Los Santos y sus Experiencias con las
Almas en el Purgatorio
¿Cuánto tiempo las almas permanecen en el Purgatorio?
La extensión en tiempo por la cual las almas permanecen en
el Purgatorio depende de:
a) el número de sus faltas;
b) la malicia y la deliberación con que éstas fueron realizadas;
c) la penitencia hecha, o no, la satisfacción hecha, o no, por los pecados cometidos durante la vida;
d) Y también depende de los sufragios ofrecidos por ellos después de sus muertes.
Lo que se puede decir con seguridad es que, el tiempo que las almas pasan en el Purgatorio es, por regla general, mucho más larga que la gente puede imaginar.
a) el número de sus faltas;
b) la malicia y la deliberación con que éstas fueron realizadas;
c) la penitencia hecha, o no, la satisfacción hecha, o no, por los pecados cometidos durante la vida;
d) Y también depende de los sufragios ofrecidos por ellos después de sus muertes.
Lo que se puede decir con seguridad es que, el tiempo que las almas pasan en el Purgatorio es, por regla general, mucho más larga que la gente puede imaginar.
Extraeremos algunas citas de libros que hablan de la vida y las revelaciones de los Santos.
San Luis Bertrand: su padre era un ejemplar cristiano, como
naturalmente se podía esperar, siendo el padre de tan gran Santo. En un tiempo
deseó llegar a ser un Monje Cartujo, hasta que Dios le hizo ver que no era Su
voluntad.
Cuando murió, luego de largos años de practicar cada virtud cristiana, su hijo completamente al cuidado de los rigores de la justicia Divina, ofreció algunas Misas y elevó las más fervientes súplicas por el alma del cual él amó tanto.
Una visión de su padre en el Purgatorio lo obligó a multiplicar centenares de veces sus sufragios. Agregó las más severas penas y largos ayunos a sus Misas y oraciones. Aún ocho años completos pasaron antes que obtuviera la liberación de su padre.
Cuando murió, luego de largos años de practicar cada virtud cristiana, su hijo completamente al cuidado de los rigores de la justicia Divina, ofreció algunas Misas y elevó las más fervientes súplicas por el alma del cual él amó tanto.
Una visión de su padre en el Purgatorio lo obligó a multiplicar centenares de veces sus sufragios. Agregó las más severas penas y largos ayunos a sus Misas y oraciones. Aún ocho años completos pasaron antes que obtuviera la liberación de su padre.
San Malaquías tenía una hermana todavía en el Purgatorio, lo
cual hizo que redoblara sus esfuerzos, y asimismo, a pesar de las Misas,
oraciones y heroicas mortificaciones ofrecidas por el Santo, permaneció varios
años retenida!!!
Se cuenta que una santa monja en Pamplona, la cual logró
liberar varias Carmelitas del Purgatorio, las cuales permanecieron allí por el
término de 30 a 40 años!!!
¡Monjas Carmelitas en el Purgatorio por 40, 50 o 60 años! ¿Cuál
será el destino de aquellos que viven inmersos en las tentaciones del Mundo, y
con sus cientos de debilidades?
San Vicente Ferrer, después de la muerte de su hermana, oró
con increíble fervor por su alma y ofreció varias Misas por su liberación. Ella
apareció al Santo al final de su Purgatorio, y le contó que si no fuera por su
poderosa intercesión ante Dios, ella hubiera estado allí interminable tiempo.
En la Orden Dominicana es regla general orar por los
Superiores en el aniversario de sus muertes. ¡Algunos de estos han muerto
varios siglos atrás! Ellos fueron hombres eminentes por su piedad y sabiduría.
Esta regla no sería aprobada por la Iglesia si no fuera necesaria y prudente.
No queremos significar con esto que todas las almas están
retenidas por tiempos iguales en los fuegos expiatorios. Algunas han cometido
faltas leves y han hecho penitencia en vida. Por lo tanto, su castigo será
mucho menos severo.
Todavía, las citas que hemos puesto aquí son muy oportunas. ¿Si esas almas, quienes gozaron del trato, quienes vieron, siguieron, y tuvieron la intercesión de grandes santos, son retenidas largo tiempo en el Purgatorio, qué será de nosotros que no gozamos ninguno de esos privilegios?
¿PORQUE UNA EXPIACION TAN PROLONGADA?
Las razones no son difíciles de entender.
1. La malicia del pecado es muy grande. Lo que a nosotros nos parece una pequeña falta en realidad una seria ofensa contra la infinita bondad de Dios. Es suficiente ver cómo los Santos se condolieron sobre sus faltas.
Somos débiles, es nuestra tendencia. Es verdad, pero entonces Dios nos ofrece generosamente abundantes gracias para fortalecernos; nos da la luz para ver la gravedad de nuestras faltas, y la fuerza necesaria para conquistar la tentación.
Si todavía somos débiles, la falta es toda nuestra. No usamos la luz y la fortaleza que Dios nos ofrece generosamente; no rezamos, no recibimos los Sacramentos como debiéramos.
2. Un eminente teólogo remarca que si las almas son condenadas al Infierno por toda la eternidad por el pecado mortal, no hay que asombrarse que otras almas debieran ser retenidas por largo tiempo en el Purgatorio quienes han cometido deliberadamente incontables pecados veniales, algunos de los cuales son tan graves que al tiempo de cometerlos el pecador escasamente distingue si son mortales o veniales.
También, ellos pueden haber cometido algunos pecados mortales por los cuales tuvieron poco arrepentimiento e hizo poca o ninguna penitencia. La culpa ha sido remitida por la absolución, pero la pena debida por los pecados tendrá que ser pagada en el Purgatorio.
Nuestro Señor nos enseña que deberemos rendir cuentas por cada palabra que decimos y que no dejaremos la prisión hasta que no hayamos pagado hasta el último céntimo. (Mt 5:26).
Los Santos cometieron pocos y leves pecados, y todavía ellos sienten mucho y hacen severas penas. Nosotros cometemos muchos y gravísimos pecados, y nos arrepentimos poco y hacemos poca o ninguna penitencia.
1. La malicia del pecado es muy grande. Lo que a nosotros nos parece una pequeña falta en realidad una seria ofensa contra la infinita bondad de Dios. Es suficiente ver cómo los Santos se condolieron sobre sus faltas.
Somos débiles, es nuestra tendencia. Es verdad, pero entonces Dios nos ofrece generosamente abundantes gracias para fortalecernos; nos da la luz para ver la gravedad de nuestras faltas, y la fuerza necesaria para conquistar la tentación.
Si todavía somos débiles, la falta es toda nuestra. No usamos la luz y la fortaleza que Dios nos ofrece generosamente; no rezamos, no recibimos los Sacramentos como debiéramos.
2. Un eminente teólogo remarca que si las almas son condenadas al Infierno por toda la eternidad por el pecado mortal, no hay que asombrarse que otras almas debieran ser retenidas por largo tiempo en el Purgatorio quienes han cometido deliberadamente incontables pecados veniales, algunos de los cuales son tan graves que al tiempo de cometerlos el pecador escasamente distingue si son mortales o veniales.
También, ellos pueden haber cometido algunos pecados mortales por los cuales tuvieron poco arrepentimiento e hizo poca o ninguna penitencia. La culpa ha sido remitida por la absolución, pero la pena debida por los pecados tendrá que ser pagada en el Purgatorio.
Nuestro Señor nos enseña que deberemos rendir cuentas por cada palabra que decimos y que no dejaremos la prisión hasta que no hayamos pagado hasta el último céntimo. (Mt 5:26).
Los Santos cometieron pocos y leves pecados, y todavía ellos sienten mucho y hacen severas penas. Nosotros cometemos muchos y gravísimos pecados, y nos arrepentimos poco y hacemos poca o ninguna penitencia.
PECADOS VENIALES
Sería dificultoso calcular el inmenso número de pecados
veniales que un católico comete.
1) Hay un infinito número de faltas en el amor, egoísmo, pensamientos, palabras, actos de sensualidad, también en cientos de variantes; faltas de caridad en el pensamiento, palabra, obra, y omisión. Holgazanería, vanidad, celos, tibieza y otras innumerables faltas.
2) Hay pecados por omisión que no pagamos. Amamos tan poco a Dios, y Él clama cientos de veces por nuestro amor. Lo tratamos fríamente, indiferentemente y hasta con ingratitud.
Él murió por cada uno de nosotros.
¿Le hemos agradecido como se debe? Él permanece día y noche en el Santísimo Sacramento del Altar, esperando por nuestras visitas, ansioso de ayudarnos. ¿Cuán a menudo vamos a Él? Él ansía venir a nosotros en la Santa Comunión, y lo rechazamos. Él se ofrece a Si Mismo por nosotros cada mañana en el Altar en la Misa y da océanos de gracias a aquellos que asisten al Santo Sacrificio.
¡Aún algunos son tan holgazanes de ir a Su Calvario! ¡Qué abuso de gracias!
3) Nuestros corazones están llenos de amor a sí mismos, duros. Tenemos hogares felices, espléndida comida, vestido, y abundancia de todas las cosas.
1) Hay un infinito número de faltas en el amor, egoísmo, pensamientos, palabras, actos de sensualidad, también en cientos de variantes; faltas de caridad en el pensamiento, palabra, obra, y omisión. Holgazanería, vanidad, celos, tibieza y otras innumerables faltas.
2) Hay pecados por omisión que no pagamos. Amamos tan poco a Dios, y Él clama cientos de veces por nuestro amor. Lo tratamos fríamente, indiferentemente y hasta con ingratitud.
Él murió por cada uno de nosotros.
¿Le hemos agradecido como se debe? Él permanece día y noche en el Santísimo Sacramento del Altar, esperando por nuestras visitas, ansioso de ayudarnos. ¿Cuán a menudo vamos a Él? Él ansía venir a nosotros en la Santa Comunión, y lo rechazamos. Él se ofrece a Si Mismo por nosotros cada mañana en el Altar en la Misa y da océanos de gracias a aquellos que asisten al Santo Sacrificio.
¡Aún algunos son tan holgazanes de ir a Su Calvario! ¡Qué abuso de gracias!
3) Nuestros corazones están llenos de amor a sí mismos, duros. Tenemos hogares felices, espléndida comida, vestido, y abundancia de todas las cosas.
Muchos de nuestros prójimos viven en el hambre y la miseria,
y le damos tan poco, mientras que vivimos en el despilfarro y gastamos en
nosotros mismos sin necesidad.
4) La vida nos fue dada para servir a Dios, para salvar
nuestras almas. Muchos cristianos, sin embargo, están satisfechos de rezar
cinco minutos a la mañana y cinco a la noche!! El resto de las 24 horas están
dedicados al trabajo, descanso y placer. Diez minutos a Dios, a nuestras almas
inmortales, al gran trabajo de nuestra salvación. ¡Veintitrés horas y cincuenta
minutos a esta transitoria vida! ¿Es justo para Dios?
¡Nuestros trabajos, nuestros descansos y sufrimientos deberían ser hechos para Dios!
Así debería ser, y nuestros méritos serían por supuesto grandes. La verdad es que hoy día pocos piensan en Dios durante el día. El gran objetivo de sus pensamientos son ellos mismos.
Ellos piensan y trabajan y descansan para satisfacerse a sí mismos. Dios ocupa un pequeñísimo espacio en sus días y sus mentes. Esto es un desaire a Su Amantísimo Corazón, el cual siempre piensa en nosotros.
¡Nuestros trabajos, nuestros descansos y sufrimientos deberían ser hechos para Dios!
Así debería ser, y nuestros méritos serían por supuesto grandes. La verdad es que hoy día pocos piensan en Dios durante el día. El gran objetivo de sus pensamientos son ellos mismos.
Ellos piensan y trabajan y descansan para satisfacerse a sí mismos. Dios ocupa un pequeñísimo espacio en sus días y sus mentes. Esto es un desaire a Su Amantísimo Corazón, el cual siempre piensa en nosotros.
Y AHORA, LOS PECADOS MORTALES
5) Muchos cristianos cometen, desafortunadamente, pecados
mortales durante sus vidas, pero aunque los llevan al Sacramento de la
confesión, no hacen satisfacción por ellos, como ya hemos dicho.
San Beda el venerable, opina que aquellos que pasan gran parte de su vida cometiendo graves pecados y confesándolos en su lecho de muerte, pueden llegar a ser retenidos en el Purgatorio hasta el Día Final.
San Beda el venerable, opina que aquellos que pasan gran parte de su vida cometiendo graves pecados y confesándolos en su lecho de muerte, pueden llegar a ser retenidos en el Purgatorio hasta el Día Final.
