Las Revelaciones Privadas
Últimos mensajes de
Nuestro Señor Jesús Cristo y de la Santísima Virgen:
Revelaciones
Marianas
“No
extingáis el Espíritu;
no
despreciéis las profecías;
examinadlo
todo y quedaos con lo bueno”
(1
Tes 5,19-21).
1. Revelación «pública» y revelación
«privada»
La Revelación (del latín revelare= quitar el velo, manifestar una cosa
oculta), en sentido estricto, es el acto sobrenatural por el que Dios comunica
al hombre, bien inmediatamente (por Sí mismo) o mediatamente (a través de un
intermediario divinamente autorizado) sus enseñanzas y sus quereres.
La Teología católica ha hecho siempre una clara distinción entre
Revelación pública y la Revelación privada.
. La Revelación pública es la que se
dirige a toda la Humanidad como parte de la fe universal.
Tuvo su inicio con el amanecer de la humanidad en nuestros Primeros
Padres. En efecto, Dios —como ha enseñado el Concilio Vaticano II—
«queriendo abrir el camino de la salvación sobrenatural, se manifestó desde el
principio a Sí mismo a los Progenitores. Tras su caída, los reanimó con la
promesa de la Redención en la esperanza de la salvación (Cfr. Génesis 3,15) y
tuvo constante cuidado del género humano. Después de haber Dios hablado
reiteradamente y de múltiples modos por medio de los Profetas, al fin…
nos habló por medio de su Hijo (Hebreos 1,1-2). Mandó, en efecto, a su
Hijo, esto es, al Verbo eterno que iluminó a todos los hombres a fin de que
morase entre ellos y les explicase los secretos de Dios… Él (Cristo) llena y
completa la revelación, corroborándola con el testimonio divino puesto que Dios
está con nosotros para librarnos de las tinieblas del pecado y de la muerte y
resucitarnos a la vida eterna. La economía cristiana, por tanto, en cuanto que
es alianza nueva y definitiva, no cesará jamás, no siendo de esperar
que se produzca ninguna otra revelación pública antes de la
manifestación gloriosa de nuestro Señor Jesucristo» (Cfr. 1ª Timoteo 6, 14;
Tito 2,13), (Constitución dogmática Dei Verbum, cap. 1, números 3-4).
Así pues, la Revelación pública abarca dos grandes períodos: el Judaico o del
Antiguo Testamento y el Cristiano o del Nuevo Testamento, conteniéndose toda
ella en la Sagrada Escritura y en la Tradición.
. Las revelaciones privadas son
aquellas que se dirigen a una sola alma o a un determinado número de almas (y
no como la Revelación pública que se dirige a toda la Humanidad) sin que
constituyan una parte necesaria de la fe universal. Pueden darse mediante
apariciones, locuciones, etc. (afectando a los sentidos externos) o bien mediante
visiones, revelaciones, etc. (interesando a los sentidos internos)
2. Características
de las revelaciones privadas
. De conformidad con la Teología católica, estas revelaciones
privadas son posibles, reales, relativamente raras, necesariamente subordinadas
a la revelación pública, extrañas al Depósito de la Revelación y útiles.
1). - Son, en primer lugar, posibles. Del hecho mismo
de que la Iglesia las someta a su juicio, se deduce que no las descarta «a
priori», teniéndolas, por tanto, como posibles. Hasta algunas las ha permitido
y alabado. Es pues obvio que Dios, por el hecho de haber dado a la humanidad
una Revelación pública y general, no ha renunciado en modo alguno a la libertad
de agregar, según su beneplácito, algunas revelaciones privadas, particulares,
menos extensas y, a las veces, individuales del todo. La riqueza del misterio
de Dios es inagotable y Dios nunca renunció a tener contactos directos con las
almas a fin de instruirlas, siendo de notar, a este respecto, la profecía de
Joel (3,1), el cual, hablando del reino mesiánico, dijo: “Y ocurrirá
seguidamente (un día) que: yo derramaré mi Espíritu sobre los hombres, y
vuestros hijos e hijas llegarán a ser profetas, vuestros adultos tendrán sueños
y vuestros jóvenes verán visiones”. Por lo que son posibles.
