Isaias


El Profeta Isaías
Isaías fue uno de los profetas más relevantes de la historia cristiana y judía y un autor exquisito, que supo demostrar sus dotes para narrar la historia que vivía y su amor por Dios a través de un escrito que forma parte de la Biblia y que se conoce como Libro de Isaías.

Isaías fue para Israel un héroe nacional. Es un poeta maravilloso. La elegancia de su estilo, la viveza de sus imágenes y la belleza literaria de sus profecías lo convierte en un clásico de la literatura de Israel.



Entre los profetas cuyos escritos poseemos es sin duda el mayor Isaías, hijo de Amós, de la tierra de Judá, quien fue llamado al duro cargo de profeta en el año 738 a. C., y cuya muerte ocurrió probablemente bajo el rey Manasés (693-639).
Isaías es el primero de los profetas del Antiguo Testamento, desde luego por lo acabado de su lenguaje, que representa el siglo de oro de la literatura hebrea, mas sobre todo por la importancia de los vaticinios que se refieren al pueblo de Israel, los pueblos paganos y los tiempos mesiánicos y escatológicos. Ningún otro profeta vio con tanta claridad al futuro Redentor, y nadie, como él, recibió tantas ilustraciones acerca de la salud mesiánica, de manera que S. Jerónimo no vacila en llamarlo "el Evangelista entre los profetas".


En el Capítulo 6 de sus profecías narra como Dios lo llamo. 
Dice así : “Vi al Señor Dios , sentado en un trono excelso y elevado y miles de serafines lo alababan cantando : “Santo, Santo es el Señor Dios de los ejércitos, llenos están el cielo y la tierra de Tu Gloria.” Yo me llene de espanto y exclame : “Ay de mí que soy un hombre de labios impuros y vivo en medio de un pueblo pecador y mis ojos ven al Dios Todopoderoso”. Entonces voló hacía mí uno de los serafines, y tomando una brasa encendida del altar la coloco sobre mis labios y dijo : 
“Ahora has quedado purificado de tus pecados.”
Y oí la voz del Señor que me decía:
"¿ A quién enviaré ? ¿ Quién irá de mi parte a llevarles mis mensajes ?”
Yo le dije : “Aquí estoy Señor, envíame a mí”


Isaías empezó entonces a llevar a las gentes los mensajes de Dios, pidiéndoles que se apartarán de su vida de pecado y empezaran una vida agradable a Dios. Pero se cumplía lo que le había avisado el Señor : “Teniendo oídos, no querrán escuchar”. Aviso fuertemente que si no convertían serían llevados presos al destierro. No le hicieron caso y la nación de Israel fue llevada después presa a un país extraño.


El libro de Isaías que ha llegado a nosotros es una colección de oráculos de diversas épocas.
Además de su labor profética que lo erigió al nivel de príncipe de los profetas, se lo reconoce como un gran político y estadista, que supo asesorar a reyes de su tiempo.
Anunció muchas cosas que luego sucederían como por ejemplo la venida, el nacimiento, el sacrificio y la posterior glorificación de Jesús que generó la salvación y la vida eterna para todos los cristianos que creyesen en ello.


Orígenes, profecías y vida
Nació durante el Reino de Judá, allá por el siglo VIII A.C. y su nombre significa salvación.

Su vida se desarrolla en la ciudad de Jerusalén y tanto Israel y Judá fueron el objeto de sus profecías.
Se cree que tenía una ascendencia real que lo vinculaba con el rey Uzías, que habría sido su primo.
Su principal prédica fue la santidad de Dios y que los israelitas debían seguir ese camino.

Se oponía especialmente a las alianzas que el Reino de Judá pudiese hacer con otros imperios del exterior y les pedía encarecidamente a los israelíes que confiasen en Yahvé y en la alianza que había con él.

Por caso, no escatimó en críticas a su propio pueblo cuando desoyeron sus palabras y ese compromiso con Dios y decidieron acordar en algunos momentos alianzas con otros pueblos.

Influencia en el Reino de Judá
La evangelización llevada a cabo por este profeta se desarrolló en el Reino de Judá y su trabajo en este sentido se hizo más intenso en tiempos de la crisis que generó la expansión del Imperio Asirio.

