Santa María de Jesús Crucificado
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Galilea: la infancia
Mariam Baouardy nació el 5 de enero de 1846, en
Ibillin, una pequeña aldea de Galilea, a mitad de camino entre Nazareth y
Haifa. Sus padres, profundamente creyentes, padecen una dura prueba. Ellos no
logran traer al mundo un hijo que sobreviva: doce niños, uno después de otro,
mueren siendo todos ellos muy pequeños. En su profundo dolor y confianza en
Dios, decidieron entonces hacer una peregrinación a Belén para ir a rogar ante
el Pesebre y pedir la gracia de una hija. Mariam viene al mundo nueve meses más
tarde. Ella fue bautizada y confirmada según la tradición greco-católica de su
familia. El siguiente año, nace su
hermano Boulos, quien viene a colmar la alegría de la familia.
Pero, Mariam no tenía aún 3 años cuando su padre muere
y algunos días más tarde muere su madre. Su padre viendo la proximidad de la
muerte tomó Mariam entre sus brazos, pidiendo a San José de ser en adelante su
padre y custodio. Muchísimas veces esta
oración le será concedida.
Boulos es
adoptado por una tía materna que habitaba en un pueblo cercano y Mariam por un
tío paternal, de condición acomodada.
Años más tarde, este tío se instalará en Alejandría llevando a Mariam
con él.
De sus años de infancia en Galilea, Mariam conservará,
a la vez, ese maravillarse delante de la belleza de la Creación, de la luz, de
los paisajes dónde todo le habla de Dios (este maravillarse se reflejará más
tarde en los himnos surgidos espontáneamente de su corazón durante algunos
éxtasis) y del sentimiento, muy fuerte, de que “todo pasa”.
Una experiencia de niña es decisiva para su vida
futura: juega con dos pequeños pajarillos y quiere hacerlos tomar un baño… pero
estos no resisten y mueren entre sus manos. Ella, tristemente, debe enterrarlos
cuando siente entonces interiormente estas palabras: "¿Ves?, es así que
todo pasa; pero si quieres darme tu corazón, yo me quedaré siempre contigo”.
Alejandría: el martirio
1858: Mariam tiene 12 años, ella está ya en Alejandría
desde hace algunos años, cuando se
entera que su tío quiere casarla. Decidida a darse totalmente a Dios, ella
rechaza la proposición. Tratan de persuadirla… la amenazan. Ni las
humillaciones, ni los malos tratos pueden cambiar su resolución. Después de
tres meses, ella encuentra a un viejo criado de la casa para intentar de enviar
una carta a su hermano que permaneció en Galilea para que venga a ayudarla.
Escuchando la narración de sus sufrimientos, el criado que era musulmán la
exhorta a dejar a los cristianos y a abrasar su religión. Mariam rechaza.
Encolerizado, el hombre saca su cimitarra y le corta la garganta, abandonándola
luego en una callejuela oscura. Era el 8 de septiembre de 1858.
Es entonces que lo sobrenatural va hacer irrupción en
su vida. Ella contará más tarde que ella estaba verdaderamente muerta y que le
pareció haber entrado en el Paraíso, allí vio a la Virgen, los santos y sus
padres, la gloriosa Trinidad… Pero su hora no había llegado todavía, y ella se
despierta en una gruta, cerca de una joven mujer que se parecía a una
religiosa. Durante cuatro semanas, ella la cuida, la nutre, la instruye.
Después cuando estaba ya curada, aquella que más tarde ella dirá que es la
Virgen María, la conduce a una iglesia y allí la deja.
Desde ese día, Mariam irá de ciudad en ciudad
(Alejandría, Jerusalén, Beirut, Marsella…), como doméstica, eligiendo
preferentemente las familias pobres, ayudándolas, pero dejándolas cuando se
encuentra demasiado honrada. Así ella llegará a ser de manera del todo
particular, testigo de ese “universo invisible”, en el cual nosotros creemos sin verlo, y que ella ha
experimentado a lo largo de su vida.