2). - En segundo lugar, son reales, al menos en ciertos casos, por
el simple hecho de que la propia Iglesia permite que algunas de tales
revelaciones circulen entre los fieles y alguna (por ejemplo, la del Sagrado
Corazón a Santa Margarita María Alacoque) haya llegado a ser fundamento
incluso de un culto litúrgico y oficial.
Los criterios para aceptar la realidad de
una revelación y percibir el elemento humano que en ella se haya podido
infiltrar, son tres, que hacen relación: a la persona que
recibe la revelación, a la materia a la que la misma se
refiere y a los efectos que produce.
. a). - La persona favorecida con
revelaciones ha de ser considerada en sus cualidades, tanto naturales como sobrenaturales.
Cualidades naturales, o sea, su temperamento (si es equilibrado o
más bien psiconeurótico, histérico) cualidades intelectuales (si
es persona de buen sentido o tal vez fantástica o exaltada); cualidades morales (si
es persona de buen sentido o, por el contrario, dada a exagerar y a inventar).
Cualidades sobrenaturales, o sea, si está dotada de una virtud
sólida, si es obediente y, de un modo particular, si tiene sincera y profunda
humildad (o, por el contrario, trata de exhibirse). Todos estos
elementos (cualidades naturales y sobrenaturales de la persona) aun cuando
resultaran positivos, no prueban ciertamente la realidad de la revelación; mas,
con todo, resultan un elemento válido para ayudar a juzgar el valor de las
aserciones de la persona que se dice favorecida con revelaciones. Y si, por el
contrario, los indicados elementos resultasen negativos, no sería aceptable la
realidad de la revelación (Cfr. Lambertini, «De Servorum Dei beatificatione et
canonizatione» L. III, cap. 51, n.3).
. b). - Otro criterio para comprobar la realidad de una
revelación es la materia de la que las revelaciones se
refieren. Toda revelación que sea realmente (no solo
aparentemente) contraria a la fe, a las buenas costumbres o al decoro, debe ser
inexorablemente rechazada puesto que Dios no puede contradecirse enseñando
cosas contrarias a lo que enseña la Iglesia, guardiana oficial del Depósito de
la Fe. Otro tanto cabe decir de cuanto se oponga a la enseñanza unánime de los
Padres y Teólogos (aunque no ya si se trata de opiniones controvertidas).
No pueden tampoco admitirse como provenientes de Dios las exigencias de cosas imposibles
de cumplir. Más si, por el contrario, lo contenido en la
revelación privada no solo es ortodoxo, sino que también rebasa la capacidad
natural del escritor, tenemos entonces en ello un criterio válido para su preternaturalizad.
. c). -Un tercer criterio para comprobar la realidad de una
revelación lo constituyen los efectos que la misma
producen. Por sus frutos, en efecto, se conoce el árbol. Las revelaciones
reales y verdaderas producen serenidad y paz; las falsas, en cambio, turbación,
tristeza, desánimo, etc. frutos de arte diabólico. Las revelaciones verdaderas reafirman
al alma en la virtud, sobre todo en la humildad. Las falsas, en cambio,
producen orgullo (Cfr. Santa Teresa de Jesús, II Castillo interior, mansión VI,
c. VIII).
Y es necesario así mismo tener presente que una revelación puede ser
real, es decir, verdadera en su esencia y falsa en sus detalles. Lo
cual se debe principalmente a la injerencia de la actividad humana,
propia del instrumento (sin que ella se dé cuenta de ello) en
la acción divina, sobrenatural, de Dios; lo cual se verifica,
de modo particular en las revelaciones escritas por personas dotadas de una
fantasía extraordinariamente viva. A causa de tal filtración, vienen a las
veces a darse en las revelaciones privadas errores de ciencias físicas, de
ciencias históricas, ideas, prejuicios o sistemas teológicos etc. De esta
suerte se dan como divinamente reveladas cosas que son fruto de la imaginación.