Vale decir que el Reino de Judá supo ser un estado cito en el Oriente Próximo, en tiempos de la llamada Edad de Hierro.

Se erigió como uno de los territorios que fueron parte del Reino de Israel mientras este fue una monarquía unificada en la que gobernaron sucesivamente Saúl, David y Salomón, y que tras la muerte de este último se dividió en el mencionado Reino de Judá, en el sur, y el Reino de Israel hacia el norte.

También se lo conoció por ello como Reino del Sur y su centro fue Judá, siendo que Galilea y Samaria lo eran del Reino Norte.

Se trató de un reino independiente compuesto por una gran densidad poblacional y un poder relevante sobre el territorio, incluso, el imperio asirio lo apreciaba por este auge y además por ser un gran productor de aceite de oliva.

Esta dependencia con los asirios tuvo algunos momentos de disputa que culminarían con la caída de los asirios en tanto, el Reino de Judá quedó envuelto en el medio de las disputas entre egipcios y babilónicos y terminó por destruirse, desembocando en el llamado cautiverio de Babilonia, que establecerá una provincia babilónica en el territorio del Reino.

Participó del Cautiverio de Babilonia y habría sido asesinado
Entre 586 y 537 A.C., los hebreos que habitaban en el Reino Sur, se mantuvieron exiliados en Babilonia; recién en 537 el rey persa Ciro permitió que los judíos regresasen a sus tierras originales.

Se casó y tuvo dos hijos, y se cree que su final fue trágico, ya que fue asesinado cruelmente por orden de un rey.

Predicciones sobre el Mesías

LA NACIÓN judía conocía los escritos de Isaías y otros profetas, así que llevaba mucho tiempo esperando la llegada del Mesías. Es más, los judíos de la época de Jesús estaban “en expectación” ante su inminente venida (Lucas 3:15). 


Es digno de notar que aquellas profecías bíblicas revelaban muchos detalles sobre la vida del Mesías, detalles que ningún ser humano podría prever por sí solo, ni hacer que Jesús los cumpliera. Veamos algunos ejemplos.




Su nacimiento. Isaías predijo que el Mesías, o Cristo, nacería de una virgen. Por eso, tras describir el milagroso nacimiento de Jesús, el apóstol Mateo escribió: “Todo esto realmente pasó para que se cumpliera lo que Yahvé había hablado por su profeta, que dijo: ‘¡Miren! La virgen quedará encinta y dará a luz un hijo’” 
(Mateo 1:22, 23; Isaías 7:14). 


Isaías también indicó que el Cristo provendría de la línea de David al mencionar específicamente al padre de este: Jesé. Y Jesús, efectivamente, fue descendiente de David (Mateo 1:6, 16; Lucas 3:23, 31, 32). 


De ahí que antes de que María diera a luz, el ángel Gabriel le dijo sobre Jesús: “Dios le dará el trono de David su padre” (Lucas 1:32, 33; Isaías 11:1-5, 10; Romanos 15:12).

Su vida. En cierta ocasión, mientras estaba en la sinagoga de Nazaret, Jesús leyó en público las siguientes palabras de Isaías: “El espíritu de Yahvé está sobre mí, porque él me ungió para declarar buenas nuevas a los pobres”. Acto seguido, se las aplicó a sí mismo al decir: “Hoy se cumple esta escritura que acaban de oír” (Lucas 4:17-21; Isaías 61:1, 2). Isaías dijo también que el Mesías trataría a los enfermos con bondad y sin llamar la atención. 
Y el Evangelio de Mateo confirma que así resultó ser, cuando dice: “Muchos también lo siguieron, y los curó a todos, mas con firmeza les ordenó que no le pusieran de manifiesto; para que se cumpliera lo que se habló mediante Isaías el profeta, que dijo: ‘[...] No reñirá, ni levantará la voz, ni [...] quebrantará ninguna caña cascada’” (Mateo 8:16, 17; 12:10-21; Isaías 42:1-4; 53:4, 5).

