858, Nuestra Señora advirtió a la humanidad que tenía que hacer penitencia.

También a finales del siglo XIX y ya en el XX, hubo revelaciones de Nuestro Señor a la Hermana Marie Chambon acerca de la devoción a las Santas Llagas. Él mismo fue quien dictó la siguiente oración:

"Padre Eterno, te ofrezco las Santas Llagas de nuestro Señor Jesucristo en reparación por mis pecados y los pecados de todo el mundo."


Uno o dos años antes que apareciese la Santísima Virgen en Fátima, hacia 1916 o 1917, el Ángel de la Paz se les presentó a los tres pastorcitos enseñándoles a reparar por los atroces crímenes cometidos contra Dios y también a interceder por los pobres pecadores; y ambas, reparación e intercesión, fueron hechas ante el Santísimo Sacramento.
Ocho años más tarde a Sor Lucía el Niño Jesús le mostraría el Corazón Inmaculado de su Madre y se le revelaría la devoción de los cinco primeros sábados en reparación por las injurias cometidas con el Inmaculado Corazón.


En el siglo pasado, hacia los años 30 el Señor se manifiesta a Santa Faustina Kowalska. Se trata de las apariciones y conocida devoción de la Divina Misericordia

También habla en ellas del castigo que exige su justicia ante los tantos y graves pecados del mundo, y da a los a los hombres la posibilidad de evitarlos mediante la confianza que se ponga en su Divina Misericordia y la misericordia que se practique sobre los demás. Además, el Señor le enseña a la santa la oración de la Coronilla de la Divina Misericordia en la que se ofrece al Padre el sacrificio del Hijo, en términos eucarísticos, como propiciación por los pecados propios y de todo el mundo.






En los años 50, el Cielo nuevamente hace revelaciones a una religiosa, la Venerable Madre María Elena Aiello, nacida en 1895 y fallecida en 1961. Sus revelaciones están aprobadas por la Iglesia y su causa de beatificación está avanzada.
La religiosa, alma víctima, estigmatizada sufrió los padecimientos de la Pasión del Señor, con efusión de sangre, todos los viernes de Cuaresma desde 1923 hasta su muerte en el 61.
Cuando murió, L'Osservatore Romano escribió un bello artículo sobre la mística calabresa.
Las revelaciones a la religiosa confirman el mensaje de Fátima y son de las más conmovedoras de los últimos tiempos. Nuevamente, el Cielo llama a la conversión y a la reparación y advierte acerca de castigos.
El 8 de Diciembre de 1956 se le aparece la Virgen triste llorando y le dice: "La gente está ofendiendo demasiado a Dios ... "
Luego, agrega: "Este gran manto que tú ves, es la expresión de mi misericordia para cubrir a los pecadores y salvarlos. Los hombres, en cambio, se cubren ellos mismos con más inmundicia todavía y no quieren confesar sus faltas. Por ello, la justicia de Dios pasará sobre el mundo pecador para purificar la humanidad de tantos pecados abiertamente cometidos, y ocultos, especialmente esos que corrompen a la juventud!

"Para salvar a las almas, deseo que sea propagado en el mundo la consagración al Corazón Inmaculado de María, Mediadora de los hombres unido a la Misericordia de Dios y a la Reina del Universo.
"Una vez más, el mundo se verá afligido de una gran calamidad, con revoluciones sangrientas, con grandes terremotos, con hambrunas, con epidemias, con terribles huracanes, con inundaciones de ríos y mares. Pero, si los hombres no vuelven a Dios, fuego purificador caerá de los cielos, como tormentas de nieve; sobre esas gentes, y una gran parte de la humanidad será destruida.
"Los hombres ya no hablan de acuerdo al verdadero espíritu del Evangelio. La inmoralidad de este tiempo ha llegado a un pico. Pero, los hombres no escuchan mis advertencias maternales, por eso el mundo debe ser pronto purificado." Luego profetiza guerras y momentos de gran tribulación para la Iglesia y el mundo.
"El único medio válido para aplacar la Justicia Divina es orar y hacer penitencia, volviendo a Dios con dolor sincero por las faltas cometidas, y entonces el castigo de la Divina Justicia será mitigado por misericordia. La humanidad nunca encontrará paz si no regresa a mi Inmaculado Corazón como Madre de Misericordia y Mediadora de los hombres, y al Corazón de mi Hijo Jesús".


Almas víctimas reparadoras han sido en estos últimos tiempos las místicas Sor Josefa MenéndezTeresa NeumannMarthe Robin, la Beata Alexandrinha da Costa y en España la recientemente fallecida Petrilla.