Dios, en efecto, no tiene por qué corregir los prejuicios y errores científicos
que puedan anidar en la mente de los videntes, ya que su mira es el bien
espiritual de los mismos y no su formación intelectual.
3).- Las revelaciones privadas (aparte de ser posibles y reales) son
igualmente, en tercer lugar, relativamente raras. Se trata,
efectivamente, de intervenciones sobrenaturales extraordinarias y, por tal
motivo, fuera de lo corriente, es decir, raras. Por eso, la Iglesia, ante
dichas revelaciones, se mostró siempre muy reservada y procedió con gran
cautela y extremada circunspección. Y su aprobación, una vez concedida, se ha
de entender más en un sentido negativo que positivo
(esto es, en el sentido de que, en tales escritos, en general, nada hay que se
oponga a la fe ni a las costumbres).
4).- Las revelaciones privadas, en cuarto lugar, se hallan necesariamente
subordinadas a la Revelación pública. En efecto, deben ser juzgadas a
la luz de la Revelación pública: de conformarse con ella, pueden ser verdaderas;
más si, por el contrario, discrepan, deben tenerse por falsas; ahora bien, sin
son dudosamente conformes, han de tenerse por dudosas (esto
es, no necesariamente falsas ni verdaderas). Lo que es incierto y discutible
(como sucede con la revelación privada) debe ser juzgado a la luz de lo que es
cierto e indiscutible (como lo es la Revelación pública). No es la Revelación pública
la que depende de las revelaciones privadas, sino que son las revelaciones
privadas las que dependen de la Revelación pública.
5).- Las revelaciones privadas, en quinto lugar, son extrañas al
Depósito de la Revelación pública a la que nada sustancialmente
nuevo pueden añadir. Aun en el caso de que sean admitidas las revelaciones
privadas, la Iglesia no las impone a la creencia de los fieles (como, por el
contrario, lo hace con la Revelación pública), por lo que la Iglesia nunca tuvo
por «herejes» a quienes se negaron a admitirlas, si bien eso no quita el
que esos tales puedan ser tal vez imprudentes y temerarios al rechazarlas. Las
revelaciones privadas, en la hipótesis de que sean de origen divino, obligan
tan solo a quienes han sido favorecidos por Dios con ella, así como a
todos aquellos a quienes tienen la certeza de su realidad histórica y
teológica. Se trata con todo de prestarles una fe puramente «humana» (no ya
«católica»), como lo declaró Benedicto XIV, «¿qué pensar —se pregunta él— de
las revelaciones privadas aprobadas por la Iglesia, como son, por ejemplo, las
de Santa Ildegarda, Santa Brígida y Santa Catalina de Siena…?».
Y da esta respuesta: «A dichas revelaciones, por más que están aprobadas, no se
debe ni se puede prestar un asentimiento de fe católica sino tan solo un
asentimiento de fe humana, conforme a las normas de la prudencia, según las
cuales las indicadas revelaciones son probables y piadosamente creíbles» (De
Servorum Dei Beatificationes, L. III, c. 53, nº 15; Cfr. L. II, c. 32, nº 11;
Bassano 1767, t. III, p. 277; t. II, p. 138-139).
6).- Las revelaciones privadas, en sexto y último lugar, son útiles. Aun
cuando nada sustancialmente nuevo añadan o puedan añadir, a la Revelación
«pública» (ya completada en Cristo), no por eso se las debe tener por inútiles.
Ellas, en efecto, son de gran utilidad para las almas de aquellos a los que se
comunican. Y esto de múltiples modos: nutriendo y desarrollando la fe y la
piedad de la Iglesia; suministrando una más clara inteligencia de las verdades
y de los documentos de la Revelación pública. Por medio de las revelaciones
(privadas), Dios nos ayuda a extraer un mayor provecho de la Revelación
(pública).