Santa Gertrudis en sus revelaciones dice que aquellos que cometen muchos pecados graves y que no hayan hecho penitencia no gozan de ningún sufragio de la Iglesia ¡por un considerable tiempo!
Todos esos pecados, mortales o veniales, se acumulan por 20, 30, 40,60 años de nuestras vidas. Todos y cada uno deberán ser expiados para después de la muerte.
¿Entonces, es de asombrarse que algunas almas tengan que estar en el Purgatorio por tanto tiempo?
Algunas Experiencias recopiladas de los Santos con las Benditas Almas en el Purgatorio
TERTULIANO
En
las “Actas del martirio de Santa Felicidad y Perpetua” cuenta lo que le sucedió
a Santa Perpetua hacia el año 202. Una noche, mientras estaba en la cárcel, vio
a su hermano Dinocrates, que había muerto a los siete años de un tumor en el
rostro. Ella dice así: “Vi salir a Dinocrates de un lugar tenebroso, donde
estaban encerrados muchos otros que eran atormentados por el calor y la sed.
Estaba muy pálido. En el lugar donde estaba mi hermano había una piscina llena
de agua, pero tenía una altura superior a un niño y mi hermano no podía beber
Comprendí que mi hermano sufría. Por eso, orando con fervor día y noche, pedía
que friera aliviado… Una tarde vi de nuevo a Dinocrates, muy limpio, bien
vestido y totalmente restablecido. Su herida del rostro estaba cicatrizada.
Ahora sí podía beber del agua de la piscina y bebía con alegría. Cuando se
sació, comenzó a jugar con el agua. Me desperté y comprendí que había sido
sacado de aquel lugar de sufrimientos” (VII, 3-VIII, 4)
SAN
AGUSTÍN
En
el siglo V, afirma: “La Iglesia universal mantiene la tradición de los Padres
de que se ore por aquellos que murieron en la comunión del cuerpo y la sangre
de Cristo” (Sermón 172,1). “Opongan los herejes lo que quieran, es un uso
antiguo de la Iglesia orar y ofrecer sacrificios por los difuntos” (libro de
herejías, cap 53). Su madre Santa Mónica antes de morir dice: “Sepulten mi
cuerpo donde quieran, pero les pido que, dondequiera que estén, se acuerden de
mí ante el altar del Señor” (Confesiones IX, 11). Y él dice: “Señor, te pido
por los pecados de mi madre” (Conf. IX, 13). “Señor, que todos cuantos lean
estas palabras se acuerden ante tu altar de Mónica tu sierva y de Patricio, en
otro tiempo su marido, por los cuales no sé cómo me trajiste a este mundo. Que
se acuerden con piadoso afecto de quienes fueron mis padres en la tierra… para
que lo que mi madre me pidió en el último instante, le sea concedido más
abundantemente por las oraciones de muchos, provocadas por estas Confesiones y
no por mis solas oraciones” (Conf. IX,13). Y afirmaba que “el sufrimiento del
purgatorio es mucho más penoso que todo lo que se puede sufrir en este mundo”
(In Ps. 37, 3 PL 36).
Algo
parecido decía Santa Magdalena de Pazzi, quien pudo una vez
contemplar a su hermano difunto y dijo: “Todos los tormentos de los mártires
son como un jardín de delicias en comparación de lo que se sufre en el
purgatorio”.
SANTA CATALINA DE GÉNOVA
Llamada
la doctora del purgatorio, escribió un tratado sobre el purgatorio, que en 1666
recibió la aprobación de la Universidad de París, y dice que “en el purgatorio
se sufre unos tormentos tan crueles que ni el lenguaje puede expresar ni se
puede entender su dimensión.
SAN
NICOLÁS DE TOLENTINO
Que
vivió en el siglo XIII, tuvo una experiencia mística que lo hizo patrono de las
almas del purgatorio. Un sábado en la noche, después de prolongada oración,
estaba en su lecho, queriendo dormirse, cuando escuchó una voz lastimera que le
decía: “Nicolás, Nicolás, mírame si todavía me reconoces. Yo soy tu hermano y
compañero Fray Peregrino. Hace largo tiempo que sufro grandes penas en el
purgatorio. Por eso, te pido que ofrezcas mañana por mí la santa misa para
yerme por fin libre y volar a los cielos… Ven conmigo y mira”. El santo lo
siguió y vio una llanura inmensa cubierta de innumerables almas, entre los
torbellinos de purificadoras llamas, que le tendían sus manos, llamándolo por
su nombre y le pedían ayuda.
Conmocionado
por esta visión, Nicolás la refirió al Superior que le dio permiso para aplicar
la misa durante varios días por las almas del purgatorio. A los siete días, se
le apareció de nuevo Fray Peregrino, ahora resplandeciente y glorioso, con
otras almas para agradecerle y demostrarle la eficacia de sus súplicas. De aquí
tiene su origen la devoción del septenario de San Nicolás en favor de las almas
del purgatorio, es decir, mandar celebrar siete días seguidos la misa por las
almas del purgatorio.
SAN GREGORIO MAGNO
Algo
parecido podemos decir de las 30 misas gregorianas. Cuenta el gran Papa y
Doctor de la Iglesia San Gregorio Magno (+604) que, siendo todavía abad de un
monasterio, antes de ser Papa, había un monje llamado Justo, que ejercía con su
permiso la medicina. Una vez, había aceptado sin su permiso una moneda de tres
escudos de oro, faltando gravemente así al voto de pobreza. Después se
arrepintió y tanto le dolió este pecado que se enfermó y murió al poco tiempo,
pero eh paz con Dios. Sin embargo, San Gregorio, para inculcar en sus
religiosos un gran horror a este pecado, lo hizo sepultar fuera de las tapias
del cementerio, en un basural, donde también echó la moneda de oro, haciendo
repetir a los religiosos las palabras de San Pedro a Simón mago: “Que tu dinero
perezca contigo “. A los pocos días, pensó que quizás había sido demasiado
fuerte en su castigo y encargó al ecónomo mandar celebrar treinta misas
seguidas, sin dejar ningún día, por el alma del difunto.
El
ecónomo obedeció y el mismo día que terminaron de celebrar las treinta misas,
se apareció Justo a otro monje, Copioso, diciéndole que subía al cielo, libre
de las penas del purgatorio, por las treinta misas celebradas por él. Estas
misas, se llaman ahora, en honor de San Gregorio Magno, misas gregorianas.
Estas treinta misas seguidas, celebradas por los difuntos, todavía se
acostumbra celebrarlas y, según revelaciones privadas, son muy agradables a
Dios.
SAN
ESTANISLAO
El
año 1070 sucedió un suceso extraordinario en la vida de San Estanislao, obispo
de Cracovia, en Polonia. Un cierto Pedro Miles le había regalado antes de morir
algunas tierras de su propiedad para la Iglesia. Sus herederos, conscientes del
apoyo del rey a su favor, sobornaron a algunos testigos y consiguieron que el
santo fuese condenado a devolver esos terrenos.
Entonces,
San Estanislao les dijo que acudiría al difunto, muerto tres años antes, para
que diera testimonio de la autenticidad de su donación. Después de tres días de
ayuno y oración, se dirigió con el clero y gran cantidad de fieles hacia la
tumba de Pedro Miles y ordenó que fuera abierta. Sólo encontraron los huesos y
poco más.
Entonces,
el santo le pidió al difunto en nombre de Dios que diera testimonio y éste, por
milagro de Dios, se levantó de la tumba y dio testimonio ante el príncipe
Boleslao, que estaba presente, de la veracidad de su donación. Solamente el
difunto le pidió al santo obispo y a todos los presentes que hicieran muchas
oraciones por él para estar libre de los sufrimientos que padecía en el
purgatorio. Este hecho, absolutamente histórico, fue atestiguado por muchas
personas que lo vieron.
SAN PEDRO DAMIANO
(1007-1072),
cardenal y doctor de la Iglesia, cuenta que, en su tiempo, era costumbre que
los habitantes de Roma visitaran las iglesias con velas encendidas la noche de
la Vigilia de la Asunción. Un año sucedió que una noble señora estaba rezando
en la basílica “María in Aracoeli”, cuando vio delante de sí a una dama que
ella conocía bien y que se había muerto hacía un año, se llamaba Marozia y era
su madrina de bautismo. Ella le dijo que estaba todavía sumergida en el
purgatorio por los pecados de vanidad de su juventud y que, al día siguiente,
iba a ser liberada con muchos miles de almas en la fiesta de la Asunción. Dijo:
“Cada año la Virgen María renueva este milagro de misericordia y libera a un
número tan grande como la población de Roma (en aquel tiempo de 200.000
habitantes). Nosotras, las almas purgantes, nos acercamos en esta noche a estos
santuarios consagrados a Ella. Si pudieras ver verías a una gran multitud que está
conmigo. En prueba de la verdad de cuanto te digo, te anuncio que tú morirás de
aquí a un año en esta fiesta”. San Pedro Damiano refiere que, ciertamente, esta
piadosa mujer murió al año siguiente y que se había preparado bien para ir al
cielo el día de la fiesta de María.
Entre
los santos que han tenido mucha devoción a las almas benditas está la Beata Sor
Ana de los Ángeles y Monteagudo, religiosa dominica peruana del siglo XVI.
Cuenta Sor Juana de Santo Domingo que un día tenía hambre y no había nada que
comer en el convento. La santa le dijo que le trajera el breviario para rezar juntas
a las almas del purgatorio para que les enviaran alimentos. ¿Pues bien, antes
de terminar de rezar el Oficio de difuntos, mandaron llamar a la portería a Sor
Ana y ésta le dijo a Sor Juana: “No te he dicho que las almas mandarían de
comer? Vete tú misma a la portería y recibe lo que traen “. Allí se presentó un
joven de buen aspecto que les traía panes, quesos, harina y mantequilla.
SANTA
TERESA DE JESÚS
(1515-1582),
hablando de la fundación del convento de Valladolid dice así: “Tratando conmigo
un caballero principal, me dijo que si quería hacer un monasterio en
Valladolid, que él daría una casa que tenía con una huerta muy buena. A los dos
meses, poco más o menos, le dio un mal tan acelerado que le quitó el habla y no
se pudo bien confesar aunque tuvo muchas señales de pedir perdón al Señor Muy
en breve murió y díjome el Señor que había estado su salvación en harta
aventura y que había tenido misericordia de él por aquel servicio que había
hecho a su Madre en aquella casa que había dado para hacer un monasterio de su
Orden y que no saldría del purgatorio hasta la primera misa que allí se dijese,
que entonces saldría… Estando un día en oración (en Medina del Campo), me dijo
el Señor que me diese prisa, que padecía mucho aquella alma… No se pudo hacer tan
presto, pero nos dieron la licencia para decir la misa, adonde teníamos para
Iglesia y así nos la dijeron… Viniendo el sacerdote adonde habíamos de
comulgar, llegando a recibirle, junto al sacerdote se me presentó el caballero
que he dicho, con el rostro resplandeciente y alegre. Me agradeció lo que había
hecho por él para que saliese del purgatorio y fuese su alma al cielo… Gran
cosa es lo que agrada a nuestro Señor cualquier servicio que se haga a su Madre
y grande es su misericordia” (Fundaciones 10).
Veamos
otras de sus experiencias: “Había muerto un provincial… Estando pidiendo por él
al Señor lo mejor que podía, me pareció salía del profundo de la tierra a mi
lado derecho y vile subir al cielo con grandísima alegría. Él era ya bien
viejo, mas vile de edad de treinta años y aún menos me pareció, y con
resplandor en el rostro” (Vida 38,26). Otra vez “habíase muerto una monja en
casa, hacía poco más de día y medio. Estando diciendo una lección de difuntos,
la vi que se iba al cielo. Otra monja también se murió en mi misma casa. Ella,
de hasta dieciocho o veinte años siempre había sido enferma y muy sierva de
Dios. Estando en las Horas, antes que la enterrasen, harían cuatro horas que
era muerta, entendí salir del mismo lugar e irse al cielo” (Vida 38,29). En
otra ocasión, “habíase muerto un hermano de la Compañía de Jesús y estando
encomendándole a Dios y oyendo misa de otro Padre de la Compañía por él, dióme
un gran recogimiento y vile subir al cielo con mucha gloria y al Señor con él”
(Vida 38,30).