A comienzos de los años 70 la Santísima Virgen se manifiesta a una religiosa japonesa en Akita, Japón, a la Hermana Inés Sasagawa. Entre otros mensajes le dice:


"Muchos hombres en este mundo afligen al Señor. Yo deseo almas que lo consuelen para mitigar la ira del Padre Celestial. Deseo, con mi Hijo, almas que con sus sufrimientos y pobreza reparen por los pecadores e ingratos"…"Para que el mundo conozca su ira, el Padre Celestial está preparando infligir un gran castigo sobre toda la humanidad… Yo he prevenido la venida de calamidades ofreciéndole los sufrimientos del Hijo en la Cruz, Su Preciosa Sangre, y el sufrimiento de las amadas almas que Le consuelan formando una corte de almas víctimas. Oración, penitencia y heroicos sacrificios pueden mitigar la cólera del Padre”.  "El Padre infligirá un terrible castigo a toda la humanidad. Será un castigo mayor que el diluvio, tal como nunca se ha visto antes".  Oración y sacrificios, pide la Santísima Virgen, en reparación por tantos pecados. También pide especialmente rezar por el clero y advierte que la obra del demonio se infiltrará dentro de la Iglesia.
Las apariciones de Akita fueron aprobadas por el Obispo local y también por Roma en 1988.
Estas son sólo algunas de las advertencias dadas por el Cielo.
No caben dudas que la situación hoy es muchísimo peor que en la década de los 50, 60 y 70. Baste pensar en los abortos legalizados, en las experimentaciones que se hacen con fetos vivos, en las que se hacen con embriones híbridos de humanos con animales, en la degeneración de las costumbres, el diluvio de inmoralidad que se propaga por televisión y otros medios, la moda altamente ofensiva a Dios, la corrupción de la juventud por medio de la música, la homosexualidad exhibida como si fuese una virtud, los ataques a todo lo que es santo, el satanismo abierto y publicitado, los sacrilegios que a diario se comenten, el uso de anticonceptivos y abortivos, todos los sacrilegios, profanaciones, pecados contra el Primer Mandamiento, la absoluta falta de conciencia de pecado y el desafío a la Ley de Dios y la falta de fe en la Iglesia en medio de un mundo de Apostasía.
Por tanto, la necesidad de reparación es más grande que nunca. Pero, no sólo de reparación sino de intercesión.

La adoración perpetua es la gracia sobreabundante de Dios para estos tiempos y es donde ante la presencia eucarística del Señor –como enseñaba el Ángel de la Paz a los niños de Fátima- podemos reparar e interceder día y noche por los pobres pecadores, aquellos que más ofenden su Divina Majestad.
También la reparación es un llamado a la santidad, puesto que seremos verdaderos intercesores y reparadores en la medida en que más santa y pura sea nuestra vida, a imagen del gran Intercesor, Jesucristo, y de su Santísima Madre.

P. Justo Antonio Lofeudo



Reparacion Eucarística
S.S. Benedicto XVI, 22 Feb, 2007, respondiendo a preguntas de sacerdotes

La adoración eucarística, ha penetrado realmente en nuestro corazón y penetra en el corazón del pueblo, por eso no hablamos en general de ello. Usted ha formulado esta pregunta específica sobre la reparación eucarística. Es un discurso que se ha hecho difícil. Recuerdo que cuando era joven, en la fiesta del Sagrado Corazón, se rezaba una hermosa oración de León XIII y también otra de Pío XI, en la que la reparación tenía un lugar particular, precisamente con referencia, ya en aquel tiempo, a los actos sacrílegos que debían repararse.

Me parece que es necesario profundizar, llegar al Señor mismo, que ha ofrecido la reparación por el pecado del mundo, y buscar los modos de reparar, es decir, de establecer un equilibrio entre el plus del mal y el plus del bien. Así, en la balanza del mundo, no debemos dejar este gran plus en negativo, sino que tenemos que dar un peso al menos equivalente al bien. Esta idea fundamental se apoya en todo lo que Cristo hizo. Por lo que puedo entender, este es el sentido del sacrificio eucarístico. Contra este gran peso del mal que existe en el mundo y que abate al mundo, el Señor pone otro peso más grande, el del amor infinito que entra en este mundo. Este es el punto importante: Dios es siempre el bien absoluto, pero este bien absoluto entra precisamente en el juego de la historia; Cristo se hace presente aquí y sufre a fondo el mal, creando así un contrapeso de valor absoluto. El plus del mal, que existe siempre si vemos sólo empíricamente las proporciones, es superado por el plus inmenso del bien, del sufrimiento del Hijo de Dios.

