Nuestra Señora de
Lourdes
Fuente EWTN
La Historia - Lourdes, Francia
El 11 de febrero de 1858, Bernadette, una niña de catorce años, recogía leña en Massbielle, en las afueras de Lourdes, cuando acercándose a una gruta, una de viento la sorprendió y vio una nube dorada y a una Señora vestida de blanco, con sus pies descalzos cubiertos por dos rosas doradas, que parecían apoyarse sobre las ramas de un rosal, en su cintura tenia una ancha cinta azul, sus manos juntas estaban en posición de oración y llevaba un rosario.
Bernadette al principio se asustó,
pero luego comenzó a rezar el rosario que siempre llevaba consigo, al mismo
tiempo que la niña, la Señora pasaba las cuentas del suyo entre sus dedos, al
finalizar, la Virgen María retrocedió hacia la Gruta y desapareció. Estas
apariciones se repitieron 18 veces, hasta el día 16 de julio.
El 18 de febrero en la
tercera aparición la Virgen le dijo a Bernadette: "Ven aquí durante quince
días seguidos". La niña le prometió hacerlo y la Señora le expresó
"Yo te prometo que serás muy feliz, no en este mundo, sino en el otro".
La noticia de las
apariciones se corrió por toda la comarca, y muchos acudían a la gruta creyendo
en el suceso, otros se burlaban.
En la novena aparición, el
25 de febrero, la Señora mando a Santa Bernadette a beber y lavarse los pies en
el agua de una fuente, señalándole el fondo de la gruta. La niña no la
encontró, pero obedeció la solicitud de la Virgen, y escarbó en el suelo,
produciéndose el primer brote del milagroso manantial de Lourdes.
En las apariciones, la
Señora exhortó a la niña a rogar por los pecadores, manifestó el deseo de que
en el lugar sea erigida una capilla y mando a Bernadette a besar la tierra,
como acto de penitencia para ella y para otros, el pueblo presente en el lugar
también la imito y hasta el día de hoy, esta práctica continúa.
El 25 de marzo, a pedido
del párroco del lugar, la niña pregunta a la Señora ¿Quien eres?, y ella le
responde: "Yo soy la Inmaculada Concepción".
Luego Bernadette fue a
contarle al sacerdote, y él quedo asombrado, pues era casi imposible que una
jovencita analfabeta pudiese saber sobre el dogma de la Inmaculada Concepción,
declarado por el Papa Pío IX en 1854.
En la aparición del día 5
de abril, la niña permanece en éxtasis, sin quemarse por la vela que se consume
entre sus manos.
El 16 de julio de 1858, la
Virgen María aparece por última vez y se despide de Bernadette.
En el lugar se comenzó a
construirse un Santuario, el Papa Pío IX le dio el título de Basílica en 1874.
Las apariciones fueron declaradas auténticas el 18 de Enero 1862.
Lourdes es uno de los
lugares de mayor peregrinaje en el mundo, millones de personas acuden cada año
y muchísimos enfermos han sido sanados en sus aguas milagrosas. La fiesta de
Nuestra Señora de Lourdes se celebra el día de su primera aparición, el 11 de
febrero.
El mensaje de la Virgen
El Mensaje que la Santísima
Virgen dio en Lourdes, Francia, en 1858, puede resumirse en los siguientes
puntos:
1-Es un agradecimiento del
cielo por la definición del dogma de la Inmaculada Concepción, que se había declarado
cuatro años antes (1854), al mismo tiempo que así se presenta Ella misma como
Madre y modelo de pureza para el mundo que está necesitado de esta virtud.
2-Es una exaltación a la
virtudes de la pobreza y humildad aceptadas cristianamente, al escoger a
Bernardita como instrumento de su mensaje.
3-Un mensaje importantísimo
en Lourdes es el de la Cruz. La Santísima Virgen le repite que lo importante es
ser feliz en la otra vida, aunque para ello sea preciso aceptar la cruz.
4-Importancia de la oración,
del rosario, de la penitencia y humildad (besando el suelo como señal de ello);
también, un mensaje de misericordia infinita para los pecadores y del cuidado
de los enfermos
Santa Bernardette
Santa Bernadette Soubirous:
nació el 7 de enero, de 1844, en el pueblo de Lourdes, Francia. Su nombre era
Marie Bernard, pero la llamaban Bernadette. Su salud era precaria, desde niña
fue asmática, tiempo después de las apariciones, fue admitida en la Comunidad
de Hijas de la Caridad de Nevers. En julio de 1866 comenzó su noviciado y el 22
de septiembre de 1878 pronunció sus votos, falleció unos meses después, el día
16 de Abril de 1879.
La vida de Bernadette,
después de las apariciones estuvo llena de enfermedades y humillaciones,
soporto muchos dolores, tenía tuberculosis, un tumor en la rodilla, problemas
en los oídos.