“Un
fraile de nuestra Orden (Fray Diego Matías), harto buen fraile, estaba muy mal
y estando yo en misa me dio un recogimiento y vi cómo era muerto y subir al
cielo sin entrar en el purgatorio. Yo me espanté que no había entrado en el
purgatorio… De todos los que he visto, ninguno ha dejado de entrar en el
purgatorio, si no es este Padre, el santo Fray Pedro de Alcántara y otro Padre
dominico que queda dicho. De algunos ha sido el Señor servido que vea los
grados que tienen de gloria. Es grande la diferencia que hay de unos a otros”
(Vida 38,3 1-32).
SANTA CATALINA DE RICCI
(1522-1590)
se dice que el 19 de octubre de 1587, murió Francisco, gran duque de Toscana y
gran bienhechor de la santa y de su monasterio. Ella le pidió a Dios tomar
sobre sí todas las penas que él debería sufrir en el purgatorio. Durante
cuarenta días ocurrió un fenómeno inexplicable para los médicos. Su cuerpo
parecía como de fuego, no podían tocarla sin quemarse, hasta el punto que su
celda parecía que estuviera en llamas. Era un sufrimiento verla sufrir sin
poderla ayudar. Cuando pasaron los cuarenta días y todas las penas le fueron
descontadas al duque, Catalina volvió a ser la persona normal de siempre. Y el
duque se le apareció, glorioso y resplandeciente, porque ya iba al cielo. Este
caso, al igual que el de otros santos, es un caso extraordinario de expiación
vicaria a favor de las almas del purgatorio.
P.
DOMINGO DE JESÚS Y MARÍA
En
los documentos del proceso de beatificación del P. Domingo de Jesús y María,
carmelita, muerto en 1630, se cuenta que, cuando lo mandaron sus superiores a
Roma, en la habitación del convento encontró una calavera, que según la
costumbre de entonces le ayudaría a pensar en la muerte. Una noche oyó una voz
que salía de la calavera: “Nadie se acuerda de mí”. Se puso a orar, echó agua
bendita y escuchó: “Agua, agua, misericordia, misericordia”.
Y
de nuevo la voz del difunto le dijo que era un alemán, que había muerto al
llegar a Roma a visitar los santos lugares, que estaba enterrado en el
cementerio, pero estaba en el purgatorio y nadie se acordaba de él. El P.
Domingo rezó mucho por él y a los pocos días se le apareció lleno de belleza
esplendorosa para agradecerle por su liberación.
VBLE. MARÍA DE JESÚS AGREDA
(1602-1665)
fue varias veces al purgatorio a visitar a las almas. En una ocasión oyó que le
decían: “María de Jesús, acuérdate de mí” y conoció a una mujer de la villa de
Agreda, que se llamaba María Lapiedra y que había muerto en Murcia.
Cuando
murió la reina Isabel de Borbón, el 6 de octubre de 1644, se le apareció varias
veces para pedirle oraciones. Dice en sus escritos: “El día de las ánimas, dos
de noviembre de este año de mil seiscientos y cuarenta y cinco, estando en los
maitines y oficio que hace la iglesia por los difuntos, se me manifestó el
purgatorio con grande multitud de almas, que estaban padeciendo y me pedían las
socorriese. Conocí muchas, incluida la de la reina y otra de una persona que yo
había tratado y conocido antes. Yo me admiré de que el alma de la reina,
después de tantos sufragios y misas como se habían ofrecido por ella, estaba
todavía en el purgatorio, aunque sólo había pasado un año y veintiséis días de
su muerte… Llegada la noche vi algunos ángeles en la celda con grande hermosura
y me dijeron que iban al purgatorio a sacar el alma de la reina por quien yo
había pedido… Y los ángeles la llevaron al eterno descanso, que gozará mientras
Dios fuere Dios”.
También
se le apareció el príncipe heredero Don Baltasar Carlos, que murió el nueve de
octubre de 1646. Dice ella: “Para consolarme, el Altísimo me manifestó que el
príncipe se había salvado, aunque era menester ayudarle mucho, porque tenía
grandes penas en el purgatorio. A los siete u ocho días después de su muerte,
estando en el coro, se me apareció su alma y me dijo: Sor María, el ángel santo
de mi guarda, que es el que me ha consolado desde que se apartó mi alma del
cuerpo, me ha declarado cómo ayudaste a mi madre la reina en el purgatorio y me
ha encaminado por voluntad divina y traído a tu presencia para que te pida
oraciones… Estos aparecimientos del alma de su Alteza se me fueron continuando
otras veces… El alma del príncipe estuvo en el purgatorio ochenta y tres días,
que hay desde el nueve de octubre de 1646 hasta el primero de enero de 1647,
pero he conocido que, por particulares socorros y por la especialísima
misericordia del todopoderoso, se le aliviaron mucho las penas “.
Del
proceso apostólico sobre su beatificación tomamos el siguiente suceso
extraordinario, de un muerto que resucita para confesarse Veamos lo que dice al
respecto el testigo Padre Arriola en su declaración jurada: “Llevaron al
convento de la sierva de Dios un arca grande sin noticia del convento ni de la
Madre ni de ninguna otra religiosa. Pidieron al sacristán menor que les abriese
la puerta de la iglesia para poner en custodia aquella arca… que era de
mercadería… Estando en oración, la sierva oyó unos gemidos tristes y profundos
lamentos. Atenta hacia el lugar de donde salían, le pareció que los despedía la
boca de algún sepulcro… Y le fue revelado que aquellos lamentables suspiros
eran de un alma que acabó impenitente la mortal vida y que su cuerpo estaba en
un arca que habían puesto en la iglesia… Y le dijo el mismo Dios a su sierva
que, con toda prudencia y brevedad, dispusiese llamar a un confesor para que
oyese en confesión al miserable infeliz en quien resplandeció la mayor
misericordia… Mandó llamar al Padre Francisco Coronel… En llegando él, le dijo
todo el suceso referido. Y éste se llegó a donde estaba el arca, de la cual se
levantó el difunto. Y después de haber hecho humildísima post ración y
adoración al Santísimo sacramento del altar y haber estado un breve rato en
cruz, vino a los pies del confesor e hizo una confesión dolorosa y verdadera.
Dióle la absolución y muy inmediatamente el difunto volvió al arca con
imponderables demostraciones de rendimiento y agradecimiento… Y los mismos que
habían llevado el cadáver se lo llevaron”.
SAN
ALFONSO MARÍA DE LIGORIO
Otro
caso parecido lo cuenta San Alfonso María de Ligorio en su obra “Las glorias de
María”. Había una joven, llamada Alejandra, que era pretendida por dos jóvenes.
Ambos vinieron un día a las manos y quedaron muertos los dos en medio de la
calle. Por haber sido ella la causa de la muerte de los dos jóvenes, sus
parientes la degollaron y echaron su cabeza en un pozo. A los pocos días, pasó
por allí Santo Domingo de Guzmán e, inspirado por Dios, miró hacia el pozo y
dijo: “Alejandra, sal fuera”. Y Alejandra apareció viva, pidiendo confesión. El
santo la confesó y le dio la comunión en presencia de mucha gente que pudo
atestiguar el hecho. Dice San Alfonso María de Ligorio: “La joven dijo que,
cuando le cortaron la cabeza, estaba en pecado mortal, pero la Virgen le había
dado esta oportunidad de confesarse, porque había rezado el rosario todos los
días. Después de esto, fue su alma al purgatorio. Al cabo de otros quince días,
se apareció al mismo Santo Domingo más hermosa y resplandeciente que el mismo
sol y le declaró que uno de los sufragios más eficaces, que tienen las benditas
almas del purgatorio, es el santo rosario. Dicho esto, vio el glorioso Santo Domingo
entrar su alma llena de alegría en la mansión de la bienaventuranza eterna“
SANTA MARGARITA MARÍA DE ALACOQUE
(1647-1690),
en su Autobiografía, dice que “encontrándome delante del Santísimo Sacramento
el día de la fiesta del Corpus Christi se me apareció de repente una persona
envuelta en fuego. Su estado lamentable me hizo entender que estaba en el
purgatorio. Me dijo que era el alma de un benedictino que, una vez, me había
confesado y dado la comunión. Por esto, el Señor le había concedido el favor de
poder dirigirse a mí para conseguir una reducción de sus penas. Me pidió de
ofrecer por él por tres meses, todos mis sufrimientos y todas mis acciones. Al
fin de los tres meses, lo vi lleno de alegría y de esplendor, cómo iba a gozar
de la felicidad eterna y me agradeció diciéndome que velaría sobre mí junto a
Dios”.
“Nuestra madre me permitió en favor de las almas del purgatorio pasar la noche del jueves santo (15 abril 1683) delante del Santísimo Sacramento y allí estuve una parte del tiempo toda como rodeada de estas pobres almas con las que he contraído una estrecha amistad. Me dijo el Señor que Él me ponía a disposición de ellas durante este año para que les hiciere todo el bien que pudiese. Están frecuentemente conmigo y las llamo mis amigas pacientes” (carta 22 a la Madre Saumaise).
“Nuestra madre me permitió en favor de las almas del purgatorio pasar la noche del jueves santo (15 abril 1683) delante del Santísimo Sacramento y allí estuve una parte del tiempo toda como rodeada de estas pobres almas con las que he contraído una estrecha amistad. Me dijo el Señor que Él me ponía a disposición de ellas durante este año para que les hiciere todo el bien que pudiese. Están frecuentemente conmigo y las llamo mis amigas pacientes” (carta 22 a la Madre Saumaise).
“Esta
mañana, domingo del Buen pastor (2 de mayo 1683), dos de mis buenas amigas
pacientes han venido a decirme adiós en el momento de despertarme y que éste
era el día en el que el soberano pastor las recibía en su redil eterno, con más
de un millón de otras almas, en cuya compañía marchaban con cánticos de alegría
inexplicable. Una es la buena madre Monthoux y la otra mi hermana Juana
Catalina Gascón, que me repetía sin cesar estas palabras: El amor triunfa, el
amor goza. El amor en Dios se regocija. La otra decía: Qué bienaventurados son
los muertos que mueren en el Señor y las religiosas que viven y mueren en la
exacta observancia de su Regla… Como yo les rogara que se acordasen de
nosotras, me han dicho, al despedirse, que la ingratitud jamás ha entrado en el
cielo” (carta XXIII a Madre Saumaise del 2 de mayo de 1683).
“La
primera vez que vi a la hermana J.F. después de su muerte me pidió misas y
varias otras cosas. Le ofrecí seis meses cuanto hiciera y padeciera y no me han
faltado sufrimientos. Me dijo: Hay tres cosas que me hacen sufrir más que todo
lo demás. La primera es el voto de obediencia que he observado tan mal, pues no
obedecía más que en aquello que me agradaba. La segunda, el voto de pobreza,
pues no quería que nada me faltase, proporcionando varios alivios a mi cuerpo…
Ah, qué odiosas son a los ojos de Dios las religiosas que quieren tener más de
lo que es verdaderamente necesario y que no son completamente pobres. La
tercera es la falta de caridad y haber sido causa de desunión y haberla tenido
con las otras” (carta 31 a Madre Saumaise del 20-4-1685).
SUSANA
MARÍA DE RIANTS
(1639-1724),
religiosa visitandina del convento de L’Antiquaille de Lyon (Francia), tenía el
carisma de ser visitada, frecuentemente, por las almas del purgatorio. Ella
escribe: “Un día, al comenzar la oración de la tarde, Jesús me presentó un alma
que había muerto hacía dieciocho años. Era madre de varias religiosas. Ese
mismo día yo había tenido el fuerte deseo de orar por ella. Se me presentó y me
habló de la bondad de Dios y cómo era muy importante cumplir en todo la
voluntad de Dios. El Señor la liberó en ese mismo momento y fue resplandeciente
y gloriosa con Él al cielo“.
“El
16 de marzo de 1686, en la oración de la tarde, vi interiormente a Jesucristo
que, muy contento, me presentaba el alma de una de mis parientes muerta hacía
nueve o diez años. Ella había vivido viuda durante treinta años y me dijo que
la mayor pena que tenían las almas del purgatorio era haber perdido muchas ocasiones
de sufrir por Dios… Si un alma pudiera venir de nuevo a la tierra, aceptaría
con amor todos los sufrimientos que el Señor quisiera enviarle. Me dijo: No
pierdas ninguna ocasión de sufrir por Dios… Y se fue al cielo resplandeciente
de gloria “.
