Arabita


Santa María de Jesús Crucificado

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Galilea: la infancia    

Mariam Baouardy nació el 5 de enero de 1846, en Ibillin, una pequeña aldea de Galilea, a mitad de camino entre Nazareth y Haifa. Sus padres, profundamente creyentes, padecen una dura prueba. Ellos no logran traer al mundo un hijo que sobreviva: doce niños, uno después de otro, mueren siendo todos ellos muy pequeños. En su profundo dolor y confianza en Dios, decidieron entonces hacer una peregrinación a Belén para ir a rogar ante el Pesebre y pedir la gracia de una hija. Mariam viene al mundo nueve meses más tarde. Ella fue bautizada y confirmada según la tradición greco-católica de su familia.  El siguiente año, nace su hermano Boulos, quien viene a colmar la alegría de la familia.

Pero, Mariam no tenía aún 3 años cuando su padre muere y algunos días más tarde muere su madre. Su padre viendo la proximidad de la muerte tomó Mariam entre sus brazos, pidiendo a San José de ser en adelante su padre y custodio.  Muchísimas veces esta oración le será concedida. 

Boulos es adoptado por una tía materna que habitaba en un pueblo cercano y Mariam por un tío paternal, de condición acomodada.  Años más tarde, este tío se instalará en Alejandría llevando a Mariam con él.
De sus años de infancia en Galilea, Mariam conservará, a la vez, ese maravillarse delante de la belleza de la Creación, de la luz, de los paisajes dónde todo le habla de Dios (este maravillarse se reflejará más tarde en los himnos surgidos espontáneamente de su corazón durante algunos éxtasis) y del sentimiento, muy fuerte, de que “todo pasa”.

Una experiencia de niña es decisiva para su vida futura: juega con dos pequeños pajarillos y quiere hacerlos tomar un baño… pero estos no resisten y mueren entre sus manos. Ella, tristemente, debe enterrarlos cuando siente entonces interiormente estas palabras: "¿Ves?, es así que todo pasa; pero si quieres darme tu corazón, yo me quedaré siempre contigo”.

Alejandría: el martirio    

1858: Mariam tiene 12 años, ella está ya en Alejandría desde hace algunos años,  cuando se entera que su tío quiere casarla. Decidida a darse totalmente a Dios, ella rechaza la proposición. Tratan de persuadirla… la amenazan. Ni las humillaciones, ni los malos tratos pueden cambiar su resolución. Después de tres meses, ella encuentra a un viejo criado de la casa para intentar de enviar una carta a su hermano que permaneció en Galilea para que venga a ayudarla. Escuchando la narración de sus sufrimientos, el criado que era musulmán la exhorta a dejar a los cristianos y a abrasar su religión. Mariam rechaza. Encolerizado, el hombre saca su cimitarra y le corta la garganta, abandonándola luego en una callejuela oscura. Era el 8 de septiembre de 1858. 
Es entonces que lo sobrenatural va hacer irrupción en su vida. Ella contará más tarde que ella estaba verdaderamente muerta y que le pareció haber entrado en el Paraíso, allí vio a la Virgen, los santos y sus padres, la gloriosa Trinidad… Pero su hora no había llegado todavía, y ella se despierta en una gruta, cerca de una joven mujer que se parecía a una religiosa. Durante cuatro semanas, ella la cuida, la nutre, la instruye. Después cuando estaba ya curada, aquella que más tarde ella dirá que es la Virgen María, la conduce a una iglesia y allí la deja.

Desde ese día, Mariam irá de ciudad en ciudad (Alejandría, Jerusalén, Beirut, Marsella…), como doméstica, eligiendo preferentemente las familias pobres, ayudándolas, pero dejándolas cuando se encuentra demasiado honrada. Así ella llegará a ser de manera del todo particular, testigo de ese “universo invisible”, en el cual  nosotros creemos sin verlo, y que ella ha experimentado a lo largo de su vida.     