A CONTINUACIÓN, PRESENTAMOS EXTRACTOS DE
LA EXHORTACIÓN APOSTÓLICA POSTSINODAL VERBUM DOMINI DEL SANTO PADRE
BENEDICTO XVI SOBRE LA PALABRA DE DIOS EN LA VIDA Y EN LA MISIÓN DE LA
IGLESIA
Tomado de la Página del Vaticano:
VERBUM
DEI
«En el principio ya
existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios...
y la Palabra se hizo carne» (Jn 1,1.14)
El Dios que habla
Dios en diálogo
La
novedad de la revelación bíblica consiste en que Dios se da a conocer en el
diálogo que desea tener con nosotros. La Constitución dogmática Dei
Verbum había expresado esta realidad reconociendo que «Dios invisible,
movido de amor, habla a los hombres como amigos, trata con ellos para
invitarlos y recibirlos en su compañía». Sin embargo, para comprender en su
profundidad el mensaje del Prólogo de san Juan no podemos quedarnos en la
constatación de que Dios se nos comunica amorosamente. En realidad, el Verbo de
Dios, por quien «se hizo todo» (Jn1,3) y que se «hizo carne» (Jn1,14),
es el mismo que existía «in principio» (Jn1,1). Aunque se puede
advertir aquí una alusión al comienzo del libro del Génesis (cf. Gn 1,1),
en realidad nos encontramos ante un principio de carácter
absoluto en el que se nos narra la vida íntima de Dios. El Prólogo de Juan nos
sitúa ante el hecho de que el Logos existe realmente desde
siempre y que, desde siempre, él mismo es Dios. Así pues,
no ha habido nunca en Dios un tiempo en el que no existiera el Logos.
El Verbo ya existía antes de la creación. Por tanto, en el corazón de la vida
divina está la comunión, el don absoluto. «Dios es amor» (1 Jn 4,16),
dice el mismo Apóstol en otro lugar, indicando «la imagen cristiana de Dios y
también la consiguiente imagen del hombre y de su camino». Dios se nos da a
conocer como misterio de amor infinito en el que el Padre expresa desde la
eternidad su Palabra en el Espíritu Santo. Por eso, el Verbo, que desde el
principio está junto a Dios y es Dios, nos revela al mismo Dios en el diálogo
de amor de las Personas divinas y nos invita a participar en él. Así pues,
creados a imagen y semejanza de Dios amor, sólo podemos comprendernos a
nosotros mismos en la acogida del Verbo y en la docilidad a la obra del
Espíritu Santo. El enigma de la condición humana se esclarece definitivamente a
la luz de la revelación realizada por el Verbo divino.
…
Dimensión escatológica de la Palabra de Dios
De
este modo, la Iglesia expresa su conciencia de que Jesucristo es la Palabra
definitiva de Dios; él es «el primero y el último» (Ap 1,17). Él ha
dado su sentido definitivo a la creación y a la historia; por eso, estamos
llamados a vivir el tiempo, a habitar la creación de Dios dentro de este ritmo
escatológico de la Palabra; «la economía cristiana, por ser la alianza nueva y
definitiva, nunca pasará; ni hay que esperar otra revelación pública antes de
la gloriosa manifestación de Jesucristo nuestro Señor (cf. 1 Tm 6,14; Tt 2,13)».
En efecto, como han recordado los Padres durante el Sínodo, la «especificidad
del cristianismo se manifiesta en el acontecimiento Jesucristo, culmen de la
Revelación, cumplimiento de las promesas de Dios y mediador del encuentro entre
el hombre y Dios. Él, que nos ha revelado a Dios (cf. Jn 1,18),
es la Palabra única y definitiva entregada a la humanidad». San Juan de la Cruz
ha expresado admirablemente esta verdad: «Porque en darnos, como nos dio a su
Hijo, que es una Palabra suya, que no tiene otra, todo nos lo habló junto y de
una vez en esta sola Palabra... Porque lo que hablaba antes en partes a los
profetas ya lo ha hablado a Él todo, dándonos el todo, que es su Hijo. Por lo
cual, el que ahora quisiese preguntar a Dios, o querer alguna visión o
revelación, no sólo haría una necedad, sino haría agravio a Dios, no poniendo
los ojos totalmente en Cristo, sin querer otra cosa o novedad».