“Un
día, durante la misa, tuve la fuerte inspiración de pedir por el alma de uno de
mis amigos y bienhechores del monasterio, que había muerto hacía diez años y
algunos meses. Cuando el sacerdote elevaba la hostia, vi a Jesús que oraba por
él al Padre. El difunto estaba presente en la misa y estaba prosternado con
profundo agradecimiento ante el Salvador Por la tarde, a las cuatro o cinco,
vino a decirme que iba a la gloria del cielo y me daba las gracias por mis
oraciones “.
SANTA CRESCENCIA DE HOSS
(1682-1794)
se cuenta que, cuando murió su director espiritual el P. Ignacio Vagener,
jesuita, el 19 de octubre de 1716, ella lo vio en el coro junto a ella como un
fantasma blanco. Ella rezó por él, sin saber quién era, aunque sí que era un
alma purgante. El día 21 se le apareció de nuevo y lo reconoció. Ella rezó
mucho por él y el día 23 se le apareció otra vez lleno de esplendor para
agradecerle sus oraciones.
SANTA
VERÓNICA GIULIANI
(1660-1727)
escribe en su Diario: “Mi ángel me obtuvo que una de estas almas del purgatorio
me hablase y me dijo: Tened compasión de mí. No hay criatura viva que pueda
entenderlo atroces que son estas penas. Tened compasión de mí. La encomendé a
la Virgen y me pareció ver la dicha de esa alma que me dijo: Ahora he sabido
que pronto saldré de aquí por vuestra caridad. GRACIAS. Al poco tiempo, la vi
libre de las penas, toda bella y gloriosa con un grandísimo resplandor Parecía
un nuevo sol y puesta junto al sol natural, ella habría sido más luminosa, y el
sol mismo, junto a ella, parecía tinieblas “.
VBLE. ANA CATALINA EMMERICK
(1774-1824)
dice que, siendo niña, fue conducida por su ángel al purgatorio. “vi allí
muchas almas que sufrían vivos dolores y que me suplicaban orara por ellas.
Parecía un profundo abismo… Allí vi hombres silenciosos y tristes en cuyo
rostro se conocía, sin embargo, que en su corazón se alegraban como si pensaran
en la misericordia de Dios. Conocí que aquellas pobres almas padecían
interiormente grandes penas. Cuando oraba con fervor por las benditas ánimas
oía muchas veces al oído voces que me decían: Gracias, gracias… Siendo mayor
iba a misa a Koesfeld. Para orar mejor por las ánimas benditas tomaba un camino
solitario. Si todavía no había amanecido, las veía de dos en dos oscilar
delante de mí como brillantes perlas. El camino se me hacía claro y yo me
alegraba de que las ánimas estuvieran en torno mío, porque las conocía y las
amaba mucho, pues también por la noche venían a mí y me pedían auxilio… Dios me
ha dado la gracia, muchas veces, de ver subir al cielo con infinita alegría a
muchas almas del purgatorio.
¡Cuántas
gracias he recibido de las benditas almas! ¡Cuánto se las olvida, mientras que
ellas suspiran ardientemente por ayuda!
Todo
lo que hacemos por ellas les causa una inmensa alegría… Allí en el purgatorio
he visto a protestantes que han vivido piadosamente en su ignorancia. Están
abandonados, porque carecen de oraciones… También me he dado cuenta de que el
poder aparecerse para pedir auxilio y sufragios es una gracia señalada que Dios
da a algunas almas… Triste cosa es que las almas benditas sean ahora tan pocas
veces socorridas. Es tan grande su desdicha que no pueden hacer nada por sí
mismas. Pero, cuando uno ruega por ellas o sufre por ellas o da una limosna por
ellas, en ese mismo momento se ponen tan contentas como aquel a quien dan de
beber agua fresca, cuando está a punto de desfallecer de sed… Los santos del
cielo no pueden hacer nada por ellas. Todo lo tienen que esperar de nosotros…
El sacerdote que rece devotamente las horas, con intención de satisfacer portas
negligencias de estas almas, puede procurarles un indecible consuelo. Además,
la bendición sacerdotal penetra hasta el purgatorio y consuela como rocío del
cielo a las almas a quienes con fe firme bendice el sacerdote “.
“He
visto a un sacerdote muy piadoso y caritativo que murió anoche a las nueve. Ha
pasado tres horas en el purgatorio por haber perdido el tiempo en hacer bromas.
Este sacerdote tenía que haber permanecido varios años en el purgatorio, pero
ha sido socorrido con muchas misas y oraciones. A este sacerdote lo he conocido
mucho” (3 1-12-1820).
“Hoy
he visto un jabalí muy grande y espantoso que salía asomando de un lugar
profundo y maloliente. Yo temblaba y me estremecía. Era el alma de una dama de
París. Me dijo que yo no podía rogar por ella, puesto que no había posibilidad
de ayudarla, ya que debía permanecer en el purgatorio hasta el fin del mundo,
pero que debía rogar por su hija para que se convirtiese y no cometiera pecados
como ella” (13-7-1821).
“No
puedo explicar la compasión que me causa ver a las almas del purgatorio. Pero
nada hay más consolador que contemplar su paciencia y ver cómo se alegran las
unas de la salvación de las otras. He visto niños también en ese lugar”
(2-11-1822).
BEATA
ISABEL CANOURA
(1774-1825)
escribe en su Diario: “El 17 de junio de 1814 se me presentó el Papa Pío VI
(muerto en 1799) y me pidió que rogara por él, porque todavía estaba en el
purgatorio… Me dijo: Vete a tu padre espiritual y él te manifestará lo que
debes hacer para obtenerme esta gracia. Te prometo no abandonarte nunca y ser
tu protector desde el cielo… Mi padre espiritual me pidió ir cinco veces a la
iglesia de Santa María la Mayor a visitar el altar de San Pío V y rezarle por
la libe ración de su sucesor… Al día siguiente, a la hora de vísperas, me fue
asegurado que entraba en el paraíso… El 19 de junio, en la comunión, vi a este
santo pontífice delante del trono de Dios “.
“El
8 de noviembre de 1819, después de la comunión, se me apareció el alma del
cardenal Scotti y me dijo: La divina justicia me había condenado al purgatorio
por espacio de 30 años y el Señor me libera ahora… Tus penitencias, ayunos y
oraciones, han dado compensación a la justicia divina, por los méritos
infinitos del divino Redentor, a cuyos méritos uniste tu penitencia, ayunos y
oraciones a favor mío. Ahora me voy al cielo a gozar del inmenso bien por toda
una interminable eternidad”.
“El
2 de noviembre de 1822 recordé que comenzaba el octavario por los fieles
difuntos y oré al Señor con fervor por ellos. Le dije: Dame la llave de esta
horrible cárcel, como otras veces te has dignado darme, porque siento un gran
deseo de sacar del purgatorio a aquellas almas santas. Os suplico esta gracia
por los méritos infinitos de vuestra pasión y muerte..., el Señor me dijo:
Preséntate a aquella cárcel y dales la consoladora noticia de que pronto
estarán conmigo en el paraíso. En aquel momento, aparecieron tres ángeles, que
me acompañaron a la cárcel del purgatorio… No me es posible decir la alegría y
consolación de aquellas almas y cuánto fue su agradecimiento y alabanza a la
infinita misericordia de Dios. Al día siguiente, fu a la iglesia y estuve más
de tres horas orando por las almas del purgatorio y el Señor se dignó mostrarme
el triunfo de su misericordia y vi a aquellas almas que en filas, acompañadas
de sus ángeles custodios, entraban gloriosas y triunfantes en el cielo. Todos
los días del octavario ocurrió lo mismo y así por nueve días… Se puede decir
que en nueve enormes hileras (una cada día) se despobló el purgatorio. No puede
haber vista más bella que ésta y que demuestra la infinita misericordia de Dios
y el gran triunfo de los infinitos méritos de la preciosísima sangre de
Jesucristo “.
BEATA ANA MARÍA TAIGI
(1769-1837)
asistió al funeral del cardenal Doria y el Señor le hizo entender que los
cientos de misas que el purpurado había dejado encargadas no le servirían a él
sino a los pobres, porque durante su vida no había rezado por las almas del
purgatorio.
Esto
también nos podría suceder a nosotros, si en vida, no nos preocupamos de ellas.
Al fin de cuentas, Dios es el que distribuye los sufragios ofrecidos por
nosotros y no basta con dejar dinero para misas. Más vale “oír” una misa en
vida que cien después muertos.
SAN
LUIS ORIONE
Escribió
una carta a Don De Filippi el 25 de setiembre de 1897 en la que escribió: “No
hace ni 10 minutos que ha estado, en esta habitación en que te escribo, tu
sobrino De Filippi Felice. He estado conversando con él durante media hora,
para mi alegría y consolación. Sabía que estaba hablando con un muerto y me he
quedado con mucha paz. Él rezará por nosotros, pero nosotros debemos rezar por
él. Oh, estoy muy contento de haberlo visto. Tenía los ojos bellos como los
ojos de uno que es inocente. Recemos por él“.
SANTA GEMA GALGANI
(1878-1903)
tenía hecho el voto de ánimas a favor de las almas del purgatorio y todos los
días pedía especialmente por ellas. Cuando murió la religiosa pasionista Madre
María Teresa, el 16 de julio de 1900, ella rezó mucho por su alma. Dice en su
Diario: “Hoy el ángel de la guarda me ha dicho que Jesús quería que sufriera
esta noche unas dos horas… por un alma del purgatorio. Sufrí, de hecho, dos
horas como quería Jesús por la Madre María Teresa” (9-8-1900). “El día de la
Asunción de María me pareció que me tocaban en la espalda. Me di media vuelta y
vi a mi lado una persona vestida de blanco. Esta persona me preguntó: ¿Me
conoces? Yo soy la Madre María Teresa. He venido para darte gracias por lo que
me has ayudado. Prosigue aún. Unos días más y estaré eternamente feliz…
Finalmente, ayer por la mañana, después de la santa comunión, Jesús me dijo que
hoy, después de medianoche volaría al cielo… 1’ efectivamente, así fue… Vi
llegar a la Virgen acompañada de su ángel de la guarda. Me dijo que su purgatorio
había terminado y que se iba al cielo… Estaba muy contenta ¡Si la hubiera
visto! Vinieron a buscarla Jesús y su ángel de la guarda. Y Jesús al recibirla
le dijo: Ven, oh alma, que me has sido tan querida. Y se la llevó” (Cartas a
Mons. Volpi, 10-8-1900).
Gema
rezaba cada día cien “réquiem” por las almas del purgatorio. Su ángel la
estimulaba en este deseo de liberar a estas almas. Un día le dijo: “¿Cuánto
tiempo hace que no has rogado por las almas del purgatorio? Desde la mañana no
había rogado por ellas. Me dijo que le gustaría que, cualquier cosa que
sufriera, la ofreciera por las almas del purgatorio. Todo pequeño sufrimiento
las alivia, sí, hija, todo sacrificio por pequeño que sea, las alivia” (Diario,
6-8-1900).
Sor
Lucía, en la primera aparición de Fátima del 13-5- 1917, dice en sus “Memorias”
que le preguntó a la Virgen:
– ¿Está María Nieves en el cielo?
– Sí, está. (Me parece que debía tener unos dieciséis años).
– Y ¿Amelia?
– Estará en el purgatorio hasta el fin del mundo (Me parece que debía tener de dieciocho a veinte años).
¿Qué pecado podría haber cometido para estar en el purgatorio hasta el fin del mundo? ¿El aborto?
– ¿Está María Nieves en el cielo?
– Sí, está. (Me parece que debía tener unos dieciséis años).
– Y ¿Amelia?
– Estará en el purgatorio hasta el fin del mundo (Me parece que debía tener de dieciocho a veinte años).
¿Qué pecado podría haber cometido para estar en el purgatorio hasta el fin del mundo? ¿El aborto?
SANTA
FAUSTINA KOWALSKA
(1905-1938),
dice en sus escritos autobiográficos: “Un día vi a mi ángel custodio que me
ordenó seguirle. En un momento me encontré en un lugar nebuloso lleno de fuego
y en él una multitud de almas sufrientes. Éstas rezan con fervor, pero sin
eficacia para ellas mismas. Solamente nosotros podemos ayudarlas. Y les
pregunté a aquellas almas cuál era su mayor sufrimiento. Me contestaron
unánimemente que su mayor sufrimiento es la añoranza de Dios (el gran deseo de
amarle). Oí una voz que me dijo: Mi misericordia no quiere esto, pero lo exige
mi justicia” (1,7). “Una noche vino a visitarme una de nuestras hermanas
difuntas, que ya había venido alguna vez anteriormente. Cuando la vi la primera
vez, estaba en un estado de gran sufrimiento. Después, la he visto en
condiciones cada vez de menos sufrimiento. Y en esta oportunidad, la vi
resplandeciente de felicidad y me dijo que estaba ya en el paraíso” (Cuaderno
II N°57). “Otra noche vino a yerme Sor Dominica y me hizo entender que estaba
muerta. Recé mucho por ella. A la mañana siguiente el Señor me hizo entender
que todavía sufría en el purgatorio. Recé dos días por ella. Al cuarto día vino
a decirme que todavía le faltaban algunas oraciones. Y seguí orando hasta su
completa liberación” (10-11-1937).