 Marsella: las Hermanas de San José    

En 1865 Mariam se encuentra en Marsella. Entra en contacto con las Hermanas de San José de la Aparición. Tiene 19 años, pero sólo parece de 12 o 13. Habla mal el francés y posee una salud frágil… de todos modos es admitida al postulante, y su alegría es enorme por poder entregarse de este modo a Dios. Siempre dispuesta para los trabajos más pesados, ella pasa la mayor parte de su tiempo lavando o en la cocina. Pero junto a dicha vida ordinaria, cada semana revive la Pasión de Jesús, recibe los estigmas (que, en su sencillez, ella cree que son una enfermedad) y comienzan a manifestarse toda clase de gracias extraordinarias. Algunas hermanas quedan desconcertadas de ello, y al final de 2 años de noviciado, no es admitida a continuar en la Congregación. 

Sucede en ese momento que una hermana de San José, Madre Verónica, había pedido entrar al Carmelo pero debía aún esperar un poco en el convento de Marsella.  Durante ese tiempo de espera ella reemplaza a la maestra de novicias que se encuentra enferma y así conoce a Mariam, a quien ella comprende y aprecia, tanto es así que le propone de venir con ella al Carmelo.

Pau: el Carmelo 

Mariam es recibida con alegría en junio de 1867. Allí, en medio de todas las pruebas que tendrá que atravesar, siempre encontrará amor y comprensión. El mes siguiente toma el hábito y recibe el nombre de Hermana María de Jesús Crucificado. Ella insiste en ser admitida como ‘hermana conversa’, pues se encontraba más a gusto en el servicio a los otros, tenía por otro lado un gran problema para leer lo que conllevaba una gran dificultad para recitar el Oficio divino. Su simplicidad y su generosidad conquistan los corazones de todos. Estas palabras dichas después de un éxtasis ilustran lo que era su vida: "Dónde está la caridad allí también está Dios. Si pensáis en hacer el bien a vuestro hermano, Dios pensará en vosotros. Si hacéis un pozo para vuestro hermano, caeréis en él; el pozo será para vosotros. Pero, si hacéis un cielo para vuestro hermano, ese cielo será para vosotros…”.  Sin embargo, ella no es perfecta y en algunas ocasiones ella se reprocha su vivacidad.  Don de profecía, ataques del demonio o éxtasis… entre todas las gracias divinas de las cuales está colmada, está aquella percepción intensa de ser ‘nada’ frente a Dios, y cuando habla de ella misma llamándose "la pequeña nada", es realmente la expresión profunda de su ser. Es lo que le hace penetrar la insondable profundidad de la misericordia divina dónde encuentra su alegría y sus delicias, su vida. “La humildad es feliz de ser nada, ella no se apega a nada, ella no se cansa nunca de nada. ¡Está contenta, es feliz, dondequiera que esté es feliz, está satisfecha con todo… Bienaventurados los pequeños!”. Allí está la fuente de su abandono en el corazón de las gracias más extrañas y en el corazón de los acontecimientos humanos más desconcertantes.     

En India: la fundación del Carmelo de Mangalore

Al cabo de 3 años pasados en el Carmelo de Pau, en 1870, Mariam es enviada con un pequeño grupo para fundar el primer monasterio de carmelitas en Mangalore, India. El viaje en barco es toda una aventura… tres religiosas mueren antes de llegar. A pesar de todo, se puede comenzar la vida claustral al final del año y en la primavera siguiente varias hermanas llegan desde Francia para reforzar la comunidad. Sus experiencias extraordinarias continúan sin embargo no le impiden afrontar los trabajos más pesados y las agitaciones propias a una nueva fundación. Durante sus éxtasis, a veces se le ve con su rostro resplandeciente ya sea en la cocina o en otro lugar, a veces participa  en espíritu de lo que ocurre en la Iglesia; a veces el demonio parece tomar posesión de ella, haciéndole vivir terribles tormentos y combates. Ella emite sus votos al final de su noviciado el 21 de noviembre de 1871, sin embargo, las incomprensiones comienzan entonces a producirse alrededor de ella, poniendo en duda la autenticidad de lo que ella vive, estas tensiones creadas en su entorno acabaron por provocar su regreso al Carmelo de Pau en el 1872.

