Jesús:El Buen Pastor


 
En esta porción del Evangelio de Juan hallamos una de las metáforas más hermosas para describir la persona y la obra de Cristo. Habla por sí sola; pero sólo captaremos toda la profundidad de su significado si nos situamos en el contexto del momento histórico en que Jesús pronunció las palabras de su enseñanza.

Nos disponemos a profundizar en unas de las páginas más bellas y entrañables de los Evangelios: Las que nos presentan a Jesús como el Buen Pastor y a nosotros como ovejas de su rebaño. Es un tema que ha alimentado la fe y la devoción de los cristianos a lo largo de los siglos. Los primeros cristianos no se atrevían a pintar a Jesús crucificado; sin embargo, en las pinturas de las catacumbas y en los sarcófagos paleocristianos es muy común encontrar representaciones de Jesucristo con una oveja sobre sus hombros. Los presbiterios de las antiguas Basílicas suelen estar decorados con mosaicos que representan dos filas de ovejas acercándose a beber de una fuente. La imagen de Jesús Pastor es tan rica, que nos ayuda a comprender su identidad, su misión y su relación con el Padre y con nosotros.



Cuando sus adversarios le acusan de ser amigo de pecadores, les habla del amor de Dios y de su solicitud por cada uno de nosotros, usando la imagen del pastor que sale en busca de la oveja perdida: « ¿Quién de vosotros, si tiene cien ovejas y pierde una de ellas, no deja a las otras noventa y nueve en el desierto, y va en busca de la que se le ha perdido, hasta encontrarla? Y, cuando da con ella, se la echa a los hombros lleno de alegría y, cuando llega a casa, reune a sus amigos y les dice: Alegraos conmigo, que ya he encontrado la oveja que se me había perdido. Os digo que igualmente habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte, que por noventa y nueve justos que no tienen necesidad de conversión» (Lucas 15, 4-7).

La grandiosidad del contenido de esta parte de los Evangelios con la sencillez de su descripción: el Pastor conoce a sus ovejas, las llama, las conduce sabiamente y con amor, protegiéndolas de robo y destrucción, poniendo finalmente su vida por las ovejas (Jn. 10:1-15).

1. Conoce a sus ovejas (Jn. 10:14)


Aunque todas parezcan iguales, cada una posee sus rasgos característicos inconfundibles, y a cada una la llama por su nombre (Jn. 10:3). Este detalle es tan singular como inaudito: el cristianismo es la única religión en la que Dios es el Todopoderoso, trascendente, y al mismo tiempo el Padre cercano, el Abba íntimo que nos conoce por nombre. En la Biblia el verbo conocer tiene esta connotación afectiva y de intimidad que alcanza su máxima expresión en el buen Pastor que nos conoce.

De esta manera, el Pastor distingue la valía de cada uno de nosotros individualmente. Me conoce a mí y a cada uno de sus redimidos, conoce todos nuestros defectos, nuestra tendencia a la incredulidad, nuestras pasiones, todo lo que escondemos para salvar nuestra deteriorada imagen. Pero también nos alienta como se nos enseña de forma tan memorable en el salmo del pastor por excelencia, el Salmo 23.

¡Qué gran consuelo que el Señor me ama a pesar de lo que soy en mi condición de «oveja perdida»! Por este amor pude llegar a ser una oveja hallada y rescatada por el amante Pastor.

2. Las conduce

¿Cómo lo hace?

• «Las llama» (Jn. 10:3)

Es un llamado triple: a la salvación, al seguimiento y al servicio. Sólo así se autentifica el discipulado cristiano.

• «Las saca fuera» (Jn. 10:3)

Se trata de una acción hondamente significativa del pastor. Las ovejas han estado en el aprisco para ser resguardadas de la intemperie. Pero sería un error quedarse indefinidamente en el refugio. Se debilitarían peligrosamente. Han de salir para evitar su anquilosamiento.