En los primeros años con
las monjas, la Santa jovencita sufrió mucho, no solo por su mala salud, sino
también a causa que la Madre superiora del lugar que no creía en sus
enfermedades, inclusive decía que cojeaba de su pierna para llamar la atención.
Como religiosa se dedicó a
ser asistente de enfermería y más tarde cuando ya estuvo muy mal de salud, fue
sacristán.
Antes de morir dijo:
"Ruega Señora por esta pobre pecadora".
Santa Bernardita Incorrupta30 años más tarde,
su cadáver fue exhumado, y hallado en perfecto estado de conservación, unos
años después, poco antes de su Beatificación, efectuada el 12 de Junio de 1925,
se realizó un segundo reconocimiento del cuerpo, el cual seguía intacto.
Bernadette fue Canonizada
el 8 de Diciembre de 1933. Su cuerpo incorrupto todavía puede verse en el
Convento de Nevers, dentro de un féretro de cristal. La festividad de la Santa
se celebra el 16 de Abril.
La Piedad de Bernardette vence las pruebas
Dos virtudes resaltaban en
Bernardette: la piedad y la modestia. Para ser piadoso no es necesario ser
sabio. Aún cuando se hizo religiosa, ella misma decía que no sabía cómo orar y
sin embargo pasaba largas horas en oración. Y su oración no era mecánica, sino
que le hablaba a Dios y a la Virgen como se habla con una persona cara a cara.
Era pues una oración del corazón, intensa, honesta y eficaz.
Amaba la oración. Ella
sabía muy bien como rezar el Santo Rosario el cual siempre llevaba en su
bolsillo. Lo tenía en sus manos cuando se le apareció la Virgen. Su primer
gesto en momentos de cualquier prueba o dificultad era siempre tomar su rosario
y empezar a recitarlo.
La pequeña escogida por la
Virgen tendría mucho que sufrir hasta el día de su muerte, tanto sufrimientos
morales como físicos; pero nunca debemos olvidar que Dios guía a esta pequeña
niña y que ella era responde con humildad, abandono, fe y coraje. Bernardette
poseía además virtudes que serían criticadas durante toda su vida como "defectos".
Por este error de la gente se puso en duda también la autenticidad de las
apariciones.
Esta niña de solo 14 años
(cumplidos en Enero 7 1858), tuvo que ser sabia, firme, extraordinariamente
valiente y saber discernir, para poder enfrentarse con las personas que
trataban de disuadirla, entre ellas sacerdotes, obispos, jefes de la policía,
procuradores, etc.
Para tener una idea de la
fortaleza interior y la capacidad de su juicio, podemos ver algunas de las
frases que dijo durante los interrogatorios a los que tuvo que someterse.
Después de que el Procurador Imperial, el señor Dutor, hizo quedarse de pie por
mucho tiempo a Bernardette y a su mamá, al fin les dijo condescendientemente:
-"Ahí hay sillas.
Pueden sentarse"
Bernardette respondió:
"No. Pudiéramos ensuciárselas"
En otra ocasión, cuando le
preguntaron sobre el idioma en que le habló la Virgen, Bernardette dijo:
-"Ella me habló en
dialecto"
-"La Virgen María no
pudo haber hablado en dialecto", le respondieron, "Dios y la Virgen
no hablan dialecto".
A lo que ella respondió:
"¿Cómo podemos saber nosotros dialecto si ellos no lo hablan?"
-"Oh, ¿por qué piensa
que me habló en Francés? ¿Puedo yo hablar en Francés?"
En la doceava aparición
Bernardette le acercó un rosario a la Virgen. Un sacerdote le preguntó después
de la aparición: ¿Así que ahora también bendices rosarios?
Bernardette se rió y dijo:
"Yo no uso una estola, ¿o sí?."
Otro le preguntó: "Así
que Bernardette, ahora que la Virgen te ha prometido que irás al cielo, no
necesitas preocuparte del cuidado de tu alma".
Bernardette: "Pero
Padre, yo solo iré al cielo si me porto correctamente"
Sus interrogatorios serían
de largas horas, algunas veces días enteros; y sus interrogadores trataban de
engañarla para que contradijera sus declaraciones. Pero ella se mantenía
alerta, en guardia, sabiendo que ellos no querían la verdad, sino probar que lo
había inventado todo.
Bernardette tuvo que
enfrentarse frecuentemente con el párroco de Lourdes, Abbé Peyramale, quién
tenía fama por su mal genio. Sin embargo todas las veces que nuestra santa fue
a verlo, a pesar del temor que sentía, nunca se echó atrás, sino que siempre
vencía su natural miedo. Su voluntad de cumplir con lo que la Virgen le había
encargado podía mucho más que el mal genio del sacerdote.