El regreso a Pau

Allí, Mariam reencuentra su vida simple como ‘hermana conversa’ en medio del cariño de sus hermanas de religión, y su alma se dilata. Durante ciertos éxtasis ella, que es casi analfabeta, en la exultación de su gratitud hacia Dios, improvisa poesías de una gran belleza, llenas de frescor y de un atractivo totalmente oriental, dónde la creación entera canta a su Creador; o bien, enardecida por la aspiración de su alma hacia Dios, se la verá elevarse milagrosamente hacia la cima de un árbol, sobre una rama que no soportaría ni siquiera un pajarillo… Ella es entonces como testigo de este universo transfigurado descrito por el profeta Isaías (el lobo habitara con el cordero...), o por el autor del Apocalipsis (la mujer vestida de sol, con la luna bajos sus pies y una corona de doce estrellas…)
“Todos duermen. Y Dios, tan lleno de bondad, tan grande, tan digno de alabanzas, ¡es olvidado!… ¡Nadie piensa en Él!… Veo, que la naturaleza lo alaba; el cielo, las estrellas, los árboles, las hierbas, todo lo alaba; ¡y el hombre, que conoce sus beneficios, que debería alabarlo, duerme!… ¡Vamos, vamos a despertar el universo!”
Numerosos son aquellos que vienen a buscar cerca de ella consuelo, consejos, oraciones, y que parten iluminados y fortificados por su encuentro.
Poco después de regresar de Mangalore, comienza a hablar de la fundación de un Carmelo en Belén. Los obstáculos son numerosos, pero se disipan progresivamente, incluso de manera inesperada.  Una benefactora, Berthe Dartigaux le será siempre fiel.  Su confesor, el P.Estrate, de la congregación de Betharram, la alienta y apoya hasta el final.

Belén, Nazareth, Emaus y su entrada en el Cielo.

Por fin la autorización llega de Roma para fundar un Carmelo en Belén, el 20 de agosto de 1875 un pequeño grupo de carmelitas se embarca rumbo a Tierra Santa. El Señor mismo guía a Mariam en la elección del lugar y la construcción. Como es la única que habla árabe, se le encarga el seguimiento de los trabajos: “inmersa en la arena y en la cal” se gana la simpatía de los obreros; la comunidad puede venir a habitar el monasterio desde el 21 de noviembre de 1876, mientras que ciertos trabajos continúan.

Mariam se preocupa también por la fundación de un Carmelo en Nazaret, viajando allí y logrando que se compre un terreno en agosto de 1878. Durante este viaje le es revelado por Dios el lugar de Emaus. Ella lo hace comprar a Berthe Dartigaux para el Carmelo.

De vuelta en Belén, retoma la supervisión de los trabajos bajo un calor sofocante. Llevando de beber a los obreros, cae de una escalera y se fractura un brazo. La gangrena va afectarle muy rápidamente y Mariam muere algunos días después, el 26 de agosto de 1878, a los 32 años. Fue beatificada el día 13 de noviembre 1983 por San Juan Pablo II.

Mariam, flor del Carmelo



Mariam nació en Galilea, al pie de las estribaciones del Monte Carmelo, entre la gran ciudad portuaria de Haifa, cima de la cadena montañosa del Carmelo, y Nazaret. Sus primeros años estuvieron impregnados de esta atmósfera majestuosa y austera. Ese fue el terreno fértil de una aventura de santidad extraordinaria. Ella entra en la Orden del Carmelo y allí encontrará un vínculo natural entre su cultura y su camino espiritual.

• El Carmelo, las raíces orientales

 La familia carmelitana encuentra sus orígenes en esta tierra oriental. En efecto, los primeros ermitaños que se convertirán en los hermanos de la Orden de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, se instalaron, a finales del siglo XII, en las laderas del Carmelo, cerca de Haifa. Ellos buscan los caminos de la unión con Dios en una vida centrada en la oración y la meditación de la Palabra de Dios. En este marco desnudo y abierto hacia el horizonte del mar Mediterráneo, su búsqueda de absoluto encontró y marcó los caminos que más tarde serán retomados y profundizados por los grandes espirituales de la Orden.
Sus raíces espirituales y bíblicas se encuentran en la experiencia particular del profeta Elías, siglo IX antes de Cristo. En esta familia espiritual, el encuentro de Elías con Dios en el Horeb (1 Reyes 19) es una fuente de inspiración para la oración: el aprendizaje de la relación con Dios se vive en el silencio y la escucha, dejando libertad a las manifestaciones del Espíritu Santo. La experiencia y la enseñanza de Santa Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz han aportado valiosas luces para iluminar y guiar el camino de aquellos que se aventuran en las laderas del Monte Carmelo.