Marsella: las Hermanas de San José
En 1865 Mariam se encuentra en Marsella. Entra en
contacto con las Hermanas de San José de la Aparición. Tiene 19 años, pero sólo
parece de 12 o 13. Habla mal el francés y posee una salud frágil… de todos
modos es admitida al postulante, y su alegría es enorme por poder entregarse de
este modo a Dios. Siempre dispuesta para los trabajos más pesados, ella pasa la
mayor parte de su tiempo lavando o en la cocina. Pero junto a dicha vida
ordinaria, cada semana revive la Pasión de Jesús, recibe los estigmas (que, en
su sencillez, ella cree que son una enfermedad) y comienzan a manifestarse toda
clase de gracias extraordinarias. Algunas hermanas quedan desconcertadas de
ello, y al final de 2 años de noviciado, no es admitida a continuar en la
Congregación.

Pau: el Carmelo
Mariam es recibida con alegría en junio de 1867. Allí,
en medio de todas las pruebas que tendrá que atravesar, siempre encontrará amor
y comprensión. El mes siguiente toma el hábito y recibe el nombre de Hermana
María de Jesús Crucificado. Ella insiste en ser admitida como ‘hermana
conversa’, pues se encontraba más a gusto en el servicio a los otros, tenía por
otro lado un gran problema para leer lo que conllevaba una gran dificultad para
recitar el Oficio divino. Su simplicidad y su generosidad conquistan los
corazones de todos. Estas palabras dichas después de un éxtasis ilustran lo que
era su vida: "Dónde está la caridad allí también está Dios. Si pensáis en
hacer el bien a vuestro hermano, Dios pensará en vosotros. Si hacéis un pozo
para vuestro hermano, caeréis en él; el pozo será para vosotros. Pero, si
hacéis un cielo para vuestro hermano, ese cielo será para vosotros…”. Sin embargo, ella no es perfecta y en algunas
ocasiones ella se reprocha su vivacidad.
Don de profecía, ataques del demonio o éxtasis… entre todas las gracias
divinas de las cuales está colmada, está aquella percepción intensa de ser
‘nada’ frente a Dios, y cuando habla de ella misma llamándose "la pequeña
nada", es realmente la expresión profunda de su ser. Es lo que le hace
penetrar la insondable profundidad de la misericordia divina dónde encuentra su
alegría y sus delicias, su vida. “La humildad es feliz de ser nada, ella no se
apega a nada, ella no se cansa nunca de nada. ¡Está contenta, es feliz,
dondequiera que esté es feliz, está satisfecha con todo… Bienaventurados los
pequeños!”. Allí está la fuente de su abandono en el corazón de las gracias más
extrañas y en el corazón de los acontecimientos humanos más
desconcertantes.
En India: la fundación del Carmelo de Mangalore
Al cabo de 3 años pasados en el Carmelo de Pau, en
1870, Mariam es enviada con un pequeño grupo para fundar el primer monasterio
de carmelitas en Mangalore, India. El viaje en barco es toda una aventura… tres
religiosas mueren antes de llegar. A pesar de todo, se puede comenzar la vida
claustral al final del año y en la primavera siguiente varias hermanas llegan
desde Francia para reforzar la comunidad. Sus experiencias extraordinarias
continúan sin embargo no le impiden afrontar los trabajos más pesados y las
agitaciones propias a una nueva fundación. Durante sus éxtasis, a veces se le
ve con su rostro resplandeciente ya sea en la cocina o en otro lugar, a veces
participa en espíritu de lo que ocurre
en la Iglesia; a veces el demonio parece tomar posesión de ella, haciéndole
vivir terribles tormentos y combates. Ella emite sus votos al final de su
noviciado el 21 de noviembre de 1871, sin embargo, las incomprensiones
comienzan entonces a producirse alrededor de ella, poniendo en duda la
autenticidad de lo que ella vive, estas tensiones creadas en su entorno
acabaron por provocar su regreso al Carmelo de Pau en el 1872.
El regreso a Pau
Allí, Mariam reencuentra su vida simple como ‘hermana
conversa’ en medio del cariño de sus hermanas de religión, y su alma se dilata.
Durante ciertos éxtasis ella, que es casi analfabeta, en la exultación de su
gratitud hacia Dios, improvisa poesías de una gran belleza, llenas de frescor y
de un atractivo totalmente oriental, dónde la creación entera canta a su
Creador; o bien, enardecida por la aspiración de su alma hacia Dios, se la verá
elevarse milagrosamente hacia la cima de un árbol, sobre una rama que no
soportaría ni siquiera un pajarillo… Ella es entonces como testigo de este
universo transfigurado descrito por el profeta Isaías (el lobo habitara con el
cordero...), o por el autor del Apocalipsis (la mujer vestida de sol, con la
luna bajos sus pies y una corona de doce estrellas…)
“Todos duermen. Y Dios, tan lleno de bondad, tan
grande, tan digno de alabanzas, ¡es olvidado!… ¡Nadie piensa en Él!… Veo, que
la naturaleza lo alaba; el cielo, las estrellas, los árboles, las hierbas, todo
lo alaba; ¡y el hombre, que conoce sus beneficios, que debería alabarlo,
duerme!… ¡Vamos, vamos a despertar el universo!”
