Corona de Espinas



Del Evangelio de San Mateo (27,29)

"Los soldados romanos llevaron a Jesús al patio del palacio y reunieron a toda la tropa en torno a él.

Le quitaron sus vestidos y le pusieron una capa de soldado de color rojo.
Después le colocaron en la cabeza una corona que habían trenzado con espinos y en la mano derecha le pusieron una caña. Doblaban la rodilla ante Jesús y se burlaban de él, diciendo: «¡Viva el rey de los judíos!»
Le escupían en la cara, y con la caña le golpeaban en la cabeza.



Relato: JESÚS VEJADO Y CORONADO DE ESPINAS

(La amarga Pasión de Cristo. Según las visiones de Ana Catalina Emmerich)
“Durante la flagelación de Jesús, Pilatos se dirigió muchas veces a la multitud, que una vez le gritó: «Debe morir, aunque debamos morir también nosotros.» Cuando Jesús fue conducido al cuerpo de guardia, gritaron de nuevo: «¡Mátalo! ¡Crucifícalo!» Después de esto hubo un rato de silencio. Pilatos dio órdenes diversas a sus soldados y los miembros del Sanedrín mandaron a sus criados a que les trajesen de comer. Pilatos, con el espíritu agitado por sus supersticiones, se retiró algunos instantes para consultar a sus dioses, y ofrecerles incienso. La Santísima Virgen y las santas mujeres se retiraron de la plaza.
Después de haber recogido la sangre de Jesús, vi que entraban con sus lienzos ensangrentados, en una casita cercana. No sé de quién era. La coronación de espinas se llevó a cabo en el patio interior del cuerpo de guardia. Había allí cincuenta miserables, criados, carceleros, esbirros y esclavos, y otros de la misma calaña. La muchedumbre permanecía alrededor del edificio. Pero pronto fueron apartados de allí por los mil soldados romanos. Aunque mantenían el orden, estos soldados reían y se burlaban de Jesús, y animaban a los torturadores de Nuestro Señor a redoblar sus insultos, como los aplausos del público excitan a los cómicos.
En medio del patio había un fragmento de pilar; pusieron sobre él un banquillo muy bajo, y lo llenaron de piedras puntiagudas. Le quitaron a Jesús nuevamente la ropa y le colocaron una capa vieja, colorada, de un soldado, que no llegaba a sus rodillas. Lo arrastraron al asiento que le habían preparado y lo sentaron brutalmente en él; entonces le ciñeron la corona de espinas a la cabeza y se la ataron fuertemente por detrás. Estaba hecha de tres varas de espino bien trenzadas, y la mayor parte de las puntas vueltas a propósito hacia dentro. En cuanto se la ataron, le pusieron una caña en la mano; todo esto lo hicieron con una gravedad bufa, como si realmente lo coronasen rey. Le cogieron la caña de las manos y le pegaron con tanta violencia sobre la corona de espinas que los ojos del Salvador se llenaron de sangre. Se arrodillaron ante él y le hicieron burla, le escupieron la cara, y lo abofetearon gritándole: «¡Salve, rey de los judíos!» Después lo levantaron de su asiento, y luego volvieron a sentarlo en él con violencia.
Es absolutamente imposible describir los ultrajes que perpetraron esos monstruos con forma humana. Jesús sufría una sed horrible a causa de la fiebre provocada por sus heridas; temblaba. Su carne estaba abierta hasta los huesos, su lengua contraída, sólo la sangre sagrada que caía de su cabeza refrescaba sus labios ardientes y entreabiertos. Esta espantosa escena duró media hora, mientras los soldados formados alrededor del pretorio seguían riendo e incitando a la perpetración de todavía mayores ultrajes.”

CÓMO FUE LA CORONA DE ESPINAS DE JESUCRISTO

Dicha corona fue realizada usando los espinos que crecían en la región, determinando los estudios sobre la Sábana Santa de Turín, que la especie empleada fue el "Ziziphus jujuba" (conocida como Azufaifo).


Este arbusto posee durísimas y muy agudas espinas, capaces de penetrar en el cuero cabelludo y llegar hasta el hueso donde son capaces de clavarse, con lo que el tormento del reo sería más que imaginable. 

Curiosamente, en las imágenes de Crucificados solemos ver la habitual corona de espinas en forma de aro que recorre el cráneo, pero si nos remitimos al relato de los Evangelios de San Mateo y San Juan, en ellos se indica que la corona de espinas se puso sobre la cabeza de Jesucristo y no a su alrededor. 

Evangelio de San Mateo (27,29)


Traducción del griego clásico al español:

"Y trenzando una corona de espinas se la pusieron sobre su cabeza".

(En el texto griego subrayo el término "epí" que significa sobre)

Nuevamente si nos remitimos a los análisis, en este caso anatomopatológicos, realizados sobre la Sábana Santa de Turín, las marcas presentes sobre el tejido, coincidentes con la anatomía del cuerpo, y en este caso las marcas que coinciden con la cabeza, revelan que Jesús de Nazaret tuvo sobre su cabeza un casco de espinas, un "pileus", tal y como era costumbre que fueran las coronas en las sociedades orientales.

   El "pileus" era una especie de casquete, en este caso hecho de ramas espinosas, que cubría toda la cabeza, desde la frente y sienes hasta la nuca, cuyas espinas tan largas, duras y agudas, dañaban tremendamente el frágil cuero cabelludo para llegar al hueso craneal. 


¡Qué dolor tan brutal debió haber tenido Jesucristo con semejante elemento de tortura, que hasta con el más mínimo movimiento sería insoportable, pero más aún si tenemos en cuenta que, para mayor tortura, Jesús recibió innumerables golpes sobre el rostro y sobre el propio casco de espinas! 

     Esta corona le fue colocada a Jesucristo tras haber sido azotado entre golpes y burlas pues como dice San Marcos en su Evangelio:

"Le golpeaban la cabeza con una caña y le escupían"


     Pero es que la corona se la volvieron a quitar para poner nuevamente cuando le vistieron a Jesús con la túnica antes de partir hacia el Monte Gólgota para ser crucificado, por lo que podemos imaginar el enorme dolor al quitar esa corona de espinas tan clavadas en la piel que se desgarraría para luego volver a sufrir otra vez colocada sobre la cabeza. Y no olvidemos que Jesús caminó hacia su crucifixión con un gran y pesado travesaño de madera sobre sus hombros, oprimiendo la zona de la nuca y parte trasera de la cabeza también cubiertas por el casco de espinas. Y no hay que olvidar que Jesús cayó varias veces al suelo agotado físicamente y que una de esas espinas de la corona, se le clavó profundamente en la frente en esa circunstancia. 

     El desgarro en la piel, la hemorragia abundante y el dolor por esta tortura debió ser indescriptible. 

     Pese a todo, Jesucristo padeció su dolor para redimirnos del pecado; todo por Amor a la Humanidad.
(Tomado de http://www.alcielocofrade.com/2016/04/la-corona-de-espinas-que-llevo.html)

Los misterios de la corona de espinas de la crucifixión de Cristo