Y así vemos como
Bernardette cumple los deseos de la Virgen a pesar de grandes obstáculos y de
sus propias flaquezas. Al final, en el último día de las apariciones, el 25 de
marzo de 1858, la Virgen revela su identidad dándole a Bernardette la prueba
que tanto pedía su párroco para creerle.
Las palabras de la Virgen,
"Yo Soy la Inmaculada Concepción" , fueron las que derrumbaron de una
vez por todas el muro de la incredulidad en el corazón de párroco, quién se
convirtió desde ese momento en su más grande defensor y apoyo, usando su mismo
temperamento contra los que atacaban a la niña.
A diferencia de otras
apariciones, como La Salette, Pointman, Fátima, Knock, Beuraing, exceptuando la
Medalla Milagrosa; Bernardette era la única vidente. No tenía otros que
corroborasen el testimonio y le sirviesen de apoyo. Su única fuente de
fortaleza era la misma Virgen Santísima. Pero esta era suficiente para ella.
Llegaría un tiempo donde
sus cualidades, su fuerza interior, su rapidez al contestar, todas usadas para
defender las Apariciones de la Virgen, se usarían en su contra. Aquellos que la
apoyaban sabían entender sus grandes virtudes, pero para los que la criticaban
eran sus grandes defectos. A su fortaleza interna le llamaban terquedad; a su
rapidez en responder le llamaban insolencia. Una vez en el Convento de San
Gildard, en Nevers, cuando fue acusada de tener amor propio, ella dibujó un círculo
y puso la marca del dedo en el centro del mismo y dijo: "Que el que no
tenga amor propio ponga su dedo aquí" (indicando la marca del centro).
Las apariciones fueron para
Bernardette un regalo inmerecido, un regalo que en sí mismo no la hizo santa.
Era un regalo para el mundo, pero que al mismo tiempo por su admirable
correspondía a la gracia, la llevaría a la santidad.
Hemos de tener claro que
Santa Bernardita no fue canonizada por haber visto a la Virgen Santísima, sino
por haber subido por la escalera de la santidad a través de enormes pruebas y
cruces. Para ser santo no es necesario haber tenido grandes experiencias
místicas. Es suficiente tener estas dos cosas: humildad y amor. Es en la asidua
oración y en la vida de virtud que el amor se expresa a sí mismo.
Después de las apariciones
La humilde jovencita
escogida para tan gran misión, permaneció después de las apariciones como era
antes, es decir la Virgen se encargó de conservarla sencilla, humilde y
modesta. No le gustaban el bullicio ni la popularidad.
Pasaba como una más,
excepto por sus virtudes, por su inocencia, su candor y rectitud en su obrar.
Hizo su primera comunión el mismo año 1858, el 3 de junio, día de Corpus
Christi. Nada espectacular sucedió excepto que ella había piadosamente recibido
a Jesús.
Dios seguía visitándola, no
con brillantes apariciones, sino por la prueba amarga de los sufrimientos: de
la incomprensión, burla, casi siempre estaba enferma, soportaba dolores de toda
clase, recogida y resignada con paciencia. Sufría de asma crónica,
tuberculosis, vómitos de sangre, aneurisma, gastralgia, tumor de una rodilla,
caries en los huesos, abscesos en los oídos que le ocasionaron sordera, que
esta se le quito hasta un poco antes de su muerte.
La Virgen le dijo a Bernardette:
"No te prometo hacerte feliz en este mundo, sino en el próximo". Y
estas palabras de la Virgen se cumplieron plenamente en nuestra santa. Mucho
tuvo que sufrir durante su vida hasta su muerte a los 35 años. La salud de
Bernardette era muy delicada, muchas veces tenía que estar en cama con fiebre;
tenía días bien críticos con ataques de asma que muchas veces eran bien
dolorosos.
Muchos encontraban cura en
la fuente de Lourdes, pero no Bernardette. Un día le preguntaron: "¿No
tomas del agua de la fuente?. Estas aguas han curado a otros, ¿por qué no a
ti?. Esta pregunta insidiosa pudo haberse convertido en una tentación para
Bernardette en no creer en la aparición, pero ella no se turbó. Le respondió:
"La Virgen Santísima
quizás desea que yo sufra. Lo necesito"
¿Por qué tu más que otros?
-"El buen Dios solo lo
sabe".
¿Regresas algunas veces a
la gruta?
- "Cuando el Párroco
me lo permite".
¿Por qué no te lo permite
todo el tiempo?
-"Porque todos me seguirían".
Antes habías ido aún cuando
se te había prohibido.
- "eso fue porque fui
presionada."
La Virgen Santísima te dijo
que serías feliz en el otro mundo, así que estas segura de ir al cielo.
- "Oh no, eso será
solo si obro bien".
¿Y no te dijo Ella que
hacer para ir al cielo?