Su sufrimiento. Otra profecía de Isaías indicaba que la mayoría de los israelitas no solo no aceptarían al Mesías, sino que lo considerarían “una piedra de tropiezo” (1 Pedro 2:6-8;Isaías 8:14, 15). Y eso fue lo que pasó. A pesar de los numerosos milagros que hizo Jesús, los judíos “no [pusieron] fe en él, de modo que se cumplió la palabra de Isaías el profeta, que [...] dijo: ‘Yahvé, ¿quién ha puesto fe en la cosa oída por nosotros?’” (Juan 12:37, 38; Isaías 53:1). Aparte de no tener fe, muchos judíos creían equivocadamente que el Mesías los libraría de inmediato del dominio romano y restauraría un reino davídico independiente en la Tierra. Claro, como Jesús sufrió tantas penalidades y al final murió, la mayoría no quiso reconocerlo como el Mesías. Y eso que el libro de Isaías había predicho que el Mesías sufriría antes de ser Rey.
“Mi espalda di a los golpeadores [...]. Mi rostro no oculté de cosas humilladoras ni del esputo”, dijo el Mesías proféticamente en el libro de Isaías. Y eso fue lo que ocurrió durante el juicio de Jesús. Mateo cuenta: “Le escupieron en el rostro y le dieron de puñetazos. Otros le dieron de bofetadas” (Isaías 50:6; Mateo 26:67). Además, Isaías escribió: “Él fue dejando que se le afligiera; no obstante, no abría la boca”. Y cuando Pilato le pidió cuentas a Jesús acerca de las acusaciones de los judíos, él “no le contestó, no, ni una sola palabra, de modo que el gobernador quedó muy admirado” (Isaías 53:7; Mateo 27:12-14; Hechos 8:28, 32-35).

Su muerte. La muerte de Jesús y otros sucesos posteriores también cumplieron profecías de Isaías. Por ejemplo, el profeta había predicho: “Él hará su sepultura hasta con los inicuos, y con la clase rica en su muerte” (Isaías 53:9). ¿Cómo podría cumplirse esta profecía aparentemente contradictoria? Para empezar, Jesús murió clavado en un madero entre dos ladrones (Mateo 27:38). Pero después, José de Arimatea lo enterró en una tumba, propia de la clase alta, que se había mandado construir hacía poco (Mateo 27:57-60). La muerte de Jesús cumplió, a su vez, uno de los aspectos más importantes de las profecías de Isaías. Aludiendo al Mesías, el profeta había dicho: “El justo, mi siervo, traerá una posición de justos a muchas personas; y él mismo cargará los errores de ellas”. Y así fue: con su muerte, Jesús pagó el rescate que libra de la carga del pecado a todos los siervos fieles de Dios (Isaías 53:8, 11; Romanos 4:25).


 Asombrosas profecías de Isaías sobre la Pasión de Cristo  
700 años antes




El lector tiene la impresión de que el profeta Isaías escribía al propio pie del Gólgota, aunque sabemos con seguridad que el profeta vivió siete siglos antes de Cristo.
Los sacrificios de purificación ocupaban la posición central en la vida religiosa del pueblo judío. Cada devoto judío ya sabía desde su niñez que el pecado sólo podría borrarse por medio de un sacrificio cruento. Todas las grandes fiestas y acontecimientos familiares se acompañaban de sacrificios.
Los profetas no explicaban en qué consistía el poder purificador de los sacrificios. Sin embargo, sus profecías relacionadas con la Pasión demuestran que los sacrificios del Antiguo Testamento anticipaban el gran sacrificio redentor del Mesías, el cual Él tuvo que ofrecer para la purificación de los pecados del mundo entero. De este gran sacrificio tomaban fuerzas y trascendencia las ofrendas del Antiguo Testamento.
La relación íntima entre el pecado y los subsiguientes sufrimientos, al igual que entre los padecimientos voluntarios y la subsiguiente salvación del hombre, no está bien comprendida aún hasta hoy día. No vamos a tratar de explicar esta relación interior, sino sólo nos detendremos aquí sobre las propias profecías referentes a la prevista Pasión redentora del Mesías.