Por
consiguiente, el Sínodo ha recomendado «ayudar
a los fieles a distinguir bien la Palabra de Dios de las revelaciones privadas»,
cuya función «no es la de...
“completar” la Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más
plenamente en una cierta época de la historia». El valor de las revelaciones privadas es esencialmente diferente al de
la única revelación pública: ésta exige nuestra fe; en ella, en efecto, a
través de palabras humanas y de la mediación de la comunidad viva de la
Iglesia, Dios mismo nos habla. El criterio de verdad de una revelación privada
es su orientación con respecto a Cristo. Cuando nos aleja de Él, entonces no
procede ciertamente del Espíritu Santo, que nos guía hacia el Evangelio y no
hacia fuera. La revelación privada es una ayuda para esta fe, y se manifiesta
como creíble precisamente cuando remite a la única revelación pública. Por
eso, la aprobación eclesiástica de una revelación privada indica esencialmente
que su mensaje no contiene nada contrario a la fe y a las buenas costumbres; es lícito hacerlo público, y los fieles
pueden dar su asentimiento de forma prudente. Una revelación privada puede introducir nuevos acentos, dar lugar a
nuevas formas de piedad o profundizar las antiguas. Puede tener un cierto
carácter profético (cf. 1 Ts 5,19-21) y prestar una ayuda
válida para comprender y vivir mejor el Evangelio en el presente; de ahí que no
se pueda descartar. Es una ayuda que se ofrece pero que no es obligatorio
usarla. En cualquier caso, ha de ser un alimento de la fe, esperanza y caridad,
que son para toda la vía permanente de la salvación.
Fin de la Cita
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Una Revelación Privada Actual
Luz de María de Bonilla
Tomado Textualmente de la Pagina “Revelaciones
Marianas”
http://revelacionesmarianas.com/luz_de_maria.html
La vida de Luz de María ha sido guiada por
Dios desde su nacimiento en un pequeño país de Centroamérica: Costa Rica.
Actualmente reside en Argentina.
Ella procede de una familia de profundas raíces
cristianas, en donde junto a sus hermanos, fue creciendo rodeada de un
ambiente de espiritualidad, siendo la Eucaristía el centro de su vida. Su juventud transcurrió
junto a la presencia de su amado Ángel Custodio y de la Madre Santísima quienes
fueron sus compañeros y confidentes. Desde entonces le participaban de
Manifestaciones Celestiales, presagiando así lo que
se concretaría poco a poco años más tarde.
Junto al desenvolvimiento de su vida profesional,
forma un hogar el cual hoy consta de 15 miembros, los que la acompañan desde
que comienzan a darse en su hogar Manifestaciones Divinas: tales como
exudaciones de imágenes religiosas, aromas inexplicables, entre otros, haciendo
de esta forma que su familia y allegados fueran testigos de la experiencia
espiritual de Luz de María.
Durante la Semana Santa del año 1990 se da el
encuentro definitivo con la Madre Santísima, quien le anuncia la recuperación física
de una enfermedad que padecía y la acoge de manera especial para prepararla al
encuentro con Su Divino Hijo, comenzando así un largo camino durante el cual le
van esclareciendo de forma sutil la misión que el Cielo tenía designada para
ella.
Comienza así una nueva etapa en su experiencia
mística, la cual la llevará a experimentar profundos éxtasis no sólo en
presencia de su familia, sino de personas cercanas que luego se reunirían para
orar, conformando de esta forma un Cenáculo, que la acompaña hasta la fecha.