-"Nosotros lo sabemos
muy bien; no es necesario que yo lo diga".
Últimos años en Lourdes
Bernardette no podía
recibir en su casa el cuidado que ella necesitaba para su frágil salud y el
gran número de visitantes curiosos le causaban fatiga. Viendo esta necesidad,
Abbé Peyramale pidió a la Superiora del Hospicio de Lourdes que acogiera a la
niña. Le dijo:
"Es con ustedes que la
niña debe estar. Ustedes pueden darle el cuidado que ella necesita en todos los
aspectos".
En el año 1860, las
Hermanas de la Caridad de Nevers, que servían el hospital y la escuela, le
ofrecieron un asilo titular. Desde aquel día permaneció bajo su techo, con su
salud delicada, pero con su consigna de siempre: no llamar la atención de
nadie. Aún cuando sus padres ya se habían mudado de la cárcel y vivían en un
molino, le dieron permiso sin dificultades de permanecer con las hermanas. Su
madre lloró por su partida pero sabía que era por el bienestar de la niña.
En el hospicio Bernardette
fue asignada bajo el cuidado de la Hermana Elizabeth, quien le debía enseñar a
leer y escribir mejor. Bernardette tenía 16 años, era julio de 1860. La
superiora le dijo a la Hna. Elizabeth: "se dice que ella no es muy
inteligente, mira a ver si es posible hacer algo con ella".
La Hna. Elizabeth al entrar
en contacto con Bernardette diría: "Encuentro en ella una inteligencia muy
viva, un candor perfecto y un corazón exquisito". Ella diría a la madre
superiora: "Mi querida Madre, la han engañado. Bernardette es muy
inteligente y asimila muy bien la doctrina que se le da."
Sin ser brillante,
Bernardette adquirió gran cantidad de conocimiento elemental. En su tiempo en
el hospicio, permaneció siendo una niña de su edad. Era recta, sincera, piadosa
pero traviesa, muy vivaz, a quien le encantaba reír, jugar y bromear. Muchas
veces la ponían a cuidar niños más pequeños, como era la costumbre en las
escuelas elementales y Bernardette se mostraba tan joven y juguetona como la
más pequeña niña.
Uno de los niños diría mas
tarde:
"Bernardette era tan
simple. Cuando le pedían que nos cuidara, lo hacía de una manera tal, que
parecía otra niña jugando con nosotros, que no nos hacía pensar tanto en su
aventura milagrosa. Criados con este pensamiento de que nuestra compañera había
visto a la Virgen, lo considerábamos tan natural como un niño de hoy día que ha
visto al presidente de la república".
Bernardette era
completamente natural en su comportamiento diario, sin embargo era muy seria
tocante a su vida cristiana.
Al crecer, Bernardette tuvo
como toda joven, sus momentos de vanidad, queriendo estar arreglada y lucir
bien. Pero todas estas vanidades pasaron por ella rápidamente y sin dejar
ningún rastro en su corazón.
Decía la Hna. Victorina:
"La fiebre pasó rápidamente y no dañó su profunda piedad".
La comunidad contaba con
las oraciones de Bernardette. Un día una religiosa, la Madre Alejandrina,
sufrió una torcedura y el médico le mandó a tener reposo. Pero ella era muy
activa y le pidió a Bernardette que le pidiera a la Virgen que la curara.
Bernardette inmediatamente fue a rezar ante la estatua de la Virgen en la
capilla. Oró con todo su corazón. ¿Qué pasó?... no sabemos nada más que al otro
día el doctor encontró a la Madre Alejandrina ocupada en su trabajo, como si
nada hubiese pasado.
La vocación religiosa
La Virgen Santísima le dio
una gracia especial al llamarla a la vida religiosa. Parece que nunca
Bernardette consideró en serio el matrimonio. A los 19 o 20 años, en 1863, la
vocación de ser religiosa se le presentó claramente. Había considerado
vagamente ser carmelita, pero no fue difícil hacerle comprender que su salud
era muy delicada para enfrentar los rigores del Carmelo.
Fue el Obispo Forcade de
Nevers, que tenía en su diócesis la Casa Madre de las Hermanas de la Caridad
del hospicio y la escuela de Lourdes, quien contribuyó definitivamente en su
orientación. El le preguntó cuáles eran sus intenciones para el futuro y ella
le respondió: "Señor Obispo, todo lo que pido es quedarme en esta casa
como una sierva"
Pero hija mía, ¿no has
pensado en llegar a ser una religiosa como las hermanas a las que tan apegada
estás?.
- "Oh, Señor Obispo,
nunca he creído que esto pudiese ser para una ignorante y pobre niña como yo.
Usted sabe bien que soy pobre y no tendría la dote necesaria".
No es la pobreza lo que
debe detenerte. Se puede hacer una excepción a la regla y recibir a una joven
sin dote, si ella tiene signos claros de vocación".