 La presencia de la Virgen María fue rápidamente evidente para los frailes carmelitas. Han visto en el pasaje del anuncio de la lluvia (1 Reyes 18), la figura de María trayendo las bendiciones de Dios a la humanidad, como una lluvia de gracias para los hombres resecos por el pecado. La han elegido como madre y protectora - Mater et Regina Decor Carmeli - el escapulario que llevan es un signo de esta relación especial con la Madre de Dios.
             

•         El Carmelo, un puente entre el Oriente y el Occidente

 La turbulenta historia de la Tierra Santa condujo a los hermanos carmelitas hacia el Occidente. La orden se estructuró y desarrolló en varios países europeos, en el transcurso de los siglos XIII y XIV.
Con la reforma de Santa Teresa de Ávila en el siglo XVI, nace una nueva rama, el Carmelo Descalzo. Es esta segunda rama de la cepa de los ermitaños que ha conocido el mayor desarrollo a lo largo de los siglos. La personalidad y la enseñanza de la Madre Teresa la han marcado profundamente. Desde el siglo XVI, las generaciones beben de esta fuente. Mariam encontró allí el marco y la intuición espiritual para dejar florecer su gracia particular.
Las raíces vivas de Carmelo y su inspiración permanecen en Oriente. El profeta Elías y la Virgen María tienen allí un lugar fundamental. La presencia de los Carmelitas, frailes y monjas, en diferentes países del Próximo y Medio Oriente conserva y fortalece el vínculo histórico y su identidad. Es necesario para el Carmelo y beneficioso para esta región del mundo.
Por lo tanto, el Carmelo es un puente entre Oriente y Occidente, como un vínculo entre las dos culturas en las que la fe cristiana ha florecido y se ha desarrollado. Su mensaje es importante para estos dos pulmones históricos de la Iglesia, e invita a todos los cristianos a echar raíces en una relación personal con el Señor mediante la oración y la Palabra de Dios y vivir el Evangelio en la caridad y humildad.

•         Mariam, Carmelita

Al entrar al Carmelo de Pau en 1867, Mariam cantó su alegría por ser hija del Carmelo. Ella se siente como en casa. "Oh madre mía, no puedo decir la felicidad que tengo de estar en el Carmelo, me parece que estoy en el paraíso y pienso cómo será cuando yo estaré en el  cielo, puesto que es así en la tierra. ¡Oh, qué caridad! ... Todo el día se guarda el silencio, la soledad, en fin el Carmelo es el paraíso. Es imposible expresar todo lo que siento y toda la verdad"  
Allí reencontró el aire que respiraba cuando era niña, a los pies de Monte Carmelo. Secretamente, el Señor la había preparado para esta vocación consagrada en la familia carmelitana. La búsqueda del Absoluto de Dios - "Solo Dios basta" - encuentra sus raíces en la experiencia de Elías. En silencio y oración, ella buscó y encontró el Dios vivo.
La Virgen María estuvo muy presente en su camino. Como madre y maestra, la guió y le enseñó el camino de la unión con el Señor en la humildad, la confianza, la caridad y el desapego de lo creado. Vemos aquí la enseñanza fundante de Santa Teresa de Ávila.
La comunión de los santos es una característica propia de la vida carmelitana, especialmente con  San José protector del Carmelo, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la Cruz y otras grandes figuras Carmelitanas. Este aspecto específico emerge en la vida de Mariam. Su amistad mística con la Madre Teresa la ha enraizado en el carisma de la reformadora y ha marcado su camino a través de las Moradas espirituales y la ruda Subida del Monte Carmelo. Su experiencia es similar a la de los grandes santos de la Orden e ilustra a su manera sus enseñanzas.
Su vida de caridad, su profunda humildad - "la pequeña nada de Jesús" -, su unión al misterio pascual y su amor de la Iglesia dan testimonio de la profundidad de la obra del Espíritu Santo[1]  en ella. Mirándola vivir, escuchando sus palabras, comprendemos que una vida centrada en la escucha atenta de la Palabra de Dios y la acogida de su presencia (en la oración y el silencio) sólo puede dar frutos de santidad!