Al transcurrir los años, Jesús y la Madre
Santísima la van formando para que ella sea instrumento útil en manos del
Alfarero Divino y se abandone en la Voluntad del Señor, cargando junto a Cristo
el dolor de la Cruz que penetra físicamente en su cuerpo y en su alma. (1)
Después de una larga espera durante la cual Cristo y
la Madre Santísima la prepararon paulatinamente solicitándole discreción en ese
periodo, el Cielo le ordena transmitir a toda la humanidad la Divina Palabra
que ha recibido y que continúa recibiendo. Desde ese momento Cristo va
abriéndole camino y dirigiendo sus pasos por donde la Voluntad Divina desea que
llegue el Llamado del Cielo.
Luego de que le dieran la Orden Divina de darse a
conocer, y bajo la inspiración del Espíritu Santo comenzó a visitar diversos
países, especialmente de América Latina dando entrevistas radiales y
conferencias abiertas al público. De ahí han surgido hermanos deseosos de poner
en práctica las enseñanzas de la Palabra Divina, formándose Cenáculos de
oración y praxis del Evangelio, manteniéndose en una constante lucha por alcanzar
una vida plena en el cumplimiento de la Voluntad de Dios y el amor al prójimo.
Luz de María va percibiendo que con el transcurrir
del tiempo la Palabra de Cristo y de la Madre Santísima que ella recibe
alcanzan un tenor diferente en cuanto a la magnitud e intensidad, esto
debido a la proximidad de los acontecimientos a los que la humanidad se
enfrentará. Sin embargo, en cada Llamado Divino prevalece el Amor, la
Misericordia y a la vez la Justicia Divina, anunciando y denunciando la
cercanía de la Purificación, fruto de la desobediencia del hombre y del mal
manejo que éste ha dado a los adelantos en todos los campos, transformándose
así el hombre en el flagelo de sí mismo.
Cristo le anticipa persecución, injusticia,
difamación y calumnias a las que se verá enfrentada por aquellos que no acepten
estos Llamados Divinos y que no se cansarán de perseguirla para tratar de
terminar con esta Obra, pero ella acepta, a sabiendas de que como instrumento
de Cristo debe seguir el mismo camino que Cristo transitó en la Tierra.
La Madre Santísima es su consejera y de la Mano de la
Madre, hasta el día de hoy, continúa siendo fiel discípula de Cristo, viviendo
diversas experiencias místicas en las que Cristo le comparte su padecer en la
Cruz.
Junto a ella se han mantenido Sacerdotes de varios
países que la acompañan, mas como le dice Cristo mismo: “tu director espiritual
soy Yo”, ya que es Cristo quien guía cada uno de sus pasos y todo lo que ella
hace. El Padre José María Fernández Rojas, quien desde el comienzo
de las manifestaciones se ha mantenido Junto a ella como su confesor, ha
acompañado también a su grupo de oración dentro del cual tres religiosas, han
sido parte inseparable desde que se conformara el cenáculo, hace ya 24 años,
siendo una de ellas licenciada en teología se ha podido mantener la más
estricta observancia y análisis de la palabra revelada.
La Misión de Luz de María, en total obediencia a Cristo, es ser instrumento de
la Verdad Divina en este instante, anunciando y denunciando lo que Nuestro
Señor Jesucristo y Nuestra Madre Santísima le indiquen para que los hijos
de Dios sigan luchando por su propia conversión y la de todos sus hermanos,
reconociendo y combatiendo con fuerza el mal que les rodea, y decididos continúen
el camino de la Salvación en todos los aspectos de la vida.
Es así como la Palabra Divina que recibe Luz de María
invita a la humanidad como hijos de un mismo Padre a alcanzar la unidad de
todos como hermanos, siendo cumplidores del primer mandamiento y eco del
llamado de Cristo que convoca a Su Pueblo a ser uno solo.