- "Señor Obispo, sus
palabras me han tocado profundamente, le prometo que pensaré en ellas" .
Bernardette comprendía que
una decisión como esta no se hace sin consideración y reflexión. El Obispo
estaba muy complacido con su prudencia y le recomendó que se tomara su tiempo e
hiciera su decisión con completa libertad y sin apresuramiento.
En Agosto de 1864,
Bernardette dijo a la Madre Superiora del Hospicio:
"Madre mía, he orado
mucho para saber si estoy llamada a la vida religiosa. Creo que la respuesta es
"sí". Yo quisiera entrar en su congregación si soy aceptada.
Permítame pedirle que le escriba al Obispo".
En respuesta la superiora
abrazó a Bernardette y sus lágrimas de gozo fueron su afectuosa respuesta.
Habiendo hecho su elección,
más ataques de enfermedad y la necesidad de tratar varios remedios retardaron
la puesta en práctica de su promesa.
En 1866 escribió:
"Estoy mas presionada que nunca a dejar el mundo. Ahora he decidido
definitivamente y espero dejarlo pronto".
Por fin llegó el gran día a
comienzos de Julio de 1866, tenía 22 años de edad. Por última vez fue a la
amada gruta donde su despedida fue de todo corazón. "¿Ven la gruta?, era
mi cielo en la tierra". Al día siguiente se despidió de su familia y en
Julio 4 1866, Bernardette dejó su pueblo natal para nunca más volver.
Antes de partir improvisa
una oración tomando como pauta el Magnificat: acción de gracias por la pobreza
de su esclava. Se dirige directamente a María: "Si, Madre querida, tu te
has abajado hasta la tierra para aparecerte a una débil niña..Tu, reina del
cielo y la tierra, has querido servirte de lo que había de mas humilde según el
mundo".
La religiosa, la Santa
Se va para comenzar su
noviciado. Llegaron al convento de las Hermanas de la Caridad de Nevers, el 7
de julio de 1866 en la noche. El domingo Bernardette tuvo un ataque de
nostalgia que le llevó a estar llorando todo el día. La animaban diciéndole que este era un buen
signo ya que su vida religiosa debía empezar con sacrificio. En los anales de
la Casa Madre se lee:
"Bernardette es en
realidad todo lo que de ella hemos oído, humilde en su triunfo sobrenatural;
simple y modesta a pesar de que todo se le ha unido para elevarla. Ella ríe y
es dulcemente feliz aunque la enfermedad se la está comiendo. Este es el sello
de la santidad, sufrimiento unido a gozo celestial."
Hermana María Bernarda
Ni la superiora, la hermana
Josefina Imbert, ni la maestra de novicias Madre María Teresa Vausou, entendían
el tesoro que se les había confiado. Sí, admitían que la Virgen se le apareció,
pero la veían tan "ordinaria", que tenían dificultad en ver santidad
en ella. Su idea de santidad aparentemente era diferente a la de la Iglesia.
En el proceso diocesano de
Beatificación, el Reverendo P. Peach, profesor de teología dogmática en el
seminario de Moulins, les dijo a sus estudiantes:
"El testimonio llegó a
esto, que Bernardette era muy ordinaria. Pero cuando se les preguntó si ella
era fiel a las reglas, si tenía que ser corregida por desobediencia o en
referencia a la pobreza y castidad, todas se apresuraron a decir: "Oh no,
nada de eso".
¿Por qué sus superioras la juzgaban
tan mal?; solo se puede encontrar respuesta en que era parte de la Providencia
Divina para la santificación de Bernardette. De manera particular la Maestra de
Novicias, Madre María Teresa Vauzou, quién fue la causante de muchos
sufrimientos espirituales de Bernardette durante los 13 años que vivió en el
convento. La Madre María, quien era estimada por su ojo agudo y su penetración
psicológica, nunca fue capaz de leer en esta alma límpida su íntima unión con
Dios, ni tampoco su total abandono a los deseos de su divina voluntad, la cual
formaba su vida interior.
Bernardette, sin haber
estudiado sobre la formas de oración, pasaba horas en ella, recitando su
rosario con gran fervor. Vivía en unión perpetua con la Virgen Santísima y a
través de Ella con Jesucristo.
"Bernardette estaba
totalmente perdida en Dios".
Al recibir el hábito de
postulante, recibió su nombre de religiosa el cual sería su mismo nombre
bautismal, Sor María Bernarda.
Profesión anticipada
Tres semanas después de
haber recibido el hábito, Bernardette enfermó de gravedad con un nuevo ataque
de tuberculosis y tuvo que ser puesta en la enfermería.
Esta crisis de sofocación
asmática y de tos fue tan seria que el médico pensaba que su muerte era
inminente.