“Tú has sido verdaderamente hija espiritual de los profetas y del Evangelio porque has sabido darnos el sentido de Dios, el sentido del pecado, el sentido de la conversión: tu supiste introducir en tu cuerpo y en tu alma, como un sello de fuego, la voz divina de Jesús de Nazaret. Te encantaba llamarte a ti misma "la pequeña nada", pero esta pequeña nada que eres contiene más fuerza de vida que un centenar de tratados filosóficos y teológicos. Hija auténtica del Carmelo en una época de escepticismo, has sabido afirmar la trascendencia del Dios Amor que sigue continuamente nuestra existencia a través de las praderas y los pantanos de nuestro tiempo.”

•         Flor del Carmelo

Flor del Carmelo, hija de profetas y del evangelio, su experiencia es un punto de referencia luminoso para todos aquellos que desean avanzar en el camino de la unión con Dios. Su experiencia reúne a los cristianos de Oriente y Occidente, como un puente de caridad con los colores propios del Carmelo.
A sus hermanos y hermanas del Carmelo, ella les recuerda la belleza de una vida ofrecida en la intimidad del Señor, Dios vivo y vivificante. En esta familia espiritual y religiosa, ella lanza el desafío de una presencia dinámica y de un testimonio fecundo para los dos pulmones de la Iglesia.
A todos aquellos que tienen sed de Dios, ella despierta el gusto de beber de la Fuente en  el silencio y la oración, y a vivir en la caridad y la humildad.

En el soplo del Espíritu Santo, lo invisible visible…
En ella, todo nos habla de Jesús Estas palabras de San Juan Pablo II son el más bello cumplido que se le podría hacer a un cristiano!  Una vida totalmente habitada por el Espíritu del Señor, alimentada con la Palabra de Dios y los sacramentos e irradiando su caridad La cultura oriental es el terreno fértil de la santidad de Mariam. Todo en ella habla desde el Oriente y en el espíritu del Oriente. Sin embargo, su mensaje tiene un alcance universal, ya que nos conduce a las raíces de la Iglesia y del Carmelo y  nos invita a vivificarlas con el soplo del Espíritu Santo.

El Espíritu…
Mariam se abandona a la acción del Espíritu Santo con la simplicidad de un niño. Así, cada acontecimiento de su vida encuentra la luz en él, ayudándola a conocer la voluntad de Dios y vivirla. "Cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa pues no hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha de venir" (Jn 16, 13).
“Esta mañana yo estaba triste porque no sentía a Dios.  Me parecía que mi corazón era como de fierro.  No podía pensar en Dios; e invoqué al Espíritu Santo y le dije: Eres tú quien nos da a conocer Jesús.  Los apóstoles permanecieron con él mucho tiempo sin comprenderlo; pero una gota tuya abrió sus mentes para comprender.  Tú harás que yo pueda comprender también.  Ven mi consolación; ven, mi alegría, ven, mi paz, mi fuerza, mi luz.  Ven, ilumíname para encontrar la fuente donde pueda apagar mi sed.  Una gota tuya me basta para mostrarme a Jesús tal como él es… Y yo sentí el fuego arder en mi corazón.  El Espíritu Santo no me niega nada”. 
Aquí estamos en el corazón de la experiencia de Mariam: La clave para entrar en su jardín interior está en la entrega de su vida a la acción del Espíritu Santo. “Espíritu santo, ilumíname.  ¿Qué debo hacer y de qué manera debo encontrar a Jesús?” exclamaba. Inconsciente de la profundidad de su vida espiritual, Mariam se llamaba a sí misma “la pequeña nada de Jesús”; ella esperaba todo de él.  Es el mismo Espíritu Santo quien la condujo en este camino de intimidad con Cristo.
Testimonio de ello es la oración que él mismo le ha inspirado.
“Espíritu santo, inspírame.
Amor de Dios, consúmeme.
Por el verdadero camino condúceme.
María, Madre mía, mírame,
Con Jesús, bendíceme.
De todo mal, de toda ilusión,
De todo peligro, presérvame.”
 