TERESA NEUMANN
(1898-1962),
la estigmatizada alemana, se cuenta que, muchas veces, se le aparecían las
almas del purgatorio para pedirle ayuda.
Un
día se le apareció el párroco de su infancia, que la había bautizado y dado la
primera comunión. El 23 de noviembre de 1928 ayudó a salir al último párroco
católico de Arzberg antes de que se introdujera allí el protestantismo. La
noche del Corpus Christi de 1931, se le apareció su madrina Forster, muerta
recientemente, Teresa rezó por ella y la vio brillante subiendo al cielo.
SANTO
P. PÍO
(1887-1968)
un día de otoño de 1917, estando solo, rezando el rosario, se adormiló junto al
fogón del convento y, al despertar, vio junto a sí a un anciano envuelto en un
capote. Al preguntarle qué hacía allí y quién era, le respondió que había
muerto quemado en ese convento y quería descontar allí su purgatorio. El P. Pío
le prometió rezar por él. Un día le contó este suceso al P. Paolino y éste fue
al municipio a ver los registros y encontró que, efectivamente, estaba
registrado el nombre de un anciano, que había muerto quemado en aquel convento.
El muerto era Mauro Pietro (1831-1908).
Otro
suceso lo refiere el cronista provincial de los Padres capuchinos de la
Provincia de Foggia con fecha 29 de febrero de 1937. Dice así: “El día 29 de
diciembre de 1936, el P. Jacinto de 5. Elías se acercó a San Giovanni Rotondo
para visitar al R Pío y le recomendó que rezara por el P. Giuseppantonio,
porque estaba muy grave. El día 30 a las 2 p.m. el P Pío vio en su habitación
al P. Giuseppantonio y le dice. ¿Me han dicho que estás gravemente enfermo y
estás aquí? Entonces el P. Giuseppantonio, haciendo un gesto le dice: Eh, ahora
ya se me han pasado todas mis enfermedades. Y desapareció “. Esto se lo contó
el P. Pío al Padre provincial P. Bernardo, quien firma esta crónica junto con
el cronista, P. Fernando de San Marcos in Lamis.
EDUVIGIS CARBONI
La
estigmatizada de Cerdeña, muerta en Roma en 1952 con fama de santidad, cuenta
en su Diario que un día, mientras rezaba delante de un crucifijo, se le
presentó una persona rodeada de llamas de fuego y oyó una voz triste que le
decía: “Soy N.N. El Señor me ha permitido venir a ti para que me ayudes y me
consueles en las penas que debo padecer en el purgatorio. Ofrece por mí todas
tus oraciones durante dos años para salir de aquí y entrar en la gloria “. Otro
día, en octubre de 1943, se le presentó un hombre vestido de oficial. Le dijo:
“He muerto en la guerra y quisiera que celebren por mí unas misas, y que tú y
tu hermana ofrezcan por mí las comuniones”. Después de varios días, se presentó
de nuevo resplandeciente, diciéndole: “Soy ruso y me llamo Pablo Vischin. Ahora
voy al paraíso y rezaré por vosotras. Gracias “.
TERESA
MUSCO
(1943-1976),
la estigmatizada de Caserta (Italia), cuenta que el 2 de noviembre de 1962, no
pudiendo ir al cementerio, como hubiera deseado por ser el día de los difuntos,
oró desde su casa con todo fervor por las almas del purgatorio. En las primeras
horas de la tarde, mientras seguía orando, vio en su habitación muchas
personas. Les preguntó:
“¿Qué queréis?”. Ellas la saludaron con mucha alegría y le dijeron: “Nos has liberado del purgatorio con tus oraciones y venimos a darte las gracias “. Después, desaparecieron, resplandecientes de alegría y amor.
Muchos otros santos nos hablan del purgatorio, pero es suficiente con lo expuesto para creer en él.
“En el cielo no puede entrar nada manchado” (Ap. 21.27)
“¿Qué queréis?”. Ellas la saludaron con mucha alegría y le dijeron: “Nos has liberado del purgatorio con tus oraciones y venimos a darte las gracias “. Después, desaparecieron, resplandecientes de alegría y amor.
Muchos otros santos nos hablan del purgatorio, pero es suficiente con lo expuesto para creer en él.
“En el cielo no puede entrar nada manchado” (Ap. 21.27)
SANTA MARÍA MAGDALENA DE PAZZI
(1566-1607)
Monja carmelita, gran mística que frecuentemente caía en éxtasis. Fue objeto de
los más extraordinarios fenómenos místicos y dones recibidos de Nuestro Señor.
Brilló en ella la práctica de las virtudes. Mortificaba su cuerpo con
frecuentes sacrificios. Comulgaba diariamente sintiéndose muy unida a
Jesucristo. Fue maestra de novicias. Murió llena de méritos en el año 1607 y al
año de su muerte se abrió su sepulcro y su cuerpo se halló fresco, entero y
flexible.
Durante
un éxtasis previo a su muerte Santa Magdalena de Pazzi tuvo la gracia de ver y
visitar el Purgatorio. Recorriendo las diversas estancias preparadas por la
Misericordia y Justicia divinas, la santa de la pureza comprendió la Santidad
de Dios, la maldad del pecado y del porque Dios le había revelado los sufrimientos
del Purgatorio.
He
aquí cómo nos describe este santo lugar.
Contaré
un suceso que aconteció a Santa Magdalena de Pazzi tal como fue relatado por el
Padre Cepari en la historia de la vida de la Santa.
“Un
tiempo antes de su muerte, que tuvo lugar en 1607, la sierva de Dios, Magdalena
de Pazzi, se encontraba una noche con varias religiosas en el jardín del
convento, cuando entró en éxtasis y vio el Purgatorio abierto ente ella. Al
mismo tiempo, como ella contó después, una voz la invitó a visitar todas las
prisiones de la Justicia Divina, y a ver cuán merecedoras de compasión son esas
almas allí detenidas.
En
ese momento se la oyó decir: “Si, iré”. Consintió así a llevar a cabo el penoso
viaje. De hecho a partir de entonces caminó durante dos horas alrededor del
jardín, que era muy grande, parando de tiempo en tiempo. Cada vez que
interrumpía su caminata, contemplaba atentamente los sufrimientos que le
mostraban. Las religiosas vieron entonces que, compadecida, retorcía sus manos,
su rostro se volvió pálido y su cuerpo se arqueó bajo el peso del sufrimiento,
en presencia del terrible espectáculo al que se hallaba confrontada.
Entonces
comenzó a lamentarse en voz alta, “¡Misericordia, Dios mío, misericordia!
Desciende, oh Preciosa Sangre y libera a estas almas de su prisión. ¡Pobres
almas! Sufren tan cruelmente, y aun así están contentas y alegres. Los
calabozos de los mártires en comparación con esto eran jardines de delicias.
Aunque hay otras en mayores profundidades. Cuan feliz debo estimarme al no estar
obligada a bajar hasta allí.
Sin
embargo descendió después, porque se vio forzada a continuar su camino. Cuando
hubo dado algunos pasos, paró aterrorizada y, suspirando profundamente,
exclamó” ¡Qué! ¡Religiosos también en esta horrenda morada! ¡Buen Dios! ¡Como
son atormentados! ¡Oh, Señor!”. Ella no explicó la naturaleza de sus
sufrimientos, pero el horror que manifestó en contemplarles le causaba suspiros
a cada paso. Pasó de allí a lugares menos tristes. Eran calabozos de las almas
simples y de los niños que habían caído en muchas faltas por ignorancia. Sus
tormentos le parecieron a la santa mucho más soportables que los anteriores.
Allí solo había hielo y fuego. Y notó que las almas tenían a sus Ángeles
guardianes con ellas, pero vio también demonios de horribles formas que
acrecentaban sus sufrimientos.
Avanzando
unos pocos pasos, vio almas todavía más desafortunadas que las pasadas, y
entonces se oyó su lamento, “¡Oh! ¡Cuán horrible es este lugar; está lleno de
espantosos demonios y horribles tormentos! ¿Quiénes, oh Dios mío, son las
victimas de estas torturas? Están siendo atravesadas por afiladas espadas, y
son cortadas en pedazos”. A esto se le respondió que eran almas cuya conducta
había estado manchada por la hipocresía.
Avanzando
un poquito más, vio una gran multitud de almas que eran golpeadas y aplastadas
bajo una gran presión, y entendió que eran aquellas almas que habían sido
impacientes y desobedientes en sus vidas. Mientras las contemplaba, su mirada,
sus suspiros, todo en su actitud estaba cargada de compasión y terror.
Un
momento después de su agitación aumentó, y pronunció una dolorosa exclamación.
Era el calabozo de las mentiras el que se abría ante ella. Después de haberlo
considerado atentamente, dijo, “Los mentirosos están confinados a este lugar de
vecindad del Infierno, y sus sufrimientos son excesivamente grandes. Plomo
fundido es vertido en sus bocas, los veo quemarse, y al mismo tiempo, temblar
de frío”.
Luego
fue a la prisión de aquellas almas que habían pecado por debilidad, y se le oyó
decir: “Había pensado encontrarlas entre aquellas que pecaron por ignorancia,
pero estaba equivocada: ustedes se queman en un fuego más intenso”.
Más
adelante, ella percibió almas que habían estado demasiado apegadas a los bienes
de este mundo, y habían pecado de avaricia.
“Que
ceguera”, dijo,” ¡las de aquellos que buscan ansiosamente la fortuna
perecedera! Aquellos cuyas antiguas riquezas no podían saciarlos
suficientemente, están ahora atracados en los tormentos. Son derretidos como un
metal en un horno”.
De
allí pasó a un lugar donde las almas prisioneras eran las que se habían
manchado de impureza. Ella las vio en tan sucio y pestilente calabozo, que la
visión le produjo náuseas. Se volvió rápidamente para no ver tan horrible
espectáculo.
Viendo
a los ambiciosos y a los orgullosos, dijo “Contemplo a aquellos que deseaban
brillar ante los hombres; ahora están condenados a vivir en esta espantosa
oscuridad”.
Entonces
le fueron mostradas las almas que tenían la culpa de ingratitud hacia Dios. Estas
eran presas de innombrables tormentos y se encontraban ahogadas en un lago de
plomo fundido, por haber secado con su ingratitud la fuente de la piedad.
Finalmente,
en el último calabozo, ella vio aquellos que no se habían dado a un vicio en
particular, sino que, por falta de vigilancia apropiada sobre sí mismos, habían
cometido faltas triviales. Allí observó que estas almas tenían que compartir el
castigo de todos los vicios, en un grado moderado, porque esas faltas cometidas
solo alguna vez las hacen menos culpables que aquellas que se cometen por
hábito.
Después
de esta última estación, la santa dejó el jardín, rogando a Dios nunca tener
que volver a presenciar tan horrible espectáculo: ella sentía que no tendría
fuerza para soportarlo. Su éxtasis continuó un poco más y conversando con
Jesús, se le oyó decir: “Dime, Señor, el porqué de tu designio de descubrirme
esas terribles prisiones, de las cuales sabía tan poco y comprendía aún menos…”
¡Ah! ahora entiendo; deseaste darme el conocimiento de Tu infinita Santidad,
para hacerme detestar más y más la menor mancha de pecado, que es tan
abominable ante tus ojos”.
SAN
PASCASIO
(x – 512) Pascasio, diácono
de Roma, fue varón de mucha santidad, grande limosnero, favorecedor de pobres,
humilde y muy penitente. Sucedió que, pretendiendo el Pontificado Simaco, y
Pascasio favoreció más de lo justo las partes de Laurencio contra Simaco, sin
que le bastase quedar Simaco con la dignidad en voz de los más electores, tuvo
con él sus repuntas, hasta que murió el mismo Pascasio.