Numerosos son aquellos que vienen a buscar cerca de
ella consuelo, consejos, oraciones, y que parten iluminados y fortificados por
su encuentro.
Poco después de regresar de Mangalore, comienza a
hablar de la fundación de un Carmelo en Belén. Los obstáculos son numerosos,
pero se disipan progresivamente, incluso de manera inesperada. Una benefactora, Berthe Dartigaux le será
siempre fiel. Su confesor, el P.Estrate,
de la congregación de Betharram, la alienta y apoya hasta el final.
Belén, Nazareth, Emaus y su entrada en el Cielo.
Por fin la autorización llega de Roma para fundar un
Carmelo en Belén, el 20 de agosto de 1875 un pequeño grupo de carmelitas se
embarca rumbo a Tierra Santa. El Señor mismo guía a Mariam en la elección del
lugar y la construcción. Como es la única que habla árabe, se le encarga el
seguimiento de los trabajos: “inmersa en la arena y en la cal” se gana la
simpatía de los obreros; la comunidad puede venir a habitar el monasterio desde
el 21 de noviembre de 1876, mientras que ciertos trabajos continúan.
Mariam se preocupa también por la fundación de un
Carmelo en Nazaret, viajando allí y logrando que se compre un terreno en agosto
de 1878. Durante este viaje le es revelado por Dios el lugar de Emaus. Ella lo
hace comprar a Berthe Dartigaux para el Carmelo.
De vuelta en Belén, retoma la supervisión de los
trabajos bajo un calor sofocante. Llevando de beber a los obreros, cae de una
escalera y se fractura un brazo. La gangrena va afectarle muy rápidamente y
Mariam muere algunos días después, el 26 de agosto de 1878, a los 32 años. Fue
beatificada el día 13 de noviembre 1983 por San Juan Pablo II.
Mariam, flor del Carmelo
Mariam nació en Galilea, al pie de las estribaciones
del Monte Carmelo, entre la gran ciudad portuaria de Haifa, cima de la cadena
montañosa del Carmelo, y Nazaret. Sus primeros años estuvieron impregnados de
esta atmósfera majestuosa y austera. Ese fue el terreno fértil de una aventura
de santidad extraordinaria. Ella entra en la Orden del Carmelo y allí
encontrará un vínculo natural entre su cultura y su camino espiritual.
• El Carmelo, las raíces orientales
La familia
carmelitana encuentra sus orígenes en esta tierra oriental. En efecto, los
primeros ermitaños que se convertirán en los hermanos de la Orden de la
Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo, se instalaron, a finales del
siglo XII, en las laderas del Carmelo, cerca de Haifa. Ellos buscan los caminos
de la unión con Dios en una vida centrada en la oración y la meditación de la
Palabra de Dios. En este marco desnudo y abierto hacia el horizonte del mar
Mediterráneo, su búsqueda de absoluto encontró y marcó los caminos que más
tarde serán retomados y profundizados por los grandes espirituales de la Orden.
Sus raíces espirituales y bíblicas se encuentran en la
experiencia particular del profeta Elías, siglo IX antes de Cristo. En esta
familia espiritual, el encuentro de Elías con Dios en el Horeb (1 Reyes 19) es
una fuente de inspiración para la oración: el aprendizaje de la relación con
Dios se vive en el silencio y la escucha, dejando libertad a las
manifestaciones del Espíritu Santo. La experiencia y la enseñanza de Santa
Teresa de Ávila y San Juan de la Cruz han aportado valiosas luces para iluminar
y guiar el camino de aquellos que se aventuran en las laderas del Monte
Carmelo.
La presencia de
la Virgen María fue rápidamente evidente para los frailes carmelitas. Han visto
en el pasaje del anuncio de la lluvia (1 Reyes 18), la figura de María trayendo
las bendiciones de Dios a la humanidad, como una lluvia de gracias para los
hombres resecos por el pecado. La han elegido como madre y protectora - Mater
et Regina Decor Carmeli - el escapulario que llevan es un signo de esta
relación especial con la Madre de Dios.
