|
Muchos cristianos se preguntan de buena voluntad: ¿por qué es
necesario orar? Para responder a esta pregunta es necesario acercarse a
la oración sabiendo que no es sólo una serie de peticiones a Dios o un
ejercicio espiritual, sino que es una actitud que nos acerca íntimamente al
corazón de Dios.
Todos los seres humanos, estamos formados por una parte material
que es el cuerpo y por una parte espiritual que es el alma.
Tanto nuestro cuerpo
como nuestra alma tienen una serie de necesidades. Solemos atender con mayor
frecuencia y rapidez las necesidades del cuerpo y dejamos muchas veces a un
lado las necesidades del alma. Cuando esto sucede, experimentamos un vacío en
nuestras vidas.
Es importante saber atender a nuestra identidad completa dándole al alma la
importancia que merece.
La oración es tan necesaria en nuestra vida espiritual como lo es respirar para
nuestra vida del cuerpo.
El hombre, por estar formado de alma y cuerpo, tiene en su misma naturaleza una
sed de cosas infinitas, siente la necesidad de conocer a Dios, intuye la
presencia de un Ser Superior, de Alguien infinito que es la respuesta a sus
necesidades.
http://es.catholic.net/
San Pío X, Papa, da
a conocer brevemente las razones de la oración cristiana al contestar a tres
preguntas redactadas en su Catecismo. De este modo, el Papa Pío X
explica:
“¿Es necesario orar?
Es necesario orar y orar frecuentemente, porque Dios lo manda, y de ordinario,
sólo por medio de la oración concede las gracias espirituales y temporales.
¿Por qué concede
Dios las gracias que pedimos? Dios concede las gracias que pedimos, porque Él,
que es fidelísimo, nos lo ha prometido si se las pedimos con confianza y
perseverancia en nombre de Jesucristo.
¿Por qué hemos de
orar a Dios en nombre de Jesucristo? Hemos de orar a Dios en nombre de
Jesucristo, porque sólo de Él, su Hijo y único mediador entre Dios y los
hombres, reciben su valor nuestras oraciones y buenas obras; por eso la Iglesia
suele terminar las oraciones con estas palabras o equivalentes por
nuestro Señor Jesucristo.
La oración nace de
la pequeñez humana y se encuentra con la grandeza divina.
La oración se
origina de la necesidad. Si orar es, entre otras cosas, pedir, nadie pide si no
tiene necesidad. Es así que nadie pide si no lo necesita. Cuando oramos no solo
pedimos en el modo interesado, sino que pedimos ser óptimos en el Padre, de
quien procede todo bien a través de Cristo por efecto del Espíritu Santo.
Orar es abandonarse
a las manos de Dios no sólo en nuestras peticiones, sino en nuestra existencia.
Es por esto que la oración no se limita a ser petición, sino que se completa al
ser una actitud. Las órdenes religiosas cristianas han tenido esto siempre
presente en sus reglas. Esto se debe a que el cristianismo no se planifica si
la oración no llega a ser modelo y actitud de vida. Grandes ejemplos de la
oración llevada a la vida son los santos que fundamentaron sus acciones en la
oración. Entre estos “hombres hechos oración” tenemos a San Francisco de Asís,
San Bruno de la cartuja, Santa Teresita de Liseux, entre otros muchos.
Podríamos decir que
la oración es un acto que constata nuestro amor a Dios. Si amando nos
entregamos, más lo haremos cuando oramos, pues nos abandonamos en las manos de
Dios no sólo con la palabra o el pensamiento. Si la oración es amor, también
podemos orar “con todo el corazón, con toda la mente, con todo el espíritu y
con todas las fuerzas” (Cf. Lc 10, 27) Orar con todas las
fuerzas implica saber actuar en la fe, la esperanza y la caridad. Es decir, la
oración que no se lleva a la acción no es plena. Orar es encomendarse en todos
los sentidos a Dios, sin embargo, esto no significa que no tomemos la dirección
de nuestra vida, pues Dios nos hizo libres. Antes bien, hay que actuar en
libertad, prudencia y planeación sabiendo que con la oración deseamos que Dios
nos lleve a nuestra plenificación como un guía que no nos quita nuestra libertad,
sino que nos muestra el mejor camino que debemos seguir.