Llevaron
a enterrar su cuerpo, y sobre las andas iba su dalmática y vestido de diácono,
la cual tocando un endemoniado, quedó sano. Pasó mucho tiempo, y sucedió que
Germano, obispo de Capua, por consejo de médicos, estando enfermo, fue a lavarse
a unas termas o baños, en los cuales vio y conoció al Pascasio Diácono difunto,
que servía allí a los que entraban a bañarse. Admiróse de verle, y preguntó la
causa por qué tan insigne varón estuviese en semejante lugar, y respondió:
-No
por otra causa estoy en este lugar penoso, sino porque seguí las partes de
Laurencio, que pretendía ser Papa contra Simaco. Ruégote que ruegues a Dios por
mí, y haciéndolo entenderás que te ha oído si, volviendo aquí, no me vieres.
El
obispo Germano hizo lo que le fue pedido, y volviendo desde algunos días, vio
que no estaba allí. Escribe este caso San Gregorio, en el libro cuarto de sus
Diálogos, capítulo cuarenta, y dice que por no a ver pecado Pascasio por
malicia, sino por ignorancia, que le parecía que acertaba, padeció solamente
aquella pena. Y infiérase de lo dicho que aunque ay lugar proprio y diputado
para Purgatorio de las almas, que es uno de cuatro senos del Infierno, porque
uno, y el más profundo y mayor es el de los condenados, otro, donde están los
niños que mueren sin Baptismo, donde no ay pena de sentido, sino privación de
la vista buena de Dios, y el tercero, el Purgatorio de que hablamos, | donde se
purgan las almas de los que murieron en gracia de Dios, más llevaron culpas
veniales o penas debidas por los mortales ya perdonados, y el cuarto, donde
estuvieron las almas de los justos y amigos de Dios antes que su Majestad muriese
y las sacase de allí, y resucitando y subiendo a los Cielos las llevase
consigo; sin este Purgatorio, digo, que se infiere de lo que aquí dice San
Gregorio que algunas almas le padecen y son purgadas en otros lugares
particulares. Y el a ver hecho Dios milagro por medio de la dalmática de Pascasio,
dice el mismo San Gregorio que fue en aprobación y abono de las muchas limosnas
que hizo en vida, y para corresponder con el crédito de santidad que de él
tenían todos, aunque convino y fue necesario que primero que entrase en el
Cielo purgase lo merecido por la culpa que por ignorancia avía dejado de
llorar.
SAN ALBERTO MAGNO
(1200-1280)
Diversas personas oyeron decir, no una, sino muchas veces, a Alberto Magno,
Ministro General que fue de Predicadores, de cierto hombre cuya vida era de
buen ejemplo, y en los ojos de todos, buena y santa, que, estando enfermo, y de
enfermedad muy penosa, que rogó a Dios con lágrimas que con la muerte pusiese
fin a tanto mal y tormento como padecía en aquella enfermedad.
Apareciósele
un ángel, y díjole que Dios avía oído su oración, y que le daba a escoger, o
que estuviese tres días en Purgatorio, o un año la enfermedad que tenía, y que,
cumplido, iría luego al Cielo. El enfermo, que sentía la pena presente y no
tenía experiencia de la ausente, dijo:
-Yo
quiero morir luego, y no sólo tres días, sino cuanto más fuere la voluntad de
Dios ser atormentado en el Purgatorio.
-Sea
como dices -dijo el ángel.
Y
en la misma hora murió, y su alma fue a Purgatorio. Pasó un día, y visitóle el
ángel en su tormento, diciéndole:
-¿Cómo
te va, alma que escogiste tres días de Purgatorio por no padecer un año de enfermedad?
Respondióle
el alma:
-¿Y
vos sois ángel? No debéis serlo, que los ángeles no engañan. Dijísteme que
estaría tres días en estas penas, y han pasado muchos años y no me veo libre de
ellas.
El
ángel le dijo:
-No
los muchos años, sino la terribilidad del tormento te fuera a decir lo que dices,
porque de los tres días sólo uno has estado en Purgatorio. Más si te agrada hacer
nueva elección, tu cuerpo | no está aún sepultado, puedes volver a él, y por un
año padecer la enfermedad que tenías.
Respondió
el alma:
-No
sólo un año, sino hasta el fin del mundo quiero más padecer el tormento y pena
de la enfermedad que los dos días que quedan de Purgatorio.
Fue
vuelta el alma al cuerpo, y no sólo padeció con paciencia la enfermedad, sino
que refiriendo a muchos lo que le avía sucedido, los exhortó a penitencia. Lo
dicho es de Gulielmo, en el libro De Apibus.
SANTA
VIVIANA PERPETUA
(300-360)
Que de la Sinagoga el rito de rogar por los difuntos haya pasado a la Iglesia
de Jesucristo dan fe, entre otras, las Actas de los Mártires, cuya autenticidad
es indiscutible, y entre éstas las de Santa Viviana Perpetua, escritas en gran
parte por la misma Santa durante su prisión: actas que se remontan al siglo III
y en las cuales hallamos expresadas taxativamente la fe en el Purgatorio y la
eficacia de las oraciones por los difuntos.
Acusada
esta santa mujer como cristiana, fue condenada a muerte. Mientras se hallaba en
la cárcel esperando el día de su combate final, le vino al pensamiento
Dinócrato, un hermanito suyo, muerto mucho antes, a la edad de siete años, de
un cáncer que había acabado con su vida. A este recuerdo púsose orar por el alma
del difunto, y poco después, por disposición divina, tuvo una celeste
visión. Vio al niño Dinócrato que salía de un lugar tenebroso y lejano, en
donde había sufriendo una gran multitud de almas. El niño tenía el rostro
melancólico y contrahecho, y sintiéndose devorado por ardiente
sed se acercó a un estanque buscando refrigerio; pero no pudo conseguirlo a
causa de la mucha altura del parapeto que lo rodeaba. Viviana comprendió que su
hermanito padecía y necesitaba ayuda, y púsose a orar por él con más fervor
para que fuese libertado de sus padecimientos. Su oración fue escuchada. Poco
después la Santa vio el mismo lugar de antes, pero no ya cubierto de tinieblas;
sino resplandeciente de blanquísima luz y a su hermanito antes triste y
apenado, lo vio lleno de gozo y cubierto con hermosísima vestidura, que
alegremente bebía del estanque por de una concha que nunca se agotaba, y después
de haberse saciado recreábase alegremente, como suelen hacerlo los niños de
aquella edad. Por donde ella comprendió que su hermanito había sido librado de
sus sufrimientos, y experimentó un gozo inexplicable. Tal fue la visión de
Santa Viviana Perpetua. En la cual claramente se ve representado el Purgatorio
por aquel lugar tenebroso, las penas que en él las almas padecen, y la eficacia
de la oración para obtener la libertad de las mismas, en una palabra, toda la
doctrina católica acerca del Purgatorio.
Pues
si consideramos que esta visión no sólo no fue desechada por sus
contemporáneos, sino que fue acogida con gran veneración y respeto, no sólo por
los simples fieles, sino hasta por Tertuliano, San Cipriano, San Agustín y por
muchos otros conspicuos personajes, conoceremos que ella constituye una buena
prueba de la fe que aquellos antiquísimos cristianos tenían en el Purgatorio
puesto que sin esta fe, o hubiesen rechazado esta visión, como una novedad
peligrosa, de la cual debían guardarse, o a lo menos no la hubieran recibido
sin alguna dificultad, tanto más cuanto que los cristianos de aquellos tiempos
eran continuamente amonestados para que huyesen de todo aquello que oliese a
innovación, a fin de que no corrieran el riesgo de caer en las nacientes herejías.
SAN JUAN MACIAS
(1585-1645)
Abogado de las Ánimas del Purgatorio. Nació Juan en Ribera del Fresno,
provincia de Badajoz, en 1585. Sus padres, Pedro de Arcas e Inés Sánchez,
modestos labradores, eran muy buenos cristianos, y dejaron en él una profunda
huella cristiana. Contaba Juan poco más de cuatro años cuando la peste que
asolaba Castilla segó la vida de sus padres, que eran unos modestos labradores.
Unos tíos de los niños, Mateos Sánchez e Inés Salguero, tutelaron a estos dos
niños huérfanos.
Todavía
niño, su tío le encomienda a Juan un pequeño rebaño de ovejas. Un día en que
apacentaba el rebaño vio un resplandor que se le acercaba. El mismo narra su
encuentro con aquel personaje misterioso que le saludó diciendo: “Juan, estás
de enhorabuena”. Yo le respondí del mismo modo y él: “Yo soy Juan Evangelista,
que vengo del cielo y me envía Dios, para que te acompañe, porque miró tu
humildad. No lo dudes”. Y yo le dije: “Pues, ¿quién es ese San Juan
Evangelista?” Y él contestó: “El querido discípulo del Señor, uno de los doce
apóstoles. Y vengo a acompañarte de buena gana porque te tiene escogido para
Sí. Tengo que llevarte a unas tierras muy remotas y lejanas en donde habrás de
levantar templos. Y te doy por señal de esto que tu madre, Inés Sánchez, cuando
murió, de la cama subió al cielo y tu padre, Pedro Arcas, que murió primero que
ella, estuvo algún tiempo en el purgatorio pero ya tiene el premio de sus
trabajos en la gloria”. Cuando supe de mi amigo San Juan la buena noticia de
mis padres y la buena dicha mía, le respondí lleno de gozo: “Hágase en mí la
voluntad de Dios”.
En
1622, Juan Arcas Sánchez recibió el hábito en el convento dominico de la
Magdalena, en Lima. Se convirtió así en fray Juan Macías, y toda su vida la
pasó como portero del convento. Hombre de mucha oración, al estilo de San
Martín, también él fue visto en varias ocasiones orando al Señor elevado sobre
el suelo. Estando una noche en la iglesia oyó unas voces, procedentes del
Purgatorio, que solicitaban que intercediera por ellas con oraciones y
sacrificios. A esto se dedicó en adelante, toda su vida. Sus biógrafos
acertadamente le han llamado “el ladrón del purgatorio”.
Juan
tenía la costumbre de rezar todas las noches, de rodillas, el Rosario completo.
Una parte la ofrecía por las almas del Purgatorio, otra por los religiosos, y
la tercera, por sus parientes, amigos y benefactores.
Oraba
el Santo en la capilla de Nuestra Señora del Rosario, cuando de pronto una mano
dio un golpe sobre el altar. Sobresaltado, vio a su lado una sombra rodeada de
llamas que le dijo: “Soy Fray Juan Sayago, que acabo de morir y necesito
muchísimo de tus oraciones y auxilios; para que, satisfaciendo con ellos a la
divina justicia, salga de estas penas expiatorias”, con lo cual desapareció.
Vivió este fraile en el Convento del Santísimo Rosario, contiguo a la Iglesia
de Santo Domingo, habiendo expirado a la misma hora en que se le apareció a
nuestro Santo. A la cuarta noche, hallándose Juan postrado en el mismo altar,
se le volvió a aparecer el alma de aquel fraile, ahora luminosa, para decirle
que gracias a sus oraciones y penitencias la Virgen lo había sacado del
Purgatorio y llevado a gozar de la bienaventuranza eterna.
A
la hora de su muerte le reveló al prior del convento: “Por la misericordia de
Dios, con el rezo del santo Rosario, he sacado del purgatorio un millón
cuatrocientas mil almas. Cuando oraba en el templo, con frecuencia oía el rumor
suplicante de personas que le hablaban y no alcanzaba a ver pero percibía
claramente sus voces. ¿Fray Juan hasta cuando estaremos privada de ver a Dios?
Ayúdanos. ¿Quiénes son Uds.? Preguntaba Fray Juan, Somos las almas del
purgatorio les respondían. Acuérdate de nosotras. Socórrenos con tus oraciones,
para que salgamos de esta terrible soledad”.
En
atención a estas frecuentes visitas y súplicas, fray Juan rezaba
incansablemente el santo Rosario. Visitaba con frecuencia a Jesús Sacramentado;
participaba en la santa misa y hacía muchas obras de caridad, con esta intención.
“Orar por los muertos es cosa buena y santa”. (2 Mc.12, 45) Porque, dice el
Señor: “nada manchado entrará en el reino de los cielos”. En la vida del
hombre, hay muchas imperfecciones, negligencias e indiferencias que purificar.