La más sobresaliente y detallada profecía relacionada con venideros sufrimientos del Mesías es la de Isaías que ocupa un capítulo y medio de su libro (cap. 52-53). Esta profecía incluye tantos pormenores sobre los padecimientos de Cristo que el lector tiene la impresión de que el profeta Isaías escribía al propio pie del Gólgota, aunque sabemos con seguridad que el profeta vivió siete siglos antes de Cristo. A continuación presentamos la profecía en cuestión:
“¿Quién creyó nuestro anuncio?; ¿a quién se reveló el brazo del Señor? Creció en su presencia como brote, como raíz en tierra árida, sin figura, sin belleza. Lo vimos sin aspecto atrayente, despreciado y evitado de los hombres, como un hombre de dolores, acostumbrado a sufrimientos, ante el cual se ocultaban los rostros, despreciado y desestimado. Él soportó nuestros sufrimientos y aguantó nuestros dolores; nosotros lo estimamos leproso, herido de Dios y humillado; pero él fue traspasado por nuestras rebeliones, triturado por nuestros crímenes. Nuestro castigo saludable cayó sobre él,
sus cicatrices nos curaron”. “Todos errábamos como ovejas, cada uno siguiendo su camino; y el Señor cargó sobre él todos nuestros crímenes. 




Maltratado, voluntariamente se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia, se lo llevaron, ¿quién se preocupará de su estirpe? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirieron. Le dieron sepultura con los malvados y una tumba con los malhechores, aunque no había cometido crímenes ni hubo engaño en su boca. El Señor quiso triturarlo con el sufrimiento, y entregar su vida como expiación: verá su descendencia, prolongará sus años, lo que el Señor quiere prosperará por su mano. Por los trabajos de su alma verá la luz, el justo se saciará de conocimiento. Mi siervo justificará a muchos, porque cargó con los crímenes de ellos. Le daré una multitud como parte, y tendrá como despojo una muchedumbre. Porque expuso su vida a la muerte y fue contado entre los pecadores, él tomó el pecado de muchos e intercedió por los pecadores”.
La frase introductora de esta profecía: “¿Quién creyó nuestro anuncio?” atestigua acerca del carácter excepcional de los acontecimientos descritos, los cuales exigen un esfuerzo de voluntad de parte del lector para creerlos. En efecto, las profecías anteriores de Isaías hablan de la magnificencia y gloria del Mesías, mientras que la presente expone Su voluntaria humillación, padecimientos y muerte. El Mesías, estando completamente limpio de pecados personales y santísimo, soporta todos estos sufrimientos con el fin de purificar al género humano de sus iniquidades.