• El
Carmelo, un puente entre el Oriente y el Occidente
La turbulenta
historia de la Tierra Santa condujo a los hermanos carmelitas hacia el
Occidente. La orden se estructuró y desarrolló en varios países europeos, en el
transcurso de los siglos XIII y XIV.
Con la reforma de Santa Teresa de Ávila en el siglo
XVI, nace una nueva rama, el Carmelo Descalzo. Es esta segunda rama de la cepa
de los ermitaños que ha conocido el mayor desarrollo a lo largo de los siglos.
La personalidad y la enseñanza de la Madre Teresa la han marcado profundamente.
Desde el siglo XVI, las generaciones beben de esta fuente. Mariam encontró allí
el marco y la intuición espiritual para dejar florecer su gracia particular.
Las raíces vivas de Carmelo y su inspiración
permanecen en Oriente. El profeta Elías y la Virgen María tienen allí un lugar
fundamental. La presencia de los Carmelitas, frailes y monjas, en diferentes
países del Próximo y Medio Oriente conserva y fortalece el vínculo histórico y
su identidad. Es necesario para el Carmelo y beneficioso para esta región del
mundo.
Por lo tanto, el Carmelo es un puente entre Oriente y
Occidente, como un vínculo entre las dos culturas en las que la fe cristiana ha
florecido y se ha desarrollado. Su mensaje es importante para estos dos pulmones
históricos de la Iglesia, e invita a todos los cristianos a echar raíces en una
relación personal con el Señor mediante la oración y la Palabra de Dios y vivir
el Evangelio en la caridad y humildad.
• Mariam,
Carmelita
Al entrar al Carmelo de Pau en 1867, Mariam cantó su
alegría por ser hija del Carmelo. Ella se siente como en casa. "Oh madre
mía, no puedo decir la felicidad que tengo de estar en el Carmelo, me parece
que estoy en el paraíso y pienso cómo será cuando yo estaré en el cielo, puesto que es así en la tierra. ¡Oh,
qué caridad! ... Todo el día se guarda el silencio, la soledad, en fin el
Carmelo es el paraíso. Es imposible expresar todo lo que siento y toda la
verdad"
Allí reencontró el aire que respiraba cuando era niña,
a los pies de Monte Carmelo. Secretamente, el Señor la había preparado para
esta vocación consagrada en la familia carmelitana. La búsqueda del Absoluto de
Dios - "Solo Dios basta" - encuentra sus raíces en la experiencia de
Elías. En silencio y oración, ella buscó y encontró el Dios vivo.
La Virgen María estuvo muy presente en su camino. Como
madre y maestra, la guió y le enseñó el camino de la unión con el Señor en la
humildad, la confianza, la caridad y el desapego de lo creado. Vemos aquí la
enseñanza fundante de Santa Teresa de Ávila.
La comunión de los santos es una característica propia
de la vida carmelitana, especialmente con
San José protector del Carmelo, Santa Teresa de Jesús, San Juan de la
Cruz y otras grandes figuras Carmelitanas. Este aspecto específico emerge en la
vida de Mariam. Su amistad mística con la Madre Teresa la ha enraizado en el
carisma de la reformadora y ha marcado su camino a través de las Moradas
espirituales y la ruda Subida del Monte Carmelo. Su experiencia es similar a la
de los grandes santos de la Orden e ilustra a su manera sus enseñanzas.
Su vida de caridad, su profunda humildad - "la
pequeña nada de Jesús" -, su unión al misterio pascual y su amor de la
Iglesia dan testimonio de la profundidad de la obra del Espíritu Santo[1] en ella. Mirándola vivir, escuchando sus
palabras, comprendemos que una vida centrada en la escucha atenta de la Palabra
de Dios y la acogida de su presencia (en la oración y el silencio) sólo puede
dar frutos de santidad!
“Tú has sido verdaderamente hija espiritual de los
profetas y del Evangelio porque has sabido darnos el sentido de Dios, el
sentido del pecado, el sentido de la conversión: tu supiste introducir en tu
cuerpo y en tu alma, como un sello de fuego, la voz divina de Jesús de Nazaret.