La Madre Superiora llamó al
Obispo y este le administró el Sacramento de Extrema Unción, pero ella no pudo
recibir el Viático porque constantemente estaba vomitando sangre. Pensando que
Bernardette estaba a punto de morir, la Madre Superiora quiso darle el consuelo
de pronunciar sus votos. Habló con el Obispo, y la comunidad dio su aprobación
unánime.
Sabiendo lo que iban a
hacer, Bernardette respondió con una sonrisa de agradecimiento. Fue el Obispo
Forcade quien presidió la ceremonia. Bernardette dio su consentimiento por
medio de signos ya que no podía hablar. Entonces le fue dado el velo de
profesa. Se pensaba que estaba a punto de morir, pero Bernardette siempre ponía
su salud en las manos de la Virgen.
La nueva religiosa se
durmió y se despertó a la mañana siguiente en un estado de felicidad que ella
declaró a su Superiora:
"Mi Reverenda Madre,
usted me hizo hacer la profesión religiosa porque pensaba que iba a morir.
Bueno, mire no voy a morir" .
La Madre Superiora entonces
le respondió: "Tonta, tú sabías que no ibas a morir y no nos lo dijiste.
En este caso, si no has muerto para mañana en la mañana, te quitaré el
velo".
Y la hermana María
Bernarda, con admirable sumisión heroica, le respondió simplemente:
"Como usted desee,
reverenda Madre".
Y a pesar del dolor que
esto le causaba, supo aceptar este cáliz que el Señor le enviaba.
Su madre murió en Diciembre
8, 1866, tenía 45 años y esta fue una de las tristezas más grandes que
experimentó. En medio de su dolor dijo al Señor:
"¡Mi Dios, tú lo has
querido! Yo acepto el cáliz que me das. Que tu Nombre sea bendito".
Durante su noviciado,
Bernardette fue tratada más severamente y quizás más cruelmente que las otras
novicias. Sus compañeras decían: "No es bueno ser Bernardette". Pero
ella lo aceptaba todo y veía en ello la mano de Dios.
Bernardette profesó el 30
de octubre de 1867 con el nombre de Sor María Bernarda. Tenía 23 años. Sin
embargo, la felicidad de ese momento fue teñida por una ruda humillación.
Cuando llegó el momento de
distribuir a las nuevas profesas los trabajos, la Madre Superiora respondió a
la pregunta del Obispo: "¿Y la hermana Marie Bernard?, "Oh, Señor
Obispo, no sabemos que hacer. Ella no es buena para nada". Y prosiguió:
"Si desea, Señor Obispo, podemos tratar de usarla ayudando en la
enfermería". A lo cual el Obispo consintió. La hermana Marie Bernard
recibió el dolor de esta humillación en su corazón, pero no protestó, ni lloró,
simplemente aceptó el cáliz.
Otro cáliz que pronto tomaría
fue la muerte de su padre en 1871, 6 años después que su mamá. Supo de la
muerte de su papá, a quien no había visto más desde que dejó Lourdes, pero
sabía que había muerto en la fe.
Una hermana la encontró
llorando a los pies de la estatua de la Virgen y cuando la hermana la iba a
consolar ella le dijo:
"Mi hermana, siempre
ten una gran devoción a la agonía de nuestro Salvador. El sábado en la tarde le
oré a Jesús en agonía por todos aquellos que morirían en ese momento, y fue
precisamente en el mismo momento en que mi padre entró a la eternidad. Que
consuelo para mí el quizás haberle ayudado".
Muchas tribulaciones tuvo
que pasar; humillaciones, grandes y pequeñas se apilaban sobre ella y ella
decía:
"Cuando la emoción es
demasiado fuerte, recuerdo las palabras de nuestro Señor, "Soy Yo, no
tengan miedo". El rechazo y humillaciones de mis Superioras y compañeras
inmediatamente agradezco a nuestro Señor por esta gran gracia. Es el amor de
este Buen Maestro el que hará desaparecer el árbol del orgullo en sus malas
raíces. Mientras más pequeña me hago, más crezco en el Corazón de Jesús."
A Bernardette se le
concedió un gran regalo al comienzo de 1874. Había sido asistente de
enfermería, un trabajo que amaba mucho, pero sus fuerzas se disminuían.
Después de un ataque de
bronquitis en el otoño de 1873, por el cual tuvo que ir al hospital, se
determinó que estaba muy débil para seguir ayudando en la enfermería y se le
dio el trabajo de menos esfuerzo físico en el Convento, el cual era al mismo
tiempo el más importante, y el cual ella amó mucho más que el de ayudante de
enfermería; la nombraron asistente de sacristán.
Su nueva posición le daba
la oportunidad de pasar mucho tiempo en la capilla, cerca del Santísimo
Sacramento. Estaba casi sin supervisión, lo que le permitía hablarle al Señor
en el Tabernáculo, sin que nadie pensara que ella era extraña.