33 Profecías de Isaías sobre Jesús

Historia de Cristo
Su nacimiento
Por tanto, el mismo Señor les dará la señal: He aquí que la virgen concebirá y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel (Is 7:14).
Su Descendencia
Un retoño brotará del tronco de Isaí, y un vástago de sus raíces dará fruto (Is 11:1).
Su Unción
Sobre él reposará el Espíritu del SEÑOR: espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de fortaleza, espíritu de conocimiento y de temor del SEÑOR (Is 11:2).
Misión de Cristo
La Luz del Mundo
El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz. A los que habitaban en la tierra de sombra de muerte, la luz les resplandeció (Is 9:2).
Juez
Él se deleitará en el temor del SEÑOR. No juzgará por lo que vean sus ojos ni arbitrará por lo que oigan sus oídos (Is 11:3)
Reprobador
Sino que juzgará con justicia a los pobres, y con equidad arbitrará a favor de los afligidos de la tierra. Golpeará la tierra con la vara de su boca, y con el aliento de sus labios dará muerte al impío (Is 11:4).
Legislador
No se desalentará ni desfallecerá hasta que haya establecido la justicia en la tierra. Y las costas esperarán su ley” (Is 42:4).
Libertador
A fin de que abras los ojos que están ciegos y saques de la cárcel a los presos, y de la prisión a los que moran en las tinieblas (Is 42:7).
Portador de cargas
Ciertamente él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores. Nosotros lo tuvimos por azotado, como herido por Dios y afligido (Is 53:4).
Salvador Sufrido
Pero él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestros pecados. El castigo que nos trajo paz fue sobre él, y por sus heridas fuimos nosotros sanados (Is 53:5)
Cargador del Pecado
Todos nosotros nos descarriamos como ovejas; cada cual se apartó por su camino. Pero el SEÑOR cargó en él el pecado de todos nosotros (Is 53:6).
Intercesor
Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos. Porque derramó su vida hasta la muerte y fue contado entre los transgresores, habiendo él llevado el pecado de muchos e intercedido por los transgresores (Is 53:12).
Títulos de Cristo
Emanuel
Por tanto, el Señor mismo os dará señal: He aquí que la virgen concebirá, y dará a luz un hijo, y llamará su nombre Emanuel (Is 7:14).
Admirable, Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz
Porque un niño nos es nacido, un hijo nos es dado, y el dominio estará sobre su hombro. Se llamará su nombre: Admirable Consejero, Dios Fuerte, Padre Eterno, Príncipe de Paz (Is 9:6).
Rey de Justicia
He aquí que un rey reinará según la justicia, y los magistrados gobernarán según el derecho (Is 32:1).
Siervo Divino
He aquí mi siervo, a quien sostendré; mi escogido en quien se complace mi alma. Sobre él he puesto mi Espíritu, y él traerá justicia a las naciones (Is 42:1).
Brazo de Yavéh
¿Quién ha creído nuestro anuncio? ¿Sobre quién se ha manifestado el brazo del SEÑOR? (Is 53:1).
Predicador Ungido
El Espíritu del SEÑOR Dios está sobre mí, porque me ha ungido el SEÑOR. Me ha enviado para anunciar buenas nuevas a los pobres, para vendar a los quebrantados de corazón, para proclamar libertad a los cautivos y a los prisioneros apertura de la cárcel (Is 61:1).
Salvador Poderoso
¿Quién es éste que viene de Edom, de Bosra, con vestidos rojos? ¿éste hermoso en su vestido, que marcha en la grandeza de su poder? Yo, el que hablo en justicia, grande para salvar (Is 63:1).
Características de Cristo
Resplandor
Yo, el SEÑOR, te he llamado en justicia y te asiré de la mano. Te guardaré y te pondré como pacto para el pueblo, y como luz para las naciones (Is 42:6)
Sabiduría
Y reposará sobre El el Espíritu del SEÑOR, espíritu de sabiduría y de inteligencia, espíritu de consejo y de poder, espíritu de conocimiento y de temor del SEÑOR (Is 11:2)
Discernimiento Espiritual
Y le hará entender diligente en el temor del SEÑOR. No juzgará según la vista de sus ojos, ni arguirá por lo que oigan sus oídos (Is 11:3).
Justicia
Sino que juzgará con justicia a los pobres, y arguirá con equidad por los mansos de la tierra; y herirá la tierra con la vara de su boca, y con el espíritu de sus labios matará al impío (Is 11:4).
Fidelidad
La justicia será el cinturón de sus lomos, y la fidelidad lo será de su cintura (Is 11:5).
Silencio
No gritará ni alzará su voz ni la hará oír en la calle (Is 42:2).
Mansedumbre
No quebrará la caña cascada ni apagará la mecha que se está extinguiendo; según la verdad traerá justicia (Is 42:3).
Perseverancia
No se cansará ni desmayará, hasta que establezca en la tierra justicia; y las costas esperarán su ley (Is 42:4).
Sufrimiento Vicario
De la manera que muchos se asombraron de él, así fue desfigurada su apariencia, más que la de cualquier hombre; y su aspecto, más que el de los seres humanos (Is 52:14).
Compasión
Ciertamente él llevó nuestras enfermedades y sufrió nuestros dolores. Nosotros lo tuvimos por azotado, como herido por Dios y afligido (Is 53:4).
Humildad
Él fue oprimido y afligido, pero no abrió su boca. Como un cordero, fue llevado al matadero; y como una oveja que enmudece delante de sus esquiladores, tampoco él abrió su boca (Is 53:7).
Sin Pecado
Se dispuso con los impíos su sepultura, y con los ricos estuvo en su muerte. Aunque nunca hizo violencia, ni hubo engaño en su boca (Is 53:9).
Poder de Salvación
A causa de la angustia de su alma, verá la luz y quedará satisfecho. Por su conocimiento mi siervo justo justificará a muchos, y cargará con los pecados de ellos (Is 53:11).
Grandeza
Por tanto, yo le daré parte con los grandes, y con los fuertes repartirá despojos; por cuanto derramó su vida hasta la muerte, y fue contado con los pecadores, habiendo él llevado el pecado de muchos, y orado por los transgresores (Is 53:12).