María, Trono de la Sabiduría
Maiestas Mariae es un concepto mariológico y de la historiografía del arte para referirse al concepto de la Virgen como trono del Niño Dios
Sedes sapientiae ("trono de la sabiduría"), es una expresión latina que aparece en las Letanías lauretanas y que denomina a una modalidad de representación de la Theotokos o Virgen con el Niño dentro del arte cristiano, especialmente en el Románico, pero continuado posteriormente.
En referencia al trono de Salomón, nombrado en el Antiguo Testamento, se identifica a Cristo con la sabiduría, y a la Virgen María, en cuyo regazo se representa sentado, como su trono. De forma equivalente, se entiende a la Iglesia como custodia de tal Sabiduría divina.
Theotokos es una palabra griega que significa Madre de Dios (literalmente, 'la que dio a luz a Dios'). Su equivalente en español, vía latín, es Deípara. Es el título que la Iglesia cristiana temprana le dio a María en el Concilio de Éfeso de 431 en referencia a su maternidad divina.
La palabra Sabiduría tiene en la Sagrada Escritura varios significados: en primer lugar la Sabiduría personal o subsistente, esto es, el Verbo Divino, y Jesucristo como Hombre, ya que en Él la Humanidad creada estaba unida a la Divinidad en unidad de persona; en segundo lugar, la Sabiduría impersonal, hábito o cualidad de los seres inteligentes, y por último, la Sabiduría, Don del Espíritu Santo.
Bajo estos tres significados la Virgen María es llamada y es verdaderamente Trono o Sede de la Sabiduría.
María Santísima, Trono de la Sabiduría, de la Sabiduría personal. El Verbo es el perfecto y subsistente conocimiento de todo el ser Perfectísimo e Infinito que es el Padre.
El Verbo Divino se encamó en el seno purísimo de María, así vino al ser Madre de Dios, Madre del Verbo, Madre de Cristo Hombre, Madre de la Sabiduría.
Por eso, principalmente se le invoca como Trono de la Sabiduría porque puso el Verbo su sede en las Purísimas entrañas de Ella.
Él se hizo para Sí, en el seno Virginal, una morada muy digna y escogida, habitó en Ella, y después de nacer fue llevado en sus brazos durante sus primeros años y estuvo sentado sobre sus rodillas. Siendo realmente también, por decirlo así, el Trono humano de Aquel que reina en el Cielo.
María Santísima, Sede de la virtud de la Sabiduría
El hábito de la Sabiduría reside en el entendimiento del ser humano y tiene por objeto propio el conocimiento de las cosas naturales y sobrenaturales y sus causas, se eleva al conocimiento y contemplación de la Causa primera e increada, necesaria, absoluta, es decir, Dios; ve y contempla a Dios en todas las cosas de la naturaleza, todo lo refiere a Dios, se remonta hasta Dios y en El descansa; de todo lo creado toma base para admirar, bendecir y amar a Dios, último término al cual están dirigidas todas las cosas. Y es así como esta Sabiduría, de especulativa se hace práctica, de estéril se convierte en operativa, del entendimiento pasa al corazón y lo ensancha y lo consuela y le infunde un gozo, un sabor y una unción, por lo cual precisamente se llama Sabiduría.
Por encima de todos los santos, María poseyó en grado perfecto la virtud de la Sabiduría, más aún, Ella es la Sede de la Sabiduría. Fue dotada por Dios de un entendimiento naturalmente perfecto, ejercitado y enriquecido por la continua y altísima contemplación y por el conocimiento de la Escritura.
María, después de Jesucristo, tuvo el corazón mejor dispuesto para la gratitud, para la admiración, para el amor: disposición acrecentada hasta el máximo por la fiel correspondencia a la obra de la gracia que la llevó al más perfecto conocimiento de Dios posible a una mente creada.
María, Sede del Don de Sabiduría
Hay una Sabiduría que no se adquiere con los recursos humanos, sino que es un Don sobrenatural infundido por el Espíritu Santo.
Este Don, como enseña Santo Tomás de Aquino, es distinto en su naturaleza del hábito de la Sabiduría.
Este Don consiste en un profundo conocimiento de Dios y de sus altísimos misterios, conocimiento encaminado no tanto a satisfacer la inteligencia que contempla, cuanto a alimentar y atraer la voluntad con la fuerza del amor. El alma en la que se ha desarrollado este Don se sumerge y se abisma enteramente en Dios, en sus perfecciones Infinitas y en sus Misterios, y allí se goza de tal manera que todo lo que no es de Dios o no conduce a Dios se le hace pesado y enojoso, le resulta insípido.
En los treinta años que vivió en íntima unión con la Sabiduría Encarnada, cuántas veces recibiría María en el secreto de la Casa de Nazaret los vívidos rayos de la Sabiduría Eterna en los que Ella recogía hechos y misterios; palabras y recuerdos en el santuario de su corazón y los conservaba. Era el tesoro de las diversas riquezas que, pasando por su alma de Madre, se convertían en leche de vida, de sabiduría y de gracia para sus hijos. Ella más que ninguna criatura angélica o humana, penetró en los profundos Misterios de la Divinidad, rozando, por decirlo así, los confines de lo Infinito.