Manejaba todos los
artículos sagrados con gran reverencia. El corporal, los purificadores y las
albas los trataba consciente que Jesús Encarnado los había tocado durante el
Sacrificio de la Eucaristía. Por eso no permitía que nadie le ayudase en este
ministerio.
Pero este regalo no duró
por mucho tiempo ya que su salud constantemente empeoraba. A partir de 1877 no
es más que una inválida. Se le provee cuidado lo más posible y ella obedece
todas las prescripciones.
Pronunció sus votos
perpetuos el 22 de septiembre de 1878, en un tiempo en que se sentía mejor.
Pero no duró mucho. Al siguiente 11 de diciembre, retornó a la enfermería, para
nunca más salir. Sus últimos meses fueron muy difíciles, haciéndole pasar por
la noche oscura del alma. Perdió confianza, la paz del corazón y la certeza del
cielo. Fue tentada al desánimo y desesperación. Pensaba que era indigna de la
salvación. Este fue su cáliz más amargo y su sufrimiento mayor.
También sufría mucho
físicamente. La cama le causó tener la espalda repleta de llagas. Su pierna
tuberculosa se le reventó. Desarrolló abscesos en los oídos, los que la
hicieron prácticamente sorda por un tiempo. Si no hubieran sido tan evidentes
sus síntomas, nadie se hubiese sospechado que estaba enferma. Su actitud tan
serena y gozosa no manifestaba el profundo sufrimiento que padecía. No perdió
su fortaleza y su aceptación.
A una hermana le dijo que
iba a orar para que el Señor le mandara consolación, ella le respondió:
"No, no, no consolación, solo fortaleza y paciencia" .
Bernardette padeció su
pasión durante la Semana Santa de 1879. El día 16 de Abril de 1879 rogó a las
religiosas que la asistían que rezaran el rosario, siguiéndolo ella con gran
fervor. Al acabar un Ave María, sonrió como si se encontrara de nuevo con la Virgen
de la Gruta y murió. Eran las 3:15 PM.
Sus últimas palabras fueron
la conclusión del Ave María: "Santa María, Madre de Dios, ruega por mí
pobre pecadora....pecadora...".
Su cuerpo fue puesto en la
pequeña Capilla Gótica, situada en el centro del jardín del Convento y la que
estaba dedicada a San José. Fue en esta Capilla en la que, después de 30 años,
en Septiembre 22, 1909, reconocieron el cuerpo, en vista al proceso de
Beatificación diocesano. El cuerpo fue hallado en perfecto estado de preservación.
Su piel dura, pero intacta, mantuvo su color. Hubo un segundo reconocimiento en
Abril 18, 1925, poco antes de su Beatificación el 12 de Junio de 1925.
Bernardette fue Canonizada
el 8 de Diciembre de 1933. Y celebramos su fiesta el día en que partió a la
casa del Padre, el 16 de abril.
Lourdes se ha convertido en
el santuario Mariano mas visitado de Europa y el segundo en el mundo, después
del Santuario de la Virgen de Guadalupe en México. Infinidad de enfermos han
sido sanados en las aguas milagrosas de Lourdes, pero el mayor milagro siguen
siendo las muchísimas conversiones del corazón.
Santa Bernardette todavía
se puede observar incorrupta en su capilla en Nevers, dentro de un féretro de
cristal donde parece estar dormida. Su dulzura y paz aun toca los corazones.
HOMILÍA DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II:
Nuestra Señora de Lourdes
Capilla Sixtina. Sábado 10 de febrero de 1979
Dios te salve, María...
Con estas palabras saludamos siempre y en todas partes a la que las oyó por primera vez en Nazaret. Al recibir este saludo, fue llamada por su nombre; así la llamaba su familia y los vecinos que la conocían; con este nombre fue elegida por Dios. El Eterno la llamó por este nombre. ¡María! ¡Myriam!
Sin embargo, cuando Bernardita le preguntó su nombre, no contestó «María», sino «Que soy la Immaculada Councepciou»,
«Yo soy la Inmaculada Concepción». De este modo, se denominó a Sí misma en Lourdes con el hombre que le había dado Dios desde la eternidad; sí, desde toda la eternidad la escogió con este nombre y la destinó a ser la Madre de su Hijo, el Verbo Eterno.
Y, en fin, este nombre de Inmaculada Concepción es mucho más profundo y más importante que el usado por sus padres y la gente conocida, el nombre que Ella oyó en el momento de la Anunciación: "Ave María".