Una
noche estaba rezando en la iglesia, y oye voces misteriosas: -Somos almas del
Purgatorio. ¡Socórrenos!… No necesitó más el Hermano. En adelante, rezar y
sacrificarse por las almas benditas fue para Juan Macías una verdadera
vocación. Y Dios le reveló las muchas y muchas almas que por su oración habían
acelerado su purificación y salido del Purgatorio libre para el Cielo. Así, tan
sencillamente, pero con enorme fama de santo en Lima, llegó Juan Macías a los
sesenta años de vida. En el lecho de muerte, exclamó alborozado: “-¡Miren,
miren quiénes están aquí! Nuestro Señor Jesucristo, su Madre la Virgen, el
apóstol y evangelista San Juan, otros Santos y muchos ángeles. ¡Con ellos me
voy al Cielo!…”
SOR
MARÍA NATALIA MAGDOLNA
(1901-1992)
Una noche Jesús me pidió que orara por las almas del purgatorio. Eran las
cuatro y media y yo quería terminar de escribir mi diario, cuando Jesús me
dijo:
–Hija
mía, aunque respeto tu cansancio, quiero pedirte que no te vayas a dormir hasta
que pongas por escrito el estado de sufrimiento de las almas del purgatorio. Yo
quiero que mis hermanos sacerdotes se unan a la cruzada de oración en favor de
las almas que sufren en el purgatorio. Ahora quiero aliviar a aquellas que
durante su vida con frecuencia me pidieron a Mí y a mi Madre, en la oración,
que tuviéramos piedad de ellas en el momento de su muerte y cuando estuvieran
en el lugar del sufrimiento.
Jesús
me llevó entonces a un lugar tan grande que yo no podía ver el final. Aunque el
lugar estaba oscuro, las almas allí parecían estar calmadas. Había un sinnúmero
de almas: llevaban ropa negra y estaban arrimadas unas a otras. Todas parecían
inmóviles, sin palabras y muy tristes. Mi corazón casi se quebraba al verlas
así. Supe que estas almas no recibían ayuda alguna de nadie en la tierra, ni
oración, ni sacrificios. Sabían que la hora de su liberación no había llegado
todavía pero confiaban en que no dilataría mucho.
Después
de eso Jesús me llevó a otro lugar similar. Allí las almas tiritaban en sus
túnicas negras. Pero cuando me vieron entrar con Jesús, todas empezaron a
agitarse. Yo tenía mi rosario en la mano para rezar por ellas. Cuando vieron el
rosario, todas empezaron a gritar: “¡Rece por mí, querida hermana, rece por
mí!” y trataban de sobreponer su voz, gritando más fuerte, solicitando mis
oraciones, como una nube de abejas. Aunque todas gritaban a un tiempo, yo podía
distinguir la voz de cada una. Reconocí a muchas entre ellas, personas a las
que conocí cuando estaban en la tierra. Vi a algunas religiosas de otras
órdenes y también de la mía. Me espanté cuando una madre superiora se volteó
hacia mí y me pidió humildemente que rezara por ella.
Después
de esto, una religiosa, conocida mía, con sus manos juntas y tocando mi
rosario, me suplicó: “¡Por mí, por mí!”, mientras un extraño sudor, no sé si en
el alma o en el cuerpo, corría sobre ella.
Después
Jesús me llevó a un tercer lugar donde había un sinnúmero de religiosas,
paradas y sin movimiento, mientras un fuerte sudor corría sobre ellas. Se
volvieron hacia mí y me suplicaron que rezara el rosario por ellas. En ese
lugar había luz. Yo pensé: “¿Por qué será que ellas me piden el rosario?”
Entonces Jesús me mostró un rosario, en el que en vez de las cuentas había
flores y en cada flor vi brillar una gota de la Sangre de Jesús.
Cuando
decimos el rosario, las gotas de la Sangre de Jesús caen sobre la persona por
quien lo ofrecemos. Las almas del purgatorio están implorando continuamente la
Sangre salvadora de Jesús.
ISABEL KINDELMANN
(1913-1985)
Por esto, la Llama de Amor debe estar encendida para salvar a todos los
cristianos; para salvar las familias, salvando a los padres y madres de cada
familia cristiana; para ayudar a la santificación de los sacerdotes, que
mientras más se asemejen a Cristo más eficaz ministerio ejercitarán con todos
sus hermanos; ésta Llama de Amor debe iluminar todos los momentos de la vida
del cristiano, todos los momentos de enfermedad, de agonía, de muerte. Aún
después de la muerte ésta Llama de Amor debe seguir iluminando la esperanza de
quienes se encuentran en el purgatorio.
SANTA LIDUVINA
(1380-1433)
Cuentan las antiguas crónicas que recién paralizada una noche soñó Liduvina que
Nuestro Señor le proponía este negocio: “Para pago de tus pecados y conversión
de los pecadores, ¿qué prefieres, 38 años tullida en una cama o 38 horas en el
purgatorio?”. Y que ella respondió: “prefiero 38 horas en el purgatorio”. Y
sintió que moría que iba al purgatorio y empezaba a sufrir.
Y
pasaron 38 horas y 380 horas y 3,800 horas y su martirio no terminaba, y al fin
preguntó a un ángel que pasaba por allí, “¿Por qué Nuestro Señor no me habrá
cumplido el contrato que hicimos? Me dijo que me viniera 38 horas al purgatorio
y ya llevo 3,800 horas”. El ángel fue y averiguó y volvió con esta respuesta:
“¿Qué cuántas horas cree que ha estado en el Purgatorio?” ¡Pues 3,800! ¿Sabe
cuánto hace que Ud. se murió? No hace todavía cinco minutos que se murió. Su
cadáver todavía está caliente y no se ha enfriado. Sus familiares todavía no
saben que Ud. se ha muerto. ¿No han pasado cinco minutos y ya se imagina que
van 3,800?”. Al oír semejante respuesta, Liduvina se asustó y gritó: Dios mío,
prefiero entonces estarme 38 años tullida en la tierra. Y despertó. Y en verdad
estuvo 38 años paralizada y a quienes la compadecían les respondía: “Tengan
cuidado porque la Justicia Divina en la otra vida es muy severa. No ofendan a
Dios, porque el castigo que espera a los pecadores en la eternidad es algo
terrible, que no podemos ni imaginar”. Y seguía sufriendo contenta su parálisis
para pagar sus propios pecados y para conseguir la salvación de muchos
pecadores.
En
1421, o sea 12 años antes de su muerte, las autoridades civiles de Schiedam (su
pueblo) publicaron un documento que decía: “Certificamos por las declaraciones
de muchos testigos presenciales, que durante los últimos siete años, Liduvina
no ha comido ni bebido nada, y que así lo hace actualmente. Vive únicamente de
la Sagrada Comunión que recibe”. Durante los primeros años de su enfermedad
podía tomar algunos alimentos, pero después, durante los últimos 19 años de su
vida, ya no volvió a comer ni a beber. Su único alimento era la Sagrada Comunión.
Nadie se ha logrado explicar este prodigio.
Narramos
aquí la tercera visión relativa al interior del Purgatorio, aquella de Santa
Liduvina de Shiedam, Holanda, quien murió el 11 de abril de 1433, y cuya
historia escrita por un sacerdote contemporáneo, goza de la más perfecta
autenticidad. Ésta admirable virgen, un verdadero prodigio de la paciencia
cristiana, fue presa de muchos dolores y de los padecimientos más crueles por
un período de treinta y ocho años. Estos sufrimientos hacían imposible para ella
el dormir, pasaba las largas noches rezando, y muy frecuentemente, llevada en
espíritu, era conducida por su Ángel guardián a las regiones misteriosas del
Purgatorio, allí ella vio moradas, prisiones, diversas mazmorras, cada una más
tenebrosa que la otra; se encontró con almas que ella conocía, y le fueron
mostrados los diferentes castigos. Se puede preguntar, « ¿Cuál fue la
naturaleza de esos viajes extáticos?» ello es difícil de explicar; pero podemos
concluir por otras circunstancias que había más realidad en ellos que lo que
podemos creer.
La
santa inválida hizo viajes similares y peregrinajes en la tierra, a los lugares
santos de Palestina, a las iglesias de Roma, y a los monasterios en la
vecindad. Ella tenía un conocimiento exacto de los lugares por los que había
viajado en espíritu. Un religioso del monasterio de Santa Isabel, conversando
un día con ella, hablando de las celdas, de los salones, del refectorio, etc.,
de su comunidad, diole a él una detallada descripción de su casa, como si ella
estuviera viviendo allí. El Religioso habiendo expresado su sorpresa, le oyó
decir: «Sepa padre, que yo he estado en su monasterio; he visitado las celdas,
he visto a los ángeles guardianes de todos aquellos que las ocupan».
En
uno de los viajes que nuestra Santa hizo al Purgatorio ocurrió lo siguiente: Un
desafortunado pecador, enredado en las corrupciones de éste mundo, fue
finalmente convertido por las oraciones y urgentes exhortaciones de Liduvina,
el hizo una sincera confesión de todos sus pecados y recibió la absolución,
pero tuvo poco tiempo para practicar la penitencia, ya que poco después murió
por causas de la plaga. La Santa ofreció muchas oraciones y sufrimientos por su
alma; y algún tiempo después, habiendo sido transportada por su Ángel al Purgatorio,
ella quiso saber si él estaba todavía allí y en qué estado. «Él está aquí,»
dijo su Ángel, «y está sufriendo mucho. ¿Estarías dispuesta a sufrir algunos
dolores con el fin de disminuir los de él?» «Claro que sí,» dijo ella, «Estoy
lista para sufrir cualquier cosa con tal de ayudarlo.» Instantáneamente, su
Ángel la condujo a un lugar de espantosas torturas. « ¿Es esto el infierno
hermano mío?» preguntó la Santa dama sobrecogida de horror. «No, hermana», le
contestó el Ángel, «pero esta parte del Purgatorio está en el límite con el
Infierno». Mirando hacia todos lados, vio ella lo que se asemejaba a una
inmensa prisión, rodeada con murallas de una prodigiosa altura, cuya oscuridad,
junto con las monstruosas piedras, la llenaron de horror. Acercándose a este
gigantesco enclaustramiento, ella oyó un ruido confuso de lamentos, gritos de
furia, cadenas, instrumentos de tortura, golpes violentos que los verdugos
descargaban contra sus víctimas. Este ruido era tal que todo el tumulto del
mundo, en tempestad o batalla, no podría tener comparación con él. « ¿Que es
entonces este horrible lugar?» pregunto Santa Liduvina a su buen Ángel. «
¿Deseas que te lo muestre?» «No, te lo suplico», dijo sobrecogida de terror,
«el ruido que oigo es tan aterrador que no puedo seguir escuchándolo; ¿Cómo
puedo, entonces, soportar la vista de esos horrores?» Continuando con su
misteriosa ruta, ella vio un Ángel sentado tristemente en las paredes de un
pozo. « ¿Quién es ese Ángel?» le preguntó a su guía. «Es», dijo él, «el Ángel
guardián del pecador en cuya suerte estas interesada. Su alma está dentro de
ese pozo, donde tiene un Purgatorio especial». Tras estas palabras, Liduvina
miró inquisitivamente a su Ángel; ella deseaba ver esa alma que le era tan
querida, y tratar de librarlo de tan espantoso hoyo. El Ángel que comprendió su
deseo, descubrió el pozo, y una nube de llamas, junto con los más lastimeros
lamentos brotaron de él. « ¿Reconoces esa voz?» le pregunto el Ángel a ella. «
¡Ay! Sí», contestó la sierva de Dios. « ¿Deseas ver esta alma?» continuó él. Al
oír su respuesta afirmativa, el Ángel le llamó por su nombre; e inmediatamente
nuestra virgen vio aparecer en la boca del foso un espíritu envuelto todo en
llamas, que parecía un metal incandescente al rojo vivo, y quien al verla le
dijo en una voz escasamente perceptible, « ¡Oh Liduvina, sierva de Dios! ¿Quién
me ayudará para contemplar la cara del Altísimo? “La visión de ésta alma, presa
del más terrible tormento de fuego, le causó tal conmoción a nuestra Santa que
el cinturón que ella usaba alrededor del cuerpo se rasgó en dos; y siéndole
imposible seguir viéndole en tal estado, despertó repentinamente de su éxtasis.
Las personas presentes, percibiendo su temor, le preguntaron su causa. « ¡Ay!»
replicó ella « ¡Que tan espantosas son las prisiones del Purgatorio! Fue para
ayudar a las almas que yo consentí descender allá. Sin este fin, aunque me
fuere dado todo el mundo, no pasaría otra vez por el terror que tan horrible
espectáculo me causó. Algunos días después, el mismo Ángel que ella había visto
tan desolado, se le apareció con una actitud feliz, le dijo que el alma de su
protegido había abandonado el pozo y había pasado al Purgatorio ordinario. Éste
alivio parcial no satisfizo a Liduvina, continuó rezando por el pobre paciente,
aplicando a él los méritos de sus sufrimientos, hasta que pudo ver que las
puertas del Cielo se abrieron para él.
