Santo Domingo Savio
Entre los miles de alumnos que tuvo el
gran educador San Juan Bosco, el más famoso fue Santo
Domingo Savio, joven estudiante que murió cuando apenas le faltaban tres
semanas para cumplir sus 15 años.
Domingo Savio nació
en Italia en 1842. Desde muy pequeño deseó ser sacerdote y al conocer a Don
Bosco le pide ingresar al Oratorio de San Francisco de Sales en Turín.
Allí organizó la
Compañía de María Inmaculada y con sus compañeros frecuentaba los sacramentos,
rezaba el Rosario, ayudaba en los quehaceres y cuidaba a los niños difíciles.
Además tenía un espíritu muy alegre, le gustaba jugar y estudiar.
San Juan Bosco
escribió una biografía del joven santo y lloraba cada vez que la leía. En ella
contaba que varias ocasiones vio a Domingo como arrobado después de recibir la
Comunión hasta que cierto día, Don Bosco lo encontró en el coro del templo.
“Voy a ver –cuenta
Don Bosco– y hallo a Domingo que hablaba y luego callaba, como si diese lugar a
contestación; entre otras cosas entendí claramente estas palabras: ‘Sí, Dios
mío, os lo he dicho y os lo vuelvo a repetir: os amo y quiero seguir amándoos
hasta la muerte. Si veis que he de ofendemos, mandadme la muerte; sí, antes
morir que pecar’”.
Cuando Don Bosco le
preguntó qué hacía en esos momentos, Domingo le contestó: “es que a veces me
asaltan tales distracciones que me hacen perder el hilo de mi oración, y me
parece ver cosas tan bellas que se me pasan las horas en un instante”.
Durante el proceso
de investigación para llevar a Domingo Savio a los altares, su hermana Teresa
narró que cierta vez el Santo se presentó ante Don Bosco y le pidió permiso
para ir a casa. Su formador le preguntó el motivo y el joven le contestó: “mi
madre está muy delicada y la Virgen la quiere curar”.
Don Bosco le
preguntó de quién había recibido noticias y Domingo contestó que de nadie, pero
que él lo sabía. El sacerdote, que ya conocía de sus dones, le dio dinero para
el viaje.
La mamá de Domingo
estaba embarazada, pero sufriendo con fuertes dolores. Cuando el muchacho llegó
a verla, la abrazó fuertemente, la besó y luego obedeció a su madre, quien le
había pedido que fuera con unos vecinos.
Cuando llegó el
doctor vio que la señora estaba repuesta de salud y mientras los vecinos la
atendían, le vieron al cuello una cinta verde que estaba unida a una seda
doblada y cosida como un escapulario. La sorprendente visita de Domingo a su
madre se dio el 12 de septiembre de 1856, fecha del nacimiento de su hermana
Catalina.
Tiempo después
Domingo le dijo a su madre que conserve y preste aquel escapulario a las
mujeres que lo necesiten. Así se hizo y muchas afirmaban después haber obtenido
gracias de Dios con la ayuda del escapulario de la Virgen.
Domingo Savio
retornó al oratorio salesiano, pero no por mucho tiempo. Su salud se
resquebrajó más y a sugerencia de los médicos tuvo que despedirse de Don Bosco
y sus compañeros para volver a su casa. Antes de morir, dijo: “¡Qué cosa tan
hermosa veo!”. Partió a la Casa del Padre un 9 de marzo de 1857 con catorce
años edad. Su fiesta se celebra cada 6 de mayo.