Ahora bien, ¿ha habido alguien que haya conocido a Jesucristo como María?
¿Alguien que haya entendido mejor sus misterios? ¿Alguien que los haya comunicado con mayor largueza y esplendidez?... ¿Exageramos cuando llamamos a María Trono de la Sabiduría, que es como decir, trono del mismo Dios?...
Dentro de la Santísima Trinidad, el Hijo es llamado la Sabiduría de Dios. Es el espejo donde se ve el Padre, que por su Hijo vio y creó todas las cosas. Hecho hombre el Hijo de Dios, en Jesucristo están todos los tesoros de la ciencia y de la sabiduría de Dios, porque Jesucristo es el esplendor de la gloria del Padre.
Cuando el cristiano conoce a Jesucristo se llena de toda esa ciencia divina y llega a ser más sabio que los sabios de este mundo, porque su ciencia sobrepasa los conocimientos de la naturaleza. La ciencia y la sabiduría del cristiano son diferentes de las que se aprenden en las escuelas y las universidades de los hombres.
Personas muy humildes y hasta analfabetas tienen a veces unos conocimientos de Dios que nos dejan asombrados. ¿Dónde está el secreto? Muy sencillo: esas personas conocen y tienen dentro a Jesucristo, y con Jesucristo en sus mentes y en su corazón se convierten en las personas más sabias que existen. Nos lo dice un gran Doctor de la Iglesia con una anécdota llena de encantos.
En los orígenes de la Orden franciscana, y entre tanta flor que ha perfumado la tierra, se cuenta un hecho muy gracioso. San Buenaventura era un profesor eminente. Lo visita un día Fray Gil, un hermano lego muy humilde, y le dice lleno de santa envidia:
- Padre Buenaventura, usted sí que es feliz, con tantas cosas como sabe de Dios. Si yo no fuera tan tonto y supiera de Dios todo lo que usted sabe...
El Padre Buenaventura se reía para sus adentros, y le responde al bendito lego:
- No, hermano; usted está muy equivocado. Una vieja ignorante y sin letras, pero que conoce a Dios, le reza y le ama, sabe mucho más que yo.
Fray Gil, contentísimo, no pierde el tiempo. Se asoma a una ventana del convento, y comienza a gritar a la primera viejecita que pasa por la calle:
- ¡Hermana ignorante y sin letras! ¡Alégrate! Tú que conoces a Dios, que le rezas siempre y le amas, sabes de Dios muchas más cosas que el Padre Buenaventura, a pesar de que él es tan sabio...
María llevó en su seno a la Sabiduría Increada pero su mente y su corazón fueron más anchos y capaces que su mismo seno, dice San Buenaventura. Con toda razón, la Iglesia la invoca Trono de la Sabiduría…
Dejemos al encantador discípulo de San Francisco extasiado en la ventana mirando al cielo, y fijemos ahora los ojos en María. La invocación de la letanía ha quedado ahora consagrada más solemnemente con una Misa dedicada a María precisamente con este título: Misa en honor de María Trono de la Sabiduría. Y nos explica una doctrina muy bella sobre la Virgen.
El Hijo de Dios se hace hombre, y el seno de María se convierte en Sede de la Sabiduría de Dios. María, con ojos y con corazón de Madre, observa, discurre, medita, profundiza cada vez más en el misterio de Cristo, hasta convertirse en la conocedora más profunda de Cristo que ha existido.
Además, el Niño que María sostiene sobre sus rodillas es el Rey mesiánico, prometido a David, y poseedor de un Reino que jamás le será arrebatado. María, convertida en trono de Jesús, desempeña funciones reales. Llegan a ver a Jesús los Magos, representantes de los reyes y sabios de la tierra que habían de venir a adorar al Rey mesiánico, y María se lo presenta, se lo ofrece y se lo da con autoridad de Madre.
Cuando Jesús, con la Ascensión al Cielo, haya tomado posesión de su Reino glorioso, María, la Virgen más fiel y prudente del Evangelio, comunicará a los Apóstoles y a la Iglesia primitiva los secretos primeros y más encantadores que Ella conservaba en su corazón y de los cuales fue el testigo privilegiado.
María, Trono de la Sabiduría, porque ejerció funciones maternales y regias con el Rey del Cielo.
María, Trono de la Sabiduría, porque se llenó como nadie de la ciencia suprema de Jesucristo.
María, Trono de la Sabiduría, porque sigue enseñando la ciencia de Cristo a sus hijos que se le confían.
María, Trono de la Sabiduría, porque ha realizado en sí misma como nadie el ideal que Pablo se formara sobre todos los cristianos: ser unos conocedores apasionados del misterio de Jesucristo, con una ciencia que sobrepasa en extensión, altura y profundidad a todo conocimiento humano.
Conocer, amar y entregarse a María, ¿no es el medio más eficaz para conocer, amar y darse también a Jesucristo, y tener así, de la manera más fácil, la vida eterna?...