Te encantaba llamarte a ti misma "la pequeña nada", pero esta pequeña
nada que eres contiene más fuerza de vida que un centenar de tratados
filosóficos y teológicos. Hija auténtica del Carmelo en una época de
escepticismo, has sabido afirmar la trascendencia del Dios Amor que sigue
continuamente nuestra existencia a través de las praderas y los pantanos de
nuestro tiempo.”
• Flor
del Carmelo
Flor del Carmelo, hija de profetas y del evangelio, su
experiencia es un punto de referencia luminoso para todos aquellos que desean
avanzar en el camino de la unión con Dios. Su experiencia reúne a los
cristianos de Oriente y Occidente, como un puente de caridad con los colores
propios del Carmelo.
A sus hermanos y hermanas del Carmelo, ella les
recuerda la belleza de una vida ofrecida en la intimidad del Señor, Dios vivo y
vivificante. En esta familia espiritual y religiosa, ella lanza el desafío de
una presencia dinámica y de un testimonio fecundo para los dos pulmones de la
Iglesia.
A todos aquellos que tienen sed de Dios, ella
despierta el gusto de beber de la Fuente en
el silencio y la oración, y a vivir en la caridad y la humildad.
En el soplo del Espíritu
Santo, lo invisible visible…
En ella, todo nos habla de Jesús Estas palabras de San
Juan Pablo II son el más bello cumplido que se le podría hacer a un
cristiano! Una vida totalmente habitada
por el Espíritu del Señor, alimentada con la Palabra de Dios y los sacramentos
e irradiando su caridad La cultura oriental es el terreno fértil de la santidad
de Mariam. Todo en ella habla desde el Oriente y en el espíritu del Oriente.
Sin embargo, su mensaje tiene un alcance universal, ya que nos conduce a las
raíces de la Iglesia y del Carmelo y nos
invita a vivificarlas con el soplo del Espíritu Santo.
El Espíritu…
Mariam se abandona a la acción del Espíritu Santo con
la simplicidad de un niño. Así, cada acontecimiento de su vida encuentra la luz
en él, ayudándola a conocer la voluntad de Dios y vivirla. "Cuando venga
él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad completa pues no
hablará por su cuenta, sino que hablará lo que oiga, y os anunciará lo que ha
de venir" (Jn 16, 13).
“Esta mañana yo estaba triste porque no sentía a
Dios. Me parecía que mi corazón era como
de fierro. No podía pensar en Dios; e
invoqué al Espíritu Santo y le dije: Eres tú quien nos da a conocer Jesús. Los apóstoles permanecieron con él mucho
tiempo sin comprenderlo; pero una gota tuya abrió sus mentes para comprender. Tú harás que yo pueda comprender
también. Ven mi consolación; ven, mi
alegría, ven, mi paz, mi fuerza, mi luz.
Ven, ilumíname para encontrar la fuente donde pueda apagar mi sed. Una gota tuya me basta para mostrarme a Jesús
tal como él es… Y yo sentí el fuego arder en mi corazón. El Espíritu Santo no me niega nada”.
Aquí estamos en el corazón de la experiencia de
Mariam: La clave para entrar en su jardín interior está en la entrega de su
vida a la acción del Espíritu Santo. “Espíritu santo, ilumíname. ¿Qué debo hacer y de qué manera debo
encontrar a Jesús?” exclamaba. Inconsciente de la profundidad de su vida
espiritual, Mariam se llamaba a sí misma “la pequeña nada de Jesús”; ella
esperaba todo de él. Es el mismo
Espíritu Santo quien la condujo en este camino de intimidad con Cristo.
Testimonio de ello es la oración que él mismo le ha
inspirado.
“Espíritu
santo, inspírame.
Amor de
Dios, consúmeme.
Por el
verdadero camino condúceme.
María,
Madre mía, mírame,
Con
Jesús, bendíceme.
De todo
mal, de toda ilusión,
De todo
peligro, presérvame.”
“El Espíritu ‘inspira todo’, nuestros pensamientos,
nuestras acciones y nuestra oración. El
nos une a Dios y a nuestros hermanos. Mariam es testigo de la fuerza de este
soplo en la vida cotidiana… El misterio de la Salvación y la aventura de la
vida cristiana están resumidos en esta oración!.”
Esta dimensión
en Mariam fue de un carácter profético, pues, en su época en la tradición
latina, prácticamente no se hablaba del Espíritu Santo. Sin siquiera darse
cuenta, ella ha sido un puente que ha permitido al Occidente beneficiarse de la
riqueza de la tradición oriental.