Esta metáfora es válida también para los seres humanos. Cuando estamos instalados en situaciones más o menos agradables nos gustaría quedarnos, perpetuar estos momentos. Recordamos a Pedro, Jacobo y Juan cuando querían permanecer en el monte de la Transfiguración indefinidamente con el Señor. ¡Imposible! Por toda respuesta a su petición, el Señor Jesús les mostró el cuadro de sus sufrimientos y su humillación (Mr. 9:6-12). Cada nueva situación, aunque de entrada nos parezca desagradable, nos abre la puerta a nuevas oportunidades con renovadas bendiciones.

La vida es una sucesión de situaciones nuevas; unas de bienestar; otras desagradables, más o menos dolorosas. Y todas llevan el sello de la transitoriedad.

• Va delante de ellas (Jn. 10:4)

El Pastor no saca las ovejas para luego dejarlas solas. Está con ellas y va delante de ellas. Según Mateo, las últimas palabras del Señor fueron precisamente para recordarnos esta gloriosa realidad: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt. 28:20). Ésta es la inefable y constante experiencia del creyente en tanto que oveja del buen Pastor: «De ningún modo te dejaré ni te desampararé» (Heb. 13:5).

3. Las guarda (Jn. 10:28-29)

Las ovejas están sujetas a múltiples peligros y adversarios. Peligros en nuestra vida individual y peligros como pueblo de Dios. El mismo Señor Jesús dijo: «He aquí yo os envío como corderos en medio de lobos» (Lc. 10:3). Igualmente, en la oración modelo, el Padrenuestro, se nos enseña a pedir «líbranos del mal» (Mt. 6:13).

Pese a todo, las circunstancias de nuestra vida están bajo el control del Señor Todopoderoso, siempre sabio y bondadoso. El Pastor no saca del aprisco a sus ovejas para que caigan en un precipicio. A veces nos llevará por caminos ásperos y peligrosos. Él sabe cuándo ha de probarnos y cuándo ha de consolarnos y confortarnos en «lugares de delicados pastos y de reposo». (Sal. 23:2). Como ya apuntamos, este precioso salmo atesora una riqueza espiritual inagotable y es un complemento ideal del texto que estamos considerando. El creyente hará bien en retenerlo en su mente y en su corazón.

4. Les da vida (Jn. 10:10)

«Yo soy el buen pastor y conozco mis ovejas, y las mías me conocen. así como yo conozco al Padre y pongo mi vida por las ovejas» (Jn. 10:15).

El clímax de la obra de Jesús como el buen Pastor se encuentra en su faceta redentora. Quizás un pastor humano fiel llegue arriesgar su vida por el rebaño, enfrentándose a un lobo o a cualquier situación de sumo peligro. Pero cuando Jesús da su vida por las ovejas las está salvando de la condenación para darles vida eterna (Jn. 3:17-18). La dimensión redentora del buen Pastor -Jesucristo- es única e insustituible. Nadie más, ningún otro pastor, puede llegar a decir: «He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia». La vida que Cristo nos ofrece es abundante no sólo por su duración -vida eterna-, sino por su calidad.

Lo mejor de todo el relato es la enseñanza final: para Dios somos importantes y Él se ocupa siempre personalmente de cada uno de nosotros, incluso cuando nos alejamos de Él por el pecado. Él nunca se desentiende de nosotros. Como nos recuerda Ezequiel (18, 23), «Dios no quiere la muerte del malvado, sino que se convierta de su conducta y que viva». Dios se goza en perdonar, no en condenar; su misericordia es más grande que nuestras faltas: «El Señor es clemente y misericordioso, paciente y lleno de amor; no anda siempre en querellas ni guarda rencor perpetuamente; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga de acuerdo con nuestras culpas. Pues como la altura del cielo sobre la tierra, así es su amor con los que le honran; y como dista el oriente del poniente, así aleja de nosotros nuestros crímenes. Como un padre siente ternura por sus hijos, así siente el Señor ternura por sus fieles» (Salmo 103, 8ss)