Detengámonos en este saludo. Millones de labios humanos lo repiten cada día en toda clase de lenguas y dialectos, en numerosos lugares del globo. Son millones también los peregrinos que las repiten a lo largo del año entre la gruta de Massabielle y el torrente del Gave. Hoy quiero pronunciar otra vez con todos este "Ave María", haciéndome peregrino con el espíritu y el corazón personalmente en ese lugar. Deseo llamar a la Madre de Dios por el nombre que tenía en la tierra, deseo saludarla con ese saludo que se puede calificar de "histórico" por el hecho de estar vinculado al momento decisivo de la historia de la salvación. Ese momento decisivo es a la vez el de su acto de fe, el de su respuesta de fe: «Bienaventurada Tú porque has creído» (Lc 1, 45).
Sí, María; lo que cuenta es ese día, esa hora, ese momento en que oíste este saludo con tu nombre: ¡Myriam! ¡María! Pues la historia de la salvación está inscrita en el tiempo de los hombres, marcada por horas, días y años. Asimismo esta historia adquiere dimensión de fe en la respuesta que da a Dios vivo el corazón humano. Entre esas respuestas, la que sigue al "Ave María" del Ángel en Nazaret señala la cumbre: «Fiat», «Hágase en mí según tu palabra».
¡Bienaventurada Tú porque has creído!
Es Isabel quien dirige a María esta bendición. No en el momento de la Anunciación, sino unas semanas después, cuando María fue a Ain Karim. Y estas palabras de Isabel, que era la persona más cercana a Ella espiritualmente, provocaron en María una nueva respuesta de fe: Magnificat !
Estamos acostumbrados a las palabras de este cántico. La Iglesia las ha hecho suyas. Siguiendo a la Madre de Dios, las repite para expresar sus alegrías más grandes o sencillamente para dar gracias: «Ha hecho en mí maravillas el Poderoso, cuyo nombre es santo. Su misericordia se derrama de generación en generación... Derribó a los potentados de sus tronos y ensalzó a los humildes. A los hambrientos los llenó de bienes y a los ricos los despidió vacíos...» (Lc 1, 49-50; 52-53).
Oímos muchas veces estas palabras. ¡Las repetimos tantas veces! Detengámonos un día, una vez, al menos (¿por qué no hoy?) ante esta admirable transparencia del Corazón de María; en Ella y a través de Ella habla Dios. Habla a un nivel que trasciende las palabras cotidianas del hombre y, quizá, hasta las mismas palabras que utilizaba Myriam, la joven de Nazaret, pariente de Isabel y Zacarías, desde hacía poco prometida de José. En realidad, ¿no es María como la Esposa del Espíritu Santo?
Es precisamente el Espíritu quien da tal transparencia a su Corazón —corazón humilde y sencillo de una niña de Nazaret— gracias «a lo que había prometido a Abraham y a su descendencia para siempre» (Lc 1, 55). Dios está presente también misteriosamente en toda la historia de los hombres, de las generaciones que se suceden, de los pueblos, capaz de suscitar de modo maravilloso transparencia, esperanza, llamada a la santidad, purificación, conversión. En este sentido está presente en la historia de los humildes... y de los poderosos; sí, en la historia de los hambrientos, oprimidos, marginados. que se saben amados por El, y con El recobran fuerzas, dignidad, esperanza; y también en la historia de los ricos, de los opresores, de los hombres hartos de todo, que no escapan al juicio de Dios y están invitados también ellos a la humildad y a la justicia, a compartir los bienes, para entrar en su Reino. Dios está presente en la historia de los responsables y de las víctimas de la civilización del consumo que se va difundiendo; quiere liberar al hombre de la esclavitud de las cosas y llevarlo a retornar incesantemente al camino del amor a las personas —a Dios y a los hermanos— con espíritu de pureza, pobreza y sencillez.
Estas admirables palabras del Magnificat, quiero meditarlas hoy con los que toman parte en este sacrificio eucarístico, con los peregrinos de Lourdes, con toda la Iglesia.
Hoy se preguntan algunos sobre la misión de la Iglesia. Pero la Iglesia de nuestro tiempo, ¿acaso no puede entrever la verdad de su misión en estas palabras de María? ¿Es que éstas no contienen lo que podemos, queremos y debemos anunciar, proclamar y realizar en el vasto campo donde se entrelazan la "evangelización" y la "promoción humana", donde la primera reclama la segunda? ¿Acaso el Magnificat no nos da respuesta a la pregunta sobre el progreso y la promoción que se pretenden, y no nos da a conocer asimismo qué significa "evangelizar", anunciar la Buena Nueva a los hombres de hoy? Pues este "hoy", con sus miserias y sus signos de esperanza, constituye en todos los países un reto a la misión "profética" de la Iglesia y a su misión "maternal" al mismo tiempo. Se trata de abrir los corazones y mentalidades a Cristo, al Evangelio, a su escala de valores, para contribuir a la elevación de todo el hombre y todos los hombres, establecer un mundo menos indigno del hombre y del designio de Dios sobre él y, al mismo tiempo, preparar el Reino de los cielos.