En este sentido existe la reparación, que es necesaria. Me parece que hoy resulta un poco difícil comprender estas cosas. Si vemos el peso del mal en el mundo, que aumenta continuamente, que parece prevalecer absolutamente en la historia —como dice san Agustín en una meditación—, se podría incluso desesperar. Pero vemos que hay un plus aún mayor en el hecho de que Dios mismo ha entrado en la historia, se ha hecho partícipe de la historia y ha sufrido a fondo. Este es el sentido de la reparación. Este plus del Señor es para nosotros una llamada a ponernos de su parte, a entrar en este gran plus del amor y a manifestarlo, incluso con nuestra debilidad. Sabemos que también nosotros necesitábamos este plus, porque también en nuestra vida existe el mal. Todos vivimos gracias al plus del Señor. Pero nos hace este don para que, como dice la carta a los Colosenses, podamos asociarnos a su abundancia y, así, hagamos crecer aún más esta abundancia, concretamente en nuestro momento histórico.

La teología debería hacer más para comprender aún mejor esta realidad de la reparación. A lo largo de la historia no han faltado ideas equivocadas. He leído en estos días los discursos teológicos de san Gregorio Nacianceno, que en cierto momento habla de este aspecto y se pregunta: ¿a quién ofreció el Señor su sangre? Dice: el Padre no quería la sangre del Hijo, el Padre no es cruel, no es necesario atribuir esto a la voluntad del Padre; pero la historia lo exigía, lo exigían la necesidad y los desequilibrios de la historia; se debía entrar en estos desequilibrios y recrear aquí el verdadero equilibrio. Esto es precisamente muy iluminador. Pero me parece que aún no poseemos suficientemente el lenguaje para comprender nosotros mismos este hecho y para hacerlo comprender después a los demás. No se debe ofrecer a un Dios cruel la sangre de Dios. Pero Dios mismo, con su amor, debe entrar en los sufrimientos de la historia para crear no sólo un equilibrio, sino un plus de amor que es más fuerte que la abundancia del mal que existe. El Señor nos invita a esto.

Se trata de una realidad típicamente católica. Lutero dice: no podemos añadir nada. Y esto es verdad. Y también dice: por tanto, nuestras obras no cuentan nada. Y esto no es verdad. Porque la generosidad del Señor se muestra precisamente en el hecho de que nos invita a entrar, y da valor también a nuestro estar con él. Debemos aprender mejor todo esto y sentir la grandeza, la generosidad del Señor y la grandeza de nuestra vocación. El Señor quiere asociarnos a este gran plus suyo. Si comenzamos a comprenderlo, estaremos contentos de que el Señor nos invite a esto. Será la gran alegría de experimentar que el amor del Señor nos toma en serio.


Jesús pide reparación por niños abortados
Revelaciones de Jesús a Santa Faustina Kowalska
de su diario La Divina Misericordia en mi alma 1276

+ 16 de Septiembre de 1937.

Hoy deseaba ardientemente hacer la Hora Santa delante del Santísimo Sacramento, sin embargo la voluntad de Dios fue otra: a las ocho experimenté unos dolores tan violentos que tuve que acostarme enseguida; he estado contorsionándome por estos dolores durante tres horas, es decir hasta las once de la noche. Ninguna medicina me alivió, lo que tomaba lo vomitaba; hubo momentos en que los dolores me dejaban sin conocimiento. Jesús me hizo saber que de esta manera he tomado parte en su agonía en el Huerto y que Él Mismo había permitido estos sufrimientos en reparación a Dios por las almas asesinadas en el seno de las malas madres.

Estos dolores me han sucedido ya tres veces, empiezan siempre a las ocho; duran hasta las once; de la noche. Ninguna medicina logra atenuar estos sufrimientos. Cuando se acercan las once desaparecen solos y entonces me duermo; al día siguiente me siento muy débil. La primera vez eso me ocurrió en el sanatorio. Los médicos no lograron diagnosticarlo; ni la inyección, ni ninguna otra medicina me pudieron aliviar y yo misma no entendía que clase de sufrimientos eran. Le dije al médico que jamás en mi vida había tenido semejantes dolores; él declaro que no sabía que dolores eran. Ahora sí, entiendo de qué dolores se trata, porque el Señor me lo hizo saber… Sin embargo, al pensar que quizá un día vuelva a sufrir así, me da escalofríos; pero no sé si en el futuro sufriré otra vez de modo similar, lo dejo a Dios; lo que Dios lo agrade enviarme, lo recibiré con sumisión y amor. Ojalá pueda con estos sufrimientos salvar del homicidio al menos un alma.