Jesús es el verdadero Pastor bueno y generoso que conoce nuestros nombres, nuestras características personales, nuestra historia y que nos ama con un cariño único e irrepetible. Él viene a buscarnos para sacarnos del redil donde estábamos encerrados (la esclavitud del pecado y de la ley) y conducirnos a la libertad de los hijos de Dios. Nos habla, educándonos con sus enseñanzas. Quienes le escuchan saben que sólo Él tiene palabras de vida eterna (Juan 6, 68). Nos alimenta con su propio Cuerpo y su propia Sangre (Juan 6, 55). Nos regala el agua del Espíritu Santo, la única que puede saciar nuestra sed (Juan 4, 14). Nos conduce a la Verdad y la Vida (Juan 14, 6). Nos ha amado hasta el extremo (Juan 13, 1), manifestándonos lo ilimitado de su amor al dar la vida por nosotros (Juan 15, 13). La verdadera felicidad consiste en acogerle y seguirlo, porque nadie va al Padre, sino por él.
¡Qué gran privilegio ser oveja del buen Pastor! Él nos conoce por nombre, nos guía, nos protege y con su muerte nos da la vida.


Oración a Jesús Buen Pastor
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Padre de bondad, Padre de amor, te bendigo, te alabo y te doy gracias porque nos a dado a Jesús.
Gracias Padre, porque a la luz del Espíritu, comprendemos que Jesús es la luz, la verdad, EL BUEN PASTOR, que ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia.
Hoy Padre deseo presentarme delante de ti como un hijo. 
Tú me conoces por mi nombre. Vuelve tus ojos de Padre sobre mi vida.
Tú conoces mi corazón y las heridas de mi alma.
Tú conoces todo aquello que he deseado hacer y que no he podido realizar; conoces los males que he hecho y que me han causado los otros.
Tú conoces mis límites, errores y pecados.
Tú conoces los traumas y las complicaciones de mi vida.
Por eso, Padre, hoy te pido por el amor de tu Hijo Jesucristo, infundas sobre mí tu Santo Espíritu, para que el calor de tu amor salvífico, penetre en lo más íntimo de mi corazón.
Tú que sanas los corazones doloridos y enfermos, cura, en este momento mi alma, mi mente, mi memoria, todo mi ser.
Entra en mí, Señor Jesús, como entraste en tus discípulos llenos de temor, cuando te apareciste en medio de ellos y les dijiste: ¡Paz a vosotros!.
Entra en mi corazón y dame la paz y el amor pues sabemos que el amor quita el temor.

Pasa por mi vida y cura mi corazón. Tú lo haces siempre, cuando te lo pedimos; y yo te lo estoy pidiendo con María, nuestra Madre, que estaba en las bodas de Caná cuando faltó el vino y tú le respondiste a su deseo de cambiar el agua en vino.
Cambia mi corazón y hazlo generoso, amable y lleno de bondad. Descienda sobre mí el espíritu de las bienaventuranzas para que pueda gustar y buscar a Dios todos los días, viviendo con alegría mi ser cristiano, junto con los demás, con mi familia y con mis hermanos de fraternidad.
Te doy gracias, Padre, por todo aquello que hoy estás realizando en mi vida. 
Te agradezco con todo el corazón la libertad interior que quieres darme.
Gracias, Señor Jesús, porque soy templo de tu Espíritu que no se puede destruir, porque es la casa de Dios.
Te agradezco a ti, Espíritu Santo, por la fe y por el amor que has puesto en mi corazón.
¡Seas bendito y alabado por siempre, Señor!
Yo soy el buen pastor.
Y conozco mis ovejas y las mías me conocen a mí, como me conoce el Padre y yo conozco a mi Padre y doy mi vida por las ovejas.
(Juan 10,11-18)