Los frutos
concretos de esta acción del Espíritu fueron la humildad y la caridad. Una y otra van juntas. “¿Cómo hacer, mi Dios, para adquirir vuestro
verdadero amor? Entonces Dios, el
Todopoderoso, se abajó hasta mí que no soy más que un pequeño polvo. He aquí lo que me ha hecho comprender: un
alma que desea tener el verdadero amor de Dios, desea que este Dios bondadoso
sea amado por todos”.
“Si la humildad no es facultativa, para Mariam, ella
es la condición misma de la santidad. “Hoy, la santidad no es la oración, ni
las visiones (o las) revelaciones, ni la ciencia de hablar bien, ni los
cilicios, ni las penitencias; es la
humildad…” Ninguna importancia a las
gracias excepcionales ni al exceso de celo espiritual de su tiempo, lo
importante es este abandono en todas las cosas al amor del Señor. Mariam, se reconocía pequeña, por eso el
Señor pudo realizar su obra en ella: “Bienaventurados los pobres de espíritu
porque de ellos es el reino de los cielos.” (Mt. 5,3) Y Mariam agregaba; “en el cielo, los más bellos árboles son
aquellos que más han pecado; pero se han
servido de sus miserias como de la composta alrededor de un pie.”… He aquí la
fuente de una esperanza verdaderamente increíble! Dios se sirve de todo para
santificarnos, incluyendo sobre todo nuestro pecado, que depositado a sus pies,
es el terreno fértil de nuestra humildad y por tanto de nuestra santidad.”
La caridad es otro fruto del Espíritu Santo. Se trata de un amor incondicional por el
Señor y una atención permanente a la vida de sus prójimos. “Es sólo el amor que puede colmar el corazón
del hombre”, nos dice Mariam. Siguiendo a Santa Teresa de Ávila, en la
humildad, la caridad y el desasimiento, ella vivió con el corazón en el cielo y
los pies en la tierra. Poco a poco,
unificada interiormente por el Espíritu Santo, su vida se transformó en una
invitación a la comunión, a la unidad y a la caridad concreta.
“Cuando veas que alguien tiene un rasgón en su
vestido, no los rasgues más; corta un pedazo de tu vestido para reparar el
agujero… Jesús te revestirá con el traje
de bodas”.
“Escuché una voz que me decía: El mundo y las
comunidades religiosas buscan novedades en las devociones y descuidan la
verdadera devoción al Paráclito. Por eso hay error, desunión, falta de paz y de
luz. No se implora lo suficiente la luz del Espíritu Santo, siendo que es su
luz la que hace conocer la verdad. Incluso en los seminarios se descuida su
devoción…”
Estas dos citaciones ilustran la atención concreta al
prójimo pedida por Mariam y la importancia de la comunión, fruto de la “devoción
al Paráclito”.
Mariam de Jesús Crucificado
Mariam, en el Carmelo, es Hna. María de Jesús
Crucificado, pero sobretodo “Mariam de Jesús”.
Ese deseo de unirse a Cristo se concretizó en su fidelidad en el corazón
de las pruebas humanas y espirituales. “¿Ves?, es así que todo pasa; pero si
quieres darme tu corazón, yo me quedaré siempre contigo”. Estas palabras escuchadas interiormente en su
infancia fueron una luz constante, especialmente en los momentos de prueba y de
elección. Su adhesión profunda a Cristo,
en el misterio de la Cruz, se transformó en el camino privilegiado de su
santidad. El Espíritu Santo le enseñó,
poco a poco, a acoger este misterio. A
través de su experiencia nos recuerda su centralidad para nuestra fe.
La vida de Mariam de Jesús Crucificado, marcada en su
cuerpo y en su alma por el misterio de la Cruz, nos hace volvernos hacia el
Cristo Redentor. En el, encontramos “el
camino, la verdad y la vida” (Jn. 14,6).
Su testimonio nos abre un doble camino: el de la misericordia recibida
en la vida sacramental, y el de la ofrenda de nuestra vida. Ella encuentra su fuente y cumplimiento en el
misterio de la Eucaristía. Con Mariam de
Jesús Crucificado, recibimos la invitación a sumergirnos en el misterio
Pascual, fuente de misericordia de Dios y a entrar en la ofrenda de
Cristo. “Que el Espíritu Santo nos
transforme en ofrenda permanente” para su gloria, pedimos en la tercera
plegaria eucarística.