SANTA GERTRUDIS DE HELFTA
(1256-
1301) Santa Gertrudis de Helfta, llamada la grande, nació en Eisleben
(Turingia) en 1256. Entró al monasterio a los 5 años con las monjas
Cistercienses de Helfta (Sajonia). La abadesa Gertrudis de Hackerbon la acogió
de niña porque había quedado huérfana. A los 25 años, en 1281, tiene su primera
manifestación divina. Empezará a escribir en latín por un impulso interior y
escuchando la voz de Jesús que quiere hacer conocer sus escritos. Hacia el 1284
recibe los estigmas invisibles. A los 45 años, poco antes de morir recibe
también el regalo de la herida, o flecha de amor, en el corazón.
Recorrió
en modo maravilloso el camino de la perfección, dedicándose a la oración y
contemplación, empleando su cultura para la redacción de sus textos de fe,
entre ellos el célebre “Exercitia” y el que es tal vez uno de sus libros más
famosos, las “Revelaciones”. Es recordada entre las iniciadoras de la
devoción al Sagrado Corazón, la primera en trazar una teología, pero sin el
tema de las reparaciones que luego será dominante. Ejerció una gran influencia
en su tiempo porque la fama de su Santidad y de sus visiones atraía a muchos
para pedir consejo y consuelo.
Experiencias
con las ánimas:
A Santa Gertrudis se le aparece la santa abadesa Gertrudis en la gloria mientras ella ofrece la misa y ve que el Señor la recibe en su corazón. En estas visiones, Gertrudis ve la conexión entre el Sagrado Corazón, la misa y las almas de los difuntos.
A Santa Gertrudis se le aparece la santa abadesa Gertrudis en la gloria mientras ella ofrece la misa y ve que el Señor la recibe en su corazón. En estas visiones, Gertrudis ve la conexión entre el Sagrado Corazón, la misa y las almas de los difuntos.
Gertrudis
también asiste en la muerte de Matilde, cantora del monasterio, y ve que Jesús
acerca los labios de la agonizante a la herida del Divino Corazón.
Gertrudis
rogaba un día por el hermano F. que había muerto hacía poco y vio su alma con
el aspecto de un sapo repugnante, quemado interiormente en forma horrible y atormentada
de varias penas a causa de sus pecados. Parecía que tenía algo malo debajo de
su brazo y un peso enorme lo obligaba a estar curvado hasta el suelo, sin
poderse enderezar.
Gertrudis
comprendió que aparecía encorvado y con forma de sapo porque durante su vida
religiosa había descuidado elevar su mente a las cosas divinas. Además entendió
que el dolor que llevaba debajo de su brazo era debido al hecho de que había
trabajado con el permiso del Superior para adquirir bienes temporales y había
escondido la ganancia.
Tenía
que pagar por su desobediencia. Gertrudis habiendo recitado los salmos
prescritos por aquella misma alma, preguntó al Señor si tendría alguna ventaja:
“ciertamente respondió Jesús” las almas purgantes vienen y levantan tales
sufragios, incluso también las oraciones breves pero dichas con fervor son de
mucho provecho para ellas.
Santa
Gertrudis fue ferozmente tentada por el demonio cuando estaba por morir. El
espíritu demoníaco nos reserva una peligrosa y sutil tentación para nuestros
últimos minutos. Como no pudo encontrar un asalto lo suficientemente
inteligente para esta Santa, pensó en molestar su beatífica paz sugiriéndole
que iba a pasar larguísimo tiempo en el Purgatorio puesto que había
desperdiciado sus propias indulgencias y sufragios en favor de otras almas.
Pero Nuestro Señor, no contento con enviar Sus Ángeles y las miles de amas que
ella había liberado, fue en Persona para alejar a Satanás y confortar a su
querida Santa. Él le dijo a Santa Gertrudis que a cambio de lo que ella había
hecho por las ánimas benditas, la llevaría directo al Cielo y multiplicaría
cientos de veces todos sus méritos.
Murió
una monja del Orden de Cistel, moza de poca edad, llamada Getrudis. Tenía una
grande amiga, la cual, estando en el coro asistiendo a las horas, vio entrar la
muerta y ponerse a una parte, muy triste, y la cabeza, baja. La otra, que la vio
y conoció, alborotóse mucho, e hizo tal sentimiento que la abadesa lo echó de
ver, y acabadas las horas, llamóla y preguntóle la causa de su sentimiento y
alboroto.
Respondió:
-Sabed,
madre señora, que vi entrar a Getrudis y estar en el coro todo el tiempo que se
decía el oficio.
La
abadesa dijo:
-Son
ilusiones del demonio. Si otra vez la vieres, dirásle: « Benedicite», y mira si
te responde.
Hízolo
así la monja; entró la muerta, su amiga, llegó a ella, y díjole: « Benedicite».
Respondió la muerta: « Dominum». Tomó el otro ánimo y preguntóle:
-¿A
qué vienes?
La
muerta respondió:
-A
asistir en el oficio y a satisfacer lo que contigo parlé estando en él, porque
me ha Dios señalado Purgatorio adonde cometí el pecado. Y avísote que si tú no
te enmiendas, que será lo mismo de ti que de mí.
Por
cuatro veces se vio la muerta venir al oficio y asistir en él, siendo su amiga
la que la veía, y porque hacía tal sentimiento que todo el coro se turbaba, en
especial sabiéndose ya la causa, la abadesa hizo celebrar Misas y hacer oración
por la difunta, y no fue vista más. Lo dicho es de Cesario.
Santa
Gertrudis amaba, por las excelentes cualidades de que estaba en abundancia
dotada, a una jovencita que al Señor plugo llamarla a Sí en la flor de su vida.
Ocurrió, pues, que mientras, después de su tránsito, la Santa la recomendaba
con gran fervor a Dios, arrebatada en espíritu, la vio que estaba en la
presencia del Salvador, adornada con preciosas vestiduras y radiante de luz,
pero con rostro triste y medrosa de presentarse a su divino Esposo Jesús.
Maravillada la Santa, primeramente se dirigió suplicante al Redentor, rogándole
se dignara invitar dulcemente a aquella su amada jovencita, a fin de que
avanzara confiada hacia Él. El amoroso Redentor volvió benigno su mirada a la humilde
doncellita, haciéndole señal de que se aproximara a Él; pero ella, en lugar de
acercarse más, más avergonzada todavía, humildemente se alejaba. Entonces
Gertrudis, dirigiéndose a ella: “¿Es ésa la manera, le dice, de corresponder a
la gracia del celeste Esposo, o más bien de hacerse indigna de Él?”. A lo que
la prudente virgen respondió: “Perdona, Madre, es que mi estado no me permite
todavía tomar entre mis manos aquella diestra, ni besar aquella mano que me
invita. Estoy, es cierto, confirmada en gracia, como destinada a ser esposa del
Cordero Inmaculado, pero es preciso purgar toda suerte de defectos antes de
unirse en eterno abrazo con Él. Todavía hay en mí algún defectillo que me afea
y ofende su purísima mirada, y hasta que yo no me vea tal cual Él me desea, no
osaré jamás entrar en aquel celestial gozo, que no sufre mancha de
imperfección”. ¿Y podremos nosotros esperar obtenerlo si no nos enmendamos
perfectamente de nuestras culpas? Pero ¿cuándo lo haremos? El tiempo vuela
rápidamente, y si nuestros días pasan, no lo haremos, no lo podremos hacer
jamás.
Un
día, Santa Gertrudis, habiéndose puesto en oración suplicando por el eterno
descanso de un alma por la que ella particularmente se interesaba, el Señor le
hizo oír estas palabras: “Yo experimento un placer especial cuando se me
dirigen oraciones por los difuntos, sobre todo cuando veo que la compasión
natural va unida con la buena voluntad que la hace meritoria. ¡Oh, entonces
ambas cosas juntas concurren admirablemente para dar a esta buena obra la
plenitud y perfección de que es capaz! Las oraciones de los fieles descienden
cada instante sobre las pobrecitas almas cual lluvia benéfica, cual bálsamo
saludable que no solamente endulza y calma sus dolores, sino que con el tiempo
líbralas también de aquella cárcel más o menos rápidamente, según sea el fervor
y devoción con que sean hechas”. En otra ocasión, suplicando esta misma Santa
al Señor se dignase aceptar las súplicas que le dirigía en favor de los
difuntos, recibió esta respuesta: “¿Y cómo podría ser de otro modo? Yo soy como
un príncipe lleno de afecto para con algunos súbditos suyos, a quienes por su
propia autoridad y por justos motivos tiene encerrados en lóbrega cárcel; y no
queriendo hacerles gracia, como podría, en virtud de su poder soberano, para
que su justicia no quedase malparada, no obstante, estaría enteramente
dispuesto a perdonarles y librarlos de la cárcel si algún personaje de su corte
intercediera y suplicase por ellos. Del mismo modo me son altamente agradables
las súplicas que se me hacen en favor de las almas del Purgatorio, y tomo
ocasión de ellas para librarlas de sus penas y llevarlas a la posesión de la
eterna gloria”.
En
cuánto provecho redunde para nosotros, delante de Dios y de las almas del
Purgatorio, este acto heroico de caridad, vémoslo confirmado por el siguiente
hecho, referido por Dionisio Cartujano. Una doncella, llamada Gertrudis,
educada en la escuela de la caridad, había acostumbrado, desde sus más tiernos
años, ofrecer en sufragio de las almas del Purgatorio la satisfacción de todas
las buenas obras que hacía. Era tan del agrado del Purgatorio y del Cielo tan
devota práctica, que con frecuencia complacíase el Señor en indicarle las almas
más necesitadas a las cuales convenía la aplicase; y aquellas mismas almas que
por su mediación eran liberadas de aquellas penas aparecíansele gloriosas para
darle más gracias y prometerle su correspondencia desde el cielo. Había
empleado siempre su vida en este santo ejercicio, y llena de santa confianza
acercábase a la muerte cuando el enemigo infernal trató de perturbarla,
acometiéndola con el pensamiento de haber ella liberado en su vida muchas almas
del Purgatorio para ir ella ahora a ocupar su lugar y sufrir por ellas,
hallándose despojada del mérito de todas sus buenas obras. “¡Cuán necia y
presuntuosa fuiste, le decía, al despojarte de tantos merecimientos para
cederlos en provecho de otros! Pronto te arrepentirás, cuando te veas acometida
y rodeada de los más crueles suplicios, riéndome yo entretanto de tus padecimientos.
¿Qué necesidad tenías tú de prodigar de ese modo tus méritos en beneficio de
quien era para ti un extraño? El orgullo fue el que te cegó; mas, ¡bien caro lo
pagarás!”. Ante tales insinuaciones, aquella alma piadosa, gimiendo y desolada,
lamentábase diciendo: “¡Ay, infeliz de mí, infeliz de mí! ¡Dentro de breves
instantes iré a dar cuenta a Dios de todas mis acciones, sin haberme reservado
ninguna buena para mí! ¡Oh, qué terrible Purgatorio me espera, sin esperanza de
alivio ni consuelo!”. Pero el Señor, no queriendo que pasara tanta angustia su
fiel sierva, apareciéndosele lleno de majestad y de dulzura, le dice: “¿Por qué
estás tan desolada, hija mía? Has de saber que tu caridad me ha sido tan grata,
que desde este momento Yo te perdono todas las penas que te estaban reservadas,
y como Yo he prometido recompensar con el ciento por uno a los que se olvidaran
de sí mismos por amor de sus hermanos, así con el ciento por uno aumentaré tu
recompensa en el cielo. Sepas que todas las almas salvadas por ti vendrán en
breve a tu encuentro para acompañarte e introducirte en la celestial
Jerusalén”. Ante tan consoladora seguridad la piadosa doncella sintió disiparse
toda tristeza, y referido lo acaecido a los circunstantes, con la sonrisa de
los predestinados en los labios, fue a recibir la recompensa de su caridad
heroica. Enfervorícese también nuestro deseo de procurar ayuda a las benditas
almas, pues espléndida será la celestial recompensa.
Fuentes: P. Ángel Peña O.A.R. “Más allá de la Muerte” Capítulo 4: Los
santos y el purgatorio,http://www.tenesperanza.org y
otros