(1)
Referencia: Previo al momento en
que Cristo le comparte Su Pasión Luz de María comienza a percibir un estado
particular el cual le hace reconocer anticipadamente la manifestación de este
prodigio, llevándola posteriormente a caer en un profundo éxtasis, reflejando
una escena dramática para los testigos debido al gran sufrimiento no solo
físico sino espiritual; comenzando a hacerse visibles las heridas en manos,
pies, costado del pecho y en la cabeza, en algunas ocasiones se manifiestan
lágrimas de sangre la cual emana un intenso perfume que llega a inundar toda la
habitación. Finalizado el éxtasis el cual puede durar desde una a varias horas,
las heridas se cierran regenerando su carne y su piel, quedando visible solo la
sangre emanada de dichas heridas...
Fin de la Cita
Esta Revelaciones, actualmente en desarrollo, nos hablan con mucha
belleza y profundidad de la Santa Doctrina de la Iglesia, y nos hacen serias
advertencias sobre los tiempos que estamos viviendo, la necesidad de conversión
y oración permanente por una humanidad cada día más alejada de Dios.
Iremos “replicando”, con autorización los últimos mensajes publicados
en la Página “Revelaciones Marianas”
Pedimos al Espíritu Santo su asistencia permanente y el discernimiento
para siempre acertar con su Santa Voluntad.
Oración al Espíritu Santo e inspirada a Luz de María con aprobación eclesiástica
MENSAJE DE LA SANTÍSIMA VIRGEN MARÍA
A LUZ DE MARÍA
20 DE NOVIEMBRE DEL 2024
Amados hijos de Mi Corazón Inmaculado, son Mis hijos, a todos amo.
Amados hijos:
¡DESPIERTEN, SE ENCUENTRAN ANTE LA HECATOMBE Y DUERMEN EN LAS TELARAÑAS DEL DEMONIO!
Algunos de Mis hijos desprecian a Mi Divino Hijo y a Mí ante los límites que la Ley Divina contiene para sus verdaderos hijos. No hay un verdadero hijo de Mi Divino Hijo sin cruz. (Cf. Lc. 9, 23-26)
LES DIGO QUE SE ENCUENTRAN ANTE LA HECATOMBE DE LA TERCERA GUERRA MUNDIAL, AHORA MÁS CERCA QUE ANTES Y CONTINÚAN SIN OBEDECER, SIN PROPONERSE UN VERDADERO CAMBIO EN EL OBRAR Y ACTUAR.
Miro las cadenas que arrastran cantidad de criaturas humanas, cadenas que les sujetan al hombre viejo, el que se gobierna a sí mismo.
Hijos, continúan siendo necios, desprecian lo que Mi Divino Hijo les ha otorgado sin ser merecedores; les ha encomendado una misión a cada uno sin merecerla y siendo arrogantes, se toman la libertad de rechazar a Mi Divino Hijo y ustedes continúan con la terrible sombra del ego que les cincela continuamente, por no ser humildes de corazón. (Cf. Mt. 11, 29-30)
En este momento de dolor para toda la humanidad en donde entrarán a vivir lo que gran parte de Mis hijos no conoce: "vivir en guerra". Cada uno en particular si desea salvarse espiritualmente tiene que ir aceleradamente hacia Mi Divino Hijo y ser cumplidores de Su Voluntad, sin detenerse, ya que el momento apremia, prometiendo ser más de Dios que de lo mundano y rechazar cuanto les pueda llevar hacia el Demonio.
No sólo en las consecuencias de la guerra deben pensar, sino a la vez en las enfermedades nuevas y en otras ya conocidas que son altamente contagiosas y se encuentran en la Tierra. Hijos de Mi Corazón Inmaculado, nuevamente se enfrentarán a lo que les llevará a vivir en una epidemia que avanzará hasta llegar a ser pandemia en muy poco tiempo.
El agua continúa arrasando con fuerza poblados. Ustedes no solo deben orar por sus hermanos que padecen, sino que deben llevar alimentos, vestuario, medicinas en la medida de lo posible a sus hermanos que padecen.
Los terremotos continúan, pero el terremoto más grande lo causará el hombre mediante la guerra...