“El Espíritu ‘inspira todo’, nuestros pensamientos, nuestras acciones y nuestra oración.  El nos une a Dios y a nuestros hermanos. Mariam es testigo de la fuerza de este soplo en la vida cotidiana… El misterio de la Salvación y la aventura de la vida cristiana están resumidos en esta oración!.”
 Esta dimensión en Mariam fue de un carácter profético, pues, en su época en la tradición latina, prácticamente no se hablaba del Espíritu Santo. Sin siquiera darse cuenta, ella ha sido un puente que ha permitido al Occidente beneficiarse de la riqueza de la tradición oriental.
 Los frutos concretos de esta acción del Espíritu fueron la humildad y la caridad.  Una y otra van juntas.  “¿Cómo hacer, mi Dios, para adquirir vuestro verdadero amor?  Entonces Dios, el Todopoderoso, se abajó hasta mí que no soy más que un pequeño polvo.  He aquí lo que me ha hecho comprender: un alma que desea tener el verdadero amor de Dios, desea que este Dios bondadoso sea amado por todos”.  
“Si la humildad no es facultativa, para Mariam, ella es la condición misma de la santidad. “Hoy, la santidad no es la oración, ni las visiones (o las) revelaciones, ni la ciencia de hablar bien, ni los cilicios, ni las penitencias;  es la humildad…”  Ninguna importancia a las gracias excepcionales ni al exceso de celo espiritual de su tiempo, lo importante es este abandono en todas las cosas al amor del Señor.  Mariam, se reconocía pequeña, por eso el Señor pudo realizar su obra en ella: “Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el reino de los cielos.” (Mt. 5,3) Y Mariam agregaba;  “en el cielo, los más bellos árboles son aquellos que más han pecado;  pero se han servido de sus miserias como de la composta alrededor de un pie.”… He aquí la fuente de una esperanza verdaderamente increíble! Dios se sirve de todo para santificarnos, incluyendo sobre todo nuestro pecado, que depositado a sus pies, es el terreno fértil de nuestra humildad y por tanto de nuestra santidad.”   

La caridad es otro fruto del Espíritu Santo.  Se trata de un amor incondicional por el Señor y una atención permanente a la vida de sus prójimos.  “Es sólo el amor que puede colmar el corazón del hombre”, nos dice Mariam. Siguiendo a Santa Teresa de Ávila, en la humildad, la caridad y el desasimiento, ella vivió con el corazón en el cielo y los pies en la tierra.  Poco a poco, unificada interiormente por el Espíritu Santo, su vida se transformó en una invitación a la comunión, a la unidad y a la caridad concreta.
“Cuando veas que alguien tiene un rasgón en su vestido, no los rasgues más; corta un pedazo de tu vestido para reparar el agujero… Jesús te revestirá con el  traje de bodas”. 
“Escuché una voz que me decía: El mundo y las comunidades religiosas buscan novedades en las devociones y descuidan la verdadera devoción al Paráclito. Por eso hay error, desunión, falta de paz y de luz. No se implora lo suficiente la luz del Espíritu Santo, siendo que es su luz la que hace conocer la verdad. Incluso en los seminarios se descuida su devoción…”   
Estas dos citaciones ilustran la atención concreta al prójimo pedida por Mariam y la importancia de la comunión, fruto de la “devoción al Paráclito”.

Mariam de Jesús Crucificado

Mariam, en el Carmelo, es Hna. María de Jesús Crucificado, pero sobretodo “Mariam de Jesús”.  Ese deseo de unirse a Cristo se concretizó en su fidelidad en el corazón de las pruebas humanas y espirituales. “¿Ves?, es así que todo pasa; pero si quieres darme tu corazón, yo me quedaré siempre contigo”.  Estas palabras escuchadas interiormente en su infancia fueron una luz constante, especialmente en los momentos de prueba y de elección.  Su adhesión profunda a Cristo, en el misterio de la Cruz, se transformó en el camino privilegiado de su santidad.  El Espíritu Santo le enseñó, poco a poco, a acoger este misterio.  A través de su experiencia nos recuerda su centralidad para nuestra fe.

La vida de Mariam de Jesús Crucificado, marcada en su cuerpo y en su alma por el misterio de la Cruz, nos hace volvernos hacia el Cristo Redentor.  En el, encontramos “el camino, la verdad y la vida” (Jn. 14,6).  Su testimonio nos abre un doble camino: el de la misericordia recibida en la vida sacramental, y el de la ofrenda de nuestra vida.  Ella encuentra su fuente y cumplimiento en el misterio de la Eucaristía.  Con Mariam de Jesús Crucificado, recibimos la invitación a sumergirnos en el misterio Pascual, fuente de misericordia de Dios y a entrar en la ofrenda de Cristo.  “Que el Espíritu Santo nos transforme en ofrenda permanente” para su gloria, pedimos en la tercera plegaria eucarística. 