• Lo invisible visible
Mariam, como la enamorada del Cantar de los Cantares,
se entregó al amor transformante del Señor que poco a poco la invadió de su
caridad. Esto se manifestó a través de fenómenos místicos extraordinarios. Ellos no son más que un dibujo a grandes
líneas de la acción del Espíritu Santo en ella.
Con Mariam, lo
invisible se hace visible, eso que el ojo no ve, el alma lo revela. “Los relatos de su vida mística nos muestran
en gran parte un desbordamiento de lo sobrenatural: esto es muy desconcertante
para un espíritu occidental, sin embargo lo es mucho menos para un espíritu
oriental… En todo caso, natural y
sobrenatural no son extraños el uno al otro, ellos no son herméticos sino ¿qué
sería la oración? Todo es cuestión de
dosis y de equilibrio dirán los sabios o los cartesianos… Todo es cuestión de
amor y de disponibilidad dirán los enamorados… Cuando se ama, no se desea más
que estar unido al ser amado. En una
relación de amistad o amorosa, los gestos exprimen ese deseo y lo
orientan. También en la vida espiritual
tenemos contextos y ritos pero el Espíritu sopla dónde quiere y como Él quiere…
Y el deseo está allí, a veces ardiente como un horno…”
Su cultura
oriental y la acción del Espíritu Santo son las claves de lectura de esa
libertad interior y de esa irradiación.
Ellas testimonian también de lo pertinente que es el testimonio de
Mariam para la Iglesia y la sociedad actual en Oriente y en Occidente. Si Mariam es un puente entre las dos
culturas, ella ofrece a cada una la posibilidad de reencontrar sus raíces y aún
más, de abrirse a la acción del Espíritu Santo.
Para muchos, en
Occidente, la realidad de Dios ya no es más una evidencia y lo invisible se
reduce a eso que el ojo humano no puede ver, pero que puede ser escrutado
minuciosamente por las máquinas. Por otro lado, numerosos orientales,
contaminados por el materialismo o aniquilados por los conflictos
interminables, son tentados de desesperar de este invisible.
Las sociedades
occidentales y orientales necesitan reencontrar su identidad, las raíces vivas,
la vida espiritual y el espíritu de fraternidad para avanzar en la paz y la
confianza. Marian tiene algo a
transmitir y ofrecer, a cada una, para ayudarlas a dar pasos hacia la Vida.
Todos pueden
sentirse conmovidos e inspirados por la simplicidad de su vida y sus palabras.
Imágenes, parábolas, poesía… expresan algo que va más allá de las palabras, más
allá de lo visible, muy real para el corazón que se abre al Espíritu. Las palabras de Marian, que fueron
recopiladas, son como puertas abiertas hacia lo invisible o desde lo invisible,
para invitarnos a entrar en la intimidad de Dios. ¡Cuántas personas dicen que han encontrado en
Mariam una hermana mayor que las conduce hacia Cristo!
Lo invisible visible, Mariam lo vivió en su relación
intima con la Virgen María y con los santos.
Desde su más tierna infancia, la Virgen María la visitaba y protegía de
manera especial. Ella encontró en María un modelo de fe. La madre de Dios, se
convirtió en su madre, que le enseñaba cómo acoger plenamente a Jesús en ella y
dejarle el primer lugar. Una educación
plenamente carmelitana que la joven religiosa descubrirá y transmitirá a sus
hermanas. “¡Oh! ¡Cómo es agradable, al
Padre Celeste, la fe de María! Por su
fe, ella hacía crecer todos los días a Jesús en ella. Esta misma fe, si nosotros la tenemos, hará
crecer también a Jesús en nuestro corazón”, ella decía.
La amistad profunda vivida con Santa Teresa de Ávila,
la presencia de San José y la comunión de los santos, son otros aspectos de
este invisible que se transforman en visible para Mariam. Ella nos lo ofrece en heredad para recordarnos lo esencial.
A grandes trazos, hemos buscado de cosechar algunos
frutos de la vida y del testimonio de Mariam.
Es una invitación a vivir en el Espíritu Santo, unidos a Cristo
redentor, abiertos a la invisible comunión en la caridad y en la humildad. Es todo un programa, como un puente entre el
Cielo y la Tierra, entre el Oriente y el Occidente!