SON ENGAÑADOS POR QUIENES MANTIENEN EL PODER EN LA TIERRA Y RADICA EN SUS MANOS EL MODIFICAR LOS ELEMENTOS Y SU FUERZA; PERO ESTO NO DURARÁ MUCHO, DEBIDO A QUE MI DIVINO HIJO PERMITIRÁ “UNA GRAN LECCIÓN” PARA QUIENES UTILIZAN LA CIENCIA PARA CAUSAR EL MAL.
Amados hijos de Mi Corazón Inmaculado, Mi amadísimo Arcángel Rafael, protector de la salud, (Tob. 12, 14-17) les auxiliará ante las enfermedades que salen a la luz en la tierra, por Voluntad Divina les acompañará.
Mamá María
MENSAJE DE SAN RAFAEL ARCÁNGEL
A LUZ DE MARÍA
Amados hijos de Nuestro Rey y Señor Jesucristo:
VENGO A USTEDES POR LA VOLUNTAD DIVINA A AUXILIARLES EN LAS ENFERMEDADES QUE EMERGEN Y SON DESCONOCIDAS O REAPARECEN CON MAYORES DAÑOS PARA USTEDES.
Deben continuar utilizando, en caso de enfermedad, cuanto por Voluntad Divina han recibido para disminuir o detener los efectos de las enfermedades que enfrentarán.
He sido enviado a amparar a quienes padecen por la guerra, a los desvalidos para que la fe no decaiga y la salud sea recuperada, si es la Voluntad Divina.
VENGO A AMPARARLOS EN ESTE MOMENTO TAN DIFÍCIL QUE ENFRENTAN Y ENFRENTARÁN.
Oren hijos de Nuestra Reina y Madre, oren sin detenerse ante la proximidad de la guerra.
Oren hijos de Nuestra Reina y Madre, oren, grandes sismos se dan en la Tierra. Oren por ustedes mismos y por quienes padecen.
Oren hijos de Nuestra Reina y Madre, oren, conviértanse, es necesario para la salvación del alma.
NO VENGO A SANAR LOS CUERPOS SOLAMENTE, VENGO A SANAR CORAZONES QUE DESEEN SER SANADOS.
Vengo a invitarlos a orar y esperar con un corazón regocijado al Ángel de Paz, amadísimo de Nuestro Rey y Señor Jesucristo, quien se mantendrá siendo portador de la defensa de las criaturas de fe y de quienes se encuentren en proceso de conversión.
¡La salud del cuerpo y del alma permanezca en ustedes en todo momento!
San Rafael Arcángel
AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA
AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA
AVE MARÍA PURÍSIMA, SIN PECADO CONCEBIDA
COMENTARIO DE LUZ DE MARÍA
Hermanos,
Nuestra Madre Santísima nos comparte la dureza de lo venidero para la humanidad, tanto que nos alerta al decirnos, “la hecatombe”. Hermanos, la palabra hecatombe se refiere a la desgracia, a la catástrofe, a la calamidad, a la tragedia, al cataclismo, para que tengamos una idea de cuánto llega junto a la guerra. El cielo no nos asusta ni nos llena de temores, porque siempre está latente el poder de la oración en todo aspecto.
Somos testigos de una fuerza fuera de lo normal de los elementos de la naturaleza, en especial del agua; lo vemos y sabemos cuándo es permitido por Nuestro Señor y Rey Jesucristo y cuándo se suma el hombre para causar daños.
Veremos al fuego actuando en Suramérica y en otras naciones por la Tierra, como un anticipo de lo que después llega: la carestía.
Hoy hermanos, se nos ha dado la gracia sin merecerla de que San Rafael Arcángel, por Voluntad Divina nos comparta Su Palabra y nos dé la esperanza de poseer más medicamentos naturales, con los cuales podamos combatir las enfermedades; no solo del cuerpo, sino también las enfermedades que se llevan en el corazón y no nos permiten la conversión.
Oremos hermanos, oremos con fe porque Dios no deja abandonado a Su Pueblo. Dios es fiel con los suyos y nunca nos dejará abandonados.
Amén.