• Lo invisible visible

Mariam, como la enamorada del Cantar de los Cantares, se entregó al amor transformante del Señor que poco a poco la invadió de su caridad. Esto se manifestó a través de fenómenos místicos extraordinarios.  Ellos no son más que un dibujo a grandes líneas de la acción del Espíritu Santo en ella. 
 Con Mariam, lo invisible se hace visible, eso que el ojo no ve, el alma lo revela.  “Los relatos de su vida mística nos muestran en gran parte un desbordamiento de lo sobrenatural: esto es muy desconcertante para un espíritu occidental, sin embargo lo es mucho menos para un espíritu oriental…  En todo caso, natural y sobrenatural no son extraños el uno al otro, ellos no son herméticos sino ¿qué sería la oración?  Todo es cuestión de dosis y de equilibrio dirán los sabios o los cartesianos… Todo es cuestión de amor y de disponibilidad dirán los enamorados… Cuando se ama, no se desea más que estar unido al ser amado.  En una relación de amistad o amorosa, los gestos exprimen ese deseo y lo orientan.  También en la vida espiritual tenemos contextos y ritos pero el Espíritu sopla dónde quiere y como Él quiere… Y el deseo está allí, a veces ardiente como un horno…”   
 Su cultura oriental y la acción del Espíritu Santo son las claves de lectura de esa libertad interior y de esa irradiación.  Ellas testimonian también de lo pertinente que es el testimonio de Mariam para la Iglesia y la sociedad actual en Oriente y en Occidente.  Si Mariam es un puente entre las dos culturas, ella ofrece a cada una la posibilidad de reencontrar sus raíces y aún más, de abrirse a la acción del Espíritu Santo.
 Para muchos, en Occidente, la realidad de Dios ya no es más una evidencia y lo invisible se reduce a eso que el ojo humano no puede ver, pero que puede ser escrutado minuciosamente por las máquinas. Por otro lado, numerosos orientales, contaminados por el materialismo o aniquilados por los conflictos interminables, son tentados de desesperar de este invisible.
 Las sociedades occidentales y orientales necesitan reencontrar su identidad, las raíces vivas, la vida espiritual y el espíritu de fraternidad para avanzar en la paz y la confianza.  Marian tiene algo a transmitir y ofrecer, a cada una, para ayudarlas a dar pasos hacia la Vida.
 Todos pueden sentirse conmovidos e inspirados por la simplicidad de su vida y sus palabras. Imágenes, parábolas, poesía… expresan algo que va más allá de las palabras, más allá de lo visible, muy real para el corazón que se abre al Espíritu.  Las palabras de Marian, que fueron recopiladas, son como puertas abiertas hacia lo invisible o desde lo invisible, para invitarnos a entrar en la intimidad de Dios.  ¡Cuántas personas dicen que han encontrado en Mariam una hermana mayor que las conduce hacia Cristo!

Lo invisible visible, Mariam lo vivió en su relación intima con la Virgen María y con los santos.  Desde su más tierna infancia, la Virgen María la visitaba y protegía de manera especial. Ella encontró en María un modelo de fe. La madre de Dios, se convirtió en su madre, que le enseñaba cómo acoger plenamente a Jesús en ella y dejarle el primer lugar.  Una educación plenamente carmelitana que la joven religiosa descubrirá y transmitirá a sus hermanas.  “¡Oh! ¡Cómo es agradable, al Padre Celeste, la fe de María!  Por su fe, ella hacía crecer todos los días a Jesús en ella.  Esta misma fe, si nosotros la tenemos, hará crecer también a Jesús en nuestro corazón”, ella decía.
La amistad profunda vivida con Santa Teresa de Ávila, la presencia de San José y la comunión de los santos, son otros aspectos de este invisible que se transforman en visible para Mariam. Ella  nos lo ofrece en heredad  para recordarnos lo esencial.

A grandes trazos, hemos buscado de cosechar algunos frutos de la vida y del testimonio de Mariam.  Es una invitación a vivir en el Espíritu Santo, unidos a Cristo redentor, abiertos a la invisible comunión en la caridad y en la humildad.  Es todo un programa, como un puente entre el Cielo y la Tierra, entre el Oriente y el Occidente!