Orar es estar con el
amigo
La oración es
fundamental en la vida del cristiano porque con ella, como actitud, nos ponemos
en las manos de Dios, aceptamos su superioridad y tomamos conciencia de ser sus
hijos.
Cuando oramos no lo
hacemos por una obligación autoritario, sino que recurrimos al diálogo con Dios
como hijos que tienen un Padre Bueno y Proveedor. Cuando oramos nos
dirigimos a un Padre bueno que nos ama, a través del Hijo, el Logos Cristo, en
quien somos hijos de Dios.
Por la oración
podemos entrar en intimidad con Dios y hacerlo partícipe de nuestros pesares,
alegrías y necesidades. Cuando oramos buscamos un consuelo, un consejo y
admitimos que somos limitados y necesitamos del poder de Dios para ser
óptimamente felices. En la oración recurrimos a Dios como a un amigo supremo al
que le comunicamos nuestras debilidades y le pedimos ayuda. A Santa Teresa de
Jesús le gustaba decir que orar es estar con el amigo. Estando con el amigo podemos
pedir y sentirnos seguros, pues Dios comunica su gracia cuando se la pedimos en
nombre de Cristo.
(http://encuentra.com/)
Entonces... ¿Qué es la
oración?
No faltan
definiciones elocuentes, de grandes santos, que responden con profundidad a la
pregunta. Santa Teresita por ejemplo decía: «Para mí, la oración es un
impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento
y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría». O San
Agustín: «La oración, sepámoslo o no, es el encuentro de la sed de Dios
y de la sed del hombre. Dios tiene sed de que el hombre tenga sed de Él».
Sin embargo, no faltan personas insatisfechas con tales definiciones. Y no les falta razón.
Sabemos que estas
respuestas no abarcan todos los aspectos y matices que la palabra implica. En
realidad este tampoco era el afán de los santos citados, ni el nuestro. Ni
siquiera un tratado sería suficiente para describir y explicar los numerosos
tipos (alabanza, perdón, gracias, suplica), métodos (liturgia de las horas,
lectio, rosario, oración del nombre de Jesús, etc), experiencias (personales,
liturgias, sacramentales), que existen y en los cuales se puede vivir, enmarcar
y comprender la oración.
1.- Comienza
por saber escuchar. El Cielo emite noche y día.
2.- No
ores para que Dios realice tus planes, sino para que tú intérpretes los planes de
Dios.
3.- Pero
no olvides que la fuerza de tu debilidad es la oración. Cristo dijo: «Pedid y
recibiréis»
4.- El
pedir tiene su técnica. Hazlo atento, humilde, confiado, insistente y unido a
Cristo.
5.- ¿No
sabes qué decirle a Dios? Háblale de vuestros mutuos intereses. Muchas veces. Y
a solas.
6. -No
conviertas tu oración en un monólogo, harías a Dios autor de tus propios
pensamientos.
7. -
Cuando ores no seas ni engreído, ni demasiado humilde. Con Dios no valen
trucos. Sé cual eres.
8.-¿Y las
distracciones involuntarias? Mejora poco a poco, es cuestión de práctica.
9. -
Si alguna vez piensas que cuando hablas a Dios El no te responde..., lee la
Biblia.
10.-No hables nunca de «ratos de
oración»; ten «vida de oración».
A continuación detallamos una guía de oración que puedes ir incorporando a medida "que el sentir", tu "sentir lo haga pertinente, el orden lo pones tú.
http://catholic-link.com/
Este importante camino es fundamental transitarlo en crecimiento permanente para